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Página 28

LIBROS & ARTES

diferencia de otros

poetas que deben

asumir como medio de

subsistencia labores aleja-

das de su vocación prime-

ra, Cisneros desarrolló so-

bre todo actividades vincu-

ladas a la literatura y el mun-

do de la cultura. Pensa-

mos en su fase académica

(fue profesor en Huaman-

ga, Lima, Southampton,

Niza, Budapest, San Fran-

cisco y Washington), pero

también en su roles de tra-

ductor de poesía o de pro-

motor cultural (su etapa

en el Instituto Porras Ba-

rrenechea de la Universi-

dad Mayor de San Mar-

cos, así como su gestión al

frente del Centro Cultu-

ral Inca Garcilaso de la

Vega de la Cancillería). Y

pensamos también en

aquellos trabajos de en-

cargo que lo llevaron a

escribir textos para el cine

(cortometrajes documen-

tales), presentaciones de

libros de fotografía y de

catálogos de pintores, y

artículos sobre temas di-

versos para ediciones es-

peciales auspiciadas por

distintas empresas e insti-

tuciones.

Asimismo, no olvida-

mos su incursión en la ra-

dio (la emisión denomina-

da «La crónica del oso

hormiguero») y la televi-

sión (dos programas de

entrevistas, además de

notas relacionadas con

películas que escribía para

una revista de telecable).

Y, más aún, tenemos en

cuenta su dedicación al

periodismo, pues fue di-

rector del excelente suple-

mento cultural

El Caballo

Rojo

, columnista de

El

Dominical

de

El Comercio

,

editor de una publicación

gastronómica (

Gourmet

Latino

) y miembro del

consejo editorial de perió-

dicos de humor (

Monos y

monadas, El idiota

). Igual-

mente, colaboró con la

revista

Marka

, dirigió el

mensuario

30 días

y el se-

manario

El Búho

, y fue edi-

tor cultural de la revista

.

Este amplio recuento

muestra la versatilidad del

poeta, quien, por otra par-

te, siempre se caracterizó

por ser un hombre prácti-

co y ejecutivo, capaz de

realizar tareas que escapa-

ban a los dominios habi-

tuales de la poesía (por

ejemplo, durante una tem-

porada se ganó la vida

como

tour conductor

, lle-

vando a grupos de viaje-

ros extranjeros por los pa-

rajes obligados del circui-

to turístico nacional). De

cualquier modo, lo que

nos interesa destacar es

que en la mayoría de esas

actividades Cisneros de-

bió recurrir a la prosa y,

por cierto, no solo en lo

que se refiere a las funcio-

nes periodísticas: durante

varios años, pese a que la

radio era un medio propi-

cio para articular un dis-

curso espontáneo, el poe-

ta no se permitió impro-

visar libremente, a pesar

de su facilidad de palabra.

Consciente del grado de

condensación que exigía

su microprograma, opta-

ba por redactar el texto

del mismo, manteniendo

un tono oral pero evitan-

do el riesgo de caer en fra-

ses superfluas.

Con ello queremos in-

cidir en el hecho de que

Cisneros fue un prosista

muy diestro y esmerado

que no se escudaba en su

reputación de poeta o en

las premuras del oficio de

periodista para pergeñar

una «prosa de prisa», ca-

rente de rigor. En esa pers-

pectiva, diremos que su

talento para el género de

la crónica debía no poco

a su poesía. Cisneros em-

pleaba un lenguaje esen-

cial, libre de ripios, muy

visual, con frases directas

y adjetivos precisos, enun-

ciados a los que imprimía

una cadencia particular.

Como buen poeta, estaba

dotado con un magnífico

oído, de modo que tem-

plaba sus versos hasta que

alcanzaran la debida ten-

sión, el ritmo necesario

para conseguir un efecto

sensorial que complemen-

tara el significado. Estas

cualidades asoman en su

prosa, lo que revela un

sello personal e inconfun-

dible. Cisneros configuró

un estilo propio, una ma-

nera de decir las cosas que

no es exclusiva de su poe-

sía. Basta con leer unas

cuantas líneas de una cró-

nica suya para reconocer

su autoría. Esto es algo

que ocurre con muy po-

cos poetas, quienes, por lo

general, cuando pasan a la

prosa pierden esa gracia

única que destilan sus ver-

sos. En la obra de Cisne-

ros, la prosa es, simple-

mente, la otra cara de la

poesía.

Dos observaciones. La

primera atañe a ciertas

peculiaridades del escritor

peruano. Llama la aten-

ción que rehuyera el gé-

nero del ensayo literario,

no obstante su capacidad

para la prosa. Existe toda

una tradición de grandes

poetas que cultivaron esa

modalidad con brillantez

(Pound, Eliot, Paz, Brods-

ky, etc.). Sin embargo,

Cisneros no se interesó por

explotar esta veta, aun

cuando disponía de una

sólida formación acadé-

mica y de su experiencia

como profesor de literatu-

ra. Son escasas sus contri-

buciones ensayísticas y crí-

ticas. Quizá habría que

hurgar en el periodo en

que fue secretario de re-

dacción de

Amaru

, la

prestigiosa revista que di-

rigiera Emilio Adolfo

Westphalen en los años

sesenta, y en otras publi-

caciones literarias de esa

época. Apenas nos viene

a la memoria una breve

reseña de un poemario de

Luis Hernández, su intro-

ducción a la antología de

poesía inglesa contempo-

ránea que publicó Barral

en 1975 y algún texto so-

bre Eguren (ciertamente,

había trabajado en estos

dos últimos temas en sus

tesis de bachillerato y doc-

torado, de 1967 y 1974,

respectivamente).

Quizá la explicación de

ese desinterés se deba a su

incomodidad con respec-

to a las obligaciones aca-

démicas, que al parecer

ejecutó a regañadientes.

Porque Cisneros tenía un

temperamento rebelde

que no encajaba con las

rigideces del sistema y su

ímpetu vital lo urgía a

buscar un contacto más

estrecho con la gente y la

calle. No era el escritor de

gabinete que podía pasar-

se hora tras hora dedica-

do a descifrar el sentido de

un poema o a analizar los

rasgos del estilo de un au-

tor. Por ello puede enten-

derse que se sintiera más

atraído por el trabajo pe-

riodístico, su dinámica e

intensidad. Cisneros era

un poeta culto, sin duda,

pero sus lecturas no esta-

ban confinadas al univer-

so literario. Disfrutaba

mucho con libros de his-

toria, geografía o gastrono-

mía, era un apasionado

del fútbol y le gustaba via-

jar, lo que se constata al

examinar el temario de sus

crónicas y artículos. Y, si

bien accedía gustoso a

leer sus poemas en públi-

co, no era proclive a las

discusiones literarias.

La segunda observa-

ción tiene que ver con su

actitud ante la ficción. En

el proemio a sus crónicas

Guillermo Niño de Guzmán

CISNEROS, ARTISTA

DE LA PROSA

La desaparición de Antonio Cisneros ha originado diversos homenajes y balances críticos que resaltan de manera

unánime una trayectoria literaria excepcional. En ese sentido, no cabe duda de que hemos perdido a una de las

voces más influyentes de las letras peruanas y latinoamericanas, e, incluso, nos atreveríamos a decir, a uno de los

mayores poetas contemporáneos del idioma español. No obstante, habrá que señalar que la valoración de su obra

se ha concentrado alrededor de su trabajo poético, lo que ha dejado un poco a la sombra su desempeño en el

terreno de la prosa, vertiente en la que también sobresalió por sus dotes singulares, como lo prueban varias piezas

memorables que figuran en sus libros de crónicas.

A