LIBROS & ARTES
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de las habitaciones que
ocupamos? ¿O todo lo
que he expuesto no pasa
de ser un agudo y desco-
munal subjetivismo de mi
parte? ¡Sólo Pateta lo
sabe!
Toño Cisneros, gran
poeta y gran amigo, es el
director. Lucho Valera,
profesional hasta el tuéta-
no, es el editor. No igno-
ran ambos que en sus ma-
nos está y de su talento y
diligencia depende el me-
jor suplemente cultural del
Perú. Me imagino que
debe ser abrumador. Qui-
zá el deber sofoca la in-
quietud. Y naturalmente
me acuerdo del título del
libro de Paul Eluard:
El
deber y la inquietud.
Toño es de presencia y
carácter marciales
3
. Tiene
don de mando. Se da ín-
tegro por lo que cree. Es
valiente. Sensible, sutil,
macizamente inteligente.
Pero como lo que yo
escribo es una crónica y
no un panegírico, debo
aclarar también que todas
sus innegables virtudes es-
tán empañadas por un gra-
ve, mas no mortal defec-
to: una visión rabiosamen-
te egocéntrica del mundo.
Le parece, por ejemplo,
increíble que las cosas no
sean como él las piensa.
Se me podrá argüir: ¡pero
eso le ocurre a todo el
mundo! De acuerdo. Aun-
que entre la humildad y el
orgullo, escoge –como
yo– el orgullo porque la
humildad siempre nos
acompaña. No la he des-
terrado. Toño tampoco – co-
mo cristiano– no sola-
mente no la ha desterra-
do sino que, por doctrina,
la cultiva. ¡Ojalá nunca la
olvide el querido amigo y
respetado director!
Lucho Valera, el edi-
tor, es un lector omnívo-
ro atraído como por un
imán por los mariscos. Se-
rio, pero con una inven-
cible proclividad a la bro-
ma, si a media voz, mejor
aún. Leal ciento por cien-
to. Yo le vi siempre aire
de comisario, conspirador
nato y dueño de secretos
que solamente los recién
nacidos no conocen. ¡Y
no es preciso torcer la
boca! –¡quién lo dice!–
para comunicar semejan-
tes noticias. El calor está
BIENVENIDOGRANDA,
MÁS VIEJOQUE EL RECUERDO
Antonio Cisneros
ienvenido Granda es casi más viejo que el recuerdo.
Es el disco negro, espeso, pesado, de 78 revoluciones,
con una etiqueta verde (marca Seeco), repetido una y otra
vez hasta que al fin de la fiesta, estaba escrito, se hace siem-
pre añicos.
Era de La Habana (tierra soberana, dice el son), pero no
de La Habana que existe en la realidad o en la memoria.
Más allá de la opulencia y la miseria, los días de Batista y,
también, más allá de la esperanza de la revolución. Otra
Habana.
Aquella que habitaba en los tocadiscos con aguja de púa,
en el Embassy, en las primeras rocolas y en la radionovela
El derecho de nacer.
Las mujeres llevaban turbantes y túni-
cas brillantes de colores. Los hombres, trajes impecables
de punta en blanco y sombreros ladeados de Panamá. El
castillo del Moro (una carátula de
Selecciones
), las mesas y
sus sombrillas en las terrazas (una foto de
Life
) y todas las
palmeras del planeta meciéndose en el viento contra el sol
tropical.
La del Corazón de Jesús en la salita de la casa. La de los
bailes infantiles en el parque de Barranco, la de los aniver-
sarios de matrimonio, la de los burdeles del jirón Huatica,
la de las encerronas del general Odría, la de las amas de
casa picando cebolla, la de los oficinistas canturreando en
un bar, la de los apristas, la de las bataclanas, la de los ena-
morados jurándose amor eterno y grabando sus nombres
en un muro de ladrillo (porque en Lima no hay árboles).
Toda esa Habana, capital del Perú, en la voz gangosa,
pícara, quieta de Bienvenido Granda. Oooooyeeemeee
maaa...má era una invitación a la danza y, como dicen, a la
sana alegría pero, también, «a lo que el destino nos depa-
re». Señora... te llamaaaan… señora era una invitación al
bochorno o al llanto pero, también, al bolerazo con rodilla
y en la sombra.
El no fue compositor, mas le dio carne a los cantos aje-
nos. Una dulzura «trafera», un si-es-no-es canallesco que
flotaba en la región más transparente de los años 50. Y era
al mismo tiempo, como debe ser, todo un señor.
Yo era muy niño. Ahora me dicen que alguna vez lo vi,
no lo recuerdo. Fue amigo de mi tío Nico Cisneros, perio-
dista y capitán de la bohemia. Por entonces, Bienvenido
Granda era un nombre cotidiano, bigotón, que vivía a la
vuelta de mi casa o en la casa de mi tío. Era el mismo en el
dial de la radio y en las parrandas del Negro Negro (sótano
del Zela, Plaza San Martín). Para mí, que nunca salió del
Perú.
Mi tío Nico lucía también unos grandes bigotes. Alguna
vez (me cuentan) hicieron un concurso entre los dos: una
suerte de carrera de mostachos a lo largo de los meses. No
sé en lo que acabó.
Sólo sé que Bienvenido Granda ahora (y mi tío hace casi
diez años) ha terminado por hacerse añicos como un gran
disco de 78 que, sin embargo, gira en la memoria.
El Caballo Rojo, 17/07/83
B
fuerte este verano –verbi-
gracia. ¡Pero no hay como
él para decir de dónde
proviene tal texto o dar el
sitio exacto donde se con-
sigue tal o cual libro!
Lucho Valera forma
parte del paisaje de
El
Caballo Rojo
. No como ji-
nete ni como palafrenero,
sino como el padre amo-
roso que espera con ansia
soterrada ver el recién na-
cido. Y es el primero, jun-
to con Tito Hurtado, que
comentará que tal quedó
la entrevista, tal nota, ese
artículo, «A Caballo»,
«El trotar de las ratas», las
páginas de pura inteligen-
cia y ternura con que nos
suele obsequiar y deslum-
brar Rosalba, las «tran-
cas», el siempre mítico
dibujo de Carlín, la cola-
boración del que escribe
tarde, mal y nunca y «has-
ta los anuncios de revistas
y librerías de la contraca-
rátula».
El Caballo Rojo
es un
mundo y sus miembros,
como los personajes de
Cervantes, no solamente
en el corazón existen. Ya
no pueden ir al «Baruch»,
innoblemente clausurado y
desmantelado. Y el río de
la vida los arrastra hacia la
luz (aunque no está bien
que
El Caballo Rojo
guiñe
un ojo como una vulgar
estatua ecuestre de París).
En fin, me consuelo
pensando que son bromas
de Lorenzo o algún espo-
lonazo a destiempo de
Toño o (¿por qué?) algu-
na contraseña de Lucho,
absurdo nostálgico de los
días de la Bastilla. Se oye
–Antes que nada hay que
liberar al «divino mar-
qués». ¿Quién lo dijo? Si-
lencio. ¿Empezamos a
apostar quien lo pronun-
ció? ¡Hum! ¡Quizá a coro
toda la redacción, los co-
laboradores y el personal
de arte, diagramación, fo-
tografía y corrección!
El
Caballo Rojo
en verdad es
un grupo que padece el
encantamiento de algún
mago Merlín.
El Caballo Rojo,
27/03/83
3 Hasta tiene un parecido físico
con el general Hidalgo de Cisneros, jefe
de la aviación republicana durante la
trágica Guerra Civil Española.