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LIBROS & ARTES

Página 27

sentenció. «Toma, hijita,

esto sí te va a gustar». Y le

regaló un pequeño elefante

de papier-mâché que había

hecho él mismo y quemi hija

guarda celosamente.

De los amigos que Toño

hizo en Hungría me ocupa-

ré solo de algunos. Antonio

visitaba con frecuencia a

Matías Horányi. Con Olga,

su esposa, entablaba largas

conversas en francés, al ca-

lor de una vieja estufa de loza

que Matías y Krisztina, su

hija, se encargaban de ati-

zar. A Éva Tóth le unía la

poesía. Poeta, traductora y

ensayista, Éva tenía a su car-

go las ediciones en lenguas

extranjeras de la editorial

Corvina y estaba estrecha-

mente relacionada con el

PENClub de Budapest. Con

Frigyes Todero, a quien le

dedicó el poema «Café en la

Martirok Utja», coincidía

Toño en el interés por el pe-

riodismo, el cine y la políti-

ca reciente en América La-

tina. En la casa del musicó-

logo Carlos Miró, Saray, la

madre de Carlos, chilenísi-

ma ella, además de comunis-

ta a carta cabal, se trenzaba

con Toño en dimes y dire-

tes sobre Perú/Chile. Natu-

ralmente, Toño no disimu-

laba su ferviente patriotis-

mo. Cuando la temperatura

comenzaba a subir, un buen

«cola de mono» apaciguaba

los ánimos y comenzaba, ya

en consonancia, la crítica al

golpista Pinochet, acompa-

ñada de muestras de solida-

ridad para con los cientos de

chilenos que, endulzados con

la esperanza del pronto re-

torno, no terminaban de

vaciar sus maletas.

Pero el gran amigo hún-

garo de Toño era Kálmán

Faluba

2

. En su casa de Fény

utca, la familia Faluba (Kál-

mán, Anita y sus hijos Zsol-

ti, un chiquillo de unos 7

años, y Györgyi, una precio-

sa niña de 5 años) nos aco-

gía con frecuencia. Los ni-

ños se entretenían en una de

las habitaciones. De vez en

cuando, «Toño bácsi» (el tío

Toño) se metía a juguetear

con ellos. En la habitación

contigua, los adultos nos

poníamos a tono con unas

copas de vino y degustába-

mos las exquisiteces que pre-

paraba Anita. Sin mella de

sus eruditos estudios de las

lenguas romances, Kálmán

ayudaba a su padre en un

negocio familiar de produc-

ción de jalea real. Vivía, en

realidad, entre abejas reina,

gramáticas y diccionarios. A

sus destrezas en italiano y

castellano, Anita, profesora

de colegio, unía una capaci-

dad especial para la cocina:

morcillas y chorizos caseros,

salami del auténtico y que-

sos variados, y, como postres,

mermeladas de chuparse los

dedos, madártej («leche de

pájaro») o panqueques.

Mientras las botellas y los

platillos iban y venían,

intercambiábamos opinio-

nes sobre lo humano más

que sobre lo divino: los ti-

tubeos del gobernante Par-

tido Socialista Obrero Hún-

garo y su astuto jefe János

Kádár, las posiciones de los

«disidentes» políticos, los

esfuerzos de Kálmán y Karc-

si (Károly) Morvay por in-

troducir la enseñanza del

catalán, las experiencias

parisinas de Máté Kovács

–amigo de Kálmán– en la

Unesco, los andares de

Toño por Francia y el Reino

Unido, el asalto pinochetis-

ta a la razón y la suerte de

los emigrados chilenos, y,

cuando la gravidez de la Ne-

gra se hizo notoria, los opor-

tunos consejos de Anita y

Malena a la primeriza.

Además de sus clases en

el departamento de español,

Antonio dedicó buena par-

te de su tiempo al trabajo

literario. En 1974, Mátyás

Horányi publicó

Libertad,

amor

, una selección de la

poesía y escritos en prosa de

Sándor

Petõfi,

el poeta ro-

mántico, héroe de la revo-

lución de 1848 contra el

imperio austríaco y símbolo

del nacionalismo húngaro.

En las versiones literales de

los poemas de Petõfi inter-

venimos varios. La versión

poética estuvo a cargo de los

poetas, en su mayoría perua-

nos, Belli, Cillóniz, Cisne-

ros, Corcuera, Chericián,

Delgado, Jamís, Martos, So-

loguren y Romualdo. Cisne-

ros hizo la versión poética

de los siguientes poemas:

«Oh muchacha, tus ojos»,

«El sueño», «A mi cólera»,

«A los poetas del siglo XIX»,

«El triste viento del otoño»,

«El mar se ha sublevado»,

«Aquí he nacido yo» y

«Marcha». Una muestra:

«Oh muchacha, / son tus

ojos tinieblas / y sin embar-

go brillan / tornados hacia

mí / como el puñal en lla-

mas / del verdugo ilumina /

lo oscuro de la noche / en su

mortal caída.» (p. 44). El

breve poema «Oh lyány! sze-

med», de nueve versos en

húngaro, fue escrito por Pe-

tõfi en febrero o marzo de

1846. Después, ya en el

2005, László Scholz publicó

A spanyol-amerikai irodalom

rövid története

(Breve histo-

ria de la literatura hispano-

americana), en donde reco-

ge, traduciéndolo él mismo

al húngaro, el poema «Café

en Martirok Utja».

Dos palabras sobre el

reencuentro con lo sagrado.

Toño, como sabemos, era un

trabajador de la palabra. En

su búsqueda de la palabra,

del verbo, pasó un día llu-

vioso cualquiera, como tan-

tas otras veces, por Kriszti-

na körút, la avenida princi-

pal de un barrio de Buda que

lleva el nombre de una hija

de la emperatriz María Te-

resa. De un lado, una frute-

ría, con canastas de oloro-

sos duraznos y peras a la

puerta. Del otro lado, el

Krisztinavárosi Havas Bol-

dogasszony templom (tem-

plo de la Virgen de las Nie-

ves de la ciudad Krisztina).

Como el templo estaba en

la avenida Krisztina, Toño

asumió que se llamaba San-

ta Cristina. Pero, en reali-

dad, el nombre del templo

no le importaba. Lo que le

importaba es que el sacerdo-

te vestía una casulla del co-

lor verde del Adviento y

predicaba a sus fieles. «

Igno-

ro su lenguaje como ignoro / el

siglo en que fundaron este tem-

plo. / Pero sé que el Señor está

en su boca:

/

para mí las vi-

huelas, el más gordo becerro, /

la túnica más rica, las sanda-

lias, / porque estuve perdido/

más que un grano de arena en

PuntaNegra, / más que el agua

de lluvia entre las aguas / del

Danubio revuelto. / Porque fui

muerto y soy resucitado.

» A

la salida, la lluvia seguía ca-

yendo. El frutero lo vio pa-

sar sin saber que Toño, ca-

mino a su casa, seguía mas-

cullando «

Porque fui muerto

y soy resucitado, / loado sea el

nombre del Señor, sea el nom-

bre que sea bajo esta lluvia bue-

na

Las huellas en la obra

poética de Antonio de esta

«vuelta» a lo sagrado no han

sido aún –hasta donde sé–

debidamente exploradas y

no es este el lugar para ha-

cerlo. Dejo anotado, sin

embargo, que el juego muer-

te/resurrección, mediado por

el agua (bautismal), y la es-

cucha atenta de una palabra

(el sermón del cura) que

Toño no entendía pero cuya

unción percibía son, por de-

más, significativos, como lo

es también que la poesía de

Antonio se puebla desde

entonces de imágenes y ex-

presiones recogidas de la

narrativa bíblica. Se mani-

fiesta esta preferencia en el

título de sus libros posterio-

res y se deja ver también en

no pocos versos de su am-

plio repertorio poético.

De su regreso a la creen-

cia cristiana en Hungría ha

dado cuenta Toño en una

entrevista reciente que se

publica en este mismo nú-

mero de

Libros & Artes.

Por

mi parte, añado algo que él

mismo me dijo: «mi cristia-

nismo es como el de nues-

tro amigo Gustavo (G.

Gutiérrez), una apuesta por

los pobres». Me consta,

como a tantos otros, que

Gustavo conversaba con

Toño. Espero que, algún día,

nos cuente Gustavo esta re-

lación. Pero la huella de su

palabra es evidente en la

poesía de Antonio. Baste

una muestra: «

Me preocupé

(como muchos) / por los po-

bres del reino

.» (

Monólogo de

la casta Susana

).

La expresión más evi-

dente del paso de Antonio

Cisneros por Hungría es, sin

duda,

El libro de Dios y de los

húngaros

(1978). ¿Se trató

solo de un paso? No deja de

ser curioso que tanto en la

dedicatoria del libro a su

amigo del alma, Kálmán Fa-

luba, como a nosotros, ha-

ble de la «invención» de

Hungría. «Para el compadre

Kálmán, esta Hungría que

nos pertenece porque la vi-

vimos, porque la inventa-

2

Profesor del departamento de

español de la ELTE. Tiene un dominio

tal del castellano que, cuando hizo de

intérprete de Augusto Salazar Bondy,

este me dijo: «a tu amigo se le nota que

su lengua materna no es el castellano

sólo porque al hablar no comete ni un

solo error».

mos. Toño. Lima, setiembre

’78" y «Para José Ignacio,

Malena y Malenita como re-

cuerdo y homenaje a la amis-

tad nacida en la Hungría que

inventamos. Mucho cariño.

Antonio. Lima, 78».

No sé si Toño se inven-

tó Hungría, pero sí sé que

allí se reencontró con «el

Señor» en un templo cuyo

nombre ni siquiera conocía,

cuando andaba perdido «

más

que un grano de arena en Punta

Negra, / más que el agua de

lluvia entre las aguas / del Da-

nubio revuelto

.» Allí, en

Hungría, cuando nació So-

ledad, corrió «

caballo rojo,

bajo el blanquísimo cielo del in-

vierno, / aterrado y alegre en-

tre los cuervos

» para acariciar

a su dama. Allí, en un café

de la Mártírok útja, frente a

«

una lámpara floreada sobre el

piano / y una estufa de fierro

se tomó unos vinos, a sa-

biendas de que esa noche no

podría esperar «

a los dioses en

su mesa

.» Allí, en Budapest,

cual «

borracho fondeado en el

tranvía a la hora del búho

»,

cual «

virgen necia entre las vír-

genes prudentes

», se convir-

tió «

en el gorgojo tuerto del

Danubio

».

En reconocimiento a su

cariño por Hungría y a la

calidad de su producción li-

teraria, el gobierno húngaro

le otorgó, en 1990, la Con-

decoración al Mérito Cultu-

ral de la República de Hun-

gría. En 1993, me encontré

en Budapest con amigos que

teníamos en común. «¿Qué

es de Toño?», me pregunta-

ban, y la pregunta dejaba

traslucir sobre todo queren-

cia. Cuando, hace unas se-

manas, les informé de su

partida, Kálmán, sobrio

siempre, me escribió: «Otro

trozo de nuestra juventud

que se va...».

No puedo terminar sin

hacer saber que este artícu-

lo ha sido escrito casi a cua-

tro manos. Las mías, con las

huellas, todavía, de Buda-

pest en los dedos, y las de

Kálmán Faluba, quienme ha

proporcionado nombres y

detalles que yo no recorda-

ba o no conocía.

El pequeño elefante de papier-mâche.