LIBROS & ARTES
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sentenció. «Toma, hijita,
esto sí te va a gustar». Y le
regaló un pequeño elefante
de papier-mâché que había
hecho él mismo y quemi hija
guarda celosamente.
De los amigos que Toño
hizo en Hungría me ocupa-
ré solo de algunos. Antonio
visitaba con frecuencia a
Matías Horányi. Con Olga,
su esposa, entablaba largas
conversas en francés, al ca-
lor de una vieja estufa de loza
que Matías y Krisztina, su
hija, se encargaban de ati-
zar. A Éva Tóth le unía la
poesía. Poeta, traductora y
ensayista, Éva tenía a su car-
go las ediciones en lenguas
extranjeras de la editorial
Corvina y estaba estrecha-
mente relacionada con el
PENClub de Budapest. Con
Frigyes Todero, a quien le
dedicó el poema «Café en la
Martirok Utja», coincidía
Toño en el interés por el pe-
riodismo, el cine y la políti-
ca reciente en América La-
tina. En la casa del musicó-
logo Carlos Miró, Saray, la
madre de Carlos, chilenísi-
ma ella, además de comunis-
ta a carta cabal, se trenzaba
con Toño en dimes y dire-
tes sobre Perú/Chile. Natu-
ralmente, Toño no disimu-
laba su ferviente patriotis-
mo. Cuando la temperatura
comenzaba a subir, un buen
«cola de mono» apaciguaba
los ánimos y comenzaba, ya
en consonancia, la crítica al
golpista Pinochet, acompa-
ñada de muestras de solida-
ridad para con los cientos de
chilenos que, endulzados con
la esperanza del pronto re-
torno, no terminaban de
vaciar sus maletas.
Pero el gran amigo hún-
garo de Toño era Kálmán
Faluba
2
. En su casa de Fény
utca, la familia Faluba (Kál-
mán, Anita y sus hijos Zsol-
ti, un chiquillo de unos 7
años, y Györgyi, una precio-
sa niña de 5 años) nos aco-
gía con frecuencia. Los ni-
ños se entretenían en una de
las habitaciones. De vez en
cuando, «Toño bácsi» (el tío
Toño) se metía a juguetear
con ellos. En la habitación
contigua, los adultos nos
poníamos a tono con unas
copas de vino y degustába-
mos las exquisiteces que pre-
paraba Anita. Sin mella de
sus eruditos estudios de las
lenguas romances, Kálmán
ayudaba a su padre en un
negocio familiar de produc-
ción de jalea real. Vivía, en
realidad, entre abejas reina,
gramáticas y diccionarios. A
sus destrezas en italiano y
castellano, Anita, profesora
de colegio, unía una capaci-
dad especial para la cocina:
morcillas y chorizos caseros,
salami del auténtico y que-
sos variados, y, como postres,
mermeladas de chuparse los
dedos, madártej («leche de
pájaro») o panqueques.
Mientras las botellas y los
platillos iban y venían,
intercambiábamos opinio-
nes sobre lo humano más
que sobre lo divino: los ti-
tubeos del gobernante Par-
tido Socialista Obrero Hún-
garo y su astuto jefe János
Kádár, las posiciones de los
«disidentes» políticos, los
esfuerzos de Kálmán y Karc-
si (Károly) Morvay por in-
troducir la enseñanza del
catalán, las experiencias
parisinas de Máté Kovács
–amigo de Kálmán– en la
Unesco, los andares de
Toño por Francia y el Reino
Unido, el asalto pinochetis-
ta a la razón y la suerte de
los emigrados chilenos, y,
cuando la gravidez de la Ne-
gra se hizo notoria, los opor-
tunos consejos de Anita y
Malena a la primeriza.
Además de sus clases en
el departamento de español,
Antonio dedicó buena par-
te de su tiempo al trabajo
literario. En 1974, Mátyás
Horányi publicó
Libertad,
amor
, una selección de la
poesía y escritos en prosa de
Sándor
Petõfi,
el poeta ro-
mántico, héroe de la revo-
lución de 1848 contra el
imperio austríaco y símbolo
del nacionalismo húngaro.
En las versiones literales de
los poemas de Petõfi inter-
venimos varios. La versión
poética estuvo a cargo de los
poetas, en su mayoría perua-
nos, Belli, Cillóniz, Cisne-
ros, Corcuera, Chericián,
Delgado, Jamís, Martos, So-
loguren y Romualdo. Cisne-
ros hizo la versión poética
de los siguientes poemas:
«Oh muchacha, tus ojos»,
«El sueño», «A mi cólera»,
«A los poetas del siglo XIX»,
«El triste viento del otoño»,
«El mar se ha sublevado»,
«Aquí he nacido yo» y
«Marcha». Una muestra:
«Oh muchacha, / son tus
ojos tinieblas / y sin embar-
go brillan / tornados hacia
mí / como el puñal en lla-
mas / del verdugo ilumina /
lo oscuro de la noche / en su
mortal caída.» (p. 44). El
breve poema «Oh lyány! sze-
med», de nueve versos en
húngaro, fue escrito por Pe-
tõfi en febrero o marzo de
1846. Después, ya en el
2005, László Scholz publicó
A spanyol-amerikai irodalom
rövid története
(Breve histo-
ria de la literatura hispano-
americana), en donde reco-
ge, traduciéndolo él mismo
al húngaro, el poema «Café
en Martirok Utja».
Dos palabras sobre el
reencuentro con lo sagrado.
Toño, como sabemos, era un
trabajador de la palabra. En
su búsqueda de la palabra,
del verbo, pasó un día llu-
vioso cualquiera, como tan-
tas otras veces, por Kriszti-
na körút, la avenida princi-
pal de un barrio de Buda que
lleva el nombre de una hija
de la emperatriz María Te-
resa. De un lado, una frute-
ría, con canastas de oloro-
sos duraznos y peras a la
puerta. Del otro lado, el
Krisztinavárosi Havas Bol-
dogasszony templom (tem-
plo de la Virgen de las Nie-
ves de la ciudad Krisztina).
Como el templo estaba en
la avenida Krisztina, Toño
asumió que se llamaba San-
ta Cristina. Pero, en reali-
dad, el nombre del templo
no le importaba. Lo que le
importaba es que el sacerdo-
te vestía una casulla del co-
lor verde del Adviento y
predicaba a sus fieles. «
Igno-
ro su lenguaje como ignoro / el
siglo en que fundaron este tem-
plo. / Pero sé que el Señor está
en su boca:
/
para mí las vi-
huelas, el más gordo becerro, /
la túnica más rica, las sanda-
lias, / porque estuve perdido/
más que un grano de arena en
PuntaNegra, / más que el agua
de lluvia entre las aguas / del
Danubio revuelto. / Porque fui
muerto y soy resucitado.
» A
la salida, la lluvia seguía ca-
yendo. El frutero lo vio pa-
sar sin saber que Toño, ca-
mino a su casa, seguía mas-
cullando «
Porque fui muerto
y soy resucitado, / loado sea el
nombre del Señor, sea el nom-
bre que sea bajo esta lluvia bue-
na
.»
Las huellas en la obra
poética de Antonio de esta
«vuelta» a lo sagrado no han
sido aún –hasta donde sé–
debidamente exploradas y
no es este el lugar para ha-
cerlo. Dejo anotado, sin
embargo, que el juego muer-
te/resurrección, mediado por
el agua (bautismal), y la es-
cucha atenta de una palabra
(el sermón del cura) que
Toño no entendía pero cuya
unción percibía son, por de-
más, significativos, como lo
es también que la poesía de
Antonio se puebla desde
entonces de imágenes y ex-
presiones recogidas de la
narrativa bíblica. Se mani-
fiesta esta preferencia en el
título de sus libros posterio-
res y se deja ver también en
no pocos versos de su am-
plio repertorio poético.
De su regreso a la creen-
cia cristiana en Hungría ha
dado cuenta Toño en una
entrevista reciente que se
publica en este mismo nú-
mero de
Libros & Artes.
Por
mi parte, añado algo que él
mismo me dijo: «mi cristia-
nismo es como el de nues-
tro amigo Gustavo (G.
Gutiérrez), una apuesta por
los pobres». Me consta,
como a tantos otros, que
Gustavo conversaba con
Toño. Espero que, algún día,
nos cuente Gustavo esta re-
lación. Pero la huella de su
palabra es evidente en la
poesía de Antonio. Baste
una muestra: «
Me preocupé
(como muchos) / por los po-
bres del reino
.» (
Monólogo de
la casta Susana
).
La expresión más evi-
dente del paso de Antonio
Cisneros por Hungría es, sin
duda,
El libro de Dios y de los
húngaros
(1978). ¿Se trató
solo de un paso? No deja de
ser curioso que tanto en la
dedicatoria del libro a su
amigo del alma, Kálmán Fa-
luba, como a nosotros, ha-
ble de la «invención» de
Hungría. «Para el compadre
Kálmán, esta Hungría que
nos pertenece porque la vi-
vimos, porque la inventa-
2
Profesor del departamento de
español de la ELTE. Tiene un dominio
tal del castellano que, cuando hizo de
intérprete de Augusto Salazar Bondy,
este me dijo: «a tu amigo se le nota que
su lengua materna no es el castellano
sólo porque al hablar no comete ni un
solo error».
mos. Toño. Lima, setiembre
’78" y «Para José Ignacio,
Malena y Malenita como re-
cuerdo y homenaje a la amis-
tad nacida en la Hungría que
inventamos. Mucho cariño.
Antonio. Lima, 78».
No sé si Toño se inven-
tó Hungría, pero sí sé que
allí se reencontró con «el
Señor» en un templo cuyo
nombre ni siquiera conocía,
cuando andaba perdido «
más
que un grano de arena en Punta
Negra, / más que el agua de
lluvia entre las aguas / del Da-
nubio revuelto
.» Allí, en
Hungría, cuando nació So-
ledad, corrió «
caballo rojo,
bajo el blanquísimo cielo del in-
vierno, / aterrado y alegre en-
tre los cuervos
» para acariciar
a su dama. Allí, en un café
de la Mártírok útja, frente a
«
una lámpara floreada sobre el
piano / y una estufa de fierro
.»
se tomó unos vinos, a sa-
biendas de que esa noche no
podría esperar «
a los dioses en
su mesa
.» Allí, en Budapest,
cual «
borracho fondeado en el
tranvía a la hora del búho
»,
cual «
virgen necia entre las vír-
genes prudentes
», se convir-
tió «
en el gorgojo tuerto del
Danubio
».
En reconocimiento a su
cariño por Hungría y a la
calidad de su producción li-
teraria, el gobierno húngaro
le otorgó, en 1990, la Con-
decoración al Mérito Cultu-
ral de la República de Hun-
gría. En 1993, me encontré
en Budapest con amigos que
teníamos en común. «¿Qué
es de Toño?», me pregunta-
ban, y la pregunta dejaba
traslucir sobre todo queren-
cia. Cuando, hace unas se-
manas, les informé de su
partida, Kálmán, sobrio
siempre, me escribió: «Otro
trozo de nuestra juventud
que se va...».
No puedo terminar sin
hacer saber que este artícu-
lo ha sido escrito casi a cua-
tro manos. Las mías, con las
huellas, todavía, de Buda-
pest en los dedos, y las de
Kálmán Faluba, quienme ha
proporcionado nombres y
detalles que yo no recorda-
ba o no conocía.
El pequeño elefante de papier-mâche.