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Página 26

LIBROS & ARTES

LA

INVENCIÓN

DE HUNGRÍA

José Ignacio López Soria

N

oche cerrada y fría en

Budapest. Hacia mar-

zo de 1973. La nieve no se

animaba todavía a abando-

nar los tejados. El «hatos

villamos» (el tranvía n° 6)

poblaba de ruidos chirrian-

tes las silenciosas calles de

la capital de Hungría. Den-

tro del tranvía, dos voces

desacompasadas y aguarden-

tosas entonaban sin desma-

yo «Avanti o popolo, alla

riscossa / bandiera rossa,

bandiera rossa». Y cuando el

conductor del tranvía se

atrevió a llamarnos la aten-

ción, un grito desafiante

quedó colgado en el aire:

«¡Evviva il socialismo e la

libertà!». Los pocos pasaje-

ros del tranvía, adormilados,

nos vieron bajar tambalean-

tes en la plaza Moscú (ahora

plaza Kálmán Széll), al final

de la Mártírok útja

1

(ahora

Margit körút). La iglesia de

Krisztina körút nos vió pa-

sar, sin que cruzáramos con

ella ni un guiño.

Ambos vivíamos cerca,

Toño en la ladera del Vár-

hegy (el Monte del Castillo)

y yo en el llano, junto al

parque Városmajor. AToño

le esperaba en casa, en sue-

ño placentero, Norah, «la

Negra», y a mí, intranquila,

Malena y, bien dormida,

Malenita, nuestra hija, de

dos años y meses. Después

de unos días en Mártírok

útja («la calle más fea de

Europa», al decir de nuestro

embajador, Felipe –Pipo-

Solari Swayne), Toño y la

Negra se trasladaron a Lo-

godi utca, en las faldas del

Monte del Castillo, y luego,

sin salir de Buda, a Horvát

utca y finalmente a la Bar-

tók Béla út.

¿Cómo llegó Toño a

Budapest? A fines de los

años 60 y, especialmente, en

los 70 del siglo pasado se es-

tableció una relación fluida

entre el Perú y Hungría: be-

cas para jóvenes universita-

rios peruanos, «módulos

húngaros» para la enseñan-

za de las ciencias y las tec-

nologías, «Ikarus» (ómnibus

acoplados) circulando por

Lima, etc. Los estudios de

«hispanística» se desarrolla-

ban en Hungría en dos cen-

tros: la Universidad de Cien-

cias «Loránd Eötvös»

(ELTE por su sigla en hún-

garo) de Budapest y la Uni-

versidad «Attila József» de

Szeged. En la ELTE, Mátyás

Horányi (Matías) consiguió

independizar de la cátedra de

italiano los estudios de his-

panística y fundó la «Span-

yol Tanszék» (cátedra o de-

partamento de español). La

presencia de la literatura la-

tinoamericana en Hungría

rebasaba los muros univer-

sitarios. Se leía profusamen-

te a García Márquez y a Var-

gas Llosa. En visita a Lima,

a inicios de los años 70,

Matías trenzó una relación

de intercambio con San

Marcos, gracias a la media-

ción de Jorge Puccinelli. El

primero en llegar fue Toño,

para hacerse cargo de un cur-

so de literatura latinoame-

ricana. Le seguirían luego

Tomás Escajadillo y Fer-

nando Ampuero.

La vida cotidiana de

Antonio en Hungría fue re-

lativamente sencilla: docen-

cia en la universidad, escri-

tura silente, alguna versión

poética de traducciones al

castellano de poetas húnga-

ros, un primer asomo –has-

ta donde yo sé– al cuento,

una salida corta a la enton-

ces Yugoslavia y, con la Ne-

gra, a Roma (acogidos por E.

A. Westphalen y sus hijas),

largas conversas con amigos

y las infaltables visitas a ca-

feterías, vinerías y cervece-

rías. La historia termina, o

comienza de nuevo, con el

nacimiento de Soledad, un

día gélido y nevoso de enero

de 1975, en el hospital de la

calle Sándor Péterfy en Pest.

Vendrían, días después, el

bautizo de Soledad María, el

envío de la niña a Lima y la

angustia de sus padres y de

su abuela América por la re-

tención de Soledad en Ca-

racas, y una gira de la Ne-

gra y Charo por la vieja Eu-

ropa, para luego, avanzado el

1975, regresar todos a Mira-

flores. El bautizo de Soledad,

con Kálmán Faluba y Charo

Cisneros de padrinos, se ce-

lebró en la iglesia barroca de

Santa Ana de la plaza

Batthyány, en Buda, junto

al Danubio. Siguió a la ce-

remonia un variado y bien

regado almuerzo en la casa

de Kálmán y Anita.

Un par de anécdotas.

Serían como las dos de la

mañana. Nieve cuajada en

las calles de Budapest. Una

llamada telefónica interrum-

pe mi sueño. Del otro lado,

Toño. «Nacho, estoy perdi-

do y no sé cómo hacer para

volver a casa». «¿Por dónde

andas?, ¿cómo se llama la

calle?», le dije. «Estoy en un

bar con un nombre impro-

nunciable y tres corazones

iluminados en la entrada»,

balbuceó. Busqué en la guía

telefónica. En una callejue-

la perdida de Buda figuraba

el bar «Három Szív» (tres

corazones). Subí a mi viejo

Volkswagen y me dirigí al

lugar, con cautela para no

patinar en la nieve. Y allí

estaba Toño, la mesa llena

de botellas vacías y una pa-

reja húngara que no habla-

ba sino el magiar. Llevaban,

sin embargo, varias horas de

alegre y bien regada chácha-

ra los tres. «Y ¿cómo te has

entendido con ellos?», le

pregunté ingenuamente.

«¡Lo que pasa es que tú no

tienes imaginación!», me es-

petó Toño. Ahí estaba la

prueba: decenas de papelitos

con dibujos y garabatos y un

par de beodos tratando de

contarme a pedazos la vida

y milagros de su amigo poe-

ta. Y como despedida, aho-

ra ya a cuatro vasos, un uní-

sono «¡egészségére!» (¡sa-

lud!), que Toño pronunció

perfectamente.

La otra anécdota. Casa

de la Negra y Toño, en don-

de nos reuníamos con fre-

cuencia. Un segundo piso, si

no recuerdo mal, de fábrica

decimonónica y vetustos

muebles de aire casi señorial.

Mi hija sentada en las pier-

nas de su tío Toño mientras

este le leía un cuento que

acababa de escribir. La aten-

ción de la niña duró poco.

«Tío Toño, quiero jugar». Y

Toño, sin enfado alguno,

rompió el papel en pedazos

y lo echó al basurero. «No

sirve; los niños son los me-

jores jueces de los cuentos»,

La expresión más evidente del paso de Antonio Cisneros por Hungría es, sin duda,

El libro de Dios y

de los húngaros

(1978). ¿Se trató solo de un paso? No deja de ser curioso que tanto en la dedicatoria del libro

a su amigo del alma, Kálmán Faluba, como a nosotros, hable de la «invención» de Hungría. «Para el compadre

Kálmán, esta Hungría que nos pertenece porque la vivimos, porque la inventamos. Toño. Lima, setiembre ’78"

y «Para José Ignacio, Malena y Malenita como recuerdo y homenaje a la amistad nacida en

la Hungría que inventamos. Mucho cariño. Antonio. Lima, 78».

1

Las más importantes denomi-

naciones de calles en húngaro: körút

(vía circular o ronda), út (avenida),

útja (avenida de), utca (calle). Aquí

usaré «avenida» tanto para körút como

para út y útja.