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LIBROS & ARTES

Página 33

sobre todo, de sus reivin-

dicaciones frente a la in-

vasión de sus tierras por

colonos costeños.

La narración en

off

ela-

borada por Toño acompa-

ña a las imágenes sin des-

merecerlas o agobiarlas

con un exceso de datos, un

apoyo eficaz que demues-

tra que el poeta había

aprendido ya este difícil

arte, que practicó siempre

combinando su experien-

cia periodística con aque-

lla curiosidad por el saber

que alimentó también sus

mejores poemas.

COLOFÓN

Hay un último trabajo

de Toño sobre el cual ca-

recemos de datos. Se tra-

ta de

Cáceres

(1986), es-

crito para Isidoro López

Cano. No hemos podido

averiguar si se trató de un

texto para un documental

sobre el héroe de La Bre-

ña o de un guión para una

cinta de ficción. Tal vez

algún paciente lector pue-

da satisfacer este vacío.

Solo nos queda, para

terminar, destacar que

Antonio Cisneros, como

muchos de los miembros

de la Generación del 60,

mantuvo a lo largo de su

vida una pasión cinéfila

intacta, nutrida por igual

de cine clásico norteame-

ricano como de los nue-

vos cines europeos. Justa-

mente, una de las últimas

polémicas que le tocó pro-

tagonizar en relación con

el cine fue aquella susci-

tada con ocasión del tar-

dío estreno en Lima de la

cinta

Exótica

(1994) del

realizador canadiense de

origen armenio Aton Ego-

yan. La película obtuvo el

apoyo de la crítica más

seria, aunque sorprendió

al público por su trata-

miento algo hermético,

distinto al cine que suele

verse habitualmente en la

pésima cartelera limeña.

Por razones que no

compartimos, el poeta se

contó entre los detracto-

res de la cinta. Ello, por

cierto, no interrumpió

nuestra amistad, iniciada

en las aulas de la Univer-

sidad Católica. A ella de-

dicamos este texto.

ntonio Cisneros fue un hombre múltiple,

poeta, cronista, periodista en la radio y la

televisión, conversador nocturno, hincha apasionado

del Sporting Cristal, pero también fue por muchos

años un gestor cultural activo y original. Cuando

todavía era profesor universitario en San Marcos,

coordinó actividades de promoción cultural en el

Instituto Raúl Porras Barrenechea. Posteriormente,

desde la dirección del Centro Cultural Inca Garcilaso

del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú

desarrolló una provechosa y singular actividad

cultural en una de las casonas emblemáticas de la

Lima virreinal y republicana.

El año 2003, mediante un Convenio de

Cooperación entre el Ministerio de Relaciones

Exteriores y la Agencia Española de Cooperación

Internacional, la Escuela Taller de Lima inició las

obras de restauración de la llamada Casa Aspíllaga,

con el propósito de ponerla en valor y acondicionada

para convertida en el Centro Cultural del Ministerio

de Relaciones Exteriores del Perú. Esta obra contó

con la supervisión del Instituto Nacional de Cultura.

Una institución cultural requiere de un espacio

material adecuado, pero no basta el soporte físico

para crear una organización viva. Hubo dos personas

claves en esta historia. El excanciller Manuel

Rodríguez Cuadros, quien definió la naturaleza y las

funciones del nuevo centro cultural, y Antonio

Cisneros, quien estableció el estilo de la gestión. El

diplomático tuvo una visión original ya que ninguna

cancillería latinoamericana contaba con un centro

cultural propio, y el poeta, con su amplia experiencia

y redes culturales nacionales e internacionales, le dio

rápidamente el vuelo que exigían las circunstancias

Desde sus inicios, Antonio Cisneros se rodeó de

un equipo profesional proveniente de diversas

disciplinas, como el arte gráfico, la comunicación

social y la literatura, y con amplia experiencia en

gestión cultural. Gredna Landolt, destacada artista

gráfica, tiene a su cargo la organización de las

exposiciones en la galería de arte, además se

desempeña como curadora de la casa. Katherine

Durán fue pieza clave en la coordinación general,

principalmente en articulación con la prensa cultural

limeña y en la gestión de los procesos administra-

tivos. Mario Granda asumió desde el 2008 la

planificación de las conferencias culturales que

siempre buscaron ofrecer ciclos de interés para el

ciudadano y convocar a especialistas que pudiesen

ofrecer una charla amena, original y valiosa. Arianna

Castañeda y Ángela Luna también formaron parte

del equipo que dirigió el oso hormiguero.

Tuve el privilegio de trabajar casi tres años con

Toño y pude conocer de cerca su inmenso don de

gentes; afable, jovial y locuaz con los amigos; irónico,

afilado, protocolar con los hombres sin mérito que a

veces pululan por los ambientes culturales y

diplomáticos. Él se preciaba (y era cierto) de conocer

a los principales actores de la movida cultural de

Lima. Además, distinguía con ojo de águila al creador

del farsante, al literato cabal del mero chambón; el

cuadro novedoso del meramente experimental.

Su fama de gran conversador se quedaba corta

ante la experiencia real de tenerlo al frente en la

mesa de un café o de un bar, le gustaba ser la estrella

y lo conseguía con facilidad. Se desplazaba con la

misma maestría entre el debate cultural erudito y

en los vericuetos de la cultura popular criolla: poseía

clase y calle en igual medida. Tenía porte y poses

de actor, una voz ronca y aguardentosa que se

fortalecía con el paso de las horas: heredero del

dandismo, convirtió su vida bohemia en una obra

de arte singular, muchas veces brillante, otras

también dura y conflictiva.

Fui víctima gozosa más de una vez de sus

interminables jornadas de culto al pisco sour en el

antiguo y noble Hotel Maury. En la disputa de ideas,

el poeta desenfadado era implacable incluso con los

que quería, si no podía persuadirte se dedicaba a

pulverizar tus argumentos con razones y retórica.

Siempre buscaba acuñar frases rotundas, fieramente

transparentes, cultivaba como pocos la inteligencia

verbal y la arrojaba con donaire al viento. Bebía y

fumaba con una energía pantagruélica, cuando los

meros mortales quedábamos vencidos, él seguía su

marcha en pos de nuevos interlocutores y nuevos

espacios en donde proseguir el combate con su

noche cada vez más personal e íntima.

Aunque pocos lo notaban, Cisneros y su equipo

poseían una dimensión política en el trabajo de la

promoción cultural. Siempre se nadó entre dos

aguas, una más canónica y oficial, otra más marginal

y provocadora; por ello, la galería podía ser ocupada

por un artista conceptual como Runcie Tanaka o

por creadores populares del mundo amazónico. El

único requisito que siempre se exigió fue la calidad

de la conferencia, de la exposición plástica o la

instalación artística. El valor intrínseco y el carácter

polisémico de toda manifestación cultural era la

única consigna, el autor de

Como higuera en un campo

de golf

siempre mantuvo una posición crítica e

irónica frente a esos artistas que se sometían a los

dictados de mensajes unívocos, aunque estos fuesen

políticamente correctos.

En

El Caballo Rojo

, publicado el 25 de diciembre

de 1983, se encuentra una hermosa apelación a los

lectores. Las palabras de Cisneros, director de la

publicación, condensan el proyecto político y

cultural del célebre suplemento y el ideario del poeta

en ese momento: «la injusticia no puede ser eterna

y es menester cambiar los reinos mal crecidos de

este mundo. Y no se trata de cálculo o consigna. Es

de necesidad elemental y viva como el pan. Para

que valga la pena ser padre, para que valga la pena

ser hijo. Por nunca abandonarnos en una calle oscura

y dejarnos morir». Quiero concluir recordando esas

palabras del poeta que siempre guiaron, más allá de

la retórica de los gobiernos de turno, su trabajo de

promotor y gestor cultural.

EL OSO HORMIGUERO

COMO GESTOR CULTURAL

Marcel Velázquez Castro

A