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LIBROS & ARTES

Página 21

pudo reconocerse en un

discurso que ofrecía la

ventaja de no distinguir la

excelencia estética de las

consideraciones ideológi-

cas. En este sentido, la

poesía de Antonio Cisne-

ros es ejemplar, pues plan-

tea –con cínico humor y

elegante ironía– un con-

flicto hasta ahora no re-

suelto:

Aquí se hornean las rutas de

comercio hacia las Indias

Y esa sabiduría que pasta-

mos sin mirar nuestros

rostros.

Usted gusta de Kipling, mas

no se ha enriquecido con

la Guerra del Opio.

Gusta de Eliot y Thomas,

testimonios de un orden

y un desorden ajenos.

Y es manso bajo el viejo ca-

ballo de Lord Byron.

Raro comercio este.

Los padres del enemigo son

los nuestros, nuestros sus

dioses

Y cuál nuestra morada.

(«Medir y pesar las dife-

rencias a este lado del

Canal»)

Estos versos demues-

tran que no se trató de un

simple deslumbramiento

ante la moda, sino de un

complejo proceso de fe-

cundación cuyas conse-

cuencias irrigaron benéfi-

camente la poesía perua-

na. El «británico modo»,

como fue llamado por sim-

patizantes y detractores,

fue malentendido como

una reacción ante al cla-

sicismo español, vigente

en los poetas de la promo-

ción anterior (y aún en las

obras más tempranas de

los poetas del 60). Tal vez

porque, pasada la prime-

ra mitad del siglo, aún per-

sistía en el Perú la idea de

que «lo hispánico» estaba

vinculado con «lo colo-

nial», libros como

Las

constelaciones

de Luis Her-

nández (1965), el men-

cionado

Canto ceremonial

contra un oso hormiguero

(1968) y

Contra natura

de

Rodolfo Hinostroza (1971)

fueron celebrados como

emblemáticos de una ac-

titud que en su momento

se vio como «antihispani-

zante» (es decir, como

«moderna») sin recordar

que por aquellos años se

escribía en España una

poesía que participaba, a

su modo, de un espíritu

común: la de «Novísi-

mos» como Pere Gimfe-

rrer y Leopoldo María Pa-

nero, y la de poetas un

poco mayores como Jai-

me Gil de Biedma.

Como los de Garcila-

so, los comentarios de

Antonio Cisneros son tan

«reales» como los hechos

que relata: la historia del

Perú, los avatares políticos

de los años sesenta, su pe-

riplo europeo, la comuni-

dad de Budapest o la del

Niño Jesús de Chilca, la de

su propio barrio incluida

su familia y sus vecinos.

Nada le es ajeno al ojo de

un cronista que prefiere

contar cantando que con-

tar a secas o cantar solo.

Se trata de una poesía que

pone en el mismo rasero

la experiencia cultural y la

experiencia cotidiana sin

detenerse a explicar la di-

ferencia, de modo que

cada libro suyo se erige

como una voz en constan-

te diálogo con los anterio-

res. Bueno es advertir que

este diálogo no tiene un

propósito coral, sino con-

versacional y a la vez me-

ditativo: la poesía de Cis-

neros es un excelente

ejemplo de lo que Eliot lla-

maba «la música de la con-

versación», arte difícil que

requiere de un escenario

(y, por lo tanto, de perso-

najes), de un contexto re-

conocible, de una música

sostenida y de un reperto-

rio de recursos que man-

tenga la magia del miste-

rio por venir. Como se ve

en esta sucinta enumera-

ción, en la poesía de Cis-

neros participan por par-

tes iguales lo dramático, lo

histórico, lo musical y lo

épico, sin que ello signifi-

que necesariamente un

desmedro de lo lírico.

Pero las promesas de la

historia no siempre se

cumplen. O, mejor dicho,

se cumplen del modo me-

nos deseado, haciendo de

la más hermosa de las uto-

pías el más insoportable

infierno. El retorno a lo

que tradicionalmente en-

tendemos por lirismo ha

sido interpretado como

una renuncia a participar

de una historia que ya no

puede ofrecernos ninguna

redención: el antiguo en-

tusiasmo ha sido reempla-

zado por el escepticismo,

o por la certeza de que si

la poesía no puede cam-

biar el mundo, al menos

puede formar parte de la

visión de aquellos que vi-

ven el mundo, haciéndo-

lo más habitable. Desde

El

libro de Dios y de los hún-

garos

(1978) se hace pa-

tente en la poesía de Cis-

neros una vuelta al cristia-

nismo, pero no en el sen-

tido piadoso ni muchos

menos mesiánico, sino

como una manera de per-

cibir y solidarizarse con las

miserias del mundo:

Qué duro es, Padre mío,

escribir del lado de los

vientos,

tan presto como estoy a

maldecir y ronco para el

canto.

Cómo hablar del amor, de

las colinas blandas de tu

Reino,

si habito como un gato en

una estaca rodeado por

las aguas.

Cómo decirle pelo al pelo

diente al diente

rabo al rabo

y no nombrar la rata.

(«Oración»)

Los últimos poemas de

Antonio Cisneros dan fe

de esa vuelta de tuerca que

es necesario dar para ser

fiel a uno mismo, no im-

porta sus consecuencias. El

desencanto ante la historia

(que es también un desen-

canto del sistema literario)

puede ser entendido como

una crítica radical que se

expresa en la negativa a

darle batalla para no reco-

nocer en ella al enemigo.

Surge entonces la otra his-

toria, la historia menuda

que vivimos cotidiana-

mente mientras vemos

agonizar las grandes uto-

pías. Aquellas que en su

momento nos desvelaron

obligándonos a contestar

las inmensas preguntas ce-

lestes, aquellas que no es-

peraban de nosotros nin-

guna respuesta, salvo –co-

mo lo declara un verso de

Cisneros– «comentarios

simples y sin gracia».

ADIÓSALAMIGO

José Tola

isneros. ¿Cómo así te has ido? Cuando ayer aun

estábamos por conversar, o como lo íbamos a hacer

dentro de dos meses o quizás…. Nacimos en el mismo

momento en el tiempo (1942-43) y nos conocimos en los

años 62. Medio siglo atrás. Tú sabías que eras un gran poeta,

yo que eras un gran amigo. Recuerdo que la última vez que

conversamos me dijiste:

Tus mejores amigos están cerca de

ti...

y después de unas tres horas me miraste y agregaste:

pero

tus mayores enemigos están más cerca de ti aun

. Ahora lo

entiendo. Dentro de esta realidad tú sabes lo que hay que

vivir para estar en lo nuestro. Es duro. Los amigos no son

para estar uno encima del otro, ni para buscarlos con

nuestros problemas… Siempre era para conversar de lo más

banal. Del partido de fútbol de hoy o de ayer, que ganaría

siempre

el Cristal, o de cualquier comida ultima que te

encantó. Siempre es agradable oírte hablar. Conversar.

Quedarse uno en silencio para que tú sigas. Sé que lo que

más te llevas es la alegría que te daba tu familia. Tu gran

familia que adorabas. Medio siglo de amistad no se borra

con la muerte ni con los días. ¿Qué tu poesía te sobreviva?

Lo será. Será tu testimonio para las generaciones venideras

que no creerán que hubo seres así antes que ellos. Y sin

llevarte nada, dejas demasiado al irte… Eso es un lujo. La

elegancia que tenías. Tu caballerosidad, o la dignidad que

tuviste siempre, ni hasta en tu ataúd dejaste de tenerla.

Espero que mañana o pasado, o cualquier día venidero

toques el timbre para subir a conversar. Aquí o allá, o en

algún lugar inesperado, sé que estarás esperando. Un abrazo

y un «beso» tuyo.

C