LIBROS & ARTES
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ropea le ha sido sumamen-
te provechosa: ha ensan-
chado su visión del mun-
do, disciplinado su voca-
ción, fortalecido espiritual
y emocionalmente su per-
sonalidad de creador. La
trayectoria de este enri-
quecimiento puede adver-
tirse en las tres partes que
componen
Canto ceremo-
nial contra un oso hor-
miguero
. La más antigua
es una versión ceñida y
castigada de un poema
que apareció en una revis-
ta limeña hace tres
años: «Crónica de Chapi,
1965». El título alude a
una matanza de campesi-
nos operada por las «fuer-
zas del orden» en la épo-
ca de las guerrillas, y el
poema es, en el fondo,
una elegía, un canto fúne-
bre a esas víctimas, pero
su apariencia es la narra-
ción grave, impersonal, de
una marcha sonámbula y
heroica: un grupo de com-
batientes avanza, perse-
guido, por un paisaje fru-
gal y muy áspero, que a
alguno de ellos le recuer-
da el mar, con un fondo
de lamentos indígenas.
Aunque ninguna decla-
mación, grandilocuencia
o arrebato lírico interrum-
pe la severa relación, a
veces, bajo la contenida
solemnidad de las pala-
bras, entre los acentos casi
religiosos y la monotonía
lúgubre del ritmo, asoma,
en un sarcasmo hiriente,
en una imagen lapidaria, el
sentimiento de ira y de so-
lidaridad que mueve la
mano del poeta, en estado
puro, disociado del mun-
do verbal, enfrentado a él.
Esos momentáneos des-
ajustes entre emoción y
expresión no frustran el
poema, que consigue casi
siempre comunicar la pa-
sión con belleza discreta y
digna, pero conviene men-
cionarlos para destacar más
el logro posterior de la poe-
sía de Cisneros: el perfec-
to equilibrio entre las ideas
y emociones y la palabra
poética que las expresa.
La segunda parte del
libro reúne, bajo el título
de «Animales domésti-
cos», media docena de
poemas –algunos apare-
cieron en la revista
Ama-
ru
– más breves y menos
ambiciosos temáticamen-
te que «Crónica de Cha-
pi», pero en los que se
siente al poeta mucho más
seguro de sí mismo, más
diestro y audaz en el uso
de sus medios expresivos,
más original en sus hallaz-
gos. Una ojeada superfi-
cial a sus títulos y motivos,
a la fauna que los puebla,
al tono ligero, leve, alegre
que adoptan a veces, po-
dría hacer creer que se tra-
ta de brillantes juegos in-
geniosos, de alardes. En
realidad, son trabajadas
alegorías: una realidad in-
tensa y dramática late de-
bajo de ese territorio de
«cangrejos muertos ha
muchos días», arañas gro-
seras y malhumoradas,
ballenas hospitalarias y
hormigueros capaces de
hospedar a un hombre.
Dramática, porque esa
realidad es una prisión, en
la que el poeta se siente
encarcelado, como Jonás
en el vientre del soberbio
mamífero marino, a oscu-
ras, enterrado vivo en el
corazón de un hormigue-
ro, condenado a morir víc-
tima de esa araña que «al-
muerza todo lo que se en-
reda en su tela». Intensa
porque el poeta sufre en
carne propia ese encierro
que es también la vida de
su tribu («Y estoy por
creer que vivo en la barri-
ga de alguna ballena/ con
mi mujer y Diego y todos
mis abuelos»). Se trata de
una realidad estrecha, li-
mitada por implacables
barrotes. Los seis poemas
son variaciones –hábiles,
lúcidas, imaginativas– so-
bre un tema único: el dis-
gusto de una sociedad hos-
til, el rechazo de esa vida
que lo atenaza como ca-
misa de fuerza y le ofrece,
como furtiva compensa-
ción, un placer animal:
abrazarse bajo el sol, tum-
bado frente al mar, sobre
arenales candentes.
Esta facultad de traspo-
ner en alegorías poéticas,
en construcciones verba-
les independientes, en ob-
jetos artísticos autónomos
las preocupaciones que
conforman su mundo in-
terior, alcanza en la terce-
ra parte del libro de Cis-
neros –casi todos poemas
escritos luego de su salida
de Lima– un desarrollo
notable. Doce poemas
integran
Canto ceremonial
contra un oso hormiguero
y
todos ellos constituyen,
por separado, una hazaña
creadora. Incluso el me-
nos importante de ellos, el
que da título al libro –una
abominación de humor
negro contra un «oso hor-
miguero», que puede ser
un ser particular, el mun-
do de la maledicencia y el
chisme limeño, o la sim-
ple estupidez humana– es
una pieza maestra de do-
minio verbal, de coheren-
cia intelectual y soltura
rítmica. Hay un elemen-
to racional que prevalece
siempre en los poemas de
Cisneros, un control de la
razón sobre la imaginación
y las emociones, y este es
uno de los factores de la
originalidad de su poesía,
en un mundo, el de la poe-
sía de lengua española,
donde la tendencia predo-
minante es más bien la
contraria. Pero el hecho
de que las ideas desempe-
ñen un papel primordial
en su poesía, no ha resta-
do a esta ni osadía imagi-
nativa ni ha mermado su
vitalidad. Al contrario:
en poemas como «Paris
5e» y «Karl Marx Died
1883 Aged 65», una me-
ditación perfectamente
lógica cobra una jerarquía
artística sobresaliente por-
que cada uno de los pen-
samientos que la compo-
nen genera imágenes, aso-
ciaciones inesperadas e
insolentes, se dispara en
direcciones múltiples de la
realidad, en fantasías oní-
ricas, en símbolos, en me-
táforas, sin que estas au-
dacias desvíen el transcur-
so de la reflexión. El soli-
tario tema de «Animales
domésticos» se ha conver-
tido en un abanico vasto
que abraza asuntos múlti-
ples: una evocación omi-
nosa de Lima, un examen
de conciencia ante una
amistad que se ha roto, las
primeras impresiones eu-
ropeas, una averiguación
de las luchas, dudas y pa-
siones políticas que agita-
ron sus años de adolescen-
cia, añoranzas de personas
y paisajes de la ciudad
abandonada un año atrás,
una interrogación ante el
problema de la cultura y
el destino de América,
una definición frente a
Cuba. Individuales o co-
lectivos, culturales o po-
líticos, los temas de estos
poemas encarnan siempre
en formas verbales de eje-
cución tan perfectamente
adecuada al pensamiento
y la emoción que los in-
forma, que se emancipan
de la experiencia particu-
lar del autor. El verso –ca-
si siempre largo, de músi-
ca grave– adopta a veces
un tono confidencial, sua-
vemente patético («Yo vi
a los manes de mi genera-
ción, a los lares, cantar en
ceremonias…»); otras, es
irónicamente marcial (co-
mo cuando evoca sus lu-
chas contra la modorra, a
la que corporiza en un
monstruo zoológico, el
Rey de los Enanos); otras
se disfraza de fábula míti-
ca, canto religioso o
soliloquio. Esa diversi-
dad, sin embargo, no re-
vela una búsqueda, sino la
riqueza de movimientos,
la flexibilidad de matices
y maneras de una voz que
ha conquistado una pode-
rosa madurez.
ANTONIO CISNEROS
Fernando de Szyszlo
Decir que fui su amigo sería un abuso de confianza. Si
bien es cierto que lo conocí hace mucho tiempo, que nun-
ca dejé de verlo y que siempre admiré su poesía, pertenecía-
mos a generaciones diferentes, yo le llevaba 17 años y eso
quizás es la explicación de que rara vez coincidiéramos en
círculos más estrechos.
Aunque recuerdo que cuando Mario y Patricia Vargas
Llosa regresaron de Europa en los años 60 y nos reuníamos
los sábados en mi departamento de Miraflores antes de ir a
comer al chifa Kuo Wha, alguna vez aparecieron Toño y su
primera esposa.
No soy crítico de literatura pero puedo decir que en la
poesía de Cisneros siempre siento por debajo de una ino-
cente ironía, un desencanto, un pesimismo que su aparente
alegría y desprendimiento no logran velar.
Era un gran poeta que, como Becquer, tenía «alegre la
tristeza y triste el vino».