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LIBROS & ARTES

Página 5

que quería era ponerse al

día en materia de arte: ya

nos interesaban Picasso,

Matisse, etcétera. Ahora,

en la raíz de todo esto está

el arte primitivo, de ahí el

interés de Picasso, de Vla-

minck, de Derain por el

arte negro. Fue entonces a

través de Picasso que co-

menzamos a interesarnos

por el arte primitivo, y al

mismo tiempo lo único

que teníamos acá de autén-

tico al alcance de los ojos

era el arte prehispánico.

¿Y Westphalen era un

conocedor en esa materia?

Claro, a él le interesa-

ba mucho esto.

Y a Arguedas por su-

puesto también.

A Arguedas menos.

Mira, la Peña Pancho Fie-

rro era un grupo de los in-

digenistas en realidad, un

grupo que se interesaba

por el Perú indígena ac-

tual. Arguedas era un apa-

sionado de los poemas

quechuas, de las cancio-

nes y las fiestas quechuas.

Hay un libro muy hermo-

so sobre esto, que se lla-

ma

Fiestas y danzas en el

Cuzco y los Andes

, de Pie-

rre Verger, un fotógrafo

francés. Ellos estaban inte-

resados en eso. Yo conocí

a Arguedas por interme-

dio de Sebastián Salazar

Bondy, que fue quien me

llevó a la peña. Ahí coin-

cidimos con Westphalen,

que nació el mismo año

que Arguedas. Ambos es-

tuvieron presos por lo de

la guerra civil española;

Emilio poco tiempo, pero

Arguedas estuvo más de

un año. Entonces, ahí ha-

bía una amistad muy fuer-

te entre Arguedas, Moro

y Westphalen. Nosotros

vamos a dar a la peña por

el arte precolombino y

descubrimos, llevados por

Westphalen, el arte popu-

lar peruano, el arte actual

del Perú indígena. Yo creo

que ahí hubo una doble

alimentación: Arguedas y

las hermanas Bustamante,

los indigenistas, se intere-

saron por el Perú preco-

lombino y nosotros por el

Perú actual.

Westphalen fue sobre

todo, y a pesar suyo, un

poeta. Pero también fue crí-

tico de arte, y un gran pro-

motor cultural. Hablemos

en primer lugar de Westpha-

len poeta. ¿Qué es lo que,

según tú, define la poesía de

Emilio Adolfo Westphalen,

por lo menos la de sus dos

primeros libros?

Los más importantes.

Yo creo que Westphalen

nació como poeta segura-

mente impulsado por sus

descubrimientos de la poe-

sía surrealista y los mani-

fiestos del surrealismo, et-

cétera. Pero logró crear

una poesía de un nivel

realmente sublime. Re-

cuerdo haber estado con-

versando una vez con Oc-

tavio Paz sobre el surrea-

lismo, y llegamos a la con-

clusión de que, fuera de

algunos poemas de Bre-

ton, el surrealismo no ha-

bía producido muy buena

poesía, porque la poesía

de Pierre Reverdy es an-

terior, ni muy buena pin-

tura: la pintura del surrea-

lismo buena es anterior al

movimiento, es Marcel

Duchamp, es Max Ernst. Y

el gran aporte que hay vie-

ne de América latina:

Huidobro (con todo el

odio que le tenían Wes-

tphalen y Moro), Moro y

Westphalen son tres gran-

des poetas; difícilmente

encuentras tú dentro de

una antología del surrea-

lismo poesía de ese nivel.

Hay algunos poemas de

Breton, sí, claro: «Unión

libre» es un poema inol-

vidable, pero sin duda el

sitio de ellos (que nunca

se lo otorgaron) era muy

importante. Westphalen

nunca figuró en ninguna

antología de la poesía su-

rrealista; era una persona

muy discreta. Moro sí,

algo… Un rechazo visce-

ral de Breton a los homo-

sexuales, inexplicable en

una persona tan liberal,

hace que Moro no figure

como debería dentro del

surrealismo.

Cuando Westphalen co-

noce a César Moro en 1934

ya había publicado

Las ín-

sulas extrañas

y estaba a

punto de publicar

Aboli-

ción de la muerte

. No obs-

tante, fue asociado al su-

rrealismo, movimiento al que

sí pertenecía Moro. Wes-

tphalen negaba ser surrealis-

ta, tiene incluso críticas a

André Breton. ¿Qué puedes

decirnos al respecto?

Hubo una relación di-

fícil de este par de surrea-

listas peruanos con el su-

rrealismo. Las opiniones o

actitudes del movimiento

crearon sin duda unos an-

ticuerpos en Westphalen,

no la teoría. Yo creo que

la teoría del surrealismo,

Breton, los libros de Bre-

ton, sin duda fueron capi-

tales para Westphalen. Así

es para mí, por ejemplo, yo

de surrealista en pintura no

tengo nada y sin embargo

me considero una persona

de formación totalmente

surrealista, es decir que

cuando leo un texto de

Breton me doy cuenta que

estoy totalmente de acuer-

do con lo que piensa de la

creación artística y qué

cosa es el arte. Me imagi-

no que lo mismo le suce-

día a Emilio, ¿no?

Marco Martos piensa

que Westphalen fue permea-

ble al surrealismo y de he-

cho a la vanguardia. Fue un

poeta de vanguardia. Pero

también opina que fue un

alumbrado, como los místi-

cos del siglo XVI, que la in-

fluencia de San Juan de la

Cruz, de Santa Teresa de

Ávila son también muy

fuertes en él. La diferencia

con ellos –según él– es que

su religión es la propia poe-

sía, concebida como una éti-

ca, como una manera de es-

tar en el mundo. He citado

textualmente a Marco, ¿es-

tás de acuerdo con él?

Completamente, sí,

completamente de acuer-

do. Yo creo que la poesía

de Westphalen es más pro-

funda de lo que se piensa,

que nace de conceptos,

sensaciones, conscientes e

inconscientes muy profun-

das. Yo soy un gran admi-

rador de la poesía de Wes-

tphalen, creo que pocos

poemas de amor se han

escrito tan bellos como los

poemas de amor de

Aboli-

ción de la muerte

.

Eso es lo que define de

alguna manera la poesía de

Westphalen, ¿no? El hecho

de ser poesía amorosa fun-

damentalmente.

Sí, fundamentalmente.

Tú has sido también ami-

go de César Moro, el gran

compañero de ruta de don

Emilio Adolfo. ¿Has coinci-

dido algunas veces con am-

bos?

Ah, sí, muchas veces

he estado en casa de Cé-

sar, en Barranco. Lo que

pasa es que esto duró poco

tiempo, como la vida

pues, ¿no? Cuando Moro

regresó de México yo es-

taba en París, fue cuando

volví a Lima que lo fre-

cuenté, pero ya hacia el

final de su vida. Yo regre-

sé el 55 y Moro falleció el

56. Pero durante mi esta-

día en Francia, del 49 al

55, me di un salto a Lima

como de seis u ocho me-

ses, y ahí conocí a Moro,

hice amistad con él y has-

ta intercambiamos cua-

dros. Sentía una gran ad-

miración por Moro.

Desde su regreso al Perú,

a mediados de los 60, Emi-

lio Adolfo Westphalen ha

desempeñado un papel ca-

pital en la valoración de la

obra de César Moro, a tra-

vés de numerosos estudios,

en forma gradual. Igual es-

fuerzo desplegó para lograr

el reconocimiento de su obra

plástica.

Sin duda. El tenía prác-

ticamente toda la obra del

final de la vida de Moro,

que eran unos pasteles abs-

tractos.

Se expusieron en el Ins-

tituto de Arte Contemporá-

neo, ¿no?

Se expusieron en el Ins-

tituto de Arte Contempo-

ráneo, sí. Yo los reuní, e

hice el prólogo del catá-

logo. Fue una cosa muy…

Moro acababa de morir.

El estaba preparando esa

exposición cuando murió…

El preparaba esa expo-

sición… Nunca se supo

que fue lo que mató a Cé-

sar. Julio Gastiaburú, una

persona muy querida que

frecuentaba la Peña Pan-

cho Fierro y era médico en

el Instituto del Cáncer de

la avenida Alfonso Ugar-

te, decía que cuando Moro

murió se dieron cuenta de

que lo había matado una

hemorragia, no un cáncer.

Fue como si una úlcera

hubiera estallado. Hay

después una anécdota

muy linda: Margot Schmi-

dt, por entonces mujer de

Ricardo Grau, y que era

íntima amiga de César,

me contó que fue a visi-

tarlo a la clínica y lo en-

contró muy deprimido, sin

afeitarse, acostado, y le

dijo «César, pero si te veo

bien, por qué no te afei-

tas, te vistes y salimos a

dar una vuelta. Voy a ha-

cer algo y regreso en me-

dia hora». A la media hora

volvió y lo encontró acos-

tado, igualito a como lo

dejó, y le dijo «Pero

cómo, ¿no te ibas a levan-

tar?» Y César dijo: «Mira,

me he levantado, me he

asomado a la ventana y he

mirado la calle y he visto

a una mujer comprando

unas naranjas, y me he

vuelto a acostar». Con-

movedor, ¿no? El veía que

se le escapaba la vida.

En el número 9 de la re-

vista

Amaru

, Westphalen

rinde sendos homenajes a

Moro y a Martín Adán,

como proponiendo a los lec-

tores optar por uno de ellos.

¿Tú a cuál prefieres?

Yo a Moro.

Westphalen también pre-

fería a Moro, ¿no? Lo con-

sideraba realmente el poeta

mayor de su generación.

El sintió una clara ad-

miración y respeto por la

poesía de Martín Adán, y

lo que consiguió de él y se

publicó primero en

Las

moradas

y después en

“Había una amistad muy fuerte entre Arguedas, Moro y

Westphalen. Nosotros vamos a dar a la peña por el arte

precolombino y descubrimos, llevados por Westphalen, el arte

popular peruano, el arte actual del Perú indígena”.