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Página 2

LIBROS & ARTES

uando César Moro vol-

vió a Lima en 1934, lle-

vaba desde París la enseñan-

za de un surrealismo violen-

to, rebelde, enemigo de los

condicionamientos genera-

cionales, al que iba a man-

tenerse fiel por el resto de

su vida, incluso después de

su ruptura con Breton. Y en

su patria iba a descubrir que,

a pesar de la distancia, el

movimiento francés ejercía

una increíble fascinación

sobre los jóvenes. Tal vez la

desconfianza ancestral hacia

la «Cultura» (con mayúscu-

la) y la oficialidad, típica de

las mentalidades creativas de

la América Hispánica, en-

contraba en el impulso desa-

cralizador de las vanguardias

históricas, y muy en especial

en el surrealismo, un trámi-

te adecuado para la propia

voz impetuosa.

Uno de estos jóvenes era

Emilio Adolfo Westphalen

(Lima, 1911-2001), cuyo pri-

mer poemario, publicado el

año anterior, o sea en 1933,

por un lado remitía a la mís-

tica española y más exacta-

mente a San Juan de la Cruz

ya desde su título,

Las ínsu-

las extrañas

, construido con

un sintagma del

Cántico es-

piritual

; pero, por otro lado,

proponía un lenguaje de sin-

taxis fragmentada a través de

largas composiciones en ver-

so libre, en las cuales las

imágenes oníricas se desen-

cadenaban de manera to-

rrencial, derivando una de

otra, como por obra de un

proceso creativo inconteni-

ble y por tanto estrechamen-

te vinculado al inconscien-

te. Muchos años más tarde,

habría dicho el propio Wes-

tphalen: «La poesía es algo

que me sucede».

La cita de San Juan cons-

tituía un indicio –apenas

modesto– de una gran fuen-

te de constantes lecturas del

entonces joven autor, entre

las cuales se contaban asimis-

mo las obras de Fray Luis de

León y de don Luis de Gón-

gora. Por otra parte, ese poe-

mario, con sus oscilaciones

entre violencia del delirio y

entrega a la ternura, con su

fisiológica recurrencia de

miembros o de partes del

cuerpo amputadas del total

–pies que crecen solos, ca-

bezas que vuelven desde el

olvido, bigotes con piernas

que caminan, bocas o senos

nacientes–, en perfecta co-

rrespondencia con la muy

novecentesca vocación a la

fragmentariedad, con su pre-

dilección por las series sus-

tantivas, por la enumeración

caótica y por el salto de

nexos lógicos, se presentaba

como una preciosa modula-

ción, inaugural y personal,

del surrealismo en América

del Sur.

La amistad entre Moro y

Westphalen fue inmediata y

muy beneficiosa para ambos.

Emilio Adolfo ayudó a Moro

en la preparación de la pri-

mera exposición surrealista

Surrealismo vigilado y duradero

A cien años de su nacimiento y a diez años de su muerte, la obra de Emilio Adolfo Westphalen

sigue ofreciéndose a los lectores de hoy y de mañana con un encanto que no termina de descifrarse, con

el misterio fascinante de su imaginación, con la atracción de su lenguaje sorprendente y seductor.

LA ESCRITURADEWESTPHALEN

Martha Canfield

C

Emilio Adolfo Westphalen y su esposa Judith Ortiz Reyes.