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LIBROS & ARTES

Página 41

Arguedas a la antropolo-

gía y el estudio del folclor,

así como a sus agudas re-

flexiones sobre diversos

temas literarios (incluyen-

do apreciaciones críticas

sobre César Vallejo, Ciro

Alegría, Oswaldo Reyno-

so, etc.). Simple y llana-

mente, mi objetivo es de-

jar claramente sentado

que antes que nada y so-

bre todo fue un creador

literario: dedicó sus mayo-

res y más trascendentes

esfuerzos a la novela, aun-

que también cosechó

cuentos y poemas perdu-

rables.

Nos parece, en conse-

cuencia, errada la afirma-

ción siguiente de Ángel

Rama (por lo demás, un

crítico formidable, con su

propuesta capital de la

“transculturación” en la

narrativa hispanoamerica-

na, de la que Arguedas

sería ejemplo soberano):

“de los tres principales sec-

tores en que es dable cla-

sificar sus escritos [el lite-

rario, el antropológico y el

folclórico] (…) el antropo-

lógico es de las más impor-

tantes tareas profesionales

y universitarias, y aquel en

que puso su mayor preocu-

pación de peruanista y de

latinoamericanista” (Ra-

ma, editor de: Arguedas.

Formación de una cultura

nacional indoamericana

;

México, Siglo XXI, 1977;

xxvi). De hecho, su ma-

yor preocupación como

peruanista, latinoamerica-

nista y humanista en gene-

ral (recordemos que dejó

inconcluso el relato “El

puente de hierro”, am-

bientado en Estados Uni-

dos) fue la creación lite-

raria, principalmente la

novela.

Aunque la óptica del

antropólogo e historiador

Fermín del Pino es mati-

zada (consigna los víncu-

los estrechos, a nivel mun-

dial, entre la escritura li-

teraria y el estudio antro-

pológico, mencionando

los méritos literarios de

Malinowski, Lévi-Strauss,

Joaquín Costa, etc.), abo-

ga por una equiparación

de la producción literaria

y la labor antropológica de

Arguedas, que no suscri-

bimos; por cierto, tampo-

co caemos en una “infra-

valoración científica de

Arguedas”:

“Creo, si se me permi-

te expresar una sospecha,

que los críticos literarios

en general asumen esta

infravaloración científica

de Arguedas [alude a los

escrúpulos del propio Ar-

guedas sobre el valor aca-

démico de sus trabajos

científicos], procediendo a

considerar su dedicación

antropológica y folklórica

solamente como un com-

ponente intelectual más

de su preparación para la

literatura, o como una ex-

tensión inevitable de su

apuesta por el indio. Si

bien cabe legítimamente

esta opción de ‘posicionar’

la antropología como un

elemento más de su lite-

ratura, mi posición pre-

sente pretende ir al en-

cuentro de ambas discipli-

nas desde una considera-

ción complementaria, y

creo más pertinente. Yo

postulo que también la

formación literaria –e in-

cluso su compromiso per-

sonal a favor de la cultura

andina– es un elemento

ordinario más –si bien no-

table– de su dedicación

antropológica”. (Fermín

del Pino, “Arguedas como

escritor y antropólogo”,

en: Carmen María Pinilla,

ed.,

Arguedas y el Perú de

hoy

; Lima, SUR, 2005,

378).

Luego de un examen

ponderado de la cuestión

(en un contexto en el que

las ciencias sociales trata-

ron de afirmarse como más

sólidas y rigurosas para el

conocimiento adecuado

de una sociedad y una cul-

tura, restándole relieve o

pertinencia cognoscitiva a

las obras literarias), José

Alberto Portugal estable-

ce con nitidez la opción

de Arguedas a favor de la

novela. Cita, al respecto,

cómo respondió a una en-

cuesta, enfocando el tema

de la migración andina a

las ciudades de la costa pe-

ruana.

“No es este un tema

para las ciencias sociales,

es de los novelistas, los

únicos que podrán pene-

trar hasta la médula, has-

ta la más honda intimidad

de su raíz y de su proceso,

y nos lo mostrarán vivo,

palpitante, tal cual es en

lo que tienen de externo

y de misterioso, y lo difun-

dirán por el mundo. El

hombre de ciencia rara

vez puede alcanzar esta

meta”. (“Discusión de la

narración peruana”, en

La

Gaceta de Lima

, núm. 12,

setiembre de 1960, 10).

La razón principal tie-

ne que ver, conforme ex-

plica William Rowe, con

el papel que cumple la in-

tuición en la imaginación

creadora, sin las limitacio-

nes que la antropología y,

en general, las ciencias so-

ciales imponen a la intui-

ción, cuando no la recha-

zan en beneficio de una

pretenciosa metodología

racional (eso ocurría con

el estructuralismo y el

materialismo dialéctico

–del marxismo autopro-

clamado como socialismo

científico– que se disputa-

ban el medio académico

peruano en los años 50 y

60). Aunque existen cul-

tores de las ciencias socia-

les que conceden un pa-

pel a la intuición, la reco-

nocen como un punto de

partida epistemológico

(clave para formular la hi-

pótesis de trabajo), pero el

valor científico del estudio

reside en su poder proba-

torio que debe provenir de

un acopio de datos empí-

ricos comprobables y de

una interpretación de cor-

te racional (usando una

terminología definida por

una teoría consistente y

una metodología racional-

mente consistentes), lo

cual permite que lo que

era hipótesis intuitiva de-

venga en tesis o conclu-

sión racional-científica.

2

Con perspicacia, Wi-

lliam Rowe remite a un

pasaje de

El Sexto

que

aborda el tema de la intui-

ción: “La palabra intuición

figura en

El Sexto

dentro

de una discusión entre el

líder de los presos comu-

nistas y el personaje cen-

tral. Este afirma: ‘La intui-

ción no puede demostrar-

se con razones’. Y más tar-

de, cuando aquel objeta a

un preso serrano, ‘Te falta

teoría, Cámac’, contesta.

‘¿Se puede enseñar a odiar?

Eso escoge el corazón con

sus ojos’.” (Rowe,

Ensayos

arguedianos

; Lima, SUR,

1996; 31).

Preferir la intuición

conduce a poner la capa-

cidad epistemológica de la

imaginación literaria (de

corte intuitivo) por enci-

ma del razonamiento de

las ciencias sociales: “La

relevancia de la intuición

como palabra convenien-

te para nombrar una serie

de capacidades humanas

que ayudan a contrarres-

tar los efectos de los siste-

mas reductivos estaría en

la posibilidad de criticar

ese privilegio epistemoló-

gico, de retornar a la per-

cepción y la imaginación,

de hacer frente a la dudo-

sa positividad de las cate-

gorías de las ciencias socia-

les y mostrar que son

aproximativas, y final-

mente, de abrir fértiles

confluencias intelectuales

para la investigación de la

realidad” (Rowe,

Op. cit.

,

32).

Resulta revelador que

Portugal relacione la con-

cepción novelística de

Arguedas con la teoría ela-

borada por Mikhail

Bakhtin que conceptúa a

los géneros literarios mo-

dos específicos de pensa-

miento: “la novela como

una de las formas más ri-

cas de pensamiento ético,

en virtud precisamente de

la ‘densidad y carácter

concreto’ (…) de su repre-

sentación de

eventos

. Este

rasgo se funda en el fenó-

meno que el autor deno-

mina

cronotopo

, esto es, las

posibilidades concretas y

altamente detalladas, ela-

boradas en los géneros li-

terarios, de entender la

relación de la gente con su

mundo. Este vocabulario

ofrece, en mi opinión, las

mejores coordenadas des-

de las cuales entender la

idea de la novela en Ar-

guedas como un ‘modo de

pensar artístico’ frente a

los productos de una ‘cog-

nición abstracta’, privile-

2

Cf. Carmen María Pinilla.

Ar-

guedas: conocimiento y vida

(Lima,

Pontificia Universidad Católica del

Perú, 1994); y Melisa Moore.

En la

encrucijada: Las ciencias sociales y

la novela en el Perú. Lecturas para-

lelas de Todas las sangres

(Lima,

Universidad Nacional Mayor de San

Marcos, 2003).

José María Arguedas con su amigo el pintor Fernando de Szyszlo en una playa norteña.