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LIBROS & ARTES
a obra literaria de José María Arguedas es una obra viva, tan
viva que el término “obra literaria” resulta pobre y desvaído
para designarla. ¿Por qué los libros de Arguedas constituyen una obra
viva? Intentaremos explicarlo. Al comienzo de
Entre las calandrias
, el
luminoso estudio sobre Arguedas del padre Gustavo Gutiérrez, se re-
cuerda un “vivo y fraterno diálogo” entre José María Arguedas y Se-
bastián Salazar Bondy que tuvo lugar en el Primer Encuentro de Na-
rradores Peruanos (Arequipa, 1965); en ese diálogo, Arguedas dijo
que en su cuento
Warma Kuyay
todo es vida, que no tiene una pala-
bra de más. Salazar Bondy observó: “Por eso es un gran cuento”. Ar-
guedas replicó: “¡Por eso es vida!” Salazar: “¡Por eso es cuento!” Ar-
guedas “¡Pura vida!”. Este diálogo fraterno, pero encendido y a viva
voz como lo indicaban los repetidos signos de admiración, dio lugar a
un largo debate, acerca de la realidad y la literatura, en el que intervi-
nieron casi todos los participantes en el Encuentro. Unos sostenían
que la literatura es, fundamentalmente, una realidad verbal autóno-
ma; otros creían que es un reflejo de la realidad circundante, tanto de
la realidad física, como de la psicológica o de la social. No pretendo
intervenir a destiempo en ese debate, pero sí quisiera afirmar que las
narraciones y poemas de Arguedas, no solamente
Warma Kuyay
,
efec-
tivamente son vida, aunque en un sentido que nadie señaló entonces.
Arguedas sentía a lo largo de ese debate, y así lo manifestó en sus
intervenciones, aunque acaso no tan claramente como lo expongo
ahora, que había algo empequeñecedor en la definición de la literatu-
ra como una realidad verbal autónoma, según lo sostenían Sebastián
Salazar Bondy y José Miguel Oviedo. Resulta curioso que estos dos
escritores, empapados en la literatura europea del momento y cono-
cedores, por lo tanto, del existencialismo y de la obra crítica de Jean
Paul Sartre, en boga todavía por esos años, no profundizaran en las
opiniones de Arguedas a la luz de las doctrinas del autor de
¿Qué es la
literatura?.
Ciertamente hay obras literarias, no siempre las más desde-
ñables, de las que puede decirse que son predominantemente una
realidad verbal; como ejemplo podrían citarse las jitanjáforas, tan ati-
nadamente comentadas por Alfonso Reyes y, también, algunos versos
luminosos de Góngora o algunas páginas en prosa de Quevedo. El
propio Sartre, creo que equivocadamente, juzga que la poesía es úni-
camente la creación de un objeto bello. Este «objeto bello» de Sartre
es prácticamente un sinónimo de la “realidad verbal autónoma” tan
ardientemente defendida por algunos participantes del Encuentro de
narradores de Arequipa. Aparte de la poesía, donde no cabe el com-
promiso, Sartre distingue otra literatura, escrita en prosa, que no se
propone la creación de “objetos bellos”, sino que establece un com-
promiso, es decir que se inserta en la sociedad y en la historia, juzga la
realidad circundante y se proyecta hacia el futuro, transmite un men-
saje y tiene un valor pragmático. Así es, justamente,
Warma Kuyay
,
así es toda la obra de José María Arguedas, incluida su admirable
poesía en lengua quechua. Aunque no lo formulara de esta manera en
el Encuentro, ni citara a Sartre, eso es lo que sentía Arguedas cuando
afirmó que su cuento “es pura vida”, que no es meramente una “reali-
dad verbal autónoma”.
Aunque no sea estrictamente un significado, la frase “realidad ver-
bal” nos impresiona como algo aéreo, desvinculado de la tierra, que
existe solamente en las palabras y por las palabras y no es nada fuera
de ellas.
Pero en
Warma Kuyay
o en
Los ríos profundos
o en la
Oda al
jet hay
algo más que palabras, hay una actitud vital, un mensaje profundo,
un proyecto de vida que se nos propone y nos incita a la acción.
¿Podríamos reducir los
Comentarios reales
, la
Nueva crónica y buen go-
bierno
, los
Siete ensayos
o
España, aparta de mí este cáliz
a la categoría
de “realidades verbales autónomas”? La obra de Arguedas es del mis-
mo rango y por eso concita cada vez más la atención de la crítica
literaria y sociológica.
Del prólogo de
Entre las calandrias,
de Gustavo Gutiérrez.
Un estudiante vino a pe-
dir mi opinión sobre tal
insólita tarea. Recuerdo
que le dije que para en-
contrar esos supuestos
errores debería partir del
patrón de una buena no-
vela, y para ese profesor,
¿cuál era ese modelo de
perfección? Entonces, el
estudiante desarrolló una
serie de teorías tan enre-
vesadas que me provoca-
ron un terrible mareo.
Washington Delgado acla-
ró el problema. Me dijo:
Arguedas, en sus novelas,
asimila técnicas occiden-
tales, pero las trabaja para
encontrar una manera pe-
ruana o americana de es-
cribirlas.
Releyendo
Los ríos pro-
fundos
esa estructura pe-
ruana la podemos encon-
trar en el capítulo “Zum-
bayllu”. Seguramente, el
lector se asombrará cuan-
do Arguedas rompe el
hilo de la narración e ini-
cia dicho capítulo con el
siguiente párrafo propio
de un estudio del que-
chua: “La terminación
quechua yllu es una ono-
matopeya. Yllu represen-
ta en una de sus formas la
música que producen las
pequeñas alas en vuelo;
música que surge del mo-
vimiento de objetos le-
ves.” El segundo párrafo lo
abre con esta oración: “Se
llama tankayllu al tábano
zumbador e inofensivo que
vuela en el campo liban-
do flores”. En el tercer pá-
rrafo describe al pinkuyllu
“…una quena gigante que
tocan los indios del sur
durante las fiestas comu-
nales. El pinkuyllu no se
toca jamás en las fiestas de
los hogares. Es un instru-
mento épico.” Toda esta
digresión que fractura la
estructura de la novela oc-
cidental termina apoteó-
sicamente con este perio-
do: “Ylla no nombra la fija
luz, la esplendente y so-
brehumana luz solar. De-
nomina la luz menor: el
claror, el relámpago, el
rayo, toda luz vibrante.
Estas especies de luz no
totalmente divinas son
con las que el hombre pe-
ruano antiguo cree tener
aún relaciones profundas,
entre su sangre y la mate-
ria fulgurante”.
Todas estas referencias
que, a simple lectura, pa-
recerían sobrar en la no-
vela tienen una profunda
relación poética con el de-
sarrollo estructural que
solo un creador genial y
original puede construir.
En efecto, ha preparado al
lector para que sienta la
emoción que el personaje
niño experimenta al escu-
char, por primera vez, el
zumbido de un trompo.
En homenaje a mi
maestro Arguedas trans-
cribo el siguiente párrafo
de su novela
Los ríos pro-
fundos
:
“Era aún temprano; las
paredes del patio daban
mucha sombra; el sol en-
cendía la cal de los muros,
por el lado del poniente.
El aire de las quebradas
profundas y el sol cálido no
son propicios a la difusión
de los sonidos; apagan el
canto de las aves, lo ab-
sorben; en cambio hay
bosques que permiten es-
tar cerca de los pájaros que
cantan. En los campos
templados o fríos, la voz
humana o la de las aves es
llevada por el viento a
grandes distancias. Sin
embargo, bajo el sol den-
so, el canto del zumbayllu
se propagó con una clari-
dad extraña; parecía tener
agudo filo. Todo el aire
debía estar henchido de
esa voz delgada; y toda la
tierra, ese piso arenoso del
que parecía brotar.
-¡Zumbayllu, zumbay-
llu!
Repetí muchas veces el
nombre, mientras oía el
zumbido del trompo. Era
como un coro de grandes
tankayllus fijos en un sitio
prisioneros sobre el polvo.
Y causaba alegría repetir
esta palabra, tan semejan-
te al nombre de los dulces
insectos que desaparecían
cantando en la luz.”
Gracias, maestro José
María Arguedas, por ha-
berme señalado el camino
para encontrar la palabra
poética en la narrativa que
exprese y comunique el
estremecimiento que se
siente al contemplar la
belleza de nuestra cultura
popular y al compartir las
alegrías y tristezas de nues-
tro pueblo milenario.
LITERATURA Y VIDA
Wáshington Delgado
L