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Página 36

LIBROS & ARTES

a obra literaria de José María Arguedas es una obra viva, tan

viva que el término “obra literaria” resulta pobre y desvaído

para designarla. ¿Por qué los libros de Arguedas constituyen una obra

viva? Intentaremos explicarlo. Al comienzo de

Entre las calandrias

, el

luminoso estudio sobre Arguedas del padre Gustavo Gutiérrez, se re-

cuerda un “vivo y fraterno diálogo” entre José María Arguedas y Se-

bastián Salazar Bondy que tuvo lugar en el Primer Encuentro de Na-

rradores Peruanos (Arequipa, 1965); en ese diálogo, Arguedas dijo

que en su cuento

Warma Kuyay

todo es vida, que no tiene una pala-

bra de más. Salazar Bondy observó: “Por eso es un gran cuento”. Ar-

guedas replicó: “¡Por eso es vida!” Salazar: “¡Por eso es cuento!” Ar-

guedas “¡Pura vida!”. Este diálogo fraterno, pero encendido y a viva

voz como lo indicaban los repetidos signos de admiración, dio lugar a

un largo debate, acerca de la realidad y la literatura, en el que intervi-

nieron casi todos los participantes en el Encuentro. Unos sostenían

que la literatura es, fundamentalmente, una realidad verbal autóno-

ma; otros creían que es un reflejo de la realidad circundante, tanto de

la realidad física, como de la psicológica o de la social. No pretendo

intervenir a destiempo en ese debate, pero sí quisiera afirmar que las

narraciones y poemas de Arguedas, no solamente

Warma Kuyay

,

efec-

tivamente son vida, aunque en un sentido que nadie señaló entonces.

Arguedas sentía a lo largo de ese debate, y así lo manifestó en sus

intervenciones, aunque acaso no tan claramente como lo expongo

ahora, que había algo empequeñecedor en la definición de la literatu-

ra como una realidad verbal autónoma, según lo sostenían Sebastián

Salazar Bondy y José Miguel Oviedo. Resulta curioso que estos dos

escritores, empapados en la literatura europea del momento y cono-

cedores, por lo tanto, del existencialismo y de la obra crítica de Jean

Paul Sartre, en boga todavía por esos años, no profundizaran en las

opiniones de Arguedas a la luz de las doctrinas del autor de

¿Qué es la

literatura?.

Ciertamente hay obras literarias, no siempre las más desde-

ñables, de las que puede decirse que son predominantemente una

realidad verbal; como ejemplo podrían citarse las jitanjáforas, tan ati-

nadamente comentadas por Alfonso Reyes y, también, algunos versos

luminosos de Góngora o algunas páginas en prosa de Quevedo. El

propio Sartre, creo que equivocadamente, juzga que la poesía es úni-

camente la creación de un objeto bello. Este «objeto bello» de Sartre

es prácticamente un sinónimo de la “realidad verbal autónoma” tan

ardientemente defendida por algunos participantes del Encuentro de

narradores de Arequipa. Aparte de la poesía, donde no cabe el com-

promiso, Sartre distingue otra literatura, escrita en prosa, que no se

propone la creación de “objetos bellos”, sino que establece un com-

promiso, es decir que se inserta en la sociedad y en la historia, juzga la

realidad circundante y se proyecta hacia el futuro, transmite un men-

saje y tiene un valor pragmático. Así es, justamente,

Warma Kuyay

,

así es toda la obra de José María Arguedas, incluida su admirable

poesía en lengua quechua. Aunque no lo formulara de esta manera en

el Encuentro, ni citara a Sartre, eso es lo que sentía Arguedas cuando

afirmó que su cuento “es pura vida”, que no es meramente una “reali-

dad verbal autónoma”.

Aunque no sea estrictamente un significado, la frase “realidad ver-

bal” nos impresiona como algo aéreo, desvinculado de la tierra, que

existe solamente en las palabras y por las palabras y no es nada fuera

de ellas.

Pero en

Warma Kuyay

o en

Los ríos profundos

o en la

Oda al

jet hay

algo más que palabras, hay una actitud vital, un mensaje profundo,

un proyecto de vida que se nos propone y nos incita a la acción.

¿Podríamos reducir los

Comentarios reales

, la

Nueva crónica y buen go-

bierno

, los

Siete ensayos

o

España, aparta de mí este cáliz

a la categoría

de “realidades verbales autónomas”? La obra de Arguedas es del mis-

mo rango y por eso concita cada vez más la atención de la crítica

literaria y sociológica.

Del prólogo de

Entre las calandrias,

de Gustavo Gutiérrez.

Un estudiante vino a pe-

dir mi opinión sobre tal

insólita tarea. Recuerdo

que le dije que para en-

contrar esos supuestos

errores debería partir del

patrón de una buena no-

vela, y para ese profesor,

¿cuál era ese modelo de

perfección? Entonces, el

estudiante desarrolló una

serie de teorías tan enre-

vesadas que me provoca-

ron un terrible mareo.

Washington Delgado acla-

ró el problema. Me dijo:

Arguedas, en sus novelas,

asimila técnicas occiden-

tales, pero las trabaja para

encontrar una manera pe-

ruana o americana de es-

cribirlas.

Releyendo

Los ríos pro-

fundos

esa estructura pe-

ruana la podemos encon-

trar en el capítulo “Zum-

bayllu”. Seguramente, el

lector se asombrará cuan-

do Arguedas rompe el

hilo de la narración e ini-

cia dicho capítulo con el

siguiente párrafo propio

de un estudio del que-

chua: “La terminación

quechua yllu es una ono-

matopeya. Yllu represen-

ta en una de sus formas la

música que producen las

pequeñas alas en vuelo;

música que surge del mo-

vimiento de objetos le-

ves.” El segundo párrafo lo

abre con esta oración: “Se

llama tankayllu al tábano

zumbador e inofensivo que

vuela en el campo liban-

do flores”. En el tercer pá-

rrafo describe al pinkuyllu

“…una quena gigante que

tocan los indios del sur

durante las fiestas comu-

nales. El pinkuyllu no se

toca jamás en las fiestas de

los hogares. Es un instru-

mento épico.” Toda esta

digresión que fractura la

estructura de la novela oc-

cidental termina apoteó-

sicamente con este perio-

do: “Ylla no nombra la fija

luz, la esplendente y so-

brehumana luz solar. De-

nomina la luz menor: el

claror, el relámpago, el

rayo, toda luz vibrante.

Estas especies de luz no

totalmente divinas son

con las que el hombre pe-

ruano antiguo cree tener

aún relaciones profundas,

entre su sangre y la mate-

ria fulgurante”.

Todas estas referencias

que, a simple lectura, pa-

recerían sobrar en la no-

vela tienen una profunda

relación poética con el de-

sarrollo estructural que

solo un creador genial y

original puede construir.

En efecto, ha preparado al

lector para que sienta la

emoción que el personaje

niño experimenta al escu-

char, por primera vez, el

zumbido de un trompo.

En homenaje a mi

maestro Arguedas trans-

cribo el siguiente párrafo

de su novela

Los ríos pro-

fundos

:

“Era aún temprano; las

paredes del patio daban

mucha sombra; el sol en-

cendía la cal de los muros,

por el lado del poniente.

El aire de las quebradas

profundas y el sol cálido no

son propicios a la difusión

de los sonidos; apagan el

canto de las aves, lo ab-

sorben; en cambio hay

bosques que permiten es-

tar cerca de los pájaros que

cantan. En los campos

templados o fríos, la voz

humana o la de las aves es

llevada por el viento a

grandes distancias. Sin

embargo, bajo el sol den-

so, el canto del zumbayllu

se propagó con una clari-

dad extraña; parecía tener

agudo filo. Todo el aire

debía estar henchido de

esa voz delgada; y toda la

tierra, ese piso arenoso del

que parecía brotar.

-¡Zumbayllu, zumbay-

llu!

Repetí muchas veces el

nombre, mientras oía el

zumbido del trompo. Era

como un coro de grandes

tankayllus fijos en un sitio

prisioneros sobre el polvo.

Y causaba alegría repetir

esta palabra, tan semejan-

te al nombre de los dulces

insectos que desaparecían

cantando en la luz.”

Gracias, maestro José

María Arguedas, por ha-

berme señalado el camino

para encontrar la palabra

poética en la narrativa que

exprese y comunique el

estremecimiento que se

siente al contemplar la

belleza de nuestra cultura

popular y al compartir las

alegrías y tristezas de nues-

tro pueblo milenario.

LITERATURA Y VIDA

Wáshington Delgado

L