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LIBROS & ARTES

Página 43

tencial expresivo (y su

efecto estético en un tex-

to literario) del español; si

Garcilaso enriqueció el

español (y la literatura his-

pánica) con recursos del

italiano, y Rubén Darío,

con el francés, Arguedas

consigue otro tanto con el

quechua, siendo su labor

más difícil, por tratarse de

un idioma muy diverso (y

ligado a un uso mágico-

mítico de la palabra), aje-

no a las lenguas indoeuro-

peas (y a la racionalidad

“moderna”), aunque ayu-

dado por la base social del

bilingüismo existente en el

Ande, con mucho ya de

español quechuizado (y

de “quechuañol”, desde el

lado del idioma indígena),

conforme puede percibir-

se desde los días de Gua-

mán Poma de Ayala (un

importante referente para

Arguedas).

Se ha descuidado, tam-

bién, subrayar el cultivo

artístico del quechua rea-

lizado por Arguedas me-

diante un racimo admira-

ble de textos: los poemas

de

Katatay

, el cuento

El

sueño del pongo

y su tra-

ducción del manuscrito

de Huarochirí (titulada

por él

Dioses y hombres de

Huarochirí

).

Más grave es que el

propio Arguedas se pre-

ocupó únicamente por

enfatizar su “pelea infernal

con la lengua” y, en cam-

bio, mostró desinterés por

enfocar el tema de las téc-

nicas literarias, favore-

ciendo la imagen de un

escritor de escasa concien-

cia y preparación creado-

ras en el plano de la tex-

tura literaria de sus escri-

tos. Aquí hay que aclarar:

a) su óptica mágico-míti-

ca veía al idioma en estre-

cha conexión con las co-

sas representadas, casi una

emanación “natural” de

una colectividad en con-

tacto con su entorno vital:

unión plena entre palabra-

pensamiento-cosa; añáda-

se que, de la cultura occi-

dental contemporánea, le

convenció la propuesta

romántica, según la cual

“el alma del pueblo anima

en su lenguaje” (Fermín

del Pino,

Op. cit.

, p. 384).

b) Para Arguedas, el len-

guaje y la literatura son

parte de la vida: las califi-

ca como sangre, rechazan-

do –en su visión mágico-

mítica– la lingüística sau-

ssureana del signo arbitra-

rio y la teoría literaria “mo-

derna” con su “autotelis-

mo” (un fin en sí mismo)

del mensaje poético, la fic-

ción como una codifica-

ción artificial que no de-

ben ser contrastada con la

realidad (que no está para

dar cuenta de la vida so-

cial). Un magnífico ejem-

plo: al plantearse en

El zo-

rro de arriba …

que acaso

debía aprender las técni-

cas de los “nuevos narra-

dores” urbanos del

boom

,

inmediatamente aclara:

“algo más o mucho más he

debido aprender de los

cortázares, pero eso no

solo significa haber apren-

dido la ‘técnica’ que do-

minan sino el haber vivi-

do un poco como ellos.

Mario [Vargas Llosa] estu-

vo un día en mi casa. Des-

de los primeros minutos

comprendí que habíamos

andado por caminos dife-

rentes” (edición de Eve-

Marie Fell; Madrid, Archi-

vos de ALLCA, 1990; p.

81). c) Arguedas no acep-

ta la “profesionalización”

del creador literario, so-

metido a horarios y plazos

para “fabricar” sus textos,

ya que la base de la crea-

ción es la “iluminación”

mágico-mítica (muchas

veces activada por recuer-

dos similares a los prous-

tianos, movilizada por la

memoria involuntaria, por

el inconsciente) y la intui-

ción.

La verdad es que Ar-

guedas poseía una acusa-

da conciencia creadora:

corregía arduamente sus

escritos (

Los ríos profundos

supuso más de diez años de

composición). Al igual

que en César Vallejo (re-

ferente literario mayor

para Arguedas), actúa un

brote visceral (la sensibi-

lidad como punto de par-

tida y motor principal del

proceso creativo) y una

ardua corrección cons-

ciente del despliegue tex-

tual de ese brote, hecha

esta sin mitigar sus vibra-

ciones cardíacas, sin petri-

ficarlo como mero artifi-

cio verbal. Supo leer en

profundidad diversos au-

tores literarios y “dialogar”

con ellos en sus obras: así,

en mi edición de

Los ríos

profundos

, he detectado la

incidencia de William

Faulkner y Pablo Neruda,

además de la réplica al

“hispanismo” de José de la

Riva Agüero; y en mi ar-

tículo sobre

El zorro de

arriba …

, sus nexos con

La

región más transparente

de

Carlos Fuentes y, sobre

todo,

Rayuela

de Julio

Cortázar. Suele olvidarse

que frecuentó a poetas y

artistas familiarizados con

la vanguardia (es decir, su

formación no se limitó a

conocer los recursos deci-

monónicos): Emilio Adol-

fo Westphalen, Manuel

Moreno Jimeno, Fernando

de Szyszlo, etc.

Un asunto a examinar

es cómo, asimilando los

hayllis quechuas (inclu-

yendo las versiones con-

temporáneas de Alencas-

tre) y el diapasón épico-

trágico-profético de

Espa-

ña, aparta de mí este cáliz

de Vallejo, labró poemas

quechuas con rasgos na-

rrativos y coloquiales,

poco antes de que Anto-

nio Cisneros y Rodolfo

Hinostroza aclimataran en

nuestra poesía la fusión lí-

rico-épico-dramático-re-

flexiva que exploró la

vanguardia de lengua in-

glesa, fundamentalmente

Pound y Eliot.

Más aún, debe enfocar-

se la “pelea infernal con la

lengua” de una manera

más amplia, conforme pos-

tula Portugal, quien no se

limita a la “quechuización

del español”, sino que ins-

cribe toda la producción

novelística de Arguedas

dentro de la “polifonía”

teorizada por Bakhtin. Ya

actuante desde

Yawar fies-

ta

, se despliega con mayor

decisión a partir de

El Sex-

to

(en conexión con tex-

tos contemporáneos suyos:

el himno-canción a Tupac

Amaru, el cuento “La ago-

nía de Rasu-Ñiti” y la no-

vela en gestación

Todas las

sangres

). Arguedas se con-

sagró a la plasmación de

un “nuevo lenguaje narra-

tivo” apropiado para “una

nueva épica” (la de los

migrantes andinos), hasta

arribar al hervor vanguar-

dista, actualísimo (tanto o

más experimental que las

novelas más innovadoras

del

boom

) de

El zorro de

arriba …

: ”propongo ver

estas novelas (…) en su

condición de conjuncio-

nes de discursos, esto es,

como distintas modulacio-

nes de ese lenguaje que

corresponden a actualiza-

ciones marcadas por cla-

se, cultura, ideología po-

lítica, tal y como se perci-

be en un particular marco

de valoración construido

a partir de sus interaccio-

nes” (Portugal,

Op. cit.

,

311).

En esa línea, apoyándo-

se en un análisis matizado

y con admirable capaci-

dad para trazar la urdim-

bre de los nexos intertex-

tuales entre los libros de

Arguedas, Portugal sostie-

ne que la “inestabilidad

formal” de las novelas de

Arguedas “es un principio

constructivo y no un de-

fecto” (134); en lugar de

proyectos fracasados o de

mal manejo de la estruc-

turación narrativa, hay

que hablar de una cons-

tante experimentación

formal, que se acentúa en

los años 60 (aquí nos pro-

voca recordar que Valle-

jo conceptuaba que su téc-

nica estaba en continua

elaboración, rasgo subra-

yado por Mariátegui). Por-

“El alma del pueblo anima en su lenguaje”.