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LIBROS & ARTES

Página 37

l paso de Arguedas

por la cárcel, si bien

relativamente breve en

comparación con el de

otros intelectuales y diri-

gentes políticos de la épo-

ca, dejó una huella imbo-

rrable en el escritor. Ma-

rio Vargas Llosa describe

el ambiente que Arguedas

conoció y especula sobre

los efectos de aquel sobre

la psicología del escritor:

“Dada su sensibilidad y

vulnerabilidad emocional,

el año pasado en ese infier-

no carcelario, donde se

vivía en la inmundicia y el

hambre, se torturaba y

asesinaba a ojos vistas de

los demás presos, y donde

las violaciones homo-

sexuales, tráficos de alco-

hol, coca y drogas, y los

atropellos más horrendos

eran cometidos a diario

–ante la indiferencia de los

guardianes– por bandas de

delincuentes encabezados

por los peores criminales

del hampa limeña, contri-

buyó a agravar, con una

pesada carga, la maltrata-

da vida emocional de Ar-

guedas, aguzando sus sen-

timientos de inseguridad y

su patética identificación

con los humildes y los in-

defensos”.

2

Pero la cárcel no sería

solo una fuente de tormen-

to y sufrimiento para Ar-

guedas. Arguedas encon-

tró en el trabajo intelec-

tual un aliciente para se-

guir adelante y un refugio

para protegerse de los as-

pectos más destructivos de

la cárcel. Por ejemplo, se

dio tiempo para trabajar

en las traducciones que

luego integrarían su reco-

pilación

Canto kechwa

. Y

las experiencias acumula-

das en la prisión pasarían

a constituir también sus-

tento para la creación li-

teraria. Según su propia

afirmación, concibió la

idea de escribir una nove-

la sobre El Sexto en 1939,

es decir, poco después de

recuperar su libertad, pero

no empezó su redacción

sino hasta 1957. La prime-

ra edición de

El Sexto

apa-

reció en 1961.

La novela relata la his-

toria de Gabriel, un joven

idealista “sin partido” que

es detenido en una de las

prisiones más violentas y

degradantes del Perú, en

una época de aguda repre-

sión política y descompo-

sición moral. Gabriel –sin

duda el

alter ego

de Argue-

das– era de origen andino

y quechua-hablante (“me

crié en un pueblo nublo-

so, sobre una especie de

inmenso andén de las cor-

dilleras” (29).

3

Su compa-

ñero de celda es Alejan-

dro Cámac, un indígena

minero de la zona de Ce-

rro de Pasco y militante

comunista. Tan pronto

como ingresa en prisión

Arguedas conoce a algu-

nos de los personajes más

pintorescos y siniestros de

El Sexto: “Rosita”, “un

marica ladrón”, o “Puña-

lada”, “un negro grandote

con ojos de asno” (28-29).

Gracias a Cámac empieza

a familiarizarse con la dis-

tribución física de la cár-

cel, con los mecanismos de

poder que controlan el

En 1937, a la edad de 26 años, José María Arguedas –por entonces estudiante de Letras de la Universidad

Nacional Mayor de San Marcos– participó en una protesta contra la presencia en la universidad de un

representante del régimen fascista italiano, a consecuencia de lo cual fue enviado a la cárcel por casi un año, la

mayor parte en la prisión conocida como El Sexto (por hallarse contigua a la Sexta Comisaría de Lima). Arguedas

era miembro de un grupo llamado CADRE (Comité de Acción en Defensa de la República Española), y había ya

pasado por las comisarías de Lima con ocasión de alguna redada policial.

E

1

Este texto reproduce, con algu-

nas variantes, una sección del ensayo

titulado

El pensamiento entre rejas.

Intelectuales peruanos y la expe-

riencia de la prisión

, publicado en

Carlos Aguirre y Carmen McEvoy,

eds.

Intelectuales y poder. Ensayos

sobre la república de las letras en el

Perú e Hispanoamérica

(ss. XVI-

XX) (Lima, IFEA/ Instituto Riva

Agüero, 2008).

2

Mario Vargas Llosa,

La utopía

arcaica. José María Arguedas y las

ficciones del indigenismo

(México,

Fondo de Cultura Económica, 1996,

p. 110.

3

Todas las citas de

El Sexto

están

tomadas de la edición publicada por Laia

(Barcelona) en 1974.

Carlos Aguirre

“La cárcel fortalece como a piedra y como a paloma”

LA EXPERIENCIA

DE LA PRISIÓN

1

Fotografía: José Gushiken