LIBROS & ARTES
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una diferencia significati-
va entre la fe en la razón,
que respeta la unidad hu-
mana, y la fe en las facul-
tades místicas de la huma-
nidad, que divide a los
hombres en amigos y ene-
migos, en amos y esclavos.
El argumento supone que
la racionalidad va de la
mano con el individualis-
mo. En este caso, Estados
Unidos sería el lugar más
racional del mundo. Sin
embargo, es también uno
de los más supersticiosos:
miles están esperando ser
raptados de la tierra y
transportados al planeta
“Rapture” y miles más
aceptan las ideas deliran-
tes de Ayn Rand sobre lo
saludable del capitalismo,
mientras otros miles recha-
zan la razón científica y no
aceptan el cambio de cli-
ma global como prueba
del deterioro del medio
ambiente.
La idea de que los in-
dígenas son ajenos a la
modernidad o, como escri-
be Juan Carlos Ubilluz,
son apartados del resto de
la población peruana por
un cerco es, sin duda, el
sentido común que mucha
gente acepta sin cuestio-
nar. Da lugar a soluciones
drásticas como, por ejem-
plo, la etnofagia, que en
palabras de Díaz Polanco
“depende de los efectos
asimilantes de las fuerzas
múltiples que la cultura
nacional dominante pone
en juego”. En el capítulo
final de
La utopía arcaica
Vargas Llosa no puede
ocultar su triunfo al cons-
tatar que
El zorro de arriba
y el zorro de abajo
es la
prueba contundente del
fin de la cultura andina tra-
dicional. Para “el Argue-
das aferrado a la ‘utopía
arcaica’” “no había escapa-
toria: la justicia significa-
ba modernización, y esta,
hispanización y occidenta-
lización del indio, aun
cuando este proceso se hi-
ciera mediante el socialis-
mo. Este dilema no pudo
resolverlo porque no tenía
solución. Arguedas no
aceptó nunca en su fuero
interno que el precio del
progreso fuera la muerte
de lo indio, la sustitución
de su sociedad rural y ar-
caica, transida de tradicio-
nes quechuas, por una so-
ciedad industrial y urbana
occidentalizada” (306-7).
Cito este pasaje ente-
ro porque demuestra que
para Vargas Llosa solo hay
un modelo de moderniza-
ción, la de la “hispaniza-
ción y occidentalización”.
Seducido en ese momen-
to por “el otro sendero” de
Hernando de Soto, cele-
bra la victoria de la eco-
nomía informal y “ese nue-
vo Perú” que “hierve de
vitalidad” gracias a la
transformación mágica
que ocurre cuando se tras-
lada la población andina
a la ciudad. Aunque más
tarde se enfriará su entu-
siasmo por de Soto, en ese
momento acepta su tesis
de que los migrantes a la
ciudad anuncian la muer-
te de la sociedad andina
tradicional, sea bajo una
dictadura o en una demo-
cracia. “Aunque las opi-
niones varíen sobre mu-
chas otras cosas ... los pe-
ruanos de todas las razas,
lenguas, condiciones eco-
nómicas y filiaciones polí-
ticas están de acuerdo en
que el Perú en gestación
no será ni deberá ser el
Tahuantinsuyo redivivo,
ni una sociedad colectivis-
ta de signo étnico, ni un
país reñido con los valo-
res ‘burgueses’ del comer-
cio y la producción de la
riqueza en búsqueda de un
beneficio, ni cerrado al
mundo del intercambio en
defensa de su inmutable
identidad” (335). Al igual
que Popper, Vargas Llosa
concibe solamente dos
formas de sociedad, o co-
lectivista o “burguesa”
(esta última siendo, hoy
en día, tan arcaica como
lo incaico). Al final de las
336 páginas dedicadas a
combatir las ilusiones de
Arguedas, termina por re-
conocer que el régimen de
Fujimori es la expresión
política de ese país infor-
malizado, “de cultura chi-
cha”, que ha acabado con
el sueño de un “Tahuanti-
suyo redivino”. “Ni indio
ni blanco, ni indigenista ni
hispanista, el Perú que va
apareciendo con visos de
durar es todavía una in-
cógnita de la que sólo po-
demos asegurar, con abso-
luta certeza, que no co-
rresponderá para nada con
las imágenes con que fue
descrito –con que fue fa-
bulado– en las obras de
José María Arguedas”.
Esta es una conclusión
curiosa. No creo que el
valor de la obra literaria de
Arguedas para gran parte
de los lectores tenga que
ver con el mito del Inka-
rri, sino con el lenguaje li-
terario que introduce en el
español los ritmos y suti-
lezas del idioma quechua
y su capacidad para evo-
car algo que sobrepasa la
división entre el hombre y
la naturaleza. Pienso, por
ejemplo en el baile de
La
agonía de Rasu-Ñiti
, en el
momento que el ritmo es
el de yawar mayu, “de los
ríos inmensos, cargados
con las primeras lluvias”.
La industria del libro
cada vez más centrada en
España prefiere un lengua-
je neutral, traducible, ven-
dible en el mercado inter-
nacional. Arguedas seguía
otro camino, que Antonio
Cornejo Polar y muchos
otros han trazado, el cami-
no de la poesía y el len-
guaje poético que aumen-
ta nuestra sensibilidad ha-
cia otras maneras de vivir
en el mundo y que no está
limitada al llamado senti-
do común que Vargas Llo-
sa juzga racional. Argue-
das fue un pionero que
anunciaba los lenguajes
poéticos de ahora. Es una
lástima que no lograra co-
nocer la poesía contempo-
ránea en lenguas indígenas
–la poesía escrita en ma-
pudungun en Chile, en el
maya de Yucatan y el
mam de Guatemala.
Han pasado quince
años desde la publicación
de
La utopía arcaica
y en
estos años muchas cosas
han cambiado, incluyendo
las opiniones de Vargas
Llosa. En el discurso de
Estocolmo confiesa su or-
gullo al “sentirme herede-
ro de las culturas prehis-
pánicas que fabricaron los
tejidos y mantos de plu-
mas de Nazca y Paracas y
los cerámicos mochicas o
incas que se exhiben en los
mejores museos del mun-
do, de los constructores de
Machu Picchu, el Gran
Chimú, Chan Chan, etc.”.
Reconoce la crueldad de
la conquista y la larga his-
toria de explotación que
ha sufrido el pueblo indí-
gena, cuya emancipación
“es una responsabilidad
exclusivamente nuestra y
la hemos incumplido”.
Celebro esta concesión
tardía y sobre todo que
ahora emplea la palabra
“indígena” para reconocer
a un grupo cuya desapari-
ción había celebrado pre-
maturamente en
La utopía
arcaica
.
27 de febrero de 2011
Universidad de Columbia
“Han pasado quince años desde la publicación de
La utopía arcaica
y en estos años muchas cosas han cambiado, incluyendo las opiniones de
Vargas Llosa. En el discurso de Estocolmo confiesa su orgullo al ‘sentirme
heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos
de plumas de Nazca y Paracas y los cerámicos mochicas o incas que se
exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de
Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, etc.’”
Un domingo en Abancay: la alegría del pueblo.
Fotografía: Juan Mendoza.