LIBROS & ARTES
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lado que partía, del mundo
andino.
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Sea por la desave-
nencia con los intelectuales,
o por descubrir que esos ins-
trumentos no eran útiles
para entender lo que pasa-
ba, el proyecto antropológi-
co se fue convirtiendo en
una novela. Esto no quiere
decir que se olvidara del pro-
yecto antropológico. Lo ori-
ginal de
El zorro
..., como han
observado algunos críticos,
está en que es algo muy dife-
rente de una obra conven-
cional.
El proyecto antropológi-
co se mantuvo ahí latente,
mientras surgía la idea de
escribir una novela. Reapa-
reció un antiguo recuerdo.
En los años 40, de regreso
de Sicuani, vio cómo el puer-
to de Supe era trastrocado
por la llegada de la harina de
pescado. Desde entonces,
había imaginado la posibili-
dad de escribir una novela
que tuviera como escenario
un puerto. Recién en los
años 60, este proyecto antro-
pológico le abrió la posibili-
dad de llegar a Chimbote y
de ver una ciudad que había
crecido de la noche a la ma-
ñana. Una inmensa y gigan-
tesca barriada en la que se
podía encontrar gentes de
todas partes del Perú, todos
los acentos posibles del que-
chua, todas las formas de
comportamiento, todos los
hábitos posibles. Pero don-
de, además, estaba surgien-
do algo nuevo. Algo que ya
no era la reproducción de las
categorías y de las formas de
vida que los migrantes ha-
bían dejado en sus lugares de
origen.
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En 1967, en una carta di-
rigida a su editor Losada, en
Argentina, le dice lo siguien-
te: “Yo en cincuenta y seis
años, he cambiado donGon-
zalo, desde el puro mito, des-
de lo mágico casi total, has-
ta lo que parece ser el siglo
XXI. No es fácil sobrevivir a
un cambio, a un proceso de
cambio tan feroz. No he so-
brevivido aún del todo. Por
eso necesito ir a Montevi-
deo, pero si alcanzo a recu-
perar las fuerzas, puedo con-
tar un buen cuento, como
para entretener a la gente,
al modo de
Cien años de sole-
dad
, pero con otros elemen-
tos”.
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Hay una serie de otros
elementos y circunstancias
que omito mencionar, pero
este proceso de elaboración
de los “zorros” va a ser un
proceso conflictivo en el
mundo interior de Arguedas,
acompañado de insomnios
prolongados que lo obligan
a recurrir a diversos psiquia-
tras en el Perú, en Santiago
de Chile, en Montevideo.
Que lo obligan a hacer via-
jes que a veces, lejos de tran-
quilizarlo, lo ponen en un es-
tado más tenso.
Al mismo Losada le dice:
“No le habría escrito esta car-
ta, si no hubiera logrado ar-
mar el esqueleto de la nove-
la”.
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Decíamos, al principio,
que una parte de su obra eran
estas confidencias. Encon-
tramos al final de la obra de
Arguedas, en los “zorros”,
que las diversas vertientes
van confluyendo. El Argue-
das antropólogo se va encon-
trando con el Arguedas no-
velista y con el Arguedas que
se alimenta de sus vivencias,
de su autobiografía. Se va
encontrando también con
los otros, y aparecen estas
cartas.
Lo interesante es que en
la versión final las cartas son
incorporadas a la novela, y
que la novela estará estruc-
turada alrededor de los dia-
rios que este hombre escribe
al borde de la muerte. Pero
alrededor de los diarios sur-
ge también la descripción de
Chimbote. Estamos ante
algo distinto. No encontra-
mos un nombre para deno-
minarlo. Mezcla de ficción
con autobiografía y con en-
sayo. Además, esto es lo fi-
nal de
El zorro
... Quiere sos-
tener y argumentar una teo-
ría acerca de la novela.
***
Primero es el Arguedas
que quiere ser aceptado por
el mundo culto y erudito, el
que quiere hacer una novela
que tenga tanto éxito como
las novelas del
boom
. Hay
cartas de Arguedas dirigidas
a Barral, el editor de Barce-
lona. Ha pasado por la rela-
tiva humillación de ser pre-
sentado a este editor por un
hombre demasiado joven
como lo era Vargas Llosa,
quien conocía a Barral y era
difundido en el exterior
cuando Arguedas no salía de
las fronteras nacionales.
Ahora Arguedas ya ha sido
editado en España. Pero en-
tonces quería salir de las
fronteras nacionales. Quería
ser un autor como García
Márquez. Después se da
cuenta –y esto aparecerá en
los diarios– que él no puede
ser un autor como los del
boom
. Él no puede ser un
autor como Cortázar. Él es
otro tipo de escritor porque,
además, tiene otro tipo de
público y vive en otro tipo
de sociedad.
Su obra está, pues, en
medio de estas tensiones in-
telectuales. ¿Cómo fusionar
el ensayo, la novela y el tes-
timonio? ¿Cómo dar forma
a este mundo que él llegó a
denominar, en una carta di-
rigida a JohnMurra, con una
expresión metafórica “los
hervores de Chimbote”?
Chimbote es una olla enor-
me donde se ha echado de
todo. Una de esas parihue-
las que preparan los pesca-
dores, y está hirviendo y no
se sabe exactamente qué va
a salir, ni qué sabor va a te-
ner.
“Me ha costadomás de un
año armar y desarmar incon-
tables veces la traducción de
los maravillosos mitos que-
chuas recogidos por el padre
Ávila, a principios del siglo
XVII en la provincia deHua-
rochirí; me dejaron así, sin
fuerzas, y determinaron, en
gran parte, que se desenca-
denaran las circunstancias
que me llevaron a ese mal-
hadado accidente” (se refie-
re indirectamente al ante-
rior intento de suicidio).
“Pero en la entraña de esos
mitos he encontrado la cla-
ve que resolvió la maraña en
que había convertido el plan
de mi nuevo relato”.
Esta clave es otro punto
de encuentro entre el Ar-
guedas antropólogo y el Ar-
guedas novelista.
El Arguedas antropólogo
es el hombre que ha descu-
bierto mitos, que ha descu-
bierto otras versiones del
“Inkarri”, que ha hecho tra-
ducciones del quechua al es-
pañol, por ejemplo, de los
relatos de Ávila. Este Ar-
guedas antropólogo se en-
cuentra en la novela con el
Arguedas novelista. Un ele-
mento vertebral en la nove-
la es un relato que procede,
a su vez, de un relato recogi-
do oralmente por Ávila a
principios del siglo XVII en
Huarochirí. Un cuento que
refiere el encuentro de dos
zorros: un zorro de arriba y
un zorro de abajo, un zorro
de la costa y un zorro de la
sierra. El diálogo de los dos
zorros será uno de los ele-
mentos o, si se quiere, el ele-
mento vertebrador de la no-
vela.
En alguna medida, esta
novela también puede ser
leída en términos de las con-
traposiciones y disyunciones
que plantean las novelas de
Arguedas. Así, por ejemplo,
el zorro de arriba puede iden-
tificarse con los ricos, con el
poder, con la civilización,
mientras que el zorro de aba-
jo se puede identificar con
los pobres, con los que no
tienen poder, con la gente
del pueblo y con los indios.
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Pero hay otra lectura po-
sible de la novela, donde el
zorro de abajo aparece iden-
tificado con las hondonadas,
con la tierra, con la muerte.
Mientras el zorro de arriba
son los serranos, es el que-
chua, el de abajo son los cos-
teños, es el español. Pero,
entre unos y otros hay ele-
mentos que los comunican
como, por ejemplo, un ce-
rro en Chimbote que evoca
las huacas andinas, o el
humo de las chimeneas de
Chimbote que, por su forma
vertical, evoca también la
comunicación entre el mun-
do de abajo y el mundo de
arriba. Hechas estas lecturas,
quedan a medio camino los
personajes que reciben la ca-
lificación de cholos, mesti-
zos y vagabundos, persona-
jes que Arguedas califica a
veces como “amamarracha-
dos”, que no tienen forma.
Personajes intermedios que
no tienen cabida en estas
contraposiciones.
Lo cierto es que hay pa-
sajes de la novela donde pa-
reciera que hay que optar por
uno de los zorros. Pero hay
otros donde, por el contra-
rio, el ideal es la fusión de
ambos. Por ejemplo, en uno
de los diarios, refiriéndose a
Gustavo Gutiérrez, dice;
como rasgo positivo: “te pa-
recías a los dos zorros, Gus-
tavo”.
28
En otro momento
dice de Edmundo Murruga-
rra, dirigente político: “tie-
ne la cara de los dos zorros”,
como algo positivo.
29
Pero
también, a medida que la no-
vela avanza, los zorros tien-
den a contraponerse. Esto
aparece en forma más evi-
dente en el discurso crítico
que la novela sugiere, por
ejemplo acerca de las posi-
bilidades de la teología de la
liberación y en la exaltación
final de la figura del Che
Guevara en que la novela
deriva.
Para entender esto, hay
que considerar también la
presión política que los es-
23
“Ella (Lola Hoffman) ha
publicado una carta larga de Argue-
das dirigida a mí, donde él habla de
su trabajo de campo en Chimbote.
Chimbote es durante los años 60 la
segunda ciudad del Perú, solo Lima
es más grande que Chimbote, y él
en esta carta explica que no fue a
estudiar Chimbote por su carácter
de pueblo secundario industrial lle-
no de trabajadores, sino que lo que le
interesabaera lamitologíadeesazona
de la sierra. Pero la plata era poca y
entonces no podía ir por todos los
pueblos en la sierra para estudiar el
folclore. Pero como todos habían ba-
jado de la sierra para trabajar en
Chimbote, él los entrevistaba allí y
les preguntaba sobre los mitos del
pasado. Esto es muy importante por
la gran ayuda que provee la antropo-
logía para sus estudios literarios y
sobre el folclore. El pretexto es la
antropología, pero él hace con ella
otra cosa”. Entrevista a John Mu-
rra, en
David y Goliath,
Revista
del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales, año XVIII, N°
54, Buenos Aires, febrero de 1989.
24
En 1940 Chimbote tenía
4,000 habitantes, en 1961 ya eran
68,157, y en 1972, 167,234.
Chimbote hoy. Avances sobre la
política barrial.
INDES, Instituto
Nor Peruano de Desarrollo Econó-
mico-social, mecanografiado, s/f.
25
Carta de José María Ar-
guedas a Gonzalo Losada, Lima, 21
de diciembre de 1967.
26
Ibid.
27
Lienhard se refiere a Diego
como “claramente de abajo”: emi-
sario-obrero-mensajero, Lienhard:
Op. cit. p. 285.
28
JoséMaría Arguedas: “¿Úl-
timo diario?”, en
El zorro de...
, Op.
cit., p. 285.
29
Ibid., p. 286.
“Arguedas
recuerda la primera
vez que llegó a
Lima donde casi no
había indios, cómo
eran las calles de esa
época, lo que era la
ciudad a fines de los
años 20, a fines del
régimen de Leguía”.