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LIBROS & ARTES

Página 27

lado que partía, del mundo

andino.

23

Sea por la desave-

nencia con los intelectuales,

o por descubrir que esos ins-

trumentos no eran útiles

para entender lo que pasa-

ba, el proyecto antropológi-

co se fue convirtiendo en

una novela. Esto no quiere

decir que se olvidara del pro-

yecto antropológico. Lo ori-

ginal de

El zorro

..., como han

observado algunos críticos,

está en que es algo muy dife-

rente de una obra conven-

cional.

El proyecto antropológi-

co se mantuvo ahí latente,

mientras surgía la idea de

escribir una novela. Reapa-

reció un antiguo recuerdo.

En los años 40, de regreso

de Sicuani, vio cómo el puer-

to de Supe era trastrocado

por la llegada de la harina de

pescado. Desde entonces,

había imaginado la posibili-

dad de escribir una novela

que tuviera como escenario

un puerto. Recién en los

años 60, este proyecto antro-

pológico le abrió la posibili-

dad de llegar a Chimbote y

de ver una ciudad que había

crecido de la noche a la ma-

ñana. Una inmensa y gigan-

tesca barriada en la que se

podía encontrar gentes de

todas partes del Perú, todos

los acentos posibles del que-

chua, todas las formas de

comportamiento, todos los

hábitos posibles. Pero don-

de, además, estaba surgien-

do algo nuevo. Algo que ya

no era la reproducción de las

categorías y de las formas de

vida que los migrantes ha-

bían dejado en sus lugares de

origen.

24

En 1967, en una carta di-

rigida a su editor Losada, en

Argentina, le dice lo siguien-

te: “Yo en cincuenta y seis

años, he cambiado donGon-

zalo, desde el puro mito, des-

de lo mágico casi total, has-

ta lo que parece ser el siglo

XXI. No es fácil sobrevivir a

un cambio, a un proceso de

cambio tan feroz. No he so-

brevivido aún del todo. Por

eso necesito ir a Montevi-

deo, pero si alcanzo a recu-

perar las fuerzas, puedo con-

tar un buen cuento, como

para entretener a la gente,

al modo de

Cien años de sole-

dad

, pero con otros elemen-

tos”.

25

Hay una serie de otros

elementos y circunstancias

que omito mencionar, pero

este proceso de elaboración

de los “zorros” va a ser un

proceso conflictivo en el

mundo interior de Arguedas,

acompañado de insomnios

prolongados que lo obligan

a recurrir a diversos psiquia-

tras en el Perú, en Santiago

de Chile, en Montevideo.

Que lo obligan a hacer via-

jes que a veces, lejos de tran-

quilizarlo, lo ponen en un es-

tado más tenso.

Al mismo Losada le dice:

“No le habría escrito esta car-

ta, si no hubiera logrado ar-

mar el esqueleto de la nove-

la”.

26

Decíamos, al principio,

que una parte de su obra eran

estas confidencias. Encon-

tramos al final de la obra de

Arguedas, en los “zorros”,

que las diversas vertientes

van confluyendo. El Argue-

das antropólogo se va encon-

trando con el Arguedas no-

velista y con el Arguedas que

se alimenta de sus vivencias,

de su autobiografía. Se va

encontrando también con

los otros, y aparecen estas

cartas.

Lo interesante es que en

la versión final las cartas son

incorporadas a la novela, y

que la novela estará estruc-

turada alrededor de los dia-

rios que este hombre escribe

al borde de la muerte. Pero

alrededor de los diarios sur-

ge también la descripción de

Chimbote. Estamos ante

algo distinto. No encontra-

mos un nombre para deno-

minarlo. Mezcla de ficción

con autobiografía y con en-

sayo. Además, esto es lo fi-

nal de

El zorro

... Quiere sos-

tener y argumentar una teo-

ría acerca de la novela.

***

Primero es el Arguedas

que quiere ser aceptado por

el mundo culto y erudito, el

que quiere hacer una novela

que tenga tanto éxito como

las novelas del

boom

. Hay

cartas de Arguedas dirigidas

a Barral, el editor de Barce-

lona. Ha pasado por la rela-

tiva humillación de ser pre-

sentado a este editor por un

hombre demasiado joven

como lo era Vargas Llosa,

quien conocía a Barral y era

difundido en el exterior

cuando Arguedas no salía de

las fronteras nacionales.

Ahora Arguedas ya ha sido

editado en España. Pero en-

tonces quería salir de las

fronteras nacionales. Quería

ser un autor como García

Márquez. Después se da

cuenta –y esto aparecerá en

los diarios– que él no puede

ser un autor como los del

boom

. Él no puede ser un

autor como Cortázar. Él es

otro tipo de escritor porque,

además, tiene otro tipo de

público y vive en otro tipo

de sociedad.

Su obra está, pues, en

medio de estas tensiones in-

telectuales. ¿Cómo fusionar

el ensayo, la novela y el tes-

timonio? ¿Cómo dar forma

a este mundo que él llegó a

denominar, en una carta di-

rigida a JohnMurra, con una

expresión metafórica “los

hervores de Chimbote”?

Chimbote es una olla enor-

me donde se ha echado de

todo. Una de esas parihue-

las que preparan los pesca-

dores, y está hirviendo y no

se sabe exactamente qué va

a salir, ni qué sabor va a te-

ner.

“Me ha costadomás de un

año armar y desarmar incon-

tables veces la traducción de

los maravillosos mitos que-

chuas recogidos por el padre

Ávila, a principios del siglo

XVII en la provincia deHua-

rochirí; me dejaron así, sin

fuerzas, y determinaron, en

gran parte, que se desenca-

denaran las circunstancias

que me llevaron a ese mal-

hadado accidente” (se refie-

re indirectamente al ante-

rior intento de suicidio).

“Pero en la entraña de esos

mitos he encontrado la cla-

ve que resolvió la maraña en

que había convertido el plan

de mi nuevo relato”.

Esta clave es otro punto

de encuentro entre el Ar-

guedas antropólogo y el Ar-

guedas novelista.

El Arguedas antropólogo

es el hombre que ha descu-

bierto mitos, que ha descu-

bierto otras versiones del

“Inkarri”, que ha hecho tra-

ducciones del quechua al es-

pañol, por ejemplo, de los

relatos de Ávila. Este Ar-

guedas antropólogo se en-

cuentra en la novela con el

Arguedas novelista. Un ele-

mento vertebral en la nove-

la es un relato que procede,

a su vez, de un relato recogi-

do oralmente por Ávila a

principios del siglo XVII en

Huarochirí. Un cuento que

refiere el encuentro de dos

zorros: un zorro de arriba y

un zorro de abajo, un zorro

de la costa y un zorro de la

sierra. El diálogo de los dos

zorros será uno de los ele-

mentos o, si se quiere, el ele-

mento vertebrador de la no-

vela.

En alguna medida, esta

novela también puede ser

leída en términos de las con-

traposiciones y disyunciones

que plantean las novelas de

Arguedas. Así, por ejemplo,

el zorro de arriba puede iden-

tificarse con los ricos, con el

poder, con la civilización,

mientras que el zorro de aba-

jo se puede identificar con

los pobres, con los que no

tienen poder, con la gente

del pueblo y con los indios.

27

Pero hay otra lectura po-

sible de la novela, donde el

zorro de abajo aparece iden-

tificado con las hondonadas,

con la tierra, con la muerte.

Mientras el zorro de arriba

son los serranos, es el que-

chua, el de abajo son los cos-

teños, es el español. Pero,

entre unos y otros hay ele-

mentos que los comunican

como, por ejemplo, un ce-

rro en Chimbote que evoca

las huacas andinas, o el

humo de las chimeneas de

Chimbote que, por su forma

vertical, evoca también la

comunicación entre el mun-

do de abajo y el mundo de

arriba. Hechas estas lecturas,

quedan a medio camino los

personajes que reciben la ca-

lificación de cholos, mesti-

zos y vagabundos, persona-

jes que Arguedas califica a

veces como “amamarracha-

dos”, que no tienen forma.

Personajes intermedios que

no tienen cabida en estas

contraposiciones.

Lo cierto es que hay pa-

sajes de la novela donde pa-

reciera que hay que optar por

uno de los zorros. Pero hay

otros donde, por el contra-

rio, el ideal es la fusión de

ambos. Por ejemplo, en uno

de los diarios, refiriéndose a

Gustavo Gutiérrez, dice;

como rasgo positivo: “te pa-

recías a los dos zorros, Gus-

tavo”.

28

En otro momento

dice de Edmundo Murruga-

rra, dirigente político: “tie-

ne la cara de los dos zorros”,

como algo positivo.

29

Pero

también, a medida que la no-

vela avanza, los zorros tien-

den a contraponerse. Esto

aparece en forma más evi-

dente en el discurso crítico

que la novela sugiere, por

ejemplo acerca de las posi-

bilidades de la teología de la

liberación y en la exaltación

final de la figura del Che

Guevara en que la novela

deriva.

Para entender esto, hay

que considerar también la

presión política que los es-

23

“Ella (Lola Hoffman) ha

publicado una carta larga de Argue-

das dirigida a mí, donde él habla de

su trabajo de campo en Chimbote.

Chimbote es durante los años 60 la

segunda ciudad del Perú, solo Lima

es más grande que Chimbote, y él

en esta carta explica que no fue a

estudiar Chimbote por su carácter

de pueblo secundario industrial lle-

no de trabajadores, sino que lo que le

interesabaera lamitologíadeesazona

de la sierra. Pero la plata era poca y

entonces no podía ir por todos los

pueblos en la sierra para estudiar el

folclore. Pero como todos habían ba-

jado de la sierra para trabajar en

Chimbote, él los entrevistaba allí y

les preguntaba sobre los mitos del

pasado. Esto es muy importante por

la gran ayuda que provee la antropo-

logía para sus estudios literarios y

sobre el folclore. El pretexto es la

antropología, pero él hace con ella

otra cosa”. Entrevista a John Mu-

rra, en

David y Goliath,

Revista

del Consejo Latinoamericano de

Ciencias Sociales, año XVIII, N°

54, Buenos Aires, febrero de 1989.

24

En 1940 Chimbote tenía

4,000 habitantes, en 1961 ya eran

68,157, y en 1972, 167,234.

Chimbote hoy. Avances sobre la

política barrial.

INDES, Instituto

Nor Peruano de Desarrollo Econó-

mico-social, mecanografiado, s/f.

25

Carta de José María Ar-

guedas a Gonzalo Losada, Lima, 21

de diciembre de 1967.

26

Ibid.

27

Lienhard se refiere a Diego

como “claramente de abajo”: emi-

sario-obrero-mensajero, Lienhard:

Op. cit. p. 285.

28

JoséMaría Arguedas: “¿Úl-

timo diario?”, en

El zorro de...

, Op.

cit., p. 285.

29

Ibid., p. 286.

“Arguedas

recuerda la primera

vez que llegó a

Lima donde casi no

había indios, cómo

eran las calles de esa

época, lo que era la

ciudad a fines de los

años 20, a fines del

régimen de Leguía”.