LIBROS & ARTES
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esde los estudios de
Antonio Cornejo
Polar y Angel Rama en
adelante, la escritura de
Arguedas cobra cada vez
más importancia hasta el
punto que el número es-
pecial de
Libros y Artes
dedicado al Premio Nobel
de Mario Vargas Llosa
concluye con una rotun-
da afirmación de su obra.
El artículo de Marcel Ve-
lázquez Castro sobre “Las
fracturas de la novela mo-
derna en el Perú” traza las
influencias contrarias de
Arguedas y Vargas Llosa
en los escritores de las
nuevas generaciones. Ar-
guedas, actualmente “juz-
gado el novelista más sig-
nificativo del siglo XX pe-
ruano”, es un “héroe cul-
tural, significante nómada,
huaca moderna.” Consta-
ta el autor que “sus nove-
las son fascinantes máqui-
nas de semiosis que no
pierden la capacidad de
fluir, interpelar nuestro
presente y simbolizar el
futuro”. Concluye que “la
obra de Arguedas... defi-
ne un modelo de novela
transcultural que todavía
sigue ofreciendo frutos en
los nuevos escenarios an-
dinos o en la Lima andini-
zada que habitamos y nos
habita”. Aunque el autor
elogia los logros artísticos
de las novelas de Vargas
Llosa, llega a la conclusión
de que “sus ideas sobre la
civilización y su defensa
de una cultura humanísti-
ca lo filian con el siglo de
las fundaciones de los pro-
yectos republicanos lati-
noamericanos”. Mientras
Vargas Llosa es “nuestro
último letrado decimonó-
nico”, Arguedas “es un
precursor del escritor pos-
colonial, escindido entre
varias culturas, escribien-
do contra una lengua que
no le pertenece, dividido
entre la invención y la
memoria”.
Es a la luz de esta revi-
sión de valores que quie-
ro volver a considerar el
libro que Vargas Llosa de-
dicó a Arguedas. Publica-
do en México en 1996,
La
utopía arcaica
es un estu-
dio exhaustivo en el cual
el autor asume el tono de
un profesor justo y severo
que solo quiere corregir las
malas costumbres de su
compatriota. Escribir un
libro entero sobre Argue-
das era un aparente acto
de generosidad post-mor-
tem. En realidad, era una
destrucción disfrazada de
deconstrucción. Dedicaba
el libro a la memoria de
Raúl Porras Barrenechea,
“en cuya biblioteca de la
calle Colina aprendí la his-
toria del Perú.” Es una de-
dicatoria que cuidadosa-
mente celebra al profesor
(aunque algunas de sus
ideas, como sugiere más
adelante, han sido supera-
das) cuya erudición ofre-
ce un contraste con la pa-
sión desenfrenada y “equi-
vocada” de Arguedas. Es-
ta dedicatoria me hace
preguntar por qué, veinte
años después de la muerte
de Arguedas, sentía Var-
gas Llosa la necesidad de
dedicar más de 300 pági-
nas a un escritor “que no
era tan importante” como
Flaubert o Faulkner, con-
fesando a la vez que lo que
le interesa no son solo los
libros sino “su caso, privi-
legiado y patético.” Este
“caso” se debe a su fideli-
dad a un concepto de la
literatura “que para bien o
para mal, ha pasado a ser
obsoleta en buena parte
del mundo”, y a una polí-
tica cuyo utopismo le pa-
rece netamente ridículo.
Desde el principio del
libro, donde se cuenta el
suicidio y se comenta las
La ferocidad de los ataques que las estrellas del
boom
, entre ellos Guillermo Cabrera Infante,
Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, lanzaron contra José María Arguedas resulta sorprendente. Uno se
pregunta por qué la necesidad urgente de expulsarle del Parnaso. Le acusaban de provinciano y representante de
una retaguardia ya superada. Cabrera Infante celebraba el suicidio con un chiste de extraordinario mal gusto. Más
decoroso, Mario Vargas Llosa le dedicó un libro cuyo título,
La utopía arcaica. José María Arguedas y las
ficciones del indigenismo
(1996), anuncia el entierro de un pasado mejor olvidado. Sin embargo,
los esfuerzos por descalificar su escritura no han tenido éxito.
LA CRÍTICA LITERARIA
COMOARMA IDEOLÓGICA
Jean Franco
D
“Arguedas es un precursor del escritor poscolonial, escindido entre varias culturas, escribiendo contra una
lengua que no le pertenece, dividido entre la invención y la memoria”.