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Página 26

LIBROS & ARTES

bre todo del sur, mientras

que los materiales del antro-

pólogo y folclorista provie-

nen de la sierra central. Para

él hay un lugar privilegiado:

el valle del Mantaro, donde

encontró un campesinomes-

tizo que hablaba quechua y

español, que se vestía de ma-

nera peculiar y que no ha-

blaba con el tono suplicante

de los pongos del sur del

país. Que se sentía orgullo-

so, tenía una identidad pro-

pia y había desarrollado una

cultura con rasgos propios,

mezclando elementos occi-

dentales y andinos como los

huaynos del valle del Man-

taro, por ejemplo. En la sie-

rra central nunca hubo un

sistema de haciendas, como

sí se estableció en el sur del

país. Siempre habían sido

campesinos libres, dueños de

sus tierras, lo que había per-

mitido que ellos entablaran

una relación distinta con el

mundo occidental, que in-

corporaran lo bueno, lo po-

sitivo, lo útil. Por ejemplo,

la agricultura mercantil en el

valle del Mantaro, el desa-

rrollo del capitalismo en la

zona a través de las propias

comunidades, o la introduc-

ción de la luz eléctrica en la

comunidad de Muquiyauyo

en los años 20. Existían allí

campesinos que parecían asu-

mir resueltamente las vías de

la división creciente del tra-

bajo. La modernización asu-

mida por los propios campe-

sinos.

Veía en el valle del Man-

taro un caso en el que mo-

dernización y capitalismo no

eran contrapuestos al mun-

do campesino. Al contrario,

los campesinos se integraban

al proceso, eran agentes de

la modernización y del capi-

talismo. Se convertían en

una especie de

proto-farmers

.

En esta alternativa se fusio-

na lo andino, lo tradicional,

lo autóctono, con lo moder-

no, lo nuevo, lo occidental,

lo que venía de Europa, de

esos mundos con los que Ar-

guedas tomaba contacto a

través de los encuentros con

narradores y congresos de

antropología. Incorporan to-

das estas cosas positivas del

capitalismo sin perder la pro-

pia identidad.

Arguedas creía ver en el

valle del Mantaro un lugar

donde el capitalismo, incor-

porado por los campesinos,

había permitido preservar

una identidad regional. Él

creía que el valle del Manta-

ro podía mantener su iden-

tidad frente a otras regiones

del país, e incluso frente a

Lima. Era tal la fuerza de la

economía campesina del va-

lle del Mantaro y de estas

comunidades, que no iba a

ser absorbida por la cultura

que venía desde Lima a tra-

vés de la radio (todavía no

existía la televisión). Esto

permite entender un poco

más las esperanzas de Argue-

das. Un distinguido profesor

de Huancayo –el Dr. Baque-

rizo– considera que la evo-

lución posterior del valle del

Mantaro no avala los pro-

nósticos de Arguedas y que,

por lo menos la identidad

cultural del valle, ha termi-

nado cada vez más depen-

diente de Lima. Pero, la dis-

cusión sobre eso nos desvía

del argumento.

Lo que hasta ahora apa-

rece es que en Arguedas hay

dos visiones sobre el encuen-

tro entre Occidente y el

mundo andino. La visión del

Arguedas novelista, de un

mundo violento que solo

puede cambiarse de una ma-

nera igualmente violenta y

radical, y la visión del an-

tropólogo, donde hay espe-

ranza en cuanto a poder cam-

biar este mundo sin violen-

cia, paulatinamente, en la

medida en la cual no se pro-

duzca un choque entre los

campesinos y el capitalismo,

y los campesinos vayan in-

corporando el mundo capi-

talista.

Así como en el mundo

novelístico de Arguedas hay

contraposición entre mistis

e indios, o hay contraposi-

ción entre gente honesta y

gente inmoral, y sus novelas

giran en tomo a contraposi-

ciones muy fuertes, de igual

manera en su propia vida

existen estas contraposicio-

nes. Uno podría contrapo-

ner sus textos sobre el valle

del Mantaro con las páginas

de

Los ríos profundos

o de

Todas las sangres

. Esto puede

estar expresando situaciones

sociales mayores. Se reque-

riría un análisis más cuida-

doso para determinar las co-

nexiones entre ambos.

Efectivamente, existía la

situación del valle del Man-

taro, aunque no con resul-

tados tan favorables como

pronosticaba Arguedas. Sin

embargo, existían también

esas otras comunidades y

pueblos del sur, con rasgos

violentos como los que apa-

recen en los relatos de Ar-

guedas.

Lo cierto es que las con-

traposiciones entre textos li-

terarios y textos antropoló-

gicos fueron aproximándose

cada vez más hacia el final

de su vida, en los años 60.

En 1964 se publica

Todas las

sangres

, y es allí, después de

la publicación de esta nove-

la, cuando Arguedas tiene

una terrible desavenencia

con el mundo intelectual

peruano. Hasta entonces

Arguedas ha querido formar

parte de una posible elite in-

telectual como el hombre

que verdaderamente conoce

el mundo andino, que viene

del corazón mismo de ese

mundo andino, que trae

mensajes de este mundo a los

que están ubicados en el otro

lado de lamuralla. Tiene una

desavenencia con intelec-

tuales limeños, y particular-

mente con el mundo de la

gente de las ciencias socia-

les. Ellos lo invitan a un lu-

gar que ha de ser nefasto para

él –no necesariamente para

nosotros–, el Instituto de Es-

tudios Peruanos, a participar

en una mesa redonda sobre

Todas las sangres

. Allí le di-

cen, con el tono doctoral de

Favre, un historiador fran-

cés, que él no ha entendido

el mundo andino, que ha

hecho una caricatura y que

ha retratado un mundo que

ya no existe. Que el mundo

andino ha cambiado dema-

siado. Se lo dicen también

otros escritores y críticos li-

terarios de entonces. Inclu-

so Bourricaud y Aníbal Qui-

jano. Para las ciencias socia-

les de los años 60 –estamos

en 1964–, el Perú era un país

capitalista. Entonces este

hombre que dice que el Perú

es feudal y que retrata un

mundo feudal en

Todas las

sangres

es evidentemente un

hombre que habla de un

mundo que ya no existe.

Por el testimonio que

después publicó el mismo

Instituto de Estudios Perua-

nos,

21

sabemos que la mesa

redonda lo deprimió muy

fuertemente. Tuvo una de

sus muchas tentaciones por

el suicidio, al sentir que esta

gente, aparentemente, le de-

mostraba que no entendía el

mundo andino y que, por lo

tanto, no era objeto de la

consideración debida a un

novelista, ni tampoco a un

etnólogo o un antropólogo.

El error era doble. El error

era el del novelista que no

reflejaba la realidad –claro

está que es absurdo que un

novelista tenga que reflejar

la realidad–. El error mayor

era el del etnólogo, el del an-

tropólogo, que no se había

dado cuenta de los cambios

que otros etnólogos y antro-

pólogos, como Favre, Bourri-

caud o Quijano, sí habían

advertido en el Perú.

En los años que siguen, y

hasta su muerte, Arguedas se

distancia cada vez más de

este mundo intelectual. In-

cluso acepta un cargo impor-

tante en el gobierno de Be-

laúnde, la Dirección del

MuseoNacional de Historia.

Aquí ocurre también otra

desavenencia terrible con el

mundo occidental limeño,

alrededor de si era más im-

portante hacer unmuseo, un

centro cultural, o conservar

la casa en la que supuesta-

mente habría vivido la Pe-

rricholi. En el Perú de 1966

eso fue un escándalo perio-

dístico, que motivó diversos

artículos en diarios –como

Correo

de entonces– contra

Arguedas y contra su supues-

tamente trasnochado indi-

genismo. De un lado, la iz-

quierda intelectual lo criti-

có y, de otro, la derecha in-

telectual del país también

parecía criticarlo.

En este contexto, Ar-

guedas se empeña en una

empresa final: la de tratar de

comprender qué es lo que

está pasando en el Perú. Qué

es esta sociedad peruana que

muchos otros dicen que él

no entiende. Tiene que

constatar algo: el Perú de en-

tonces –los años 60– ya no

es el Perú de los años 20. En

un testimonio muy hermo-

so de entonces, recopilado

en la colección hecha por

Mejía Baca bajo el título de

El Perú vivo

, Arguedas re-

cuerda la primera vez que lle-

gó a Lima donde casi no ha-

bía indios, cómo eran las

calles de esa época, lo que era

la ciudad a fines de los años

20, a fines del régimen de Le-

guía. Evidentemente, la

Lima de los años 60 era otra

cosa totalmente distinta. Las

poblaciones andinas se ha-

bían trasladado de la sierra a

la costa. El Perú había cam-

biado demasiado. Pero, ¿ha-

cia dónde cambiaba esta so-

ciedad?, ¿qué podía pasar con

ella? Para hacer frente a esta

interrogante, Arguedas se

embarca en una aventura que

tenía el carácter de una in-

vestigación antropológica y

que terminará siendo

El zo-

rro de arriba y el zorro de abajo

.

***

Los “zorros” fue primero

una investigación antropo-

lógica, una investigación so-

bre el fenómeno de la migra-

ción. Arguedas hizo un pro-

yecto de investigación, lo

fundamentó, y de la Univer-

sidad Agraria, donde traba-

jaba, consiguió en 1965 el fi-

nanciamiento que le permi-

tió disponer de un automó-

vil, ir constantemente a

Chimbote, recorrer sus ba-

rriadas, imaginar encuestas

que nunca llegó a hacer y en-

trevistas que tampoco hizo,

salvo cinco realmente capi-

tales.

22

Empezó desde la ver-

tiente antropológica, del

21

Instituto de Estudios Perua-

nos:

¿He vivido en vano? Mesa re-

donda sobre Todas las sangres.

(23

de junio de 1965). Lima, Instituto

de Estudios Peruanos, 1985.

22

Carta de José María Argue-

das a John Murra, Lima, 10 de fe-

brero de 1967.

“Así como en el mundo novelístico de Arguedas hay contraposición

entre mistis e indios, o hay contraposición entre gente honesta y gente

inmoral, y sus novelas giran en tomo a contraposiciones muy fuertes, de

igual manera en su propia vida existen estas contraposiciones. Uno

podría contraponer sus textos sobre el valle del Mantaro con las páginas

de

Los ríos profundos

o de

Todas las sangres”

.