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LIBROS & ARTES
bre todo del sur, mientras
que los materiales del antro-
pólogo y folclorista provie-
nen de la sierra central. Para
él hay un lugar privilegiado:
el valle del Mantaro, donde
encontró un campesinomes-
tizo que hablaba quechua y
español, que se vestía de ma-
nera peculiar y que no ha-
blaba con el tono suplicante
de los pongos del sur del
país. Que se sentía orgullo-
so, tenía una identidad pro-
pia y había desarrollado una
cultura con rasgos propios,
mezclando elementos occi-
dentales y andinos como los
huaynos del valle del Man-
taro, por ejemplo. En la sie-
rra central nunca hubo un
sistema de haciendas, como
sí se estableció en el sur del
país. Siempre habían sido
campesinos libres, dueños de
sus tierras, lo que había per-
mitido que ellos entablaran
una relación distinta con el
mundo occidental, que in-
corporaran lo bueno, lo po-
sitivo, lo útil. Por ejemplo,
la agricultura mercantil en el
valle del Mantaro, el desa-
rrollo del capitalismo en la
zona a través de las propias
comunidades, o la introduc-
ción de la luz eléctrica en la
comunidad de Muquiyauyo
en los años 20. Existían allí
campesinos que parecían asu-
mir resueltamente las vías de
la división creciente del tra-
bajo. La modernización asu-
mida por los propios campe-
sinos.
Veía en el valle del Man-
taro un caso en el que mo-
dernización y capitalismo no
eran contrapuestos al mun-
do campesino. Al contrario,
los campesinos se integraban
al proceso, eran agentes de
la modernización y del capi-
talismo. Se convertían en
una especie de
proto-farmers
.
En esta alternativa se fusio-
na lo andino, lo tradicional,
lo autóctono, con lo moder-
no, lo nuevo, lo occidental,
lo que venía de Europa, de
esos mundos con los que Ar-
guedas tomaba contacto a
través de los encuentros con
narradores y congresos de
antropología. Incorporan to-
das estas cosas positivas del
capitalismo sin perder la pro-
pia identidad.
Arguedas creía ver en el
valle del Mantaro un lugar
donde el capitalismo, incor-
porado por los campesinos,
había permitido preservar
una identidad regional. Él
creía que el valle del Manta-
ro podía mantener su iden-
tidad frente a otras regiones
del país, e incluso frente a
Lima. Era tal la fuerza de la
economía campesina del va-
lle del Mantaro y de estas
comunidades, que no iba a
ser absorbida por la cultura
que venía desde Lima a tra-
vés de la radio (todavía no
existía la televisión). Esto
permite entender un poco
más las esperanzas de Argue-
das. Un distinguido profesor
de Huancayo –el Dr. Baque-
rizo– considera que la evo-
lución posterior del valle del
Mantaro no avala los pro-
nósticos de Arguedas y que,
por lo menos la identidad
cultural del valle, ha termi-
nado cada vez más depen-
diente de Lima. Pero, la dis-
cusión sobre eso nos desvía
del argumento.
Lo que hasta ahora apa-
rece es que en Arguedas hay
dos visiones sobre el encuen-
tro entre Occidente y el
mundo andino. La visión del
Arguedas novelista, de un
mundo violento que solo
puede cambiarse de una ma-
nera igualmente violenta y
radical, y la visión del an-
tropólogo, donde hay espe-
ranza en cuanto a poder cam-
biar este mundo sin violen-
cia, paulatinamente, en la
medida en la cual no se pro-
duzca un choque entre los
campesinos y el capitalismo,
y los campesinos vayan in-
corporando el mundo capi-
talista.
Así como en el mundo
novelístico de Arguedas hay
contraposición entre mistis
e indios, o hay contraposi-
ción entre gente honesta y
gente inmoral, y sus novelas
giran en tomo a contraposi-
ciones muy fuertes, de igual
manera en su propia vida
existen estas contraposicio-
nes. Uno podría contrapo-
ner sus textos sobre el valle
del Mantaro con las páginas
de
Los ríos profundos
o de
Todas las sangres
. Esto puede
estar expresando situaciones
sociales mayores. Se reque-
riría un análisis más cuida-
doso para determinar las co-
nexiones entre ambos.
Efectivamente, existía la
situación del valle del Man-
taro, aunque no con resul-
tados tan favorables como
pronosticaba Arguedas. Sin
embargo, existían también
esas otras comunidades y
pueblos del sur, con rasgos
violentos como los que apa-
recen en los relatos de Ar-
guedas.
Lo cierto es que las con-
traposiciones entre textos li-
terarios y textos antropoló-
gicos fueron aproximándose
cada vez más hacia el final
de su vida, en los años 60.
En 1964 se publica
Todas las
sangres
, y es allí, después de
la publicación de esta nove-
la, cuando Arguedas tiene
una terrible desavenencia
con el mundo intelectual
peruano. Hasta entonces
Arguedas ha querido formar
parte de una posible elite in-
telectual como el hombre
que verdaderamente conoce
el mundo andino, que viene
del corazón mismo de ese
mundo andino, que trae
mensajes de este mundo a los
que están ubicados en el otro
lado de lamuralla. Tiene una
desavenencia con intelec-
tuales limeños, y particular-
mente con el mundo de la
gente de las ciencias socia-
les. Ellos lo invitan a un lu-
gar que ha de ser nefasto para
él –no necesariamente para
nosotros–, el Instituto de Es-
tudios Peruanos, a participar
en una mesa redonda sobre
Todas las sangres
. Allí le di-
cen, con el tono doctoral de
Favre, un historiador fran-
cés, que él no ha entendido
el mundo andino, que ha
hecho una caricatura y que
ha retratado un mundo que
ya no existe. Que el mundo
andino ha cambiado dema-
siado. Se lo dicen también
otros escritores y críticos li-
terarios de entonces. Inclu-
so Bourricaud y Aníbal Qui-
jano. Para las ciencias socia-
les de los años 60 –estamos
en 1964–, el Perú era un país
capitalista. Entonces este
hombre que dice que el Perú
es feudal y que retrata un
mundo feudal en
Todas las
sangres
es evidentemente un
hombre que habla de un
mundo que ya no existe.
Por el testimonio que
después publicó el mismo
Instituto de Estudios Perua-
nos,
21
sabemos que la mesa
redonda lo deprimió muy
fuertemente. Tuvo una de
sus muchas tentaciones por
el suicidio, al sentir que esta
gente, aparentemente, le de-
mostraba que no entendía el
mundo andino y que, por lo
tanto, no era objeto de la
consideración debida a un
novelista, ni tampoco a un
etnólogo o un antropólogo.
El error era doble. El error
era el del novelista que no
reflejaba la realidad –claro
está que es absurdo que un
novelista tenga que reflejar
la realidad–. El error mayor
era el del etnólogo, el del an-
tropólogo, que no se había
dado cuenta de los cambios
que otros etnólogos y antro-
pólogos, como Favre, Bourri-
caud o Quijano, sí habían
advertido en el Perú.
En los años que siguen, y
hasta su muerte, Arguedas se
distancia cada vez más de
este mundo intelectual. In-
cluso acepta un cargo impor-
tante en el gobierno de Be-
laúnde, la Dirección del
MuseoNacional de Historia.
Aquí ocurre también otra
desavenencia terrible con el
mundo occidental limeño,
alrededor de si era más im-
portante hacer unmuseo, un
centro cultural, o conservar
la casa en la que supuesta-
mente habría vivido la Pe-
rricholi. En el Perú de 1966
eso fue un escándalo perio-
dístico, que motivó diversos
artículos en diarios –como
Correo
de entonces– contra
Arguedas y contra su supues-
tamente trasnochado indi-
genismo. De un lado, la iz-
quierda intelectual lo criti-
có y, de otro, la derecha in-
telectual del país también
parecía criticarlo.
En este contexto, Ar-
guedas se empeña en una
empresa final: la de tratar de
comprender qué es lo que
está pasando en el Perú. Qué
es esta sociedad peruana que
muchos otros dicen que él
no entiende. Tiene que
constatar algo: el Perú de en-
tonces –los años 60– ya no
es el Perú de los años 20. En
un testimonio muy hermo-
so de entonces, recopilado
en la colección hecha por
Mejía Baca bajo el título de
El Perú vivo
, Arguedas re-
cuerda la primera vez que lle-
gó a Lima donde casi no ha-
bía indios, cómo eran las
calles de esa época, lo que era
la ciudad a fines de los años
20, a fines del régimen de Le-
guía. Evidentemente, la
Lima de los años 60 era otra
cosa totalmente distinta. Las
poblaciones andinas se ha-
bían trasladado de la sierra a
la costa. El Perú había cam-
biado demasiado. Pero, ¿ha-
cia dónde cambiaba esta so-
ciedad?, ¿qué podía pasar con
ella? Para hacer frente a esta
interrogante, Arguedas se
embarca en una aventura que
tenía el carácter de una in-
vestigación antropológica y
que terminará siendo
El zo-
rro de arriba y el zorro de abajo
.
***
Los “zorros” fue primero
una investigación antropo-
lógica, una investigación so-
bre el fenómeno de la migra-
ción. Arguedas hizo un pro-
yecto de investigación, lo
fundamentó, y de la Univer-
sidad Agraria, donde traba-
jaba, consiguió en 1965 el fi-
nanciamiento que le permi-
tió disponer de un automó-
vil, ir constantemente a
Chimbote, recorrer sus ba-
rriadas, imaginar encuestas
que nunca llegó a hacer y en-
trevistas que tampoco hizo,
salvo cinco realmente capi-
tales.
22
Empezó desde la ver-
tiente antropológica, del
21
Instituto de Estudios Perua-
nos:
¿He vivido en vano? Mesa re-
donda sobre Todas las sangres.
(23
de junio de 1965). Lima, Instituto
de Estudios Peruanos, 1985.
22
Carta de José María Argue-
das a John Murra, Lima, 10 de fe-
brero de 1967.
“Así como en el mundo novelístico de Arguedas hay contraposición
entre mistis e indios, o hay contraposición entre gente honesta y gente
inmoral, y sus novelas giran en tomo a contraposiciones muy fuertes, de
igual manera en su propia vida existen estas contraposiciones. Uno
podría contraponer sus textos sobre el valle del Mantaro con las páginas
de
Los ríos profundos
o de
Todas las sangres”
.