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Página 30

LIBROS & ARTES

últimas cartas escritas por

Arguedas a Hugo Blanco,

Vargas Llosa lo represen-

ta como alguien equivo-

cado, que cree en la efica-

cia de la literatura com-

prometida y que atrae a

“agitadores, reformadores,

publicistas, moralistas”.

No se incluye a sí mismo

entre este grupo, aunque

no tiene pelos en la len-

gua cuando se trata de

despotricar contra el na-

cionalismo o en apoyo al

neoliberalismo, y no titu-

bea en emplear la novela

Lituma en los Andes

para

denunciar a los que juzga

“ajenos a la modernidad”.

A pesar de la intención

polémica, sin embargo,

La

utopía arcaica

es un libro

basado en una investiga-

ción cuidadosa de las

fuentes biográficas y una

lectura igualmente cuida-

dosa de los cuentos y no-

velas. No es únicamente

una refutación sino un li-

bro elocuente aunque,

como su libro sobre Gar-

cía Márquez (

Historia de un

deicidio)

confirma su posi-

ción de juez y árbitro de

la calidad literaria.

Sin embargo, desde las

primeras páginas se nota la

determinación de descali-

ficar gran parte de la obra

creativa de Arguedas por

considerarla “comprome-

tida”. “Esta idea de la lite-

ratura, que Arguedas hizo

suya hasta el sacrificio de

su talento, excluía que ser

un escritor significará pri-

mera, o únicamente, asu-

mir una responsabilidad

personal: la de una obra

que, si es artísticamente

valiosa, enriquece la len-

gua y la cultura del país

donde ha nacido” (17).

Añade que en sus últimas

cartas, Arguedas “trató de

actuar en sintonía con esa

concepción que hace del

escritor un ideólogo, un

documentalista y un críti-

co social al mismo tiempo

que un artista”. Examine-

mos las implicaciones de

estas sentencias que anti-

cipan el argumento del li-

bro entero y según las cua-

les Arguedas era un fraca-

sado por haber subordina-

do lo literario a lo ideoló-

gico. Emitido por el autor

de

Lituma en los Andes

,

cuya tesis repetidamente

enfatizada es que la cultu-

ra andina además de pri-

mitiva es peligrosa, de-

muestra una extraña ce-

guera, como si él también

no fuera comprometido o

como si el compromiso

fuera solo una práctica de

la izquierda. Lo que le pa-

rece ideología cuando se

trata de opiniones con las

cuales discrepa, es sentido

común cuando coincide

con sus prejuicios.

El libro crea el retrato

de un escritor equivocado

y resentido por el maltra-

to, apegado al mito del

Inkarri, “ese dios mutila-

do que se reconstruía en

su refugio subterráneo era

un emblema del anhelo de

resurrección de aquella

utopía arcaica a la que fue

siempre instintivamente

fiel, aun cuando su razón

y su inteligencia le dijeran

que la modernización de la

región andina era inevita-

ble e indispensable” (163).

Vargas Llosa es demasia-

do inteligente para no sa-

ber que aquí está inven-

tando lo que en inglés se

llama “a straw man” (un

hombre de paja), un opo-

sitor inventado fácil de

derrotar, para mejor justi-

ficar su tesis de que la bue-

na literatura se aparta de

lo vivido para expresar

“aquel sueño, mito, fanta-

sía o fábula que su poder

de persuasión y su mágica

verbal hacen pasar por

realidad”. Si la literatura es

mentira, y el autor un dei-

cida, ¿por qué no acepta

que el mito de Inkarri po-

día servir a Arguedas de

fábula, que la utopia lejos

de ser arcaica es la forma

en que el pasado, al modo

benjaminiano, puede irrum-

pir en el presente? El pro-

blema para Vargas Llosa es

que Arguedas no represen-

taba el mito de la moder-

nización, o sea la versión

de la modernización “in-

evitable e indispensable”

predicada por el neolibe-

ralismo. El final del libro

celebra el triunfo de esta

modernidad neoliberal y el

fin de la historia, mitos que

ahora están cada vez más

desacreditados. En cam-

bio, Arguedas se oponía a

la “modernización inevi-

table e indispensable” no

por nostalgia, sino por ha-

ber conocido la moderni-

zación caótica de un capi-

talismo sin freno.

Lo que subyace a la

crítica de Vargas Llosa es

un mito de progreso que

informa tanto la literatura

como la política. Su pre-

paración como crítico li-

terario e investigador le

sirve para armar un libro

sobre la base de la investi-

gación de fuentes biográ-

ficas, de movimientos lite-

rarios y tendencias cultu-

rales cuyas referencias son

sólidas. Discute exhausti-

vamente cada texto escri-

to por Arguedas. Lo que

llama la atención, sin em-

bargo, es que en cada tex-

to encuentra lo mismo, o

sea, como se lee en la so-

lapa del libro, “el canto de

cisne del exhausto indige-

nismo” y, por supuesto, la

utopía arcaica.

Yawar fies-

ta

es “una ficción conser-

vadora”; su novela “más

hermosa”,

Los ríos profun-

dos,

no se salva de la nos-

talgia retrógrada porque el

“motivo recurrente” es “la

añoranza de ese mundo

primitivo y gregario –el de

la ‘tribu’ popperiana, co-

lectividad ya no escindida

en individuos, inmersa

mágicamente en una na-

turaleza con la que se

identifica y en la que se

diluye, férreamente unida

por una solidaridad que

nace de la fe compartida

en unos mismos dioses y

unos ritos y ceremonias

practicados en común”

(187).

El Sexto

es aparen-

temente un libro-testimo-

nio pero “en realidad, la

prisión es el decorado”. Lo

que Arguedas representa

es un drama de la margi-

nalidad “para soñar desde

allí con una sociedad al-

ternativa, mítica, de filia-

ción andina y antiquísima

historia, incontaminada de

los vicios y crueldades que

afean la realidad en la que

vive”.

Todas las sangres

,

“tal vez la peor de sus no-

velas”, representa un mun-

do “en parte arcaico, en

parte utópico”.

La cita de Popper nos

remite, como muchos crí-

ticos han señalado, al

ideólogo o autor intelec-

tual de su versión del pro-

greso. En

La sociedad abier-

ta y sus enemigos

Popper

hace una distinción entre

sociedades cerradas (co-

lectivistas) y las socieda-

des abiertas pobladas por

individuos libres. El mun-

do mágico y colectivista

es un mundo cerrado y al

tratar de restaurar este

mundo, terminamos “con

la Policía Secreta” y “una

mafia romantizada”. Al

suprimir la razón y la ver-

dad, la sociedad colecti-

vista da lugar a la destruc-

ción violenta y brutal de

todo lo humano. No es

posible una vuelta al esta-

do armonioso de la natu-

raleza. “Si volvemos hacia

atrás, tenemos que acep-

tar las consecuencias –la

vuelta a la bestialidad”.

Solo reemplazando lo má-

gico por el pensamiento

científico podemos trans-

formar la horda colectiva

y la tribu en una comuni-

dad de individuos libres y

soberanos.

Según esta tesis hay

José María Arguedas con Sebastián Salazar Bondy, Juan Mejía Baca y otros amigos en el café de la calle

Huérfanos en el centro de Lima.

“El final del libro celebra el triunfo de esta modernidad neoliberal

y el fin de la historia, mitos que ahora están cada vez más

desacreditados. En cambio Arguedas se oponía a la ‘modernización

inevitable e indispensable’ no por nostalgia, sino por haber

conocido la modernización caótica de un capitalismo sin freno”.