LIBROS & ARTES
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occidental sobre la cultura
andina: disminución, en tér-
minos relativos, de la pobla-
ción quechua hablante, re-
troceso y pérdida de otras
lenguas nativas, avance del
español, avance de la escue-
la, de la alfabetización.
18
La expansión del capita-
lismo no solo fue sinónimo
del establecimiento de mi-
nas, de la introducción de
moneda y salario, de la apa-
rición de fábricas, sino que
fue, sobre todo, sinónimo de
la aparición de la escuela.
Hay una verdadera revolu-
ción educativa en el Perú del
siglo XX, que lleva la escue-
la a los medios rurales. Una
parte considerable de esta
revolución educativa es ge-
nerada por los propios cam-
pesinos que reclaman escue-
las. En los movimientos de
los años 60, una reivindica-
ción, casi tan importante
como la tierra, es la escuela.
El establecimiento de escue-
las, tener maestros y poder
aprender español.
Pero más allá de las vo-
luntades de los actores socia-
les, es cierto que el capita-
lismo va acompañado de ras-
gos que significan la pene-
tración de Occidente, la oc-
cidentalización del mundo
andino, con una fuerza y una
capacidad de arrastre como
no había tenido el mundo
occidental en los siglos XVI,
XVII o XVIII. Pareciera que
este mundo occidental, feu-
dal o mercantilista, no tuvo
la capacidad de uniformizar
una población como la que
tiene el capitalismo del si-
glo XX.
De hecho, el capitalismo
del siglo XX requiere unifor-
mizar las poblaciones. Un
rasgo común del capitalismo
en Asia, en África, en Eu-
ropa o en América Latina es
romper con las peculiarida-
des regionales y locales y es-
tablecer patrones comunes
de consumo, de hábitos co-
tidianos y de comportamien-
tos culturales. Es una nece-
sidad inevitable para confor-
mar un mercado para las in-
dustrias. Esto significó en el
Perú el retroceso del que-
chua. El retroceso por lo
menos aparente de la cultu-
ra andina, que acabó colo-
cada a la defensiva, como las
culturas tradicionales de
Asia o África, colocadas
también a la defensiva en
relación a la penetración
constante del mundo occi-
dental.
Una angustia permanen-
te de Arguedas novelista y
antropólogo es el porvenir
de la cultura andina. ¿Está
condenada a desaparecer? ¿a
asimilarse al mundo occiden-
tal? o, por el contrario, ¿pue-
de incorporar algunos de sus
elementos y convivir con él?
¿Son absolutamente antagó-
nicos cultura andina y mun-
do occidental?
Algunos autores piensan
que ante estas preguntas, es-
tas angustias y estos desafíos,
Arguedas terminó derrotado.
Su suicidio, el 2 de diciem-
bre de 1969, parecería sellar
el proceso de estas angustias,
y mostrar la siguiente ima-
gen: el mundo andino en-
frentado al capitalismo y al
mundo occidental estaba
irremediablemente conde-
nado a la derrota. Sabiéndo-
lo, Arguedas decide matar-
se. Él se siente parte de ese
mundo andino y se siente,
por lo tanto, derrotado ya por
el mundo moderno que
avanza. Y para dar testimo-
nio de esa derrota decide
matarse.
Esta es una interpreta-
ción social de su suicidio que
bien puede articularse con lo
que dice Roberto Miró Que-
sada acerca de los últimos
textos de Arguedas. Para él,
en los años 60 el Perú ha ex-
perimentado cambios rela-
cionados con el surgimiento
del gobierno reformista de
Velasco y de nuevos prota-
gonistas: obreros y habitan-
tes de las barriadas de Lima
y de Chimbote. Los nuevos
protagonistas que vienen de
las filas populares ya no se
sienten expresados en la no-
vela, género narrativo a tra-
vés del cual se expresaba Ar-
guedas, pero que, segúnMiró
Quesada, era un género bur-
gués que podía servir para
expresar otras circunstancias
y no a los nuevos protago-
nistas. De ahí tal vez la cla-
ve de su suicidio.
Ninguna de estas dos in-
terpretaciones parece válida.
No son convincentes y resul-
ta demasiado osado determi-
nar en tres líneas cuál fue la
clave del suicidio de un au-
tor. La hipótesis de Miró
Quesada no tiene sustento.
Primero, porqueArguedas no
fue solo narrador, sino que
fue, como ya lo hemos dicho,
antropólogo, etnólogo, e hizo
una obra múltiple. Y luego,
por una serie de razones que
vamos a discutir.
***
Esto nos obliga a volver
a sus novelas y relatos para
ver cómo Arguedas enfoca-
ba el problema del enfrenta-
miento entre el mundo an-
dino y el Occidente.
En
Agua
, en 1935, pre-
sentaba un mundo básica-
mente rural, en el que exis-
ten dos tipos de personajes:
mistis e indios. Es un mun-
do en el que prácticamente
no hay mestizos. Por mistis
vamos a considerar, como lo
entiende Arguedas, a los se-
ñores del pueblo, los comer-
ciantes, las autoridades po-
líticas, los terratenientes.
Los indios de Arguedas son
colonos o campesinos; el
mundo de
Agua
es un mun-
do dividido en dos: mistis
frente a indios. Con una se-
rie de rasgos positivos atri-
buibles a los indios y una
serie de rasgos negativos atri-
buibles a los mistis.
Con los indios hay dos
posibilidades: indios sumisos
que viven en el terror total
y la dominación de los mis-
tis, a quienes Arguedas llega
incluso a llamar cobardes, e
indios que se levantan con-
tra los mistis, los que son
más bien excepcionales.
La relación mistis-indios
es una relación dual, donde
de un lado está lo positivo
y, de otro lado, lo negativo.
Es una relación donde solo
existía la violencia. Los in-
dios hablan entre indios y
los mistis entre mistis. Pero
no hay comunicación entre
mistis e indios, y si hablan
es solo para agredirse, para
insultarse. Los indios simu-
lan, por ejemplo, decirles
ciertas cosas a los mistis y,
entre ellos, se burlan, se que-
jan y los atacan. Nunca hay
un nivel de comunicación,
siempre está de por medio la
mentira, el engaño, cuyo ori-
gen está en el poder de los
mestizos sobre los indios. Es
un poder violento que llega
a ejercerse de manera física,
que llega a convertirse en
azotes y vejaciones.
En los relatos de
Agua
este mundo parece difícil de
cambiar. Inamovible. Los
indios siempre van a ser in-
dios y los mistis siempre van
a ser mistis. Hay un terrible
pesimismo que envuelve los
relatos, salvo en algunos
momentos en los que el na-
rrador, identificado con al-
gún personaje en primera
persona, observando el pai-
saje, aguarda el momento en
que “un gran incendio sacu-
da a este mundo y lo trans-
forme radicalmente”. No hay
capacidad de encuentro en-
tre mistis e indios. La única
posibilidad que existe es que
algún día los indios se suble-
ven contra los mistis. Pero
esa posibilidad, en el primer
relato, aparece terriblemen-
te lejana.
Amedida que uno va re-
visando las obras, la posibi-
lidad de “el gran incendio”
se torna más cercana. Quizá
uno de los textos donde el
gran incendio aparece más
nítidamente es en la rebe-
lión relatada en las últimas
páginas de
Todas las sangres
.
Es el anuncio, con connota-
ciones casi milenaristas, de
una gran rebelión que se lle-
ga a sentir y que se confun-
de con esta especie de río
subterráneo y con las imá-
genes atribuidas al “amaru”.
Así, Arguedas piensa que
el Perú, sobre todo el Perú
andino, el Perú de la sierra,
es una sociedad dividida en
dos. Una sociedad regida por
imposiciones y por violen-
cias que vienen desde el
tiempo de la conquista. La
única forma de cambiar es-
tas cosas es por medios igual-
mente violentos. Es la úni-
ca forma que los campesinos
adquieran reconocimiento
como seres humanos, de que
sus propiedades sean respe-
tadas, de que su cultura deje
de ser vejada y menosprecia-
da permanentemente.
Hay también la faceta del
Arguedas antropólogo, que
cobra importancia luego de
su estadía en la sierra y su
matrimonio. Después de los
años 40 realiza estudios de
etnología, asiste a un con-
greso de etnólogos en Méxi-
co
19
y realiza una muy cuida-
dosa tesis,
Las comunidades de
España y del Perú
,
20
muy poco
leída y comentada. Nunca
fue reeditada, y hasta ahora
se sigue vendiendo una edi-
ción que no fue más allá de
1,000 ejemplares, hecha por
la Universidad de San Mar-
cos.
Es otro Arguedas. A par-
tir de sus estudios sobre el
valle del Mantaro, el arte
mestizo del valle de Hua-
manga, o la feria de Huan-
cayo, el poder y los relatos
en Puquio, se puede ir ad-
virtiendo cómo se esboza
otra posibilidad, la posibili-
dad de un encuentro fructí-
fero entre el mundo andino
y el mundo occidental. Ar-
guedas cree encontrar en el
valle del Mantaro el modelo
por excelencia de ese en-
cuentro. Podríamos decir que
los motivos y los personajes
del novelista provienen so-
18
En 1961, la población que
no hablaba castellano ni sabía leer ni
escribir llegaba a 1’564,002 habi-
tantes, de los cuales 189,919 eran
urbanos y 1’374,083 eran rurales.
Censo nacional de población
,
1961. En 1981, las cifras de pobla-
dores de 5 o más años, según el idio-
ma, son las siguientes, sobre un to-
tal de 14’560,098 habitantes:
10’633,146 hablan solo castellano,
1’193,410 hablan solo quechua;
122,523 hablan solo aymara, 55,
723 hablan otras lenguas,
2’071,012 hablan castellano y que-
chua, 235,710 hablan castellano y
aymara; y 328,524 hablan castella-
no y otras lenguas. Instituto Nacio-
nal de Estadística.
VIII Censo na-
cional de población
y
III de vi-
vienda, 1981.
19
Primer Congreso Indige-
nista Interamericano de Patzcuaro.
20
José María Arguedas:
Las
comunidadesdeEspañaydelPerú
.
Lima, Oficina de Publicaciones de
la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, 1968.
“Arguedas es un testigo. Llega a decir, por entonces que,
cuando en el año 1958 publicó
Los ríos profundos
y relató la
rebelión de las chicheras en Abancay, había soñado con la posibilidad
de que algún día los indios se rebelaran, que para él la rebelión indígena
era un sueño, una esperanza, y que había vislumbrado la posibilidad de
que si en Abancay se sublevaron por asuntos mágico religiosos,
algún día se sublevarían por motivos sociales, y harían
realmente temblar al mundo”.