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LIBROS & ARTES

Página 25

occidental sobre la cultura

andina: disminución, en tér-

minos relativos, de la pobla-

ción quechua hablante, re-

troceso y pérdida de otras

lenguas nativas, avance del

español, avance de la escue-

la, de la alfabetización.

18

La expansión del capita-

lismo no solo fue sinónimo

del establecimiento de mi-

nas, de la introducción de

moneda y salario, de la apa-

rición de fábricas, sino que

fue, sobre todo, sinónimo de

la aparición de la escuela.

Hay una verdadera revolu-

ción educativa en el Perú del

siglo XX, que lleva la escue-

la a los medios rurales. Una

parte considerable de esta

revolución educativa es ge-

nerada por los propios cam-

pesinos que reclaman escue-

las. En los movimientos de

los años 60, una reivindica-

ción, casi tan importante

como la tierra, es la escuela.

El establecimiento de escue-

las, tener maestros y poder

aprender español.

Pero más allá de las vo-

luntades de los actores socia-

les, es cierto que el capita-

lismo va acompañado de ras-

gos que significan la pene-

tración de Occidente, la oc-

cidentalización del mundo

andino, con una fuerza y una

capacidad de arrastre como

no había tenido el mundo

occidental en los siglos XVI,

XVII o XVIII. Pareciera que

este mundo occidental, feu-

dal o mercantilista, no tuvo

la capacidad de uniformizar

una población como la que

tiene el capitalismo del si-

glo XX.

De hecho, el capitalismo

del siglo XX requiere unifor-

mizar las poblaciones. Un

rasgo común del capitalismo

en Asia, en África, en Eu-

ropa o en América Latina es

romper con las peculiarida-

des regionales y locales y es-

tablecer patrones comunes

de consumo, de hábitos co-

tidianos y de comportamien-

tos culturales. Es una nece-

sidad inevitable para confor-

mar un mercado para las in-

dustrias. Esto significó en el

Perú el retroceso del que-

chua. El retroceso por lo

menos aparente de la cultu-

ra andina, que acabó colo-

cada a la defensiva, como las

culturas tradicionales de

Asia o África, colocadas

también a la defensiva en

relación a la penetración

constante del mundo occi-

dental.

Una angustia permanen-

te de Arguedas novelista y

antropólogo es el porvenir

de la cultura andina. ¿Está

condenada a desaparecer? ¿a

asimilarse al mundo occiden-

tal? o, por el contrario, ¿pue-

de incorporar algunos de sus

elementos y convivir con él?

¿Son absolutamente antagó-

nicos cultura andina y mun-

do occidental?

Algunos autores piensan

que ante estas preguntas, es-

tas angustias y estos desafíos,

Arguedas terminó derrotado.

Su suicidio, el 2 de diciem-

bre de 1969, parecería sellar

el proceso de estas angustias,

y mostrar la siguiente ima-

gen: el mundo andino en-

frentado al capitalismo y al

mundo occidental estaba

irremediablemente conde-

nado a la derrota. Sabiéndo-

lo, Arguedas decide matar-

se. Él se siente parte de ese

mundo andino y se siente,

por lo tanto, derrotado ya por

el mundo moderno que

avanza. Y para dar testimo-

nio de esa derrota decide

matarse.

Esta es una interpreta-

ción social de su suicidio que

bien puede articularse con lo

que dice Roberto Miró Que-

sada acerca de los últimos

textos de Arguedas. Para él,

en los años 60 el Perú ha ex-

perimentado cambios rela-

cionados con el surgimiento

del gobierno reformista de

Velasco y de nuevos prota-

gonistas: obreros y habitan-

tes de las barriadas de Lima

y de Chimbote. Los nuevos

protagonistas que vienen de

las filas populares ya no se

sienten expresados en la no-

vela, género narrativo a tra-

vés del cual se expresaba Ar-

guedas, pero que, segúnMiró

Quesada, era un género bur-

gués que podía servir para

expresar otras circunstancias

y no a los nuevos protago-

nistas. De ahí tal vez la cla-

ve de su suicidio.

Ninguna de estas dos in-

terpretaciones parece válida.

No son convincentes y resul-

ta demasiado osado determi-

nar en tres líneas cuál fue la

clave del suicidio de un au-

tor. La hipótesis de Miró

Quesada no tiene sustento.

Primero, porqueArguedas no

fue solo narrador, sino que

fue, como ya lo hemos dicho,

antropólogo, etnólogo, e hizo

una obra múltiple. Y luego,

por una serie de razones que

vamos a discutir.

***

Esto nos obliga a volver

a sus novelas y relatos para

ver cómo Arguedas enfoca-

ba el problema del enfrenta-

miento entre el mundo an-

dino y el Occidente.

En

Agua

, en 1935, pre-

sentaba un mundo básica-

mente rural, en el que exis-

ten dos tipos de personajes:

mistis e indios. Es un mun-

do en el que prácticamente

no hay mestizos. Por mistis

vamos a considerar, como lo

entiende Arguedas, a los se-

ñores del pueblo, los comer-

ciantes, las autoridades po-

líticas, los terratenientes.

Los indios de Arguedas son

colonos o campesinos; el

mundo de

Agua

es un mun-

do dividido en dos: mistis

frente a indios. Con una se-

rie de rasgos positivos atri-

buibles a los indios y una

serie de rasgos negativos atri-

buibles a los mistis.

Con los indios hay dos

posibilidades: indios sumisos

que viven en el terror total

y la dominación de los mis-

tis, a quienes Arguedas llega

incluso a llamar cobardes, e

indios que se levantan con-

tra los mistis, los que son

más bien excepcionales.

La relación mistis-indios

es una relación dual, donde

de un lado está lo positivo

y, de otro lado, lo negativo.

Es una relación donde solo

existía la violencia. Los in-

dios hablan entre indios y

los mistis entre mistis. Pero

no hay comunicación entre

mistis e indios, y si hablan

es solo para agredirse, para

insultarse. Los indios simu-

lan, por ejemplo, decirles

ciertas cosas a los mistis y,

entre ellos, se burlan, se que-

jan y los atacan. Nunca hay

un nivel de comunicación,

siempre está de por medio la

mentira, el engaño, cuyo ori-

gen está en el poder de los

mestizos sobre los indios. Es

un poder violento que llega

a ejercerse de manera física,

que llega a convertirse en

azotes y vejaciones.

En los relatos de

Agua

este mundo parece difícil de

cambiar. Inamovible. Los

indios siempre van a ser in-

dios y los mistis siempre van

a ser mistis. Hay un terrible

pesimismo que envuelve los

relatos, salvo en algunos

momentos en los que el na-

rrador, identificado con al-

gún personaje en primera

persona, observando el pai-

saje, aguarda el momento en

que “un gran incendio sacu-

da a este mundo y lo trans-

forme radicalmente”. No hay

capacidad de encuentro en-

tre mistis e indios. La única

posibilidad que existe es que

algún día los indios se suble-

ven contra los mistis. Pero

esa posibilidad, en el primer

relato, aparece terriblemen-

te lejana.

Amedida que uno va re-

visando las obras, la posibi-

lidad de “el gran incendio”

se torna más cercana. Quizá

uno de los textos donde el

gran incendio aparece más

nítidamente es en la rebe-

lión relatada en las últimas

páginas de

Todas las sangres

.

Es el anuncio, con connota-

ciones casi milenaristas, de

una gran rebelión que se lle-

ga a sentir y que se confun-

de con esta especie de río

subterráneo y con las imá-

genes atribuidas al “amaru”.

Así, Arguedas piensa que

el Perú, sobre todo el Perú

andino, el Perú de la sierra,

es una sociedad dividida en

dos. Una sociedad regida por

imposiciones y por violen-

cias que vienen desde el

tiempo de la conquista. La

única forma de cambiar es-

tas cosas es por medios igual-

mente violentos. Es la úni-

ca forma que los campesinos

adquieran reconocimiento

como seres humanos, de que

sus propiedades sean respe-

tadas, de que su cultura deje

de ser vejada y menosprecia-

da permanentemente.

Hay también la faceta del

Arguedas antropólogo, que

cobra importancia luego de

su estadía en la sierra y su

matrimonio. Después de los

años 40 realiza estudios de

etnología, asiste a un con-

greso de etnólogos en Méxi-

co

19

y realiza una muy cuida-

dosa tesis,

Las comunidades de

España y del Perú

,

20

muy poco

leída y comentada. Nunca

fue reeditada, y hasta ahora

se sigue vendiendo una edi-

ción que no fue más allá de

1,000 ejemplares, hecha por

la Universidad de San Mar-

cos.

Es otro Arguedas. A par-

tir de sus estudios sobre el

valle del Mantaro, el arte

mestizo del valle de Hua-

manga, o la feria de Huan-

cayo, el poder y los relatos

en Puquio, se puede ir ad-

virtiendo cómo se esboza

otra posibilidad, la posibili-

dad de un encuentro fructí-

fero entre el mundo andino

y el mundo occidental. Ar-

guedas cree encontrar en el

valle del Mantaro el modelo

por excelencia de ese en-

cuentro. Podríamos decir que

los motivos y los personajes

del novelista provienen so-

18

En 1961, la población que

no hablaba castellano ni sabía leer ni

escribir llegaba a 1’564,002 habi-

tantes, de los cuales 189,919 eran

urbanos y 1’374,083 eran rurales.

Censo nacional de población

,

1961. En 1981, las cifras de pobla-

dores de 5 o más años, según el idio-

ma, son las siguientes, sobre un to-

tal de 14’560,098 habitantes:

10’633,146 hablan solo castellano,

1’193,410 hablan solo quechua;

122,523 hablan solo aymara, 55,

723 hablan otras lenguas,

2’071,012 hablan castellano y que-

chua, 235,710 hablan castellano y

aymara; y 328,524 hablan castella-

no y otras lenguas. Instituto Nacio-

nal de Estadística.

VIII Censo na-

cional de población

y

III de vi-

vienda, 1981.

19

Primer Congreso Indige-

nista Interamericano de Patzcuaro.

20

José María Arguedas:

Las

comunidadesdeEspañaydelPerú

.

Lima, Oficina de Publicaciones de

la Universidad Nacional Mayor de

San Marcos, 1968.

“Arguedas es un testigo. Llega a decir, por entonces que,

cuando en el año 1958 publicó

Los ríos profundos

y relató la

rebelión de las chicheras en Abancay, había soñado con la posibilidad

de que algún día los indios se rebelaran, que para él la rebelión indígena

era un sueño, una esperanza, y que había vislumbrado la posibilidad de

que si en Abancay se sublevaron por asuntos mágico religiosos,

algún día se sublevarían por motivos sociales, y harían

realmente temblar al mundo”.