LIBROS & ARTES
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Bibar da fin a su obra:
“Acabose esta relación
copiosa y verdadera” (
Cró-
nica
Colofón). El obispo
Lizárraga, amigo de face-
cias y dotado de cálida fan-
tasía, asegura escribir sin
pasión, “empero la verdad
de la historia no se ha po-
dido dejar” (
Descripción
colonial
, lib. I, cap. 43).
Cervantes de Salazar, que
a ratos cede a una credu-
lidad pasmosa, como en-
señado lorito de feria
insiste en “la verdad de la
historia” (
Crónica
, I-32,
II-13, II-30, IV-61
et pass
).
Cuando actualiza la obra
de Mariño de Lobera
(1598), el jesuita Barto-
lomé de Escobar declara
“no ver en su historia cosa
que discrepase un punto
de la verdad averiguada”
(
Crónica del reino de Chile
.
Preliminares).
Para Díaz de Guzmán
la suya es “la narración
más fidedigna que me fue
posible” (
La Argentina
.
Pról. 1612), mas no care-
ce de simpático candor.
Da por ciertos los gigan-
tes patagones de 13-15
pies de alto (lib. I-1),
“pigmeos que habitan de-
bajo de tierra” (I-3), ama-
zonas cercanas a la laguna
del Dorado (II-7). Cuen-
ta la fábula de la mujer
que se guareció en la cue-
va de una leona que más
tarde le salvó la vida (I-
12/13, eco del Androcles
de Séneca tomado de las
Noches áticas
de Aulo
Gelio, V-13). En
Nuevo
descubrimiento del gran río
de las amazonas
, el jesuita
Cristóbal de Acuña abo-
na su crónica: “oye a los
de que de a fuera, con tes-
timonios jurados, acredi-
tan esta Relacion” (
ad fin.
Madrid,
1641). El tardío
cronista Diego de Rosales
funge de “testigo de vista
que es calificacion de la
historia y credito de la ver-
dad, que es el alma de
ella” (
Historia del reino de
Chile.
Al lector
. 1666),
pero concede que “la
poesia no estorva a la ver-
dad de la historia” (
id
. lib.
I-18).
El lastre de
la verdad de
la historia,
que de consuno
imponen la moda y cierto
prestigio imitativo, obliga
al contador a pregonar su
desapego de ficción y fá-
bula con monótona y di-
suelta convicción. En su
De locis theologicis
[
De los
lugares teológicos
. 1563] el
dominico Melchor Cano
critica la historia clásica y
se pregunta si hay “g
rae-
carum rerum historia quid
nisi fabulas continet, quas
illi passim pro veris historiis
edunt?
” [historia de las
cosas griegas que no con-
tenga fábulas, que difun-
de como historia real? Lib.
XI, cap. 3, § 17]. Ofrece
Bartolomé de Las Casas
“delante de la divina Ver-
dad, de en todo y por todo
lo que dijere y refiriere
decir verdad, no saliendo
en cuanto él entendiere, a
sabiendas, cosa ninguna de
la verídica substancia”
(
Apologética historia suma-
ria, Argumento
) y alega:
“como esta Historia, con
verdad, delante de Dios
que es y será testigo y ver-
dad de todo, testificará”
(
id
., cap. 37. 1561). En su
Historia de las Indias
cen-
sura al ‘coronista griego’
porque trasmite “no lo
que vido ni esperimentado
habia … mezclando fabu-
las y erroneas ficciones
contrarias las de los unos
a las de los otros” (
id.
Pról.). Y, ya en la cabal-
gadura, al contar el mito
de los hermanos Ayar y
otras leyendas andinas las
interpreta “conforme á
razón y á verdadera histo-
ria” (
Apologética
, cap.
250). También recopila
Sarmiento de Gamboa
“las fábulas y desatinos
que narran” los nativos y
pide “que se sepa discer-
nir lo vero de lo falso”
(
Historia Índica
, 5. 1572).
Es inútil prevención
eso de no tomar en serio
las fábulas indígenas. La
porción más bella y la más
duradera de la crónica in-
diana es, a mi juicio, la
que da cuenta de la
Wel-
tanschaaung
amerindia,
sea la creación del mundo
y las “quatro edades” en
Ixtlilxóchitl, Huaman
Poma o Buenaventura Sa-
linas, los mitos de origen
en Sahagún o Albornoz o
las diuturnas leyendas lo-
cales que recogen y aliñan
Cieza, Betanzos, Durán,
Molina, los Agustinos,
Cabello, Mendieta, Pa-
chacuti, Ponce, Calancha
….
Alonso de Ercilla de-
fiende su poema épico
La
Araucana
, que “es rela-
cion sin corromper sacada
de la verdad, cortada a su
medida” (1ª-I, octava
2),“no es poetico adorno
fabuloso mas cierta histo-
ria y verdadero cuento”
(2ª-16, 152 rº), lo cual no
lo exime de críticas como
la de Mariño de Lobera:
“este caballero habla
como poeta con exaje-
racion hiperbolica, la cual
es tan necesaria para ha-
cer excelente su poesia,
como lo es para mi histo-
ria el ser verdadera “(
Cró-
nica
, I-41). En sus
Elegías
se abstiene Juan de Caste-
llanos de “las vanidades /
que en los poemas van
entregeridas” (
Elegías
3ª,
Canto 6, II) y anuncia:
“pareciome decir la ver-
dad pura, sin mezcla de fic-
ción ni fantasía”.
En
Armas antárticas
,
Miramontes y Zuázola
siente que no podrá con-
tentar a todos sus lectores
“si aquestos apetecen las
verdades y aquellos las
poeticas ficciones” (octa-
va 371).
Otro rimador prosaico
y encomendero de Chi-
llán, el capitán Fernando
Álvarez de Toledo, en
Purén indómito
(ed. Lei-
pzig, 1862) declara:
“Pero como es historia
verdadera
no lleva cuento o
fabula de amores,
por que de la verdad
patente y pura
es con lo que se ador-
na mi escritura” (Canto
XIV, octava 7).
“… con la sorna (= len-
titud) que voy, voy rela-
tando
en todo la verdad, sin
que se vea
patraña que la vaya
deslustrando:
la cosa con que mas se
vuelve fea
es ir con ellas fabulas
mezclando” (Canto XIX,
oct. 72).
El versátil Fernández
de Oviedo (al que Las
Casas tilda, casi, de falsa-
rio), lector y autor de no-
velas de caballería, procla-
ma que “el oficio de cro-
nista es de evangelista”,
recalca “el valor e pu-
ridad de la verdad”, insis-
te en que “las historias no
son de presçiar ni tener en
mucho si de la verdad no
son acompañadas” (
Histo-
ria general,
XXII,
Prohe-
mio
) y afirma: “Yo sé cier-
to que digo verdad en lo
que escribo” (
id
. XXXIII
Prohemio
). Frases, frases. Y
Bernal Díaz del Castillo:
“la verdad es cosa bendita
y sagrada … diré lo más
breve que pueda y, sobre
todo, con muy cierta ver-
dad como testigo de vis-
ta” (
Verdadera relación
,