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LIBROS & ARTES

Página 21

Bibar da fin a su obra:

“Acabose esta relación

copiosa y verdadera” (

Cró-

nica

Colofón). El obispo

Lizárraga, amigo de face-

cias y dotado de cálida fan-

tasía, asegura escribir sin

pasión, “empero la verdad

de la historia no se ha po-

dido dejar” (

Descripción

colonial

, lib. I, cap. 43).

Cervantes de Salazar, que

a ratos cede a una credu-

lidad pasmosa, como en-

señado lorito de feria

insiste en “la verdad de la

historia” (

Crónica

, I-32,

II-13, II-30, IV-61

et pass

).

Cuando actualiza la obra

de Mariño de Lobera

(1598), el jesuita Barto-

lomé de Escobar declara

“no ver en su historia cosa

que discrepase un punto

de la verdad averiguada”

(

Crónica del reino de Chile

.

Preliminares).

Para Díaz de Guzmán

la suya es “la narración

más fidedigna que me fue

posible” (

La Argentina

.

Pról. 1612), mas no care-

ce de simpático candor.

Da por ciertos los gigan-

tes patagones de 13-15

pies de alto (lib. I-1),

“pigmeos que habitan de-

bajo de tierra” (I-3), ama-

zonas cercanas a la laguna

del Dorado (II-7). Cuen-

ta la fábula de la mujer

que se guareció en la cue-

va de una leona que más

tarde le salvó la vida (I-

12/13, eco del Androcles

de Séneca tomado de las

Noches áticas

de Aulo

Gelio, V-13). En

Nuevo

descubrimiento del gran río

de las amazonas

, el jesuita

Cristóbal de Acuña abo-

na su crónica: “oye a los

de que de a fuera, con tes-

timonios jurados, acredi-

tan esta Relacion” (

ad fin.

Madrid,

1641). El tardío

cronista Diego de Rosales

funge de “testigo de vista

que es calificacion de la

historia y credito de la ver-

dad, que es el alma de

ella” (

Historia del reino de

Chile.

Al lector

. 1666),

pero concede que “la

poesia no estorva a la ver-

dad de la historia” (

id

. lib.

I-18).

El lastre de

la verdad de

la historia,

que de consuno

imponen la moda y cierto

prestigio imitativo, obliga

al contador a pregonar su

desapego de ficción y fá-

bula con monótona y di-

suelta convicción. En su

De locis theologicis

[

De los

lugares teológicos

. 1563] el

dominico Melchor Cano

critica la historia clásica y

se pregunta si hay “g

rae-

carum rerum historia quid

nisi fabulas continet, quas

illi passim pro veris historiis

edunt?

” [historia de las

cosas griegas que no con-

tenga fábulas, que difun-

de como historia real? Lib.

XI, cap. 3, § 17]. Ofrece

Bartolomé de Las Casas

“delante de la divina Ver-

dad, de en todo y por todo

lo que dijere y refiriere

decir verdad, no saliendo

en cuanto él entendiere, a

sabiendas, cosa ninguna de

la verídica substancia”

(

Apologética historia suma-

ria, Argumento

) y alega:

“como esta Historia, con

verdad, delante de Dios

que es y será testigo y ver-

dad de todo, testificará”

(

id

., cap. 37. 1561). En su

Historia de las Indias

cen-

sura al ‘coronista griego’

porque trasmite “no lo

que vido ni esperimentado

habia … mezclando fabu-

las y erroneas ficciones

contrarias las de los unos

a las de los otros” (

id.

Pról.). Y, ya en la cabal-

gadura, al contar el mito

de los hermanos Ayar y

otras leyendas andinas las

interpreta “conforme á

razón y á verdadera histo-

ria” (

Apologética

, cap.

250). También recopila

Sarmiento de Gamboa

“las fábulas y desatinos

que narran” los nativos y

pide “que se sepa discer-

nir lo vero de lo falso”

(

Historia Índica

, 5. 1572).

Es inútil prevención

eso de no tomar en serio

las fábulas indígenas. La

porción más bella y la más

duradera de la crónica in-

diana es, a mi juicio, la

que da cuenta de la

Wel-

tanschaaung

amerindia,

sea la creación del mundo

y las “quatro edades” en

Ixtlilxóchitl, Huaman

Poma o Buenaventura Sa-

linas, los mitos de origen

en Sahagún o Albornoz o

las diuturnas leyendas lo-

cales que recogen y aliñan

Cieza, Betanzos, Durán,

Molina, los Agustinos,

Cabello, Mendieta, Pa-

chacuti, Ponce, Calancha

….

Alonso de Ercilla de-

fiende su poema épico

La

Araucana

, que “es rela-

cion sin corromper sacada

de la verdad, cortada a su

medida” (1ª-I, octava

2),“no es poetico adorno

fabuloso mas cierta histo-

ria y verdadero cuento”

(2ª-16, 152 rº), lo cual no

lo exime de críticas como

la de Mariño de Lobera:

“este caballero habla

como poeta con exaje-

racion hiperbolica, la cual

es tan necesaria para ha-

cer excelente su poesia,

como lo es para mi histo-

ria el ser verdadera “(

Cró-

nica

, I-41). En sus

Elegías

se abstiene Juan de Caste-

llanos de “las vanidades /

que en los poemas van

entregeridas” (

Elegías

3ª,

Canto 6, II) y anuncia:

“pareciome decir la ver-

dad pura, sin mezcla de fic-

ción ni fantasía”.

En

Armas antárticas

,

Miramontes y Zuázola

siente que no podrá con-

tentar a todos sus lectores

“si aquestos apetecen las

verdades y aquellos las

poeticas ficciones” (octa-

va 371).

Otro rimador prosaico

y encomendero de Chi-

llán, el capitán Fernando

Álvarez de Toledo, en

Purén indómito

(ed. Lei-

pzig, 1862) declara:

“Pero como es historia

verdadera

no lleva cuento o

fabula de amores,

por que de la verdad

patente y pura

es con lo que se ador-

na mi escritura” (Canto

XIV, octava 7).

“… con la sorna (= len-

titud) que voy, voy rela-

tando

en todo la verdad, sin

que se vea

patraña que la vaya

deslustrando:

la cosa con que mas se

vuelve fea

es ir con ellas fabulas

mezclando” (Canto XIX,

oct. 72).

El versátil Fernández

de Oviedo (al que Las

Casas tilda, casi, de falsa-

rio), lector y autor de no-

velas de caballería, procla-

ma que “el oficio de cro-

nista es de evangelista”,

recalca “el valor e pu-

ridad de la verdad”, insis-

te en que “las historias no

son de presçiar ni tener en

mucho si de la verdad no

son acompañadas” (

Histo-

ria general,

XXII,

Prohe-

mio

) y afirma: “Yo sé cier-

to que digo verdad en lo

que escribo” (

id

. XXXIII

Prohemio

). Frases, frases. Y

Bernal Díaz del Castillo:

“la verdad es cosa bendita

y sagrada … diré lo más

breve que pueda y, sobre

todo, con muy cierta ver-

dad como testigo de vis-

ta” (

Verdadera relación

,