LIBROS & ARTES
Página 20
sibles orígenes del indio
del Nuevo Mundo, al que
con descabalados argu-
mentos atribuyen ascen-
dencia judía –Arias Mon-
tano, Cabello, Gregorio
García, etc.– o suponen
del linaje de fenicios,
carios, escandinavos, grie-
gos, tártaros, troyanos …
El pícaro Oviedo, 1535,
inventa la especie de que
tres milenios antes señoreó
en el Nuevo Mundo el rey
español Hespero y con la
conquista “volvió Dios
este señorío a España, al
cabo de tantos años”.
También juega al ingenio
Sarmiento de Gamboa y
afirma que el Ulises ho-
mérico “de isla en isla vino
a dar a la tierra de Yu-
catán” y que los indios del
Perú son atlantídeos cuya
cepa se remonta hasta los
“primeros mesopotamios
o caldeos pobladores del
mundo”. Montesinos refi-
na candor y fantasía y ar-
guye que los peruanos pro-
vienen del Ofir de Sa-
lomón. Campeón de razo-
nes fuertes, el cronista car-
melita Vázquez de Espi-
noza alega que
Indios
y
Iudíos
“se escriuen con
vnas mismas letras, y solo
se diferençian en la u. de
la primera silaba que
conuertida en n. dira de
Iudio, Indio, como pareçe
por las letras y nombre,
que quando [= aunque] no
sea fundamento bastante,
por lo menos, es congruen-
te en nuestro fauor y
pareçer”.
Compendio
, cap.
XI, § 60. Son tiempos en
que a menudo la imagina-
ción sale de madre y la ola
de conjeturas y dislates
será de larga duración. Un
epígono final, el oidor de
la Audiencia limeña Die-
go Andrés Rocha, en su
Tratado único y singular del
origen de los indios occiden-
tales
, 1681, refuta una por
una las hipótesis más es-
trafalarias con apoyo de
un temible aparato crítico
de 150 autores y cierra su
libro estableciendo que
tras el diluvio universal
poblaron la América espa-
ñoles del linaje de Tubal,
a los que sucedieron israe-
litas y, por fin, gentes de
la Tartaria Magna, “sin
que se pueda poner duda
en ello”.)
El famoso jesuita Juan
de Mariana dice que “tuvo
gran cuenta con la verdad
que es la primera ley de la
historia” (
Historia general
de España
. Prólogo a Feli-
pe III) y condena el “atre-
vimiento de escribir y pu-
blicar patrañas … y
fabulas de poetas mas que
verdaderas historias” (
id
.
lib. I, cap. 1). Pero a ren-
glón seguido afirma “co-
mo averiguada cosa y cier-
ta” (
id
. 6) que el primer
poblador de España fue
Tubal, hijo de Japhet, ter-
cer hijo de Noé. Como a
los cronistas de Indias, su
prevención contra las fá-
bulas no lo hace inmune a
su encanto. Interpreta
profecías del mago Merlín
y sostiene la realidad de
Hércules y sus proezas en
la antigua Iberia (
id
. lib. I,
cap. 8-9), según la recibi-
da tradición medieval
(“este Hercoles el grande
… deste fablan todos los
sabidores que conpusieron
ystorias, ca este fue el que
fue con Iason el que traxo
el velloçino”. Pablo de
Santa María,
Suma de las
crónicas de España.
Siglo
XV). Cree, también, en la
historicidad del legenda-
rio campeador castellano
Bernardo del Carpio (
op.
cit
. lib. VII, cap. 13 ss), que
por cierto sirvió a Lope de
Vega para inventar su an-
tojadizo escudo de los
Carpio, del que se burla-
ba con malignidad Gón-
gora:
“Por tu vida, Lopillo,
que me borres
las diecinueve torres
de tu escudo
porque, aunque todas
son de viento, dudo
que tengas viento para
tantas torres” (Soneto a
La
Arcadia
, de Lope).
Por fin, otro historiador
y militar del XVI-XVII,
Carlos Coloma de Saa,
que en su chovinista obra
Las guerras de los estados
baxos … hasta 1599
justi-
fica la invasión filipina a
Holanda, hasta hoy tan
controversial, dice haber-
se alumbrado “con la luz
de la verdad” (Prólogo.
Amberes, 1625).
No hay que olvidar,
todas las citas provienen
de historiógrafos reales,
biógrafos de oficio y auto-
res
ad usum
cuya función
nunca les permitiría des-
barrar tanto como para
insinuar una leve crítica
del sistema, del Poder o la
Iglesia. Lo mismo cabe
decir de los relatores in-
dianos. Ni cae fuera de si-
tio el ácido resumen del
erudito fray Benito Feijoo
y Montenegro: “Si los his-
toriadores de primer orden
… son sospechosos, ¿qué
diremos de nuestras anti-
guas crónicas? ¡Que son
unas míseras novelas, ates-
tadas de fábulas!” (
Teatro
crítico universal
, tomo IV,
disc. 8, § 7-27). Cupiera
añadir que estos son los
calificados maestros del
cronista indiano. Y que, de
tal palo, tal astilla.
A SU EJEMPLO,
LA CRÓNICA DE
INDIAS …
Ya que los historiógrafos
europeos así limitados por
su total dependencia del
Poder dan el tono y la
plantilla modélica, en pre-
coz uso del mal ejemplo el
contador indiano coque-
tea con el ficticio y dog-
mático
divortium aquarum
y al suscribir una
verdad
historial
de ocasión cuelga
el sambenito a poesía y
fábula. Cada relator ase-
gura decir la verdad. Todo
el mundo sabe que los cro-
nistas, como los músicos,
modulan cualquier can-
ción. Y que desafinan a
menudo. Mas si en algo
coinciden es en un timo-
rato respeto al
establish-
ment
y una exquisita
adicción a la verdad. Dice
fray Ramón Pané, compa-
ñero de Colón: “Yo pue-
do decirlo con verdad,
pues me he fatigado para
saber todo esto” (
Relación
,
cap. 26). El notario Diego
de Ocaña, plañidero rival
de Cortés, afirma: “si ha-
llase que yo salgo un pun-
to de la verdad, mándeme
Su Majestad sacar la len-
gua como a hombre que
miente a su rey” (
Carta,
México 31-VIII-1526). En
23-XI-1533 Hernando
Pizarro, tras saquear los
tesoros del santuario de
Pachacámac, escribe a la
Audiencia de Santo Do-
mingo “para que sean in-
formados de la verdad”.
Álvar Núñez Cabeza de
Vaca, autor de exuberan-
te fantasía que ya dio ma-
terial para un moderno y
aburrido filme de aventu-
ras, protesta: “Porque es
assi la verdad como arriba
en esta relaçion digo”
(
Naufragios
, XXVII. Za-
mora, 1542). En su cróni-
ca, inédita hasta 1850,
Alonso de Góngora Mar-
molejo, que se afana en
completar lo que no can-
tó Ercilla, sostiene: «no
me mueve a lo que dicho
tengo sino decir verdad»
(
Historia de Chile
, cap. 54.
Post
1575)
Alonso Enríquez de
Guzmán, almagrista jere-
míaco y paranoico, pon-
tifica: “esto que digo y en
efeto paso porque verda-
deramente es verdad y de
mi se deve creer” (
Libro de
la vida y costumbres …,
Dedicatoria. 1542), “por-
que vi lo que screvi y
screvi lo que vi” (
id
. Al
lector). Alega Cieza de
León: “esto es la verdad,
segund lo que yo alcancé,
sin tirar ni poner más de
lo que yo entendí” (
Seño-
río
, 8) y “sin tener otro fin
más que decir verdad”
(
Guerra de Salinas
, In-
trod.). Y defiende su
Cró-
nica
pidiendo que “aunque
vaya esta escriptura des-
nuda de retorica sea mira-
da con moderacion, pues
a lo que siento va tan
acompañada de verdad”
(
Crónica general
, 1ª parte,
cap. 2).
Afirma Zárate ceñirse a
“la verdad, que es el ani-
ma de la historia” (
Histo-
ria
, Dedicatoria. 1555).
No sabe que más tarde
cambiará
sus verdades
por
otras a gusto de la Coro-
na. Y al censurar las
Ele-
gías
de Juan de Castellanos
parodia a Cicerón: «aun-
que las obras de poesía y
oratoria no tienen gracia
ni deben ser admitidas sin
mucha elocuencia la his-
toria dicen,
quoquo modo
scripta delectat
: esto es, de
cualquier manera y en
cualquier estilo que se es-
criba, deleita y agrada»
[Censura 1589. La frase
latina, que también usa
Gómara al abrir su
Histo-
ria
, es de una carta de
Plinio el Joven a Capito:
“
Orationi enim et carmini
parva gratia, nisi eloquentia
est summa: historia quoquo
modo scripta delectat. Sunt
enim homines naturâ curiosi
et quamlibet nudâ rerum
cognitione capiuntur ut qui
sermunculis etiam fabellis-
que ducantur
”. Los discur-
sos y las poesías tienen
poco atractivo si no son
excelentes. La historia pla-
ce, de cualquier modo que
se escriba. Los hombres
son por naturaleza curio-
sos, siempre listos a aco-
ger novedades y cuentos.
Así, la narración más sim-
ple les satisface y deleita.
Epistolario
, lib. V-8]. Con-
fía fray Toribio de Orti-
guera en ser creído “por lo
haber visto y examinado
y averiguado ser así ver-
dad” (
Jornada del río Ma-
rañón
, cap. XIV. 1586),
pese a que no presenció lo
que cuenta, que escribe
mucho después de los su-
cesos, que copia a cronis-
tas anteriores, que adula
en exceso al rey Felipe,
que condena sin remisión
a Lope de Aguirre, que
confunde al río Amazonas
con el Orinoco e incurre
en otros deslices que ya
señaló el erudito español
Emiliano Jos.
En 1550 Jerónimo de
“Ya que los historiógrafos europeos así limitados por su total
dependencia del Poder dan el tono y la plantilla modélica, en precoz
uso del mal ejemplo el contador indiano coquetea con el ficticio y
dogmático
divortium aquarum
y al suscribir una
verdad historial
de ocasión cuelga el sambenito a poesía y fábula”.