LIBROS & ARTES
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sus líderes Padilla, Laso,
Ávalos. El benedictino
Prudencio de Sandoval,
cronista de Carlos V, que
en una obra-mamut de
casi dos mil páginas usa
hasta 535 veces ‘verdad-
verdadero-verdaderamen-
te’ promete con solemni-
dad: “No contaré patrañas
ni ficciones fabulosas”
(
Historia de la vida y hechos
del emperador Carlos V
. Ed.
1604), ceñirse “fielmente
a la verdad, que es lo que
toca a mi oficio” (lib. VII-
1), a “la verdad que pide
la historia” (lib. XXX-2) y
“buscar y examinar la ver-
dad que el oficio de co-
ronista pide” (lib. XXX-
15). Pero su chovinismo y
antisemitismo le inducen
a maquillar documentos
cambiándoles a voluntad
el sabor.
Florián de Ocampo,
cronista real sin mayor agu-
deza que los relatores de
Indias (Oviedo, Las Casas,
Cabello, Sarmiento, Sali-
nas, Calancha), cree cier-
tos los manuscritos fragua-
dos por el falsario Nanni
y, con todo, anticipa: “mi
principal intencion ha
seido breuemente, y enlas
mas desnudas palabras que
pude, contar la verdad
entera y senzilla, sin que
enella aya engaño, ni cosa
que la adorne, para que
mejor parezca sin em-
boluer enella las rhetoricas
y vanidades” (
Los cinco
primeros libros de la cronica
general de España.
Ed.
Medina del Campo, 1553,
fol. vi). Hernando del Pul-
gar, secretario de la reina
Isabel y cronista de los Ca-
tólicos, de prosa cuidada
pero con deslices crono-
lógicos, anuncia: “recon-
taremos, mediante la vo-
luntad de Dios, la verdad
de las cosas” (
Chronica de
los muy altos e muy podero-
sos don Fernando e doña
Isabel. Ab initio.
Ed. 1565).
¿Cuál ha de ser ‘la verdad
de las cosas’ en la pluma
de un erudito asalariado
para mitificar a sus patro-
nos?
En su
Coronica de
Aragon
(Prólogo 2º. Zara-
goza, 1499) un devoto
cronista del rey Fernando
II, el bernardo y poeta
Gauberte Fabricio de Va-
gad (al que su rival Lucio
tachonada de citas greco-
latinas y cuya erudición
abruma –o aniquila, según
el lector– y que a juicio
del crítico literario Nicho-
las Lezard “
it’s the best book
ever written
” (es el mejor
libro jamás escrito.
The
Guardian
. 18-VIII-2001).
En esta bella e insólita pie-
za de la literatura univer-
sal, que en vida del autor
vio seis ediciones y que
tanto
aprovecharon
y
loaron en el pasado John
Milton, Samuel Johnson,
Jonathan Swift, Tobias
Smollett, Laurence Sterne,
John Keats, lord Byron o
Charles Lamb y en el siglo
XX Jacques Barzun, Virgi-
nia Woolf, Stanley Fish,
Jorge Luis Borges, Win-
fried Georg Sebald, An-
thony Burgess o Samuel
Beckett, define Burton a la
historia en una breve y
volátil cita estándar: “
I am
bound by the laws of
history to tell the truth
” [Es-
toy obligado por las leyes
de la historia a decir la
verdad.
Op. cit
., III par-
tition, sect. III, memb. IV.
Londres, 1621].
En 1613 el anciano
memorialista Jean de
Mergey, escritor del géne-
ro quejoso pero que bien
atrapa al lector con lo anec-
dótico, disculpa su estilo
por no ser “
ni Hystorien ni
Rethoricien
”. “
Ce n’est pas
que je vueille contrefaire
l’Hystorien; mais seulement
por reciter ce que j’ay veu à
mes enfants
” [“No es que
yo quiera contradecir al
historiador, sino sólo rela-
tar a mis hijos aquello que
he vivido”
Mémoires, ad
finem
]. Mas, a fuer de cal-
vinista converso y pues no
hay peor cuña que la del
propio palo, deforma los
hechos cuanto a su fe con-
viene, como al reseñar los
preámbulos de la triste
noche de san Bartolomé.
El hugonote Théodore
Agrippa d’Aubigné, hom-
bre de armas y letras, buen
poeta y autor de ballets,
fiero calvinista rival de los
católicos de la
Pléyade
y
conspirador político, en su
apasionada
Histoire Uni-
verselle
(1616 ss.) con ri-
betes de libelo antipapista
y pasajes de inflada apo-
logía de una presunta pre-
cocidad infantil y, más tar-
de, de sus proezas bélicas,
afirma: “
je veux donner à la
posterité, non comme un
intermeze de fables bien-
séantes aux poètes seule-
ment, mais comme une
histoire
” [deseo legar a la
posteridad no un entremés
de fábulas apropiadas sólo
a los poetas, sino una his-
toria]. Y en afectado esti-
lo barroco dice: “
Quand la
verité met le poignard à la
gorge, il fault bayser sa main
blanche, quoique tachée de
notre sang
” [Cuando la
verdad nos pone el puñal
en la garganta, es preciso
besar su blanca mano, así
esté manchada de nuestra
sangre.
Histoire universelle
,
ed. 1626, vol. IV,
Supple-
ment
, p. 8].
Para Agostino Mascar-
di, retórico en el Colegio
Romano y autor de uno de
los mejores textos de la
época sobre la materia, el
historiador “
nel racconto
de’ fatti deve essere osser-
vator religioso del vero
” [en
el relato de los hechos
debe ser fiel observante de
lo verdadero.
Dell’arte
istorica trattati cinque
. Trat.
II, cap. 4, p. 595 ss. Roma,
1636]. Y afirma: “
che la
manifestatione della verità,
per via di racconto, sia
proprio ufficio di chi compo-
ne l’historie è cosa sì
manifesta, che non solamen-
te la falsità, ma la somi-
glianza del vero toglie l’essen-
za dell’historia
” [que la ex-
presión de la verdad por
medio del relato sea el ofi-
cio idóneo de quien escri-
be historia es cosa tan ob-
via que no sólo la menti-
ra, sino aun la semejanza
de lo verídico, despoja de
su esencia a la historia.
Ibid
. II-4].
También los españoles
recurren al diapasón polí-
tico al decidir lo verdade-
ro y lo falso. Para separar
el buen trigo la histo-
riografía penínsular lo cier-
ne por un cedazo inflexi-
ble: lo que yo digo es cier-
to, mis enemigos mienten.
Ignoro si en todo tiempo
tal corsé axiomático aspi-
ra a devenir ley universal,
pero en los siglos XVI-
XVII los historiadores ju-
ran que
la verdad
es el co-
razón de su
métier
. Es muy
fácil hallar botones del
género en autores que con
sumisión inelegante sirven
a una Corona y a la hora
de dispensar moralina so-
bre verdad e historia olvi-
dan que son escritores de
soldada y fieles portavoces
del Poder. A mediados del
XV Fernán Pérez de
Guzmán, panegirista de
corazón si los hay, se des-
pacha contra quienes
componen historias incier-
tas y fabuladas: “Muchas
veçes acaeçe que las co-
ronicas & estorias … son
auidas por sospechosas e
inçiertas e les es dada poca
fee e abtoridat … porque
algunos que se entremeten
de escrebir e notar las
antiguedades son omnes
de poca vergueña e mas
les plaze relatar cossas
estrañas e marauillosas
que verdaderas e çiertas,
creyendo que no sera
auida por notable la
estoria que non contare
cossas muy grandes e
graues de creer: ansi que
(= aunque) sean mas dig-
nas de marauilla que de
fee” (
Generaciones y sem-
blanzas
, Pólogo. 1450).
Con todo, si bien emite
acerbos juicios sobre gen-
tes de ‘baxo origen’ que
subieron al poder, prodi-
ga elogios sin tasa a ilus-
tres personaje que estudia.
Día de fiesta para todo el
mundo, quienes más bara-
to la sacan son un “per-
lado de notable e sotil
ingenio” o un “noble de
muy antiguo e grand lina-
xe”. O, por lo muy menos,
un “onrrado caballero de
grand solar”.
La anónima
Relación del
discurso de las comunidades
(
ca
. 1530) ofrece la fe del
testigo presencial, tema
que será pegadizo
leit motiv
en la crónica indiana: “mi
principal intento es escri-
bir de aquello que yo vi y
supe, y de las otras cosas
que oí dexarlas” (Vallado-
lid, ed. Díaz Medina,
2003). Pero el relato es
sesgado. Servidor de la rei-
na Isabel, su óptica de no-
ble paniaguado le fuerza a
condenar los alzamientos
populares de Castilla y a
El progreso de la navegación permitió los nuevos descubrimientos.