Previous Page  16 / 52 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 16 / 52 Next Page
Page Background

LIBROS & ARTES

Página 14

clases sociales entre 1930-

1945, en que la dimensión

política de la existencia,

en algunos casos conver-

tida en pasión casi abso-

luta, era la clave para com-

prender sus respectivas vi-

das. Escribí más de tres-

cientas páginas, pero lle-

gó un momento en que me

fue imposible continuar.

No voy a repetir lo que he

escrito en otra ocasión so-

bre las probables razones

de mi fracaso. Sin embar-

go, no fue un tiempo per-

dido, pues si no hubiera

pasado por esta experien-

cia no me habría atrevido

a escribir muchos años

después

La violencia del

tiempo

ni, sobre todo, mi

última novela,

Confesiones

de Tamara Fiol

, que en

cierta forma responde a las

propuestas estéticas, hu-

manas y políticas de aque-

lla novela cuyo título no

voy a repetir.

III

Como he contado en

mi ensayo “Celebración

de la novela” y en otro

muy reciente, “Regreso a

Babel”, en busca de cohe-

rencia con las ideas mar-

xistas que había asumido

(en especial las ideas de

Mao Tse-tung), durante

toda la década del 70 tra-

bajé sin éxito en varias

novelas en las que traté de

aplicar, aunque fuera en

forma personal, la noción

de “héroe positivo”, no-

ción central del realismo

socialista que se impuso

como doctrina oficial en el

primer congreso de escri-

tores socialistas que se ce-

lebró en Moscú en 1934 y

que Mao desarrolló en el

Foro de Yenan de 1942.

La imposibilidad de con-

cluir ninguna de las nove-

las emprendidas me llevó

a emprender la tercera lec-

tura de

La condición huma-

na

y de otros relatos como

El viejo y el mar,

en que sus

autores habían logrado re-

presentar “héroes positi-

vos” sin ser militantes co-

munistas y al margen de or-

todoxias ideológico-políti-

cas.

Tomemos, en primer

lugar

El viejo y el mar,

la

notable novela corta de

Hemingway, tan alabada

por Fidel Castro. Cierta-

mente, el viejo Santiago,

el protagonista del relato,

tiene toda la talla de un

héroe, un hombre austero

y digno que, pese a la ve-

jez y luchando contra la

adversidad y el tiempo, se

sobrepone a todas las fla-

quezas y pesca un enorme

pez, se enfrenta a los tibu-

rones y regresa al puerto

con su pez medio devora-

do por los terribles de-

predadores, pero aun así

victorioso en medio de su

derrota. Sin embargo, den-

tro de la ortodoxia zdano-

viana Santiago carece del

rango de un auténtico hé-

roe: es un personaje atra-

sado políticamente pues

carece de ideas políticas,

es un marginal sin lazos fir-

mes con la comunidad (no

pertenece, digamos, al sin-

dicato de pescadores) y su

solitaria hazaña es la epo-

peya del individuo, tan

cara al pensamiento bur-

gués. En cambio, los per-

sonajes del Malraux nove-

lista, sobre todo los de

La

condición humana

,

El tiem-

po del desprecio

y

La espe-

ranza

, se acercan más a la

concepción del realismo

socialista del “héroe posi-

tivo”.

Malraux publicó

La

condición humana

en 1933,

un año después el autor

francés, convertido ya en

celebridad por la obten-

ción del Premio Goncourt,

participó en Moscú en el

Primer Congreso de Escri-

tores Soviéticos, en el que

se impuso la doctrina del

realismo socialista tal

como la fundamentó Yuri

Zhdanov. En el evento,

Malraux, que fue sucesiva

o alternadamente exalta-

do y criticado (aunque se

le llamó camarada, algu-

nos de los participantes,

como Kar Radek, le nega-

ron la condición de escri-

tor revolucionario, consi-

derándolo como un “com-

pañero de ruta”, o es-

critor pequeño burgués),

tuvo intervenciones pro-

vocadoras en las que, con

un tono respetuoso y fra-

ternal, criticó y señaló dis-

tancia con el zhdanovismo

y criticó a Radek, quien en

su intervención central

alabó el realismo de Balzac

y denostó a Proust, “ese

sarnoso incapaz de ac-

tuar”, y a Joyce, “montón

de estiércol donde se agi-

tan los gusanos”. Como a

todo lector sensato, desde

mi primera lectura consi-

deré como uno de los lo-

gros de

La condición huma-

na

el haber representado

una serie de personajes es-

tética y humanamente

convincentes, tres de los

cuales –Cheng, Kyo y

Katow– alcanzaban la es-

tatura de héroes trágicos

como los de la tragedia

griega, el teatro shakes-

pereano y el teatro de

Racine y Corneille.

Sin embargo, desde la

perspectiva zhdanovista

ninguno de los tres alcan-

zaría la jerarquía de “hé-

roe positivo”. Aunque el

terrorista Cheng era un

aliado del Partido Comu-

nista, tenía un alma dema-

siado sombría y su pensa-

miento, que desembocaba

en una mística del terro-

rismo, que convertía el

asesinato político en un

ritual religioso, era oscu-

rantista como el de un per-

sonaje dostowieskiano.

Kyo, lúcido y valiente,

además de sucumbir a la

pasión de los celos, pade-

cía de un mal de origen:

procedía de la capa ilus-

trada china, de la casta de

los mandarines confu-

cianos. Y a Katow, su

muerte heroica y solidaria

no lo redimía de su error

político de haberse opues-

to a las directivas de la

Komintern, lo que lo ha-

cía sospechoso de trotskis-

mo. En cuanto a May, pa-

reja y esposa de Kyo, su

origen no proletario y la

“El gran intelectual es un hombre de sutilezas, de finos matices, de

valoraciones; está interesado en la verdad absoluta y en la

complejidad de las cosas. Es…; ¿cómo lo diría?, ‘antimaniqueo’ por

definición, por naturaleza. Pero todas las formas de acción son

maniqueas, por ser todas un tributo al demonio; ese elemento

maniqueo se hace más intenso cuando intervienen las masas. Todo

revolucionario auténtico es un maniqueo innato. Lo mismo puede

decirse de los políticos, de todos los políticos”.

Andrés Malraux en

La esperanza

.