LIBROS & ARTES
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meras décadas del siglo
XX. Pero el marxismo dejó
de ser una cuestión abs-
tracta, académica y en
suma un asunto extraño a
mi vida cuando terminé
de leer un libro que con-
tenía las cartas –diez en
total– que intercambiaron
los partidos comunistas de
la URSS y de China Po-
pular, los dos partidos co-
munistas más poderosos
del mundo. Como conse-
cuencia de esta polémica,
aquí en el Perú se había
escindido el Partido Co-
munista, entre uno de
orientación “moscovita” y
otro de orientación “peki-
nesa”, según los términos
que se utilizaban en esos
años. Y entre tanto había
estallado en China la Re-
volución Cultural Proleta-
ria. Si, como aseveraban
las cartas “pekinesas”, el
marxismo es fundamental-
mente una filosofía de la
lucha, quedaba claro que
“la coexistencia pacífica”
que proponía el partido
comunista soviético como
línea ideológico política
general constituía un
abandono de la causa de
la revolución proletaria
mundial. Dentro de este
contexto fue que leí por
segunda vez
La condición
humana
y recuerdo que
me dije que de vivir en
este tiempo –hablo de
1965– Kyo y Katow ha-
brían optado por la línea
“pekinesa”.
Por todo lo anterior, y
porque entretanto había
leído las otras novelas de
Malraux –
Los conquistado-
res, La vía real
,
El tiempo del
desprecio
y
La esperanza
–
esta segunda lectura de
La
condición humama
fue mu-
cho más rica, sugestiva y
provechosa, ya que me
reveló ciertos aspectos y
dimensiones que me ha-
bían resultado oscuros o
pasado inadvertidos en mi
lectura inicial. En primer
lugar, mis estudios (en ver-
dad, todavía muy limita-
dos) del movimiento co-
munista internacional y
del proceso de la revolu-
ción china, en especial de
la etapa de la revolución
de Shanghai en 1927, me
permitieron comprender
mejor la intriga de la no-
vela, que concluye trági-
camente con la derrota, la
tortura y el asesinato de
miles de militantes comu-
nistas, entre los que se en-
cuentran Kyo y Katow,
dos de los héroes de la
novela –el otro es el terro-
rista Cheng–, el relato y la
descripción de cuyas muer-
tes constituyen una de las
páginas memorables de la
novela. El asunto es el si-
guiente: después del triun-
fo de la revolución de
Canton en 1926 (tema de
Los conquistadores
), el ejér-
cito del Kuomintang, del
cual todavía forma parte
el Partido Comunista,
bajo el mando de Chang
Kai-shek, toma Shanghai
en abril de 1927. En estas
circunstancias, surge una
primera contradicción:
mientras los comunistas
quieren desencadenar la
insurrección y desarrollar
y profundizar la revolu-
ción, Chang Kai-shek y los
militares del ala derecha
del Kuomintang no sólo se
oponen al plan sino que,
pactando con los impe-
rialistas, deciden reprimir
y asesinar a sus aliados co-
munistas. Entonces surge
otra contradicción aun
más terrible y dolorosa.
Los funcionarios de la III
Internacional, de acuerdo
con las directivas de
Stalin, prohíben cualquier
insurgencia de los militan-
tes comunistas y los obli-
gan a entregar las armas (a
lo sumo acceden a que es-
tos las entierren), pues
consideran que es indis-
pensable mantener la
alianza con el Kuomin-
tang. A partir de este mo-
mento, la suerte de los re-
volucionarios de Shanghai
está echada y sólo les es-
pera el sacrificio y la muer-
te que asumen con digni-
dad. En la historia real, así
ocurrieron los hechos,
pero como Trotsky, que
ya estaba en el exilio, ce-
lebró la novela de Mal-
raux, la crítica consideró
(lo cual no es exacto) que
La condición humana
está
concebida desde la pers-
pectiva trotskista, ya que,
según afirman, lo que hay
como trasfondo es el en-
frentamiento de dos estra-
tegias: la del socialismo en
un solo país, propugnada
por Stalin, y la de la revo-
lución permanente que
defendía Trotsky. En cuan-
to al Partido Comunista
Chino, la traición de
Chang Kai-shek y la inmo-
lación de miles de cuadros
del partido determinó que
se abandonara la línea es-
tratégica insurreccional en
las ciudades industriales,
como demandaba la III
Internacional, y se impu-
siera la línea de Mao Tse-
tung según la cual, de
acuerdo a la estructura de
la sociedad china con in-
mensa mayoría del campe-
sinado, la revolución de-
bía marchar del campo a
las ciudades.
En segundo lugar, en
esta nueva lectura puse
mayor atención en los as-
pectos formales y artísticos
de
La condición humana
,
pues me di cuenta que el
impacto que produce en
el lector no sólo se debe a
su contenido sino a su efi-
cacia como obra artística,
es decir, a su composición,
a su lenguaje y a sus recur-
sos técnicos. Profundizan-
do y elevando a un plano
literario mayor la poética
que ya había empleado en
Los conquistadores
, Mal-
raux da la espalda a la tra-
dición francesa del arte de
narrar y sigue la tradición
reciente de la novela nor-
teamericana, incluyendo
la novela negra, a la vez
que emplea recursos del
cine (como la elipsis, pri-
meros planos, el montaje
de escenas) que había
aprendido de los expre-
sionistas alemanes y de los
maestros del cine soviéti-
co como Eisenstein y
Pudovkin. Esto imprime
mayor movimiento al re-
lato y plasticidad a las imá-
genes de una urbe popu-
losa y convulsionada co-
mo era Shanghai por esos
días y noches. Ya me he
referido en el apartado
anterior a la influencia de
Dostowiesky en el diseño
de los personajes, pero
también en esta segunda
lectura pude descubrir la
impronta dejada por los
trágicos griegos y del tea-
tro de Corneille, sin cuyo
magisterio la obra no ha-
bría alcanzado esa dimen-
sión de auténtica tragedia
revolucionaria.
Por último, en esta se-
gunda lectura
La condición
humana
me incitó a ima-
ginar e intentar escribir
una novela en que la pa-
sión política, la pasión por
transformar la realidad
definiera la conducta y la
moral de los personajes.
Sin embargo, empecé a
darme cuenta que en la
poética de Malraux sólo
tenían cabida personajes
heroicos enfrentados a si-
tuaciones límite, como
eran las revoluciones, lo
cual implicaba la exclu-
sión de otros aspectos de
la realidad, como la di-
mensión cotidiana y co-
rriente de la existencia
humana. Gide, que admi-
raba mucho a Malraux,
dijo que el problema fun-
damental del autor de
La
esperanza
como novelista
era su incapacidad de me-
terse en el pellejo de un
idiota. Malraux le respon-
dió, con algo de soberbia,
que ya existían suficientes
imbéciles en el mundo
como para tener, además,
que meterse en el pellejo
de uno de ellos. Pero Gide
tenía razón. Justamente un
novelista auténtico es
aquel que es capaz, inclu-
so, de escribir sobre per-
sonajes de mente retarda-
da, como lo hace, por
ejemplo, Faulkner en
El
sonido y la furia
, en que, se-
gún la enseñanza shakes-
pereana, parte de la histo-
ria está contada desde la
perspectiva mental de un
idiota. Leía
USA
de John
Dos Passos cuando tomé
más conciencia de las li-
mitaciones de la nove-
lística malrauxiana, por-
que, precisamente, en el
escritor norteamericano
ocupan un lugar importan-
te las contiendas ideológi-
cas y las luchas sociales y
políticas de sus personajes
dentro de la sociedad nor-
teamericana, que del ca-
pitalismo marchaba a con-
vertirse en una gran poten-
cia imperialista. Hoy Dos
Passos es un escritor casi
olvidado, pero por los
años que publicó su prime-
ra gran trilogía novelesca
Sartre llegó a afirmar que
consideraba al autor de
Manhattan Transfer
el me-
jor novelista del siglo XX.
No puedo ni siquiera es-
bozar la deslumbrante,
compleja e innovadora
estructura de
USA
, sólo
diré que como novelista de
estirpe tolstoyana, Dos
Passos incorporaba la to-
talidad de seres y cosas, y
lo político y lo privado, lo
social y lo íntimo, lo serio
y lo risible de la vida de
decenas de personajes se
desenvolvían en el deve-
nir de la historia y en es-
pacios novelescos abarca-
dores.
Así, pues, el Malraux
de
La condición humana
y
el Dos Passos de
USA
me
sirvieron de estímulo (el
primero desde el punto de
vista del pensamiento y el
segundo como estructura
formal) para intentar es-
cribir una novela que, a
diferencia de
El viejo sau-
rio,
estaría más de acuer-
do con los requerimientos
sociales y políticos de la
sociedad peruana en ese
momento histórico. La
novela, que mi editor de
manera unilateral y arbi-
traria llamó
Matavilela
(¡cómo detesté durante
años ese título absurdo!),
trataba de la vida forma-
tiva de diez personajes,
hombres y mujeres, naci-
dos en distintas partes del
Perú y dentro de distintas
“En esta nueva lectura puse mayor
atención en los aspectos formales y artísticos de
La condición humana
, pues me di cuenta que el impacto
que produce en el lector no sólo se debe a su contenido sino
a su eficacia como obra artística, es decir, a su composición,
a su lenguaje y a sus recursos técnicos”.