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LIBROS & ARTES

Página 13

meras décadas del siglo

XX. Pero el marxismo dejó

de ser una cuestión abs-

tracta, académica y en

suma un asunto extraño a

mi vida cuando terminé

de leer un libro que con-

tenía las cartas –diez en

total– que intercambiaron

los partidos comunistas de

la URSS y de China Po-

pular, los dos partidos co-

munistas más poderosos

del mundo. Como conse-

cuencia de esta polémica,

aquí en el Perú se había

escindido el Partido Co-

munista, entre uno de

orientación “moscovita” y

otro de orientación “peki-

nesa”, según los términos

que se utilizaban en esos

años. Y entre tanto había

estallado en China la Re-

volución Cultural Proleta-

ria. Si, como aseveraban

las cartas “pekinesas”, el

marxismo es fundamental-

mente una filosofía de la

lucha, quedaba claro que

“la coexistencia pacífica”

que proponía el partido

comunista soviético como

línea ideológico política

general constituía un

abandono de la causa de

la revolución proletaria

mundial. Dentro de este

contexto fue que leí por

segunda vez

La condición

humana

y recuerdo que

me dije que de vivir en

este tiempo –hablo de

1965– Kyo y Katow ha-

brían optado por la línea

“pekinesa”.

Por todo lo anterior, y

porque entretanto había

leído las otras novelas de

Malraux –

Los conquistado-

res, La vía real

,

El tiempo del

desprecio

y

La esperanza

esta segunda lectura de

La

condición humama

fue mu-

cho más rica, sugestiva y

provechosa, ya que me

reveló ciertos aspectos y

dimensiones que me ha-

bían resultado oscuros o

pasado inadvertidos en mi

lectura inicial. En primer

lugar, mis estudios (en ver-

dad, todavía muy limita-

dos) del movimiento co-

munista internacional y

del proceso de la revolu-

ción china, en especial de

la etapa de la revolución

de Shanghai en 1927, me

permitieron comprender

mejor la intriga de la no-

vela, que concluye trági-

camente con la derrota, la

tortura y el asesinato de

miles de militantes comu-

nistas, entre los que se en-

cuentran Kyo y Katow,

dos de los héroes de la

novela –el otro es el terro-

rista Cheng–, el relato y la

descripción de cuyas muer-

tes constituyen una de las

páginas memorables de la

novela. El asunto es el si-

guiente: después del triun-

fo de la revolución de

Canton en 1926 (tema de

Los conquistadores

), el ejér-

cito del Kuomintang, del

cual todavía forma parte

el Partido Comunista,

bajo el mando de Chang

Kai-shek, toma Shanghai

en abril de 1927. En estas

circunstancias, surge una

primera contradicción:

mientras los comunistas

quieren desencadenar la

insurrección y desarrollar

y profundizar la revolu-

ción, Chang Kai-shek y los

militares del ala derecha

del Kuomintang no sólo se

oponen al plan sino que,

pactando con los impe-

rialistas, deciden reprimir

y asesinar a sus aliados co-

munistas. Entonces surge

otra contradicción aun

más terrible y dolorosa.

Los funcionarios de la III

Internacional, de acuerdo

con las directivas de

Stalin, prohíben cualquier

insurgencia de los militan-

tes comunistas y los obli-

gan a entregar las armas (a

lo sumo acceden a que es-

tos las entierren), pues

consideran que es indis-

pensable mantener la

alianza con el Kuomin-

tang. A partir de este mo-

mento, la suerte de los re-

volucionarios de Shanghai

está echada y sólo les es-

pera el sacrificio y la muer-

te que asumen con digni-

dad. En la historia real, así

ocurrieron los hechos,

pero como Trotsky, que

ya estaba en el exilio, ce-

lebró la novela de Mal-

raux, la crítica consideró

(lo cual no es exacto) que

La condición humana

está

concebida desde la pers-

pectiva trotskista, ya que,

según afirman, lo que hay

como trasfondo es el en-

frentamiento de dos estra-

tegias: la del socialismo en

un solo país, propugnada

por Stalin, y la de la revo-

lución permanente que

defendía Trotsky. En cuan-

to al Partido Comunista

Chino, la traición de

Chang Kai-shek y la inmo-

lación de miles de cuadros

del partido determinó que

se abandonara la línea es-

tratégica insurreccional en

las ciudades industriales,

como demandaba la III

Internacional, y se impu-

siera la línea de Mao Tse-

tung según la cual, de

acuerdo a la estructura de

la sociedad china con in-

mensa mayoría del campe-

sinado, la revolución de-

bía marchar del campo a

las ciudades.

En segundo lugar, en

esta nueva lectura puse

mayor atención en los as-

pectos formales y artísticos

de

La condición humana

,

pues me di cuenta que el

impacto que produce en

el lector no sólo se debe a

su contenido sino a su efi-

cacia como obra artística,

es decir, a su composición,

a su lenguaje y a sus recur-

sos técnicos. Profundizan-

do y elevando a un plano

literario mayor la poética

que ya había empleado en

Los conquistadores

, Mal-

raux da la espalda a la tra-

dición francesa del arte de

narrar y sigue la tradición

reciente de la novela nor-

teamericana, incluyendo

la novela negra, a la vez

que emplea recursos del

cine (como la elipsis, pri-

meros planos, el montaje

de escenas) que había

aprendido de los expre-

sionistas alemanes y de los

maestros del cine soviéti-

co como Eisenstein y

Pudovkin. Esto imprime

mayor movimiento al re-

lato y plasticidad a las imá-

genes de una urbe popu-

losa y convulsionada co-

mo era Shanghai por esos

días y noches. Ya me he

referido en el apartado

anterior a la influencia de

Dostowiesky en el diseño

de los personajes, pero

también en esta segunda

lectura pude descubrir la

impronta dejada por los

trágicos griegos y del tea-

tro de Corneille, sin cuyo

magisterio la obra no ha-

bría alcanzado esa dimen-

sión de auténtica tragedia

revolucionaria.

Por último, en esta se-

gunda lectura

La condición

humana

me incitó a ima-

ginar e intentar escribir

una novela en que la pa-

sión política, la pasión por

transformar la realidad

definiera la conducta y la

moral de los personajes.

Sin embargo, empecé a

darme cuenta que en la

poética de Malraux sólo

tenían cabida personajes

heroicos enfrentados a si-

tuaciones límite, como

eran las revoluciones, lo

cual implicaba la exclu-

sión de otros aspectos de

la realidad, como la di-

mensión cotidiana y co-

rriente de la existencia

humana. Gide, que admi-

raba mucho a Malraux,

dijo que el problema fun-

damental del autor de

La

esperanza

como novelista

era su incapacidad de me-

terse en el pellejo de un

idiota. Malraux le respon-

dió, con algo de soberbia,

que ya existían suficientes

imbéciles en el mundo

como para tener, además,

que meterse en el pellejo

de uno de ellos. Pero Gide

tenía razón. Justamente un

novelista auténtico es

aquel que es capaz, inclu-

so, de escribir sobre per-

sonajes de mente retarda-

da, como lo hace, por

ejemplo, Faulkner en

El

sonido y la furia

, en que, se-

gún la enseñanza shakes-

pereana, parte de la histo-

ria está contada desde la

perspectiva mental de un

idiota. Leía

USA

de John

Dos Passos cuando tomé

más conciencia de las li-

mitaciones de la nove-

lística malrauxiana, por-

que, precisamente, en el

escritor norteamericano

ocupan un lugar importan-

te las contiendas ideológi-

cas y las luchas sociales y

políticas de sus personajes

dentro de la sociedad nor-

teamericana, que del ca-

pitalismo marchaba a con-

vertirse en una gran poten-

cia imperialista. Hoy Dos

Passos es un escritor casi

olvidado, pero por los

años que publicó su prime-

ra gran trilogía novelesca

Sartre llegó a afirmar que

consideraba al autor de

Manhattan Transfer

el me-

jor novelista del siglo XX.

No puedo ni siquiera es-

bozar la deslumbrante,

compleja e innovadora

estructura de

USA

, sólo

diré que como novelista de

estirpe tolstoyana, Dos

Passos incorporaba la to-

talidad de seres y cosas, y

lo político y lo privado, lo

social y lo íntimo, lo serio

y lo risible de la vida de

decenas de personajes se

desenvolvían en el deve-

nir de la historia y en es-

pacios novelescos abarca-

dores.

Así, pues, el Malraux

de

La condición humana

y

el Dos Passos de

USA

me

sirvieron de estímulo (el

primero desde el punto de

vista del pensamiento y el

segundo como estructura

formal) para intentar es-

cribir una novela que, a

diferencia de

El viejo sau-

rio,

estaría más de acuer-

do con los requerimientos

sociales y políticos de la

sociedad peruana en ese

momento histórico. La

novela, que mi editor de

manera unilateral y arbi-

traria llamó

Matavilela

(¡cómo detesté durante

años ese título absurdo!),

trataba de la vida forma-

tiva de diez personajes,

hombres y mujeres, naci-

dos en distintas partes del

Perú y dentro de distintas

“En esta nueva lectura puse mayor

atención en los aspectos formales y artísticos de

La condición humana

, pues me di cuenta que el impacto

que produce en el lector no sólo se debe a su contenido sino

a su eficacia como obra artística, es decir, a su composición,

a su lenguaje y a sus recursos técnicos”.