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LIBROS & ARTES

Página 8

En todo amor se escucha siempre

la soledosa vena del agua

donde se copia ausente

un rostro vivo que fue nuestro.

El agua surge, el agua nombra,

con suaves labios transparentes,

la vieja cuna sola

y unas palabras en rescoldo.

El amor no es así. Nos siembra

sol en el alma, y con el agua

cánticos de la tierra

nos traen anhelos memoriosos.

Paloma triste de mi madre

abre en mi pecho la nostalgia;

Córdoba es adusta, y cae

en mí un ocaso susurrante.

Mi padre cabalgando, en marcha,

en hierro gris, en enemiga;

el Cuzco, noble patria,

piedra viril ante el destino.

Oh corazón, sé pozo quieto

pero vivo de amor por ellos;

guarda sus sombras, guarda

sus muy humanos resplandores.

Por sobre ti pongo el oído

y siento el rumor del sol, la luz

del agua, el surco tibio,

la mano buena del labriego.

El amor es así. La sangre,

el país que me habla por dentro,

me hacen saber, y sabe

ser corriente agua el recuerdo.

(De

La gruta de la sirena

)

Javier Sologuren

MEMORIADEGARCILASO, EL INCA

simbólica sobre sus cuña-

das y sus propias herma-

nas, que morían solteronas

después de custodiar a sus

sobrinos durante años.

Esta era o es la familia crio-

lla. En el otro lado estaba

la familia india y hoy la

popular, en las cuales muy

a menudo la carencia prin-

cipal es del padre y este

vacío es con frecuencia lle-

nado con los hermanos de

la madre, los tíos de

Garcilaso que hablaban

del paraíso perdido.

A esos años de humi-

llación como “sobrino” si-

guieron otros en España,

cuando se vio obligado a

cambiar su nombre de

bautismo, Gómez Suárez

de Figueroa, para evitar

confusión porque era tam-

bién el apellido del mar-

qués consorte de Priego.

En medio de ese caos emo-

cional Garcilaso quizás dio

palos de ciego. Sirvió bajo

las órdenes de Juan de

Austria, otro hijo natural,

y combatió a los moros de

la Alpujarras, criollos y

mestizos vencidos como

él, cuya resistencia en Es-

paña era comparable a la

de los incas de Vilcabam-

ba. Quizás en algún mo-

mento empezó a desarro-

llar Garcilaso en forma in-

consciente ese paradigma

binario que nos lleva a

pensar y organizar nuestras

vidas en dos fases, en la

segunda de las cuales tra-

taremos de repetir aque-

llos hechos que en la pri-

mera tuvieron signos ne-

gativos; no para que se rea-

licen de igual manera sino

para lo contrario.

En una suerte de ac-

ción mágica porque en el

fondo esperamos que en la

segunda fase todo tenga

un final feliz. Así Garcilaso

tiene por amante una es-

clava morisca de la cual

nace un hijo en las mismas

condiciones que él nació

pero tampoco llegó esta

segunda vez a ocurrir ma-

trimonio.

Garcilaso no es, por lo

que vemos, un símbolo de

armonía y reconciliación

entre lo occidental y lo

andino sino un esfuerzo,

un drama, un contrapun-

to. Al final de su vida,

cuando un amigo le pidió

consejo para viajar a la

América le respondió: al

Perú antes que a ninguna

parte y mejor hoy que

mañana; y en su testamen-

to pidió que le rezaran las

misas del destierro.

Este es en definitiva el

Garcilaso rescatado por

Luis Alberto Sánchez. Un

Garcilaso casi subversivo

visto con los ojos de un

desterrado político perua-

no del siglo XX. Eran los

momentos más duros del

APRA, el partido al que

perteneció Sánchez desde

su juventud; un partido

entonces denunciado co-

mo un enemigo no sólo

del orden sino también del

régimen y sobre todo del

sistema. Pasaron los años,

vinieron cambios ideoló-

gicos, políticos y persona-

les referidos tanto a Luis

Alberto Sánchez como al

partido aprista; cambios

que no corresponde preci-

sar en estos momentos.

De algún modo las pre-

ferencias estilísticas de

Sánchez pusieron en evi-

dencia todas esas tensio-

nes de tan diversa índole.

Continuó manejando la

agudeza y la dialéctica

como poderosas herra-

mientas de análisis; pero

privilegió cada vez más a

la sátira; y daba la impre-

sión de no querer jugarse

a fondo la mayoría de las

veces quizás porque, al fi-

nal, le quedaban estrechos

el tiempo y los enemigos.

Con todo, hubo siempre

un trasfondo, sólido y tris-

te, donde apuntaba ese

magma nostálgico tan vi-

sible en este libro suyo so-

bre Garcilaso. En el futu-

ro habría que leer a Luis

Alberto Sánchez con el

mismo ánimo desmitifica-

dor que él empleó para el

cronista inca. Despojados

de todo lo adjetivo, en es-

tos dos escritores subsiste

el mismo ánimo disconfor-

me, la necesidad de soñar,

de inventar y hacer una

realidad mejor; si no para

uno mismo, quizás para los

demás. Es decir, las virtu-

des que, más allá del dis-

curso mismo, comprome-

ten a cada hombre con la

auténtica acción a la vez

tradicional y revoluciona-

ria.