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LIBROS & ARTES

Página 5

nas y está vivo, el dueño de

la otra mejilla, el que no sabe

amar como a sí mismo por-

que siempre está solo. Ve lo

que has hecho de mí. Pre-

destinado estiércol, cieno de

ojos vaciados.

Tu imagen en el espejo

de la feria me habla de una

terrible semejanza.

La diferencia con el

primer texto de la escritu-

ra de Blanca Varela es

muy grande. Ahora la es-

critora no necesita recurrir

a ningún recurso retórico.

No intenta guarecer su

vox

bajo ropajes masculi-

nos. Es una mujer la que

habla, está claro. Y esta

mujer tiene todas las mar-

cas del sufrimiento en la

sociedad patriarcal. Pobre,

miserable, debe abortar

cada luna. El hombre,

adopta, en cambio disfra-

ces, mago o proxeneta,

general en Bolivia o

tanquista en Vietnam, o

eunuco en las puertas de

los burdeles. Individuo que

expresa en sus actos la ex-

plotación símbolo de la

muerte, imagen de la cas-

tración. La

vox

narradora

del poema se compara con

el alacrán en su nido, con

la tortura desollada, el ár-

bol bajo el hacha.

La intensidad expresi-

va de este texto, pocas

veces alcanzada en la poe-

sía del Perú, descarna-

damente denuncia un

mundo hecho para la gue-

rra entre países, para la

confrontación de género,

con ventaja aparente para

el varón, pero en verdad

causa una degradación

que envuelve tanto al

hombre como a la mujer,

como se evidencia en la

última línea: “Tu imagen

en el espejo me habla de

una terrible semejanza”.

El título del poemario

y el propio título del poe-

ma merecen también una

breve explicación. El vals

europeo se adoptó en el

Perú y sufrió una serie de

transformaciones musica-

les. Pero más importante,

para lo que nos interesa,

es que el vals peruano tie-

ne letra y esta letra es pre-

ferentemente quejumbro-

sa. Los más conocidos val-

ses peruanos, los de Feli-

pe Pinglo, nos hablan de

amores imposibles entre

un plebeyo y una aristó-

crata o del triste transcu-

rrir de la vida en los ba-

rrios populares. Cuando

no es así, los valses están

colmados de nostalgia por

un tiempo pasado mejor,

como ocurre con las com-

posiciones de Chabuca

Granda. Durante décadas,

el vals fue el tipo de pieza

preferida en las fiestas, tan-

to en las llamadas de so-

ciedad como en las popu-

lares. En los años setenta

el vals ya había iniciado su

decadencia en el gusto de

los peruanos. Hoy mismo

existe un corpus intocable

de valses que son los mis-

mos desde hace treinta

años. Cristalizados, son

piezas de museo que los

peruanos recuerdan de

cuando en cuando, pero

que no expresan senti-

miento alguno, aunque

cuando fueron concebidos

y cantados hayan pareci-

do desgarradores. Cantan-

do un vals, nadie se con-

fiesa. Un vals es necesaria-

mente una falsa confesión.

Escogiendo el título

Valses

y otras falsas confesiones

, la

autora se distancia de la

materia que narra, horro-

rizada hasta cierto punto

de exhibir un sufrimiento

como Benn, el gran poeta

alemán, quien dijo: “¿Sen-

timientos? Yo no tengo

sentimientos”.

La mayor parte de la

poesía de Blanca Varela

está atravesada por el do-

lor que se resiste a exhi-

birse. Escribir para ella no

es acumular poemas, ni li-

bros ni distinciones. Es una

obligación interior. Cada

uno de sus poemas es ca-

bal, antologable, de un

despiadado rigor. Veamos

este, por ejemplo.

SECRETO DE FAMILIA

soñé con perro

con un perro desollado

cantaba su cuerpo su

cuerpo rojo silbaba

pregunté al otro

al que apaga la luz al car-

nicero

qué ha sucedido

por qué estamos a oscu-

ras

es un sueño estás sola

no hay otro

la luz no existe

tú eres el perro tú eres la

flor que ladra

afila dulcemente tu len-

gua

tu dulce negra lengua de

cuatro patas

la piel del hombre se que-

ma con el sueño

arde desaparece la piel

humana

solo la roja pulpa de can

es limpia

la verdadera luz habita

su legaña

tú eres el perro

tú eres el desollado can

de cada noche

sueña contigo misma y

basta

En su último libro, ti-

tulado

Concierto animal,

de 1999, escribe estos ver-

sos:

mi cabeza como una

gran canasta

lleva su pesca

deja pasar el agua mi ca-

beza

mi cabeza dentro de otra

cabeza

Bienal de Trujillo 1987. De izquierda a derecha: Antonio Cisneros, Javier Sologuren, Abelardo Sánchez León, Blanca Varela, Rodolfo Hinostroza, María Ofelia Cerro, Guillermo Niño

de Guzmán y Jorge Eduardo Eielson. Fotografía de Herman Schwarz.