LIBROS & ARTES
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Huamán Poma y la
Nueva crónica
LOS OLVIDOS
DE LA HISTORIA OFICIAL
*
Carlos Araníbar
A José Carlos Huayhuaca,
cineasta y ensayista de talento, con
la esperanza de que consiga
coproductores para su laureado
proyecto Huaman Poma.
La águila, siendo ani-
mal, se retrató en el
dinero», canta la copla mexi-
cana. No ha corrido igual
suerte el Huamán andino,
ausente en la numismática
peruana. Ni nuestra geogra-
fía perpetúa su nombre en
el de alguna región, departa-
mento, provincia, distrito. La
vieja Lima, pródiga en bau-
tizar parques y avenidas con
nombres misteriosos, no le
ha honrado con una plaza,
con una calle, con una placa.
No hay institución oficial,
club deportivo, ni siquiera
una humilde marca de fábri-
ca, que recuerden a Huamán
Poma. Curioso olvido, casi
con aires de conspiración de
silencio.
Curioso olvido. Porque
la
Nueva crónica y buen gobier-
no
, la obra que nos legó el an-
tiguo historiador indio, es
uno de los libros más impor-
tantes que se han escrito en
el Perú. Es una denuncia vi-
gorosa y descarnada contra
el régimen colonial, contra el
abuso y la dominación im-
puesta por los conquistado-
res a la raza vencida. Y, al mis-
mo tiempo, una utopía re-
formista que propone me-
didas para un ‘buen gobier-
no’ que ponga remedio y fin
a la injusticia social.
Desde que fuera escrita
por los años de 1600 a 1615
la
Nueva crónica
quedó en la
sombra por más de tres si-
glos, sepultada en un remo-
to archivo europeo hasta que
se publicó en Francia en
1936. Ha tomado tiempo
reconocer su valor excepcio-
nal pese a los esfuerzos de
grandes peruanistas como
Richard Pietschmann, descu-
bridor del manuscrito en
1908, Clements Robert
Markham, Julio César Tello,
Arthur Posnansky o Raúl
Porras Barrenechea.
Por esa trocha pionera
han avanzado nuevas horna-
das de críticos, historiadores,
quechuistas, arqueólogos.
Entre muchos es forzoso ci-
tar los meritorios aportes de
José Varallanos, Federico
Kauffmann Doig, Ernesto
Mendizábal Losack, Emilio
Choy, Abraham Padilla
Bendezú, Juan Ossio, Pierre
Duviols, Franklin Pease, John
Victor Murra (nacido Isak
Lipschitz), Stanley J. Stein,
Jorge L. Urioste, Rolena
Adorno, José Cárdenas
Bunsen. En años recientes
vivimos una saludable moda
huamanística que, por felici-
dad, rinde nuevos estudios,
enfoques sagaces y reedicio-
nes o antologías de su obra
que a los lectores comunes
nos brindan un perfil más
claro de Huamán Poma y
comprensión más cabal de
su originalísima crónica.
Así, Huamán Poma le es
familiar al experto y nada que
pudiéramos decir sería nue-
vo para él. Mas, lejos del
pequeño mundo de especia-
listas e intelectuales, hay un
vasto sector que lo ignora: el
pueblo. El pueblo reconoce
y ama los símbolos oficiales
de la patria. Pero las voces
que le llegan desde el pasa-
do retumban con nombres
de conquistadores, héroes y
santos, algunos hombres de
letras, un variopinto arsenal
de presidentes, generales y
caudillos, quizá un par de vi-
rreyes pintorescos. Porque,
como dice la expresión, los
encuentra por calles y plazas,
donde no hay peligro de to-
par con Huamán Poma ni
por casualidad.
Hay más tela que cortar
en este asunto de nombres
olvidados. Como por una
extraña amnesia la historia
oficial suele dejar en el lim-
bo, entre nieblas, a luchado-
res sociales, artistas indios,
caudillos populares, líderes
campesinos. Buen candidato
al olvido este indio nacido en
los albores de la opresión
colonial que se atrevió a de-
nunciar la injusticia y el abu-
so y que, captado por la nue-
va fe, al tiempo que lanzaba
su protesta soñó con fundar,
sobre las bases andinas de
una sociedad destrozada por
la conquista, la utopía inge-
nua de una convivencia
fraterna entre vencedores y
vencidos.
La historia oficial des-
confía de los inconformes y
de su voz crítica, porque ve
en ellos amenazas contra el
orden establecido. De ahí su
empeño por opacar o dis-
minuir esas presencias incó-
modas como quien cubre la
vista con las manos frente a
una luz fuerte que hiere los
ojos (se dice del
suri
que es-
conde la cabeza en tierra para
no mirar lo que teme mirar).
¿No es eso lo que suce-
dió, por ejemplo, con Túpac
Amaru? Gran postergado
de la historia tradicional, con-
La
Nueva crónica y buen gobierno
, la obra que nos legó el antiguo historiador indio, es uno de los
libros más importantes que se han escrito en el Perú. Es una denuncia vigorosa y descarnada contra el régimen
colonial, contra el abuso y la dominación impuesta por los conquistadores a la raza vencida. Y, al mismo tiempo, una utopía
reformista que propone medidas para un ‘buen gobierno’ que ponga remedio y fin a la injusticia social.
* Hace algunos lustros, a instancias de
mi buen amigo Fernando Lecaros escri-
bí estas páginas para una miniantología
de la
Nueva crónica
que publicaron el
Instituto de Apoyo Agrario y Ediciones
Rikchay Perú. Al reproducirlas hoy por
benevolencia de otro gran amigo, Luis
Valera, no hago cambio esencial excep-
to eliminar uno que otro pasaje alusivo a
detalles y criterios propios de aquella
selección. Y me limito a un puñado de
correcciones menudas, evito alguna rei-
teración abusiva, muevo un adjetivo aquí
o allá, cosas así. Pero añado una dedi-
catoria que se me ha venido quedando en
el tintero por muchos años.
«
Cusco, tribunal, 1974.