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LIBROS & ARTES

Página 9

Huamán Poma y la

Nueva crónica

LOS OLVIDOS

DE LA HISTORIA OFICIAL

*

Carlos Araníbar

A José Carlos Huayhuaca,

cineasta y ensayista de talento, con

la esperanza de que consiga

coproductores para su laureado

proyecto Huaman Poma.

La águila, siendo ani-

mal, se retrató en el

dinero», canta la copla mexi-

cana. No ha corrido igual

suerte el Huamán andino,

ausente en la numismática

peruana. Ni nuestra geogra-

fía perpetúa su nombre en

el de alguna región, departa-

mento, provincia, distrito. La

vieja Lima, pródiga en bau-

tizar parques y avenidas con

nombres misteriosos, no le

ha honrado con una plaza,

con una calle, con una placa.

No hay institución oficial,

club deportivo, ni siquiera

una humilde marca de fábri-

ca, que recuerden a Huamán

Poma. Curioso olvido, casi

con aires de conspiración de

silencio.

Curioso olvido. Porque

la

Nueva crónica y buen gobier-

no

, la obra que nos legó el an-

tiguo historiador indio, es

uno de los libros más impor-

tantes que se han escrito en

el Perú. Es una denuncia vi-

gorosa y descarnada contra

el régimen colonial, contra el

abuso y la dominación im-

puesta por los conquistado-

res a la raza vencida. Y, al mis-

mo tiempo, una utopía re-

formista que propone me-

didas para un ‘buen gobier-

no’ que ponga remedio y fin

a la injusticia social.

Desde que fuera escrita

por los años de 1600 a 1615

la

Nueva crónica

quedó en la

sombra por más de tres si-

glos, sepultada en un remo-

to archivo europeo hasta que

se publicó en Francia en

1936. Ha tomado tiempo

reconocer su valor excepcio-

nal pese a los esfuerzos de

grandes peruanistas como

Richard Pietschmann, descu-

bridor del manuscrito en

1908, Clements Robert

Markham, Julio César Tello,

Arthur Posnansky o Raúl

Porras Barrenechea.

Por esa trocha pionera

han avanzado nuevas horna-

das de críticos, historiadores,

quechuistas, arqueólogos.

Entre muchos es forzoso ci-

tar los meritorios aportes de

José Varallanos, Federico

Kauffmann Doig, Ernesto

Mendizábal Losack, Emilio

Choy, Abraham Padilla

Bendezú, Juan Ossio, Pierre

Duviols, Franklin Pease, John

Victor Murra (nacido Isak

Lipschitz), Stanley J. Stein,

Jorge L. Urioste, Rolena

Adorno, José Cárdenas

Bunsen. En años recientes

vivimos una saludable moda

huamanística que, por felici-

dad, rinde nuevos estudios,

enfoques sagaces y reedicio-

nes o antologías de su obra

que a los lectores comunes

nos brindan un perfil más

claro de Huamán Poma y

comprensión más cabal de

su originalísima crónica.

Así, Huamán Poma le es

familiar al experto y nada que

pudiéramos decir sería nue-

vo para él. Mas, lejos del

pequeño mundo de especia-

listas e intelectuales, hay un

vasto sector que lo ignora: el

pueblo. El pueblo reconoce

y ama los símbolos oficiales

de la patria. Pero las voces

que le llegan desde el pasa-

do retumban con nombres

de conquistadores, héroes y

santos, algunos hombres de

letras, un variopinto arsenal

de presidentes, generales y

caudillos, quizá un par de vi-

rreyes pintorescos. Porque,

como dice la expresión, los

encuentra por calles y plazas,

donde no hay peligro de to-

par con Huamán Poma ni

por casualidad.

Hay más tela que cortar

en este asunto de nombres

olvidados. Como por una

extraña amnesia la historia

oficial suele dejar en el lim-

bo, entre nieblas, a luchado-

res sociales, artistas indios,

caudillos populares, líderes

campesinos. Buen candidato

al olvido este indio nacido en

los albores de la opresión

colonial que se atrevió a de-

nunciar la injusticia y el abu-

so y que, captado por la nue-

va fe, al tiempo que lanzaba

su protesta soñó con fundar,

sobre las bases andinas de

una sociedad destrozada por

la conquista, la utopía inge-

nua de una convivencia

fraterna entre vencedores y

vencidos.

La historia oficial des-

confía de los inconformes y

de su voz crítica, porque ve

en ellos amenazas contra el

orden establecido. De ahí su

empeño por opacar o dis-

minuir esas presencias incó-

modas como quien cubre la

vista con las manos frente a

una luz fuerte que hiere los

ojos (se dice del

suri

que es-

conde la cabeza en tierra para

no mirar lo que teme mirar).

¿No es eso lo que suce-

dió, por ejemplo, con Túpac

Amaru? Gran postergado

de la historia tradicional, con-

La

Nueva crónica y buen gobierno

, la obra que nos legó el antiguo historiador indio, es uno de los

libros más importantes que se han escrito en el Perú. Es una denuncia vigorosa y descarnada contra el régimen

colonial, contra el abuso y la dominación impuesta por los conquistadores a la raza vencida. Y, al mismo tiempo, una utopía

reformista que propone medidas para un ‘buen gobierno’ que ponga remedio y fin a la injusticia social.

* Hace algunos lustros, a instancias de

mi buen amigo Fernando Lecaros escri-

bí estas páginas para una miniantología

de la

Nueva crónica

que publicaron el

Instituto de Apoyo Agrario y Ediciones

Rikchay Perú. Al reproducirlas hoy por

benevolencia de otro gran amigo, Luis

Valera, no hago cambio esencial excep-

to eliminar uno que otro pasaje alusivo a

detalles y criterios propios de aquella

selección. Y me limito a un puñado de

correcciones menudas, evito alguna rei-

teración abusiva, muevo un adjetivo aquí

o allá, cosas así. Pero añado una dedi-

catoria que se me ha venido quedando en

el tintero por muchos años.

«

Cusco, tribunal, 1974.