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LIBROS & ARTES

Página 14

cristo anduvo el autor en el

mundo llorando en todo el

camino, hasta presentarse en

los Reyes de Lima ante su

majestad y su real Audien-

cia, de presentarse y cum-

plir con la dicha

Crónica

de

este reino. Compuesto por

don Felipe Huamán Poma

de Ayala”.

En estas páginas –“Del

mundo vuelve el autor”– nos

informa el cronista que des-

pués de tantas tribulaciones,

concluído su libro, “acabó

de andar … en el mundo te-

niendo de edad de ochenta

años”. Entonces retornó

“cano y flaco y desnudo y

descalzo” a su antiguo ho-

gar en San Cristóbal de Son-

dondo, en la provincia de

Lucanas. Allí, donde en otros

tiempos “se regalaba como

señor y príncipe” halló a sus

familiares en pobreza y aban-

dono, usurpadas sus tierras,

invadida su casa, destruído

su pueblo. Decidió entonces

llevar sus escritos a la ciudad

de los Reyes (el nombre an-

tiguo de Lima) para que lle-

gasen a manos del monarca

de España “a darle el aviso

y remedio que ponga su

majestad”. En compañía de

su hijo Francisco, su caballo

y sus dos perros, Amigo y

Lautaro, hizo el año de 1615

el penoso viaje a Lima por

el camino de la sierra, cru-

zando las nieves andinas pa-

sando por Castrovirreina,

Choclococha, Jauja, Huaro-

chirí.

En estas páginas el cro-

nista nos trasmite, con pate-

tismo elemental y sin afei-

tes, las penurias de esta su pe-

regrinación final en que le

abandonó el hijo y en que

tuvo que desprenderse tam-

bién de los “dos animales

perros”. Cuenta que al llegar

finalmente a Lima no halló

“posada ni quien le socorrie-

ra … porque le vieron tan

pobre y roto”. Aun así de-

samparado, el anciano cro-

nista que “en la naturaleza de

los indios de este reino fue

muy gran señor y caballero”

podía sentir el orgullo sin

premio del deber cumplido,

la altivez de haber osado

decir las cosas que nadie ha-

bía dicho, para que las co-

nociera el rey español, remo-

to, indiferente: “Ninguno ha

aparecido que haya escrito,

avisado, todos los trabajos y

mala ventura de los pobres

indios …”.

* * *

Hace varias décadas tu-

vimos ocasión de escribir

unas pocas líneas sobre la

Nueva crónica

. Dijimos enton-

ces que es esta una obra po-

lémica y que “ha de seguirlo

siendo mientra viva en con-

flicto la sociedad india que

el cronista retrató en su tiem-

po … pues cada lector tiene

que hacer, en cada vez, su per-

sonal balance de la época de

Huamán Poma y de su pro-

pia época”.

Seguimos creyendo en el

presentismo y vitalidad de

esta vieja crónica que se nie-

ga a morir. Porque no es una

pieza decorativa para el mu-

seo de antigüedades, sino un

esencial componente de

nuestra conciencia colectiva

del pasado, un pedazo vivo

de historia de la patria pe-

ruana.

A principios del siglo

XX un historiador británico

que quiso mucho al Perú,

Clements Roberts Markham,

afirmó que Huamán Poma

“es un héroe que honraría a

cualquier nación”. Podría ha-

ber dicho, igualmente, que

cualquier nación honraría a

un hombre así. ¿Lo ha he-

cho la nuestra?

Preguntas como esta

siempre son retóricas. Y cla-

ro. Si al mirar sus dibujos in-

genuos y valientes nos asal-

tan imágenes de un pasado

que es el nuestro, que nadie

puede arrebatar ni encubrir

porque son parte de la ex-

periencia colectiva peruana,

¿qué importa si no “se re-

trató en el dinero” el Hua-

mán andino? Y si desde el

abismo del tiempo nos lle-

ga su protesta que fustiga y

mueve al examen de nues-

tras propias realidades, si el

eco punzante de su “no hay

remedio” nos aprieta el co-

razón y nos convida a la es-

peranza, ¿qué importa si hay

o no una mísera calle con

el nombre de Huamán

Poma?

“Decidió entonces llevar sus escritos a la

ciudad de los Reyes (el nombre antiguo de Lima)

para que llegasen a manos del monarca de España ‘a darle el aviso y

remedio que ponga su majestad’. En compañía de su hijo Francisco, su caballo

y sus dos perros, Amigo y Lautaro, hizo el año de 1615 el penoso viaje

a Lima por el camino de la sierra, cruzando las nieves andinas pasando

por Castrovirreina, Choclococha, Jauja, Huarochirí. En estas páginas el

cronista nos trasmite, con patetismo elemental y sin afeites, las penurias

de esta su peregrinación final en que le abandonó el hijo y en que tuvo

que desprenderse también de los ‘dos animales perros’».

Restaurante al paso, 1995.