LIBROS & ARTES
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cristo anduvo el autor en el
mundo llorando en todo el
camino, hasta presentarse en
los Reyes de Lima ante su
majestad y su real Audien-
cia, de presentarse y cum-
plir con la dicha
Crónica
de
este reino. Compuesto por
don Felipe Huamán Poma
de Ayala”.
En estas páginas –“Del
mundo vuelve el autor”– nos
informa el cronista que des-
pués de tantas tribulaciones,
concluído su libro, “acabó
de andar … en el mundo te-
niendo de edad de ochenta
años”. Entonces retornó
“cano y flaco y desnudo y
descalzo” a su antiguo ho-
gar en San Cristóbal de Son-
dondo, en la provincia de
Lucanas. Allí, donde en otros
tiempos “se regalaba como
señor y príncipe” halló a sus
familiares en pobreza y aban-
dono, usurpadas sus tierras,
invadida su casa, destruído
su pueblo. Decidió entonces
llevar sus escritos a la ciudad
de los Reyes (el nombre an-
tiguo de Lima) para que lle-
gasen a manos del monarca
de España “a darle el aviso
y remedio que ponga su
majestad”. En compañía de
su hijo Francisco, su caballo
y sus dos perros, Amigo y
Lautaro, hizo el año de 1615
el penoso viaje a Lima por
el camino de la sierra, cru-
zando las nieves andinas pa-
sando por Castrovirreina,
Choclococha, Jauja, Huaro-
chirí.
En estas páginas el cro-
nista nos trasmite, con pate-
tismo elemental y sin afei-
tes, las penurias de esta su pe-
regrinación final en que le
abandonó el hijo y en que
tuvo que desprenderse tam-
bién de los “dos animales
perros”. Cuenta que al llegar
finalmente a Lima no halló
“posada ni quien le socorrie-
ra … porque le vieron tan
pobre y roto”. Aun así de-
samparado, el anciano cro-
nista que “en la naturaleza de
los indios de este reino fue
muy gran señor y caballero”
podía sentir el orgullo sin
premio del deber cumplido,
la altivez de haber osado
decir las cosas que nadie ha-
bía dicho, para que las co-
nociera el rey español, remo-
to, indiferente: “Ninguno ha
aparecido que haya escrito,
avisado, todos los trabajos y
mala ventura de los pobres
indios …”.
* * *
Hace varias décadas tu-
vimos ocasión de escribir
unas pocas líneas sobre la
Nueva crónica
. Dijimos enton-
ces que es esta una obra po-
lémica y que “ha de seguirlo
siendo mientra viva en con-
flicto la sociedad india que
el cronista retrató en su tiem-
po … pues cada lector tiene
que hacer, en cada vez, su per-
sonal balance de la época de
Huamán Poma y de su pro-
pia época”.
Seguimos creyendo en el
presentismo y vitalidad de
esta vieja crónica que se nie-
ga a morir. Porque no es una
pieza decorativa para el mu-
seo de antigüedades, sino un
esencial componente de
nuestra conciencia colectiva
del pasado, un pedazo vivo
de historia de la patria pe-
ruana.
A principios del siglo
XX un historiador británico
que quiso mucho al Perú,
Clements Roberts Markham,
afirmó que Huamán Poma
“es un héroe que honraría a
cualquier nación”. Podría ha-
ber dicho, igualmente, que
cualquier nación honraría a
un hombre así. ¿Lo ha he-
cho la nuestra?
Preguntas como esta
siempre son retóricas. Y cla-
ro. Si al mirar sus dibujos in-
genuos y valientes nos asal-
tan imágenes de un pasado
que es el nuestro, que nadie
puede arrebatar ni encubrir
porque son parte de la ex-
periencia colectiva peruana,
¿qué importa si no “se re-
trató en el dinero” el Hua-
mán andino? Y si desde el
abismo del tiempo nos lle-
ga su protesta que fustiga y
mueve al examen de nues-
tras propias realidades, si el
eco punzante de su “no hay
remedio” nos aprieta el co-
razón y nos convida a la es-
peranza, ¿qué importa si hay
o no una mísera calle con
el nombre de Huamán
Poma?
“Decidió entonces llevar sus escritos a la
ciudad de los Reyes (el nombre antiguo de Lima)
para que llegasen a manos del monarca de España ‘a darle el aviso y
remedio que ponga su majestad’. En compañía de su hijo Francisco, su caballo
y sus dos perros, Amigo y Lautaro, hizo el año de 1615 el penoso viaje
a Lima por el camino de la sierra, cruzando las nieves andinas pasando
por Castrovirreina, Choclococha, Jauja, Huarochirí. En estas páginas el
cronista nos trasmite, con patetismo elemental y sin afeites, las penurias
de esta su peregrinación final en que le abandonó el hijo y en que tuvo
que desprenderse también de los ‘dos animales perros’».
Restaurante al paso, 1995.