LIBROS & ARTES
Página 7
l fuego que se exten-
dió por el sur andino
del Perú y por los territorios
del Alto Perú causó, según
las autoridades coloniales, la
muerte de cien mil indios y
diez mil españoles
1
. La cifra
no obedece, ciertamente, a
un censo escrupuloso de las
bajas sufridas por ambos
bandos: una mortandad tan
alta parece casi apocalíptica,
si se considera que la pobla-
ción total de los dos vi-
rreynatos afectados –el del
Perú y el recién constituido
del Río de la Plata— apenas
bordeaba los dos millones.
En todo caso, los muertos
fueron legión. Aunque la
abrumadora mayoría de los
caídos ignoraba los rudi-
mentos de la lectura, los es-
pañoles contaron entre los
culpables de la rebelión al li-
bro más importante del Inca
Garcilaso de la Vega. Una
real orden del 21 de abril de
1782 mandaba “recoger
sagazmente la Historia del
Ynga Garcilaso, donde han
aprendido esos Naturales
muchas cosas perjudiciales”
2
.
A la burocracia borbónica,
en la persona del implacable
visitador José de Areche, no
le bastó ensañarse con los
rebeldes, sino que inició una
campaña de extirpación cul-
tural. Así, en la sentencia con-
tra Tupac Amaru II se pro-
hibían los títulos de la noble-
za incaica –pese a que los
veinte curacas de la diócesis
cusqueña pelearon al lado de
los españoles– y se manda-
ba destruir los retratos en los
cuales los descendientes de
las panacas incaicas aparecían
con las vestimentas reales de
otros tiempos. Areche llegó
a exigir, quiméricamente, que
Desde noviembre de 1780 hasta entrado el año 1782, la Gran Rebelión –como se la conoció en su tiempo—estremeció los dominios
andinos de la Corona española. El movimiento principal en esa constelación de alzamientos fue, sin duda, el que encabezó José Gabriel
Condorcanqui Tupac Amaru, que asumió ante sus huestes el título de Tupac Amaru II en homenaje a su ancestro, Tupac Amaru, el
último monarca del estado neo-inca de Vilcabamba, cuya ejecución en el Cusco refiere el Inca Garcilaso de la Vega en el sexto libro de
la segunda parte de sus
Comentarios reales
.
Peter Elmore
EL LECTOR REBELDE
Tupac Amaru II y
Comentarios reales
la población indígena dejase
de hablar quechua en el tér-
mino de cuatro años. Consi-
guió, sin embargo, erradicar
el uso de las ropas tradicio-
nales, que fueron sustituidas
por pantalones de bayeta y
monteras como los que aún
en nuestros días visten los
campesinos de las provincias
altas del Cusco.
El efecto de los
Comen-
tarios reales
en la conciencia de
la élite indígena a la que per-
tenecía Tupac Amaru fue, se
diría, tan tardío como explo-
sivo. La versión idealizada
del incario que, con prosa
elegante y ánimo renacentista
compuso Garcilaso, alimen-
taría la imaginación de la aris-
tocracia cusqueña recién a
partir de la edición de 1723.
John Rowe, en una mono-
grafía decisiva, resalta la im-
portancia que la lectura de la
obra maestra de Garcilaso
tuvo para los animadores del
«movimiento nacional inca»
del siglo XVIII. Apunta
Rowe que la huella inmedia-
ta de los
Comentarios
en los
Andes y en la historiografía
colonial andina había sido
imperceptible o inexistente.
Luego que en 1607 se publi-
cara la primera parte de los
Comentarios,
sus lectores más
atentos no estuvieron en el
Cusco ni se contaron entre
los pares del Inca o entre los
cronistas de la época: “En el
Perú, donde la tradición in-
dígena tuvo mucha fuerza
cuando el libro de Garcilaso
llegó de España, casi no se
hizo caso de las versiones del
escritor mestizo. No se nota
su influencia en las crónicas
posteriores de Pachacuti,
Guamán Poma, Murúa y
Ramos Gavilán, y la obra del
Padre Cobo, terminada por
el año de 1653, le debe muy
poco en lo tocante a la his-
toria y las costumbres de los
incas”
3
.
El influjo del libro sí se
nota, por el contrario, en la
persona de Tupac Amaru.
Hasta el nombre con el que
pasó a la historia reproduce
la grafía preferida por
Garcilaso: otros cronistas
favorecieron la forma “To-
pa” o “Tupa”. Décadas an-
tes de que el cacique de
Tungasuca se levantara con-
tra los abusos del régimen
colonial y encarnara la espe-
ranza de una restauración
incaica, otros nobles cusque-
ños habían encontrado en la
obra de Garcilaso una fuen-
te de orgullo étnico e inspi-
ración política. La vertiente
letrada de lo que Flores
Galindo llamó “la utopía
andina” convirtió a los
Co-
mentarios
, al mismo tiempo,
en un llamado a la acción y
en un monumento portátil:
se sabe que Tupac Amaru II,
en sus largos viajes de arrie-
ro, llevaba siempre consigo
una copia del libro.
¿Qué clase de lector fue
Tupac Amaru? El obispo
del Cusco, Moscoso, ofrece
una respuesta sesgada y vi-
rulenta, pero reveladora. Se-
gún él, la rebelión no habría
ocurrido “si los Comentarios
E
1
Alberto Flores Galindo.
Buscan-
do un inca.
México: Grijalbo, 1988.
p.145.
2
Citado por Boleslao Lewin en
La
rebelión de Tupac Amaru y los orí-
genes de la emancipación ameri-
cana
. Buenos Aires: Hachette, 1957.
p. 291.
3
John Rowe. «El movimiento nacio-
nal inca del siglo XVIII», en
Tupac
Amaru II, 1780
(antología). Alberto
Flores Galindo, ed. Lima: Retablo de
papel, 1976. p. 26.
Joaquín López Antay, retablista.