LIBROS & ARTES
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tre casi todas las formas de
actividad humana, las cate-
gorías fundamentales de co-
munidad, de participación
política, de intercambio y
codificación del saber y del
deseo serán alteradas. La
analogía no será la de un
cambio adaptativo sosteni-
do y gradual, sino la de la
mutación.
Un segundo obstáculo
para la previsión responsa-
ble tiene que ver con los
modelos subyacentes con la
técnica misma de los nue-
vos media electrónicos. De
un modo cualitativamente
distinto al de las calculado-
ras mecánicas de Pascal y
de Babage, y también al de
las primeras generaciones
de ordenadores y analó-
gicos y digitales, incluso los
más rápidos y capaces, las
“máquinas inteligentes”
(
mind-machines
) que se es-
tán programando ahora (con
programas que diseñan y
generan otros programas) y
pragmáticamente previsi-
bles en la actualidad son
algo completamente distin-
to a una herramienta pasi-
va. Son mucho más que
titánicas reglas de cálculo o
“trituradoras de números”.
Pretenden simular, imitar
los mismos procesos cere-
brales que las han hecho
nacer. Son, aunque en mo-
delos reducidos, facsímiles,
por así decir, de lo que cree-
mos conocer del córtex hu-
mano y de la electroquímica
de sus reticulaciones neuro-
lógicas. Seguro que en esta
idea existe una trampa
epistemológica. Lo que no-
sotros tomamos por las ca-
pacidades miméticas de es-
tas máquinas podría ser el
reflejo de las insuficiencias,
de la ingenuidad de nuestras
propias concepciones del
cerebro y de la conciencia.
Sin embargo, es de esta si-
militud intuitivamente per-
cibida de donde surgen las
alegorías, las mitologías
fascinantes y terroríficas
que rodean a los hiperor-
denadores que están siendo
desarrollados hoy. Casi ine-
vitablemente, atribuimos a
esos monstruos chirriantes
el reflejo, el duplicado del
pensamiento humano. Cuan-
do este paralelismo mani-
fiesta unas capacidades ana-
líticas y performativas que
exceden las nuestras, el im-
pacto psicológico y social
puede ser desconcertante.
La victoria del ordena-
dor Deep Blue de IBM so-
bre Kaspárov suscita una
cuestión que va más allá de
la sorpresa del momento. En
una de las actividades hu-
manas más complejas for-
malmente, más fascinantes
e inagotables, ningún huma-
no podrá ser ya considera-
do el mejor. En “el último
análisis”, reveladora frase,
la máquina demostrará ser
más poderosa (y cada vez
más). Esto es lo que yo en-
cuentro al mismo tiempo
fascinante y profundamen-
te triste.
Pero la duda más provo-
cadora se encuentra preci-
samente en las fronteras de
los psicológico y lo filosó-
fico. Un cierto número de
jugadores que se ha enfren-
tado a los ordenadores, que
ha participado en su progra-
mación, se pregunta en qué
punto la velocidad y rami-
ficación de las operaciones
de cálculo rozan el ser “otra
cosa”. El escéptico respon-
dería que nuestra diferen-
ciación convencional entre
cálculo y pensamiento debe
ser revisada. En un contex-
to sometido a reglas como
es el caso del ajedrez, cal-
cular
es
pensar. Pero ¿es to-
talmente convincente esta
reducción? ¿Son las
conceptualizaciones espa-
ciales y las previsiones ge-
neradas por el ordenador
que parecen estar más cer-
ca del “pensamiento” que
del cálculo un proceso au-
tomático aunque arduo?
Tras la quinta partida del
campeonato, después de
una serie maravillosa de ju-
gadas, Kaspárov concluyó
que Deep Blue “pensaba”.
Pero ¿no es su observación
una muestra de exaspera-
ción antropomórfica?
Estas mismas cuestio-
nes y su fundamento empí-
rico no dejarán de parecer
rudimentarios en un mo-
mento en que los nuevos
mundos del ciberespacio,
de la red planetaria, de la
realidad virtual evolucio-
nan a un ritmo y a una es-
cala (el punto crucial mar-
xista) apenas inteligibles.
En este punto entran en jue-
go las temporizaciones re-
lativas. En tanto en cuanto
puede ser medida, la evo-
lución del cerebro y del sis-
tema nervioso es un proce-
so biogenético excesiva-
mente lento. Hasta nues-
tros días, la génesis de la
conciencia y del lenguaje,
sin mencionar su evolución,
que sigue la lógica de la
selección natural, escapa a
nuestra comprensión. En
contraste, los avances en el
desarrollo de nuevas fami-
lias de ordenadores y pro-
gramas informáticos se
producen con una extrema
rapidez. Hemos visto cómo
el ordenador se reproduce;
la siguiente generación de
microchips y circuitos ac-
túa de forma más rápida,
segura y completa que la
anterior. No hay vuelta
atrás. Se ha hecho clara-
mente posible, como
Turing había previsto, que
ordenadores, concebidos y
programados por otros or-
denadores, sobrepasen
exponencialmente ciertas
capacidades humanas y,
desde luego, ciertas intui-
ciones cognitivas (¿el pro-
blema clásico de los cuatro
colores ha sido definitiva-
mente resuelto por el orde-
nador o por las preguntas
de sus programadores?).
Con un poco de optimismo,
por otra parte, se puede
imaginar que la interacción
que crece sin cesar entre la
mente y la máquina por la
interfaz, entre el ojo y la
imagen holográfica genera-
da por ordenador, enrique-
cerá y fortalecerá nuestros
recursos mentales. La dia-
léctica de la retroalimenta-
ción puede ser profunda-
mente educativa. Los niños
emprenden ahora grandes
viajes.
Los conceptos, sin em-
bargo, el léxico de lo que
hemos considerado como
los actos de creación e in-
vención fundamentalmente
humanos, están ahora en un
constante flujo; mientras
que, en el caso del libro, de
su composición y recep-
ción, los problemas están
cristalizados.
“Dos guerras mundiales han demostrado que las culturas
son mortales, como dijo Valéry, y este descubrimiento ha
suscitado una profunda angustia. Es tiempo de
inventarios.”