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LIBROS & ARTES

Página 24

tre casi todas las formas de

actividad humana, las cate-

gorías fundamentales de co-

munidad, de participación

política, de intercambio y

codificación del saber y del

deseo serán alteradas. La

analogía no será la de un

cambio adaptativo sosteni-

do y gradual, sino la de la

mutación.

Un segundo obstáculo

para la previsión responsa-

ble tiene que ver con los

modelos subyacentes con la

técnica misma de los nue-

vos media electrónicos. De

un modo cualitativamente

distinto al de las calculado-

ras mecánicas de Pascal y

de Babage, y también al de

las primeras generaciones

de ordenadores y analó-

gicos y digitales, incluso los

más rápidos y capaces, las

“máquinas inteligentes”

(

mind-machines

) que se es-

tán programando ahora (con

programas que diseñan y

generan otros programas) y

pragmáticamente previsi-

bles en la actualidad son

algo completamente distin-

to a una herramienta pasi-

va. Son mucho más que

titánicas reglas de cálculo o

“trituradoras de números”.

Pretenden simular, imitar

los mismos procesos cere-

brales que las han hecho

nacer. Son, aunque en mo-

delos reducidos, facsímiles,

por así decir, de lo que cree-

mos conocer del córtex hu-

mano y de la electroquímica

de sus reticulaciones neuro-

lógicas. Seguro que en esta

idea existe una trampa

epistemológica. Lo que no-

sotros tomamos por las ca-

pacidades miméticas de es-

tas máquinas podría ser el

reflejo de las insuficiencias,

de la ingenuidad de nuestras

propias concepciones del

cerebro y de la conciencia.

Sin embargo, es de esta si-

militud intuitivamente per-

cibida de donde surgen las

alegorías, las mitologías

fascinantes y terroríficas

que rodean a los hiperor-

denadores que están siendo

desarrollados hoy. Casi ine-

vitablemente, atribuimos a

esos monstruos chirriantes

el reflejo, el duplicado del

pensamiento humano. Cuan-

do este paralelismo mani-

fiesta unas capacidades ana-

líticas y performativas que

exceden las nuestras, el im-

pacto psicológico y social

puede ser desconcertante.

La victoria del ordena-

dor Deep Blue de IBM so-

bre Kaspárov suscita una

cuestión que va más allá de

la sorpresa del momento. En

una de las actividades hu-

manas más complejas for-

malmente, más fascinantes

e inagotables, ningún huma-

no podrá ser ya considera-

do el mejor. En “el último

análisis”, reveladora frase,

la máquina demostrará ser

más poderosa (y cada vez

más). Esto es lo que yo en-

cuentro al mismo tiempo

fascinante y profundamen-

te triste.

Pero la duda más provo-

cadora se encuentra preci-

samente en las fronteras de

los psicológico y lo filosó-

fico. Un cierto número de

jugadores que se ha enfren-

tado a los ordenadores, que

ha participado en su progra-

mación, se pregunta en qué

punto la velocidad y rami-

ficación de las operaciones

de cálculo rozan el ser “otra

cosa”. El escéptico respon-

dería que nuestra diferen-

ciación convencional entre

cálculo y pensamiento debe

ser revisada. En un contex-

to sometido a reglas como

es el caso del ajedrez, cal-

cular

es

pensar. Pero ¿es to-

talmente convincente esta

reducción? ¿Son las

conceptualizaciones espa-

ciales y las previsiones ge-

neradas por el ordenador

que parecen estar más cer-

ca del “pensamiento” que

del cálculo un proceso au-

tomático aunque arduo?

Tras la quinta partida del

campeonato, después de

una serie maravillosa de ju-

gadas, Kaspárov concluyó

que Deep Blue “pensaba”.

Pero ¿no es su observación

una muestra de exaspera-

ción antropomórfica?

Estas mismas cuestio-

nes y su fundamento empí-

rico no dejarán de parecer

rudimentarios en un mo-

mento en que los nuevos

mundos del ciberespacio,

de la red planetaria, de la

realidad virtual evolucio-

nan a un ritmo y a una es-

cala (el punto crucial mar-

xista) apenas inteligibles.

En este punto entran en jue-

go las temporizaciones re-

lativas. En tanto en cuanto

puede ser medida, la evo-

lución del cerebro y del sis-

tema nervioso es un proce-

so biogenético excesiva-

mente lento. Hasta nues-

tros días, la génesis de la

conciencia y del lenguaje,

sin mencionar su evolución,

que sigue la lógica de la

selección natural, escapa a

nuestra comprensión. En

contraste, los avances en el

desarrollo de nuevas fami-

lias de ordenadores y pro-

gramas informáticos se

producen con una extrema

rapidez. Hemos visto cómo

el ordenador se reproduce;

la siguiente generación de

microchips y circuitos ac-

túa de forma más rápida,

segura y completa que la

anterior. No hay vuelta

atrás. Se ha hecho clara-

mente posible, como

Turing había previsto, que

ordenadores, concebidos y

programados por otros or-

denadores, sobrepasen

exponencialmente ciertas

capacidades humanas y,

desde luego, ciertas intui-

ciones cognitivas (¿el pro-

blema clásico de los cuatro

colores ha sido definitiva-

mente resuelto por el orde-

nador o por las preguntas

de sus programadores?).

Con un poco de optimismo,

por otra parte, se puede

imaginar que la interacción

que crece sin cesar entre la

mente y la máquina por la

interfaz, entre el ojo y la

imagen holográfica genera-

da por ordenador, enrique-

cerá y fortalecerá nuestros

recursos mentales. La dia-

léctica de la retroalimenta-

ción puede ser profunda-

mente educativa. Los niños

emprenden ahora grandes

viajes.

Los conceptos, sin em-

bargo, el léxico de lo que

hemos considerado como

los actos de creación e in-

vención fundamentalmente

humanos, están ahora en un

constante flujo; mientras

que, en el caso del libro, de

su composición y recep-

ción, los problemas están

cristalizados.

“Dos guerras mundiales han demostrado que las culturas

son mortales, como dijo Valéry, y este descubrimiento ha

suscitado una profunda angustia. Es tiempo de

inventarios.”