LIBROS & ARTES
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n los últimos diez
años se han construi-
do e inaugurado más biblio-
tecas públicas y nacionales
que en ningún otro período
anterior. La nueva British
Library albergará aproxi-
madamente diecisiete mi-
llones de libros, acogerá
cada año a casi cuatrocien-
tos mil lectores y aumenta-
rá su patrimonio en unos
cien mil títulos nuevos cada
doce meses. La nueva bi-
blioteca nacional alemana en
Frankfurt está en construc-
ción. En París, la Biblio-
thèque François-Mitterrand
contiene más de doce millo-
nes de volúmenes almacena-
dos en un depósito de cua-
trocientos veinte kilómetros
que se desplaza, si así se re-
quiere, sobre ocho kilóme-
tros de cintas transportado-
ras. Está preparada para cer-
ca de dos millones y medio
de lectores cada año y cata-
loga alrededor de doscientas
mil adquisiciones cada año.
Sus cuatro torres se inspiran
muy directamente en la to-
rre del Louvre, en la que
Carlos V depositó un millar
de manuscritos en 1368.
En comparación con la
Biblioteca del Congreso de
Washington, todas estas es-
tadísticas palidecen. Ésta
sobrepasa los treinta millo-
nes de libros, los ochenta
millones de artículos,
separatas y folletos en ocho-
cientos cincuenta kilóme-
tros de almacenaje. La Bi-
blioteca cuenta con cuatro
mil quinientos empleados
que, en una constelación de
salas intermedias, han de ser
capaces de catalogar cerca
de siete mil nuevas adqui-
siciones
cada día
. Su pre-
supuesto anual sobrepasa
los cuatrocientos millones
de dólares.
De hecho, la mayor par-
te de los textos producidos
en el mundo antiguo no ha
pervivido. Un barco naufra-
gado, prácticamente avis-
tando Venecia, ha borrado
para siempre a los clásicos
de la literatura y de la filo-
sofía que habían sido resca-
tados del saqueo de Cons-
tantinopla. Se incendiaron
bibliotecas en el 642 [a. C.]
en Alejandría, en 1992 en
Sarajevo (una muestra de la
barbarie que ha destruido
manuscritos jamás editados
o reproducidos, al igual que
incunables nunca reimpre-
sos). El equilibrio entre la
tenacidad y la fragilidad es
siempre inestable. La fabri-
cación de armas de destruc-
ción masiva no ha hecho
más que agravar este des-
equilibrio, aunque la bom-
ba de neutrones, letal sólo
para los humanos, podría
ser el sueño de los bibliote-
carios.
La obsesión por la con-
servación es paradójica-
mente determinante para la
modernidad. La arqueolo-
gía, la exhumación, la pre-
servación y restauración del
menor signo o vestigio del
pasado despierta pasiones.
Dos guerras mundiales han
demostrado que las culturas
son mortales, como dijo
Valéry, y este descubrimien-
to ha suscitado una profun-
da angustia. Es tiempo de
inventarios. La memoria
debe ser documentada y al-
macenada antes de que sea
demasiado tarde (el crepús-
culo de Hegel). En esto in-
terviene un oscuro y esca-
tológico sentimiento, la sen-
sación de final.
Y sucede lo mismo con
las intuiciones futuristas y
las innovaciones tecnológi-
cas. A primera vista, se es-
tablece una equivalencia
entre conocimiento y poder,
entre el acceso a la informa-
ción y su aplicación socioe-
conómica. En su misma ar-
quitectura, las nuevas bi-
bliotecas parecen gigantes-
cos generadores, centrales
eléctricas destinadas a
transformar en rendimiento
intelectual y social lo que
pasa por ser conocimiento.
Este proceso, este “rápido
biorreactor”, desarrolla su
propio dinamismo inercial.
Las colecciones deben estar
completas, las adquisicio-
nes no tienen fin. Siempre
hay más combustible para
almacenar. ¿Quién sabe si el
próximo opúsculo o una
publicación periódica apa-
rentemente efímera no con-
tiene alguna clave del uni-
verso? Tanto las leyendas
como ciertas sabias conje-
turas lamentan la posibili-
dad precisamente de que en
el pasado tales claves se
hayan perdido a causa de la
destrucción o el descuido.
Son justamente estas
contradicciones en la cola-
boración entre el archivo y
el futuro, entre el museo y
el laboratorio, las que con-
fieren a las gigantescas bi-
bliotecas recientemente in-
auguradas o en construc-
ción toda la incertidumbre
respecto a sus objetivos y
planes. Tales vacilaciones
hacen que estos zigurats de
mármol, ladrillo y cristal
parezcan extrañamente des-
equilibrados, incluso fuga-
ces, como juguetes titánicos
destinados a ser destroza-
dos. Por esta razón, es evi-
dente que la Bibliothèque
François-Mitterrand, la
British Library, los nuevos
anexos de la Biblioteca del
Congreso son obsoletos
apenas inaugurados. El di-
lema es el del formato y fu-
turo del libro.
En su mismo diseño,
estas bibliotecas expresan
su inevitable lógica de in-
certidumbre e indetermina-
ción. Son centauros, mitad
santuarios, mitad parque
futurista. Sus tesoros del
pasado están literalmente
encerrados en silenciosos y
oscuros santuarios de cris-
tales protectores y maderas
preciosas. Apenas pueden
ser tocados, ni siquiera con-
sultados. Estadísticamente,
LAS BIBLIOTECAS
DE BABEL
George Steiner*
E
Las razones sociales e intelectuales que sostienen estos edificios
y sus colosales inversiones son múltiples y contradictorias. La
palabra escrita, y lo mismo sirve para la impresa, ha revelado su
vulnerabilidad
Tiempo de inventarios
*George Steiner.
Gramáticas de
la creación
. Traducción Alonso y
Carmen Galán. Ediciones Siruela,
2001. 352 págs.