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LIBROS & ARTES

Página 22

n los últimos diez

años se han construi-

do e inaugurado más biblio-

tecas públicas y nacionales

que en ningún otro período

anterior. La nueva British

Library albergará aproxi-

madamente diecisiete mi-

llones de libros, acogerá

cada año a casi cuatrocien-

tos mil lectores y aumenta-

rá su patrimonio en unos

cien mil títulos nuevos cada

doce meses. La nueva bi-

blioteca nacional alemana en

Frankfurt está en construc-

ción. En París, la Biblio-

thèque François-Mitterrand

contiene más de doce millo-

nes de volúmenes almacena-

dos en un depósito de cua-

trocientos veinte kilómetros

que se desplaza, si así se re-

quiere, sobre ocho kilóme-

tros de cintas transportado-

ras. Está preparada para cer-

ca de dos millones y medio

de lectores cada año y cata-

loga alrededor de doscientas

mil adquisiciones cada año.

Sus cuatro torres se inspiran

muy directamente en la to-

rre del Louvre, en la que

Carlos V depositó un millar

de manuscritos en 1368.

En comparación con la

Biblioteca del Congreso de

Washington, todas estas es-

tadísticas palidecen. Ésta

sobrepasa los treinta millo-

nes de libros, los ochenta

millones de artículos,

separatas y folletos en ocho-

cientos cincuenta kilóme-

tros de almacenaje. La Bi-

blioteca cuenta con cuatro

mil quinientos empleados

que, en una constelación de

salas intermedias, han de ser

capaces de catalogar cerca

de siete mil nuevas adqui-

siciones

cada día

. Su pre-

supuesto anual sobrepasa

los cuatrocientos millones

de dólares.

De hecho, la mayor par-

te de los textos producidos

en el mundo antiguo no ha

pervivido. Un barco naufra-

gado, prácticamente avis-

tando Venecia, ha borrado

para siempre a los clásicos

de la literatura y de la filo-

sofía que habían sido resca-

tados del saqueo de Cons-

tantinopla. Se incendiaron

bibliotecas en el 642 [a. C.]

en Alejandría, en 1992 en

Sarajevo (una muestra de la

barbarie que ha destruido

manuscritos jamás editados

o reproducidos, al igual que

incunables nunca reimpre-

sos). El equilibrio entre la

tenacidad y la fragilidad es

siempre inestable. La fabri-

cación de armas de destruc-

ción masiva no ha hecho

más que agravar este des-

equilibrio, aunque la bom-

ba de neutrones, letal sólo

para los humanos, podría

ser el sueño de los bibliote-

carios.

La obsesión por la con-

servación es paradójica-

mente determinante para la

modernidad. La arqueolo-

gía, la exhumación, la pre-

servación y restauración del

menor signo o vestigio del

pasado despierta pasiones.

Dos guerras mundiales han

demostrado que las culturas

son mortales, como dijo

Valéry, y este descubrimien-

to ha suscitado una profun-

da angustia. Es tiempo de

inventarios. La memoria

debe ser documentada y al-

macenada antes de que sea

demasiado tarde (el crepús-

culo de Hegel). En esto in-

terviene un oscuro y esca-

tológico sentimiento, la sen-

sación de final.

Y sucede lo mismo con

las intuiciones futuristas y

las innovaciones tecnológi-

cas. A primera vista, se es-

tablece una equivalencia

entre conocimiento y poder,

entre el acceso a la informa-

ción y su aplicación socioe-

conómica. En su misma ar-

quitectura, las nuevas bi-

bliotecas parecen gigantes-

cos generadores, centrales

eléctricas destinadas a

transformar en rendimiento

intelectual y social lo que

pasa por ser conocimiento.

Este proceso, este “rápido

biorreactor”, desarrolla su

propio dinamismo inercial.

Las colecciones deben estar

completas, las adquisicio-

nes no tienen fin. Siempre

hay más combustible para

almacenar. ¿Quién sabe si el

próximo opúsculo o una

publicación periódica apa-

rentemente efímera no con-

tiene alguna clave del uni-

verso? Tanto las leyendas

como ciertas sabias conje-

turas lamentan la posibili-

dad precisamente de que en

el pasado tales claves se

hayan perdido a causa de la

destrucción o el descuido.

Son justamente estas

contradicciones en la cola-

boración entre el archivo y

el futuro, entre el museo y

el laboratorio, las que con-

fieren a las gigantescas bi-

bliotecas recientemente in-

auguradas o en construc-

ción toda la incertidumbre

respecto a sus objetivos y

planes. Tales vacilaciones

hacen que estos zigurats de

mármol, ladrillo y cristal

parezcan extrañamente des-

equilibrados, incluso fuga-

ces, como juguetes titánicos

destinados a ser destroza-

dos. Por esta razón, es evi-

dente que la Bibliothèque

François-Mitterrand, la

British Library, los nuevos

anexos de la Biblioteca del

Congreso son obsoletos

apenas inaugurados. El di-

lema es el del formato y fu-

turo del libro.

En su mismo diseño,

estas bibliotecas expresan

su inevitable lógica de in-

certidumbre e indetermina-

ción. Son centauros, mitad

santuarios, mitad parque

futurista. Sus tesoros del

pasado están literalmente

encerrados en silenciosos y

oscuros santuarios de cris-

tales protectores y maderas

preciosas. Apenas pueden

ser tocados, ni siquiera con-

sultados. Estadísticamente,

LAS BIBLIOTECAS

DE BABEL

George Steiner*

E

Las razones sociales e intelectuales que sostienen estos edificios

y sus colosales inversiones son múltiples y contradictorias. La

palabra escrita, y lo mismo sirve para la impresa, ha revelado su

vulnerabilidad

Tiempo de inventarios

*George Steiner.

Gramáticas de

la creación

. Traducción Alonso y

Carmen Galán. Ediciones Siruela,

2001. 352 págs.