LIBROS & ARTES
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generativa de la escritura.
Los trazos que retratan
a Ribeyro en este libro re-
sultan verdaderamente re-
veladores y se mueven bus-
cando una síntesis más
compleja de aquella que la
crítica ha realizado hasta
ahora sobre la obra del au-
tor. Para empezar, Elmore
cuestiona el supuesto de que
el verdadero sentido de la
narrativa ribeyrana se des-
prenda de su compromiso
con los marginales de Lima,
para señalar que la indaga-
ción en la propia subjetivi-
dad no constituye un desliz
sino más bien es parte or-
gánica de su proyecto. Mu-
cho se ha escrito sobre el
sentido del título bajo el que
Ribeyro colecciona sus re-
latos,
La palabra del mudo
.
Este aludiría al intento de
crear un espacio para que
las voces silenciadas y los
rostros invisibilizados, o en
otras palabras, nuestros
mudos sociales, ocupen un
lugar textual en ese desigual
y desgastado mosaico social
que es nuestro país. Bajo
esta perspectiva, sus libros
posteriores como las
Prosas
apátridas
,
Dichos de Luder
y
Sólo para fumadores
, no
serían sino ligeros tropiezos
intimistas del autor, o
divertimentos. Los capítu-
los II y IV de
El perfil de la
palabra,
“Geografía de la
pobreza” y “Los nombres de
los olvidados” examinan esa
primera parte de la obra de
Ribeyro, desde
Los
gallinazos sin plumas
(1955) pasando por
Cuen-
tos de circunstancias
(1958)
hasta
Las botellas y los
hombres
(1964) y
Tres his-
torias sublevantes
(1964).
El capítulo VI, “Retratos del
artista”, examina su prosa
más personal que cubre des-
de
Prosas apátridas
hasta
La tentación del fracaso
(1992).
En este capítulo Elmore
sugiere persuasivamente
que en realidad se trata más
bien de nuevos matices de
esa poética compendiada
efectivamente en el título
La
palabra del mudo
, en el sen-
tido que es a través del re-
trato de esos seres excluidos
que pueblan sus relatos
tempranos que el autor lle-
ga a la postre a retratar su
propio perfil de artista. Se
trata de un proceso que su-
pone la íntima alteridad del
sujeto creador, y que impli-
ca la presencia simultánea
y plural de personajes diver-
sos dentro de una misma
subjetividad. En ese senti-
do, pienso, podríamos estar
cerca del sujeto descentra-
do que postulan los postes-
tructuralistas, aquel sujeto
sin nombre y sin rostro, no
porque no lo tenga, sino
porque precisamente sólo
logra encontrarlo en el ros-
tro de los otros, y de lo otro.
La orientación ética de la
escritura, señala Elmore, se
haría palpable en “la expe-
riencia de encontrar el sen-
tido que convierte la
defectividad del mundo en
riqueza comunicativa”. Lo
que se podría leer también,
añadiríamos nosotros, como
convertir “la defectividad del
mudo en experiencia
comunicativa”.
Uno de los aspectos que
más le interesan a Elmore
en este libro es la indaga-
ción minuciosa en la mane-
ra particular con la que
Ribeyro construye su mira-
da de escritor, y en esa in-
dagación por la que nos lle-
va, entabla un diálogo apa-
sionado en el que el lector
se siente tentado a adivinar,
a su vez, el propio perfil del
autor de
El perfil de la pa-
labra
. Porque sospecho que
la figura que se le va reve-
lando a Elmore a medida
que se sumerge en el estu-
dio de la obra de Julio Ra-
món Ribeyro no es neutral,
sino mas bien identifi-
catoria. Los puntos de con-
tacto entre el estudioso y el
estudiado abundan, empe-
zando con los datos más
evidentes en cuanto a su
condición de escritores,
limeños y extranjeros. De
hecho, y tal como lo relató
Elmore en la presentación
del libro en la Municipali-
dad de Miraflores, la lectu-
ra que hizo cuando tenía
quince años de “Al pie del
acantilado” lo conmovió pro-
fundamente porque le reve-
ló que esta ciudad gris, mo-
nótona e indefinida que es
Lima, y las experiencias
aparentemente banales de
los limeños comunes y co-
rrientes eran, después de
todo, tan representables en
la literatura como el
Mississippi de Faulkner, o
como la Argelia de Camus.
Ese espacio físico y social
al que conocemos como
Perú no sólo resulta clave en
la obra de ambos, sino que
además es un espacio que
ambos viven intensamente,
en la literatura, desde la au-
sencia y en la memoria. Pre-
cisamente, y por otro lado,
es a partir del momento en
que Elmore se establece en
Estados Unidos que empie-
za su fecunda trayectoria de
escritor con la publicación
de
Los muros invisibles
en
1993.
En la poética de Ribey-
ro, como se sugiere en
El
perfil de la palabra
, los tér-
minos que se confrontan no
“Es el alejamiento de su ciudad natal lo que le permitió a
Ribeyro formarse y afirmarse como escritor frente al, a veces,
frívolo y provincial entorno limeño.”
son el de ficción y no fic-
ción, o el de narrativa y dra-
ma, sino más bien el de la
comunicación oral y escri-
ta, la grafia y el habla, la
letra y la voz, términos que
por otro lado han dado ori-
gen a productivos debates
en el área de los estudios
culturales tan en boga hoy.
Al respecto señala Elmore
que “una poética que pos-
tula hacer evidente la con-
dición fáctica de la palabra
escrita, sirva ésta al modo
de la ficción, el ensayo o la
autobiografía, se resiste a
crear retóricamente la ilu-
sión de la oralidad”. Una y
otra vez, sobre todo en sus
diarios y en sus prosas
apátridas Ribeyro regresó al
tema de la literatura como
afectación, a la escritura
como medio derivado de la
palabra oral. Su resistencia
a crear esa ilusión de
oralidad explica en parte
por qué el autor nunca se
mostró seducido por las téc-
nicas narrativas (monólogo
interior, diálogos cruzados,
vasos comunicantes, etc.)
tan caras a los escritores del
boom
.
El asunto de la técnica
es una buena entrada a un
concepto valioso que se es-
grime en el libro para defi-
nir la postura de Ribeyro
como escritor en su medio,
que es el de la lateralidad.
En la postura lateral del au-
tor de
Silvio en el rosedal
aflora su sensibilidad litera-
ria ajena a toda pretensión
experimental, sensibilidad
que privilegiaba los perfiles
más delicados de la palabra,
antes que los más novedo-
sos de la técnica. Aflora
también en su predilección
por las formas fragmenta-
rias de la escritura, como el
aforismo y el cuento, y las
formas híbridas, como seria
el diario, en un momento en
que la novela totalizante, tal
como la entendían Vargas
Llosa, Fuentes, Garcia
Márquez y Donoso, era el
modelo de mayor prestigio
en las letras latinoamerica-
nas. El perfil de estas elec-
ciones formales remite,
como lo señala Elmore, a
esa búsqueda a la que a su
vez aludía Borges (a través
de De Quincey) de una ver-
dad angular y astillada an-
tes que de una verdad co-
herente y central. Como la
búsqueda a la que se aboca
Silvio Lombardi para des-
cubrir el autor de ese enig-
ma que es el rosedal de su
hacienda, sólo para descu-
brir que de aquella ardua
investigación sólo se puede
esperar la revelación fugaz
de una verdad lateral, nunca
sistemática y orgánica. Si-
guiendo esta misma lógica
de lo angular, lo lateral, lo
descentrado, Elmore nos in-
vita a pensar en la bibliogra-
fía del autor bajo la forma de
una continuidad no jerárqui-
ca y ajena a conceptos arqui-
tectónicos centrados en la
búsqueda de una base, o de
un centro, y afin más bien a
los tropos orgánicos.
Así, con esa destreza
narrativa con la que Peter
Elmore nos ha llevado con
anterioridad a indagar en
los enigmas y las pruebas
de sus personajes de fic-
ción, en este ensayo que
nos entrega ahora nos invi-
ta a descubrir nuevos nú-
cleos de significados y a
formularnos nuevas pre-
guntas acerca de cada uno
de los textos y de los per-
sonajes del entrañable
Ribeyro. En la aventura de
buscar respuestas, el lector
intuye el perfil profunda-
mente ético de la persona
literaria de Julio Ramón
Ribeyro, e intuye también
que, como en los paisajes
del pintor de Borges, pue-
de llegar a vislumbrar, aún
si todavía muy borroso, es-
bozos del suyo propio.