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LIBROS & ARTES

Página 23

nuestras bibliotecas, tanto

las nacionales como las que

pertenecen al mundo litera-

rio y universitario, son al-

macenes de memoria acu-

mulada, archivos clasifica-

dos de escritos de todo tipo

(revelación, argumentación,

imaginación, tablas) de esta

etapa de la historia humana

que ha dedicado su vida a

escribir. Las millones y mi-

llones de formas sucesivas

de la textualidad, desde las

tablillas sumerias hasta la

impresión y mucho más

allá, están albergadas bien

de manera subterránea, o

bien en las altas torres de

Babel de hoy (y estos

vectores opuestos realmen-

te están cargados de índices

simbólicos e iconográficos).

El grueso de este material

nunca o muy raramente es

exhumado para su uso co-

rriente. Ningún investiga-

dor, bibliófago (el

library

cormorant

de Coleridge), o

lector voraz puede en abso-

luto esperar conocer exha-

ustivamente más que una

porción de las fuentes dis-

ponibles en una especiali-

dad más o menos delimita-

da. Incluso lo no leído, lo

no tocado en el silencio pol-

voriento de los montones

apilados, ejerce una fuerte

presión por su presencia y

disponibilidad. Esta situa-

ción se asemeja a los

espectrales ejércitos exca-

vados en las tumbas de los

emperadores chinos, dis-

puestos para cuando se los

requiera (

on line

, se dice

hoy). El volumen, el folle-

to, las publicaciones perió-

dicas, podrían sacarse a la

luz algún día. El lomo res-

quebrajado podría ser abier-

to por la página manchada.

También la más oscura de

las monografías podría re-

sucitar algún día. Lázaro es

el santo patrón de los ana-

queles de la biblioteca.

A la vez, las nuevas bi-

bliotecas deben atender a

los revolucionarios medios

de publicación y lectura

cuyo progreso es hoy en día

casi incontrolable. Casi dos

tercios de las entradas de los

catálogos de la Biblioteca

del Congreso aparecerán

pronto en un formato distin-

to al del libro tal y como lo

hemos conocido. Cuando el

“lector” –esta denominación

pide ya ser revisada– entra

en la Bibliothèque François-

Mitterrand, es invitado a di-

rigirse a una “iconoteca”,

“fonoteca” o “mediateca”

con su profusión de mate-

riales pictóricos, sonoros,

periódicos y audiovisuales

listados y transmitidos elec-

trónica-mente. El centro

audio-visual ofrecerá una

selección, actualizada con

frecuencia, de tres mil qui-

nientas películas, diez mil

grabaciones y más de cien

mil fotografías desde

Daguerre hasta hoy. Ciento

diez terminales

on line

pro-

porcionan acceso, a través

de CD-Rom, a una selec-

ción, también actualizada, de

dos mil horas de televisión

y ochocientas de radio. El

principal catálogo de libros,

que comprende cerca de

diez millones de títulos, será

enteramente automatizado y

podrá ser consultado en la

pantalla. Para el comienzo

de este milenio, se espera

que la Bibliothèque

François-Mitterand, como

otras similares, esté conec-

tada elec-trónicamente con

otras bibliotecas de depósi-

tos y colecciones especiali-

zadas del resto del planeta.

De este modo, se cumplirá

el sueño de Leibniz de una

biblioteca universalis

, po-

niendo la totalidad de la

memoria y del saber huma-

no registrados al alcance de

un terminal de mesa, esté

donde esté situado. En un

sentido práctico, las bibliote-

cas serán sinapsis, centros

nerviosos de intercambio

electrónico en una red global.

Este es un momento

fantásticamente acelerado

de desarrollo técnico, don-

de es difícil establecer y pre-

parar la coexistencia y la re-

lación entre lo más viejo y

lo más nuevo, entre las ta-

blillas de arcilla o los

papiros y la cinta electro-

magnética. Es posible que la

British Library y la Biblio-

thèque François-Mitterrand

estuvieran ya anticuadas el

día de su apertura. Estas bi-

bliotecas son, en gran me-

dida, suntuosos mausoleos

a los que se adhiere, a pesar

de su modernismo y su

aplomo arquitectónico, un

halo de sepulcro, de inmo-

vilidad solemne indiso-

ciable del concepto de todo

museo o archivo. Sobresa-

len, como inmensos nichos

de tesoros embalsamados,

en los confines de una con-

ciencia totalmente diferen-

te a la que deben anticipar-

se para poder responderle

mejor.

Son las características

de esta conciencia y el lu-

gar que ocupa, si ocupa al-

guno, en los ideales de la

creación santificados por el

libro, por la sala de concier-

tos o por el museo de bellas

artes, los que están ahora a

punto de emerger. Son las

relaciones del tiempo con lo

canónico, respecto tanto a

su evocación como a su su-

pervivencia futura, las que

se encuentran hoy someti-

das a presiones sociales y

psicológicas sin preceden-

tes. Como dice uno de los

analistas filosóficos más

comedidos: “Hay buenas

razones para pensar que el

futuro del ciberespacio pro-

ducirá novedades metafísi-

cas, que la realidad virtual

interpretada a través de la

comunidad virtual es, hasta

cierto punto, un mundo nue-

vo en cuyo umbral nos en-

contramos hoy”

1

. Los pro-

blemas expuestos son un

campo de minas para el pro-

fano, pero nos hace falta

intentar comprender lo que

está en juego.

¿Cómo podemos distin-

guir las tecnologías que,

aunque espectaculares, no

son más que extensiones,

aceleraciones o amplifica-

ciones de medios preceden-

tes –tal como lo fue la im-

prenta– y aquellas que sig-

nifican un “salto cuántico”,

que abren horizontes sin

precedentes? Tal distinción

no sólo es fluida, sino que

las razones aducidas son, en

parte, ideológicas. Expresan

convicciones más o menos

declaradas sobre lo que ver-

daderamente importa, sobre

los fines que se pretenden,

en la conciencia y en la so-

ciedad, en la teoría y en la

praxis. Marx nos resulta

aquí útil cuando asegura

que en un determinado pun-

to la cantidad se transforma

en cualidad. Si, como pre-

dicen los expertos, Internet

contará en el 2005 con cer-

ca de dos mil millones de

usuarios, sirviéndose de

bucles retroactivos contro-

lados por ordenador para

comunicarse y efectuar

transacciones virtuales en-

1

Gordon Graham,

The Internet

,

1999, pág. 163.

“En ‘el último análisis’, reveladora frase, la máquina demostra-

rá ser más poderosa (y cada vez más). Esto es lo que yo encuen-

tro al mismo tiempo fascinante y profundamente triste”.