

LIBROS & ARTES
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a pintura de Ricardo Wiesse no re-
fleja: reflexiona. No se agotan en la
ilusión de la semejanza, en la mimesis vir-
tuosa, los cuadros figurativos que explo-
ran las ruinas del centro ceremonial más
importante de los Andes prehispánicos.
Antes que mostrar decorativamente las
superficies, lo que hacen es revelar con
precisión las formas y los colores de una
realidad especial, compleja, en la cual el
esplendor hierático del desierto se funde
con la monumentalidad melancólica de
los restos arqueológicos.
Elegía simétrica, la pintura hace del
paisaje el escenario de un drama solo en
apariencia inmóvil, pues la percepción del
pintor está atenta tanto a la geometría im-
pecable de los arquitectos indigenas como
al contrapunto de sombras y claridades que
PACHACÁMAC: EL A
la trayectoria del sol compone. Así, el
tiempo es la otra dimensión que se reco-
noce en el espacio de la pintura. Tiempo
inmemorial del cielo y la tierra, tiempo hu-
mano de la historia, tiempo existencial de
la mirada, convergiendo todos en la en-
crucijada exacta del instante. Los cua-
dros de Wiesse son el testimonio y la evi-
dencia de una observación inteligente, con-
centrada, de la realidad que consideran:
no hay en ellos la turbulencia del pathos
romantico, sino el rigor sereno de la con-
templación. Estos cuadros, que sitúan los
lugares en el lapso efímero entre lo que
ya fue y lo que va a ser, aspiran a fijar lo
inasible, a evocar lo único: el ojo no pue-
de distraerse ni puede vacilar la mano
cuando se trata, justamente, de alcanzar
la exactitud. Ni antes ni después, la pin-
tura está rigurosamente
ahí.
El lirismo –
es decir, la presencia afectiva del artista
en su obra— no desaparece en la pro-
puesta de Wiesse, pero se rehúsa a des-
cender a sus formas más evidentes y
banales. El estado de ánimo que, como
un clima subjetivo, envuelve los cuadros
de la serie de Pachacamac es sobrio y
lúcido, según conviene a un proyecto pic-
tórico destinado a engendrar conocimien-
to. Ese conocimiento no se confunde con
la mera transmisión de datos por la vía de
las imágenes, pues su índole no es
anecdótica. Es un conocimiento que –
como el de la poesía o la filosofía—des-
peja los hábitos de la percepción, la ruti-
na de los sentidos y el sentimiento.
Aprehender las texturas del tiempo
en el espacio, advertir la resolución de las
materias en la forma
ciones que son visi
tes. La sensibilida
despojamiento, a la
perfluo. Tengo la im
telas y cartone
Pachacámac no ha
los años, sino pulid
canzar una belleza
jambas de una puer
ciso, un triángulo
vertical donde se
des; las hornacinas
forman entre las c
Esas imágenes de u
función no parecen
pletas; no son las s
prensibles de un idi
signos de un vocab
Peter
Las pinturas de
L
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