Previous Page  18 / 36 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 18 / 36 Next Page
Page Background

LIBROS & ARTES

Página 16

a pintura de Ricardo Wiesse no re-

fleja: reflexiona. No se agotan en la

ilusión de la semejanza, en la mimesis vir-

tuosa, los cuadros figurativos que explo-

ran las ruinas del centro ceremonial más

importante de los Andes prehispánicos.

Antes que mostrar decorativamente las

superficies, lo que hacen es revelar con

precisión las formas y los colores de una

realidad especial, compleja, en la cual el

esplendor hierático del desierto se funde

con la monumentalidad melancólica de

los restos arqueológicos.

Elegía simétrica, la pintura hace del

paisaje el escenario de un drama solo en

apariencia inmóvil, pues la percepción del

pintor está atenta tanto a la geometría im-

pecable de los arquitectos indigenas como

al contrapunto de sombras y claridades que

PACHACÁMAC: EL A

la trayectoria del sol compone. Así, el

tiempo es la otra dimensión que se reco-

noce en el espacio de la pintura. Tiempo

inmemorial del cielo y la tierra, tiempo hu-

mano de la historia, tiempo existencial de

la mirada, convergiendo todos en la en-

crucijada exacta del instante. Los cua-

dros de Wiesse son el testimonio y la evi-

dencia de una observación inteligente, con-

centrada, de la realidad que consideran:

no hay en ellos la turbulencia del pathos

romantico, sino el rigor sereno de la con-

templación. Estos cuadros, que sitúan los

lugares en el lapso efímero entre lo que

ya fue y lo que va a ser, aspiran a fijar lo

inasible, a evocar lo único: el ojo no pue-

de distraerse ni puede vacilar la mano

cuando se trata, justamente, de alcanzar

la exactitud. Ni antes ni después, la pin-

tura está rigurosamente

ahí.

El lirismo –

es decir, la presencia afectiva del artista

en su obra— no desaparece en la pro-

puesta de Wiesse, pero se rehúsa a des-

cender a sus formas más evidentes y

banales. El estado de ánimo que, como

un clima subjetivo, envuelve los cuadros

de la serie de Pachacamac es sobrio y

lúcido, según conviene a un proyecto pic-

tórico destinado a engendrar conocimien-

to. Ese conocimiento no se confunde con

la mera transmisión de datos por la vía de

las imágenes, pues su índole no es

anecdótica. Es un conocimiento que –

como el de la poesía o la filosofía—des-

peja los hábitos de la percepción, la ruti-

na de los sentidos y el sentimiento.

Aprehender las texturas del tiempo

en el espacio, advertir la resolución de las

materias en la forma

ciones que son visi

tes. La sensibilida

despojamiento, a la

perfluo. Tengo la im

telas y cartone

Pachacámac no ha

los años, sino pulid

canzar una belleza

jambas de una puer

ciso, un triángulo

vertical donde se

des; las hornacinas

forman entre las c

Esas imágenes de u

función no parecen

pletas; no son las s

prensibles de un idi

signos de un vocab

Peter

Las pinturas de

L

1

2

3

4