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LIBROS & ARTES

Página 9

onsagración sin duda,

pero enigmática,por la

simple razón que no fue se-

guida en los decenios si-

guientes por algún tipo de

texto o estudio que lo obje-

tase (la crítica es una forma

de homenaje), lo renovase o

lo prolongase. Sin embargo,

hay que admitir que la obra

de Basadre, por su impar

desmesura, es en si misma

un reto. Estamos hablando

de un autor con sucesivas

ediciones de una

Historia

de la República

, que ha-

biendo arrancado en l938,

llegará en l980 a los 16 vo-

lúmenes, obra incesante-

mente ampliada y revisada

y sin contar fuentes y ensa-

yos testimoniales, todo lo

cual provoca, obviamente,

un apabullante escalofrío en

cualquiera que pretenda la

más mínima aproximación

crítica. Paradojalmente, un

legado de tales proporcio-

nes, por su vastedad, cons-

tituye en nuestro medio más

bien una desventaja póstu-

ma. La crítica de Basadre, ¿

de cual de ellos ? ¿ Antes o

después de l958 ? ¿El his-

toriador, el ensayista, el lec-

tor del pasado peruano o el

de la apuesta al porvenir, “la

promesa”? Para colmo,

como si la extensísima obra

fuese poco, mucho trata de

él mismo, hay sobreabun-

dancia de sus pasos en en-

sayo de corte testimonial, y

como lo señala Augusto

Salazar Bondy, ricos en pre-

ocupaciones metodológicas

sobre el conocimiento, la

historia, el oficio mismo de

historiador. Basadre lector

de Basadre.

Pese a lo dicho, viene a

ocupar en nuestro Olimpo

nacional un lugar o sitio

bien particular. Me refiero

al consenso que su obra y

libros provoca, una playa de

coincidencias, aunque He-

raclio Bonilla se atreviera a

discutirlo por los años se-

tenta. Su legado, tan exten-

so y minucioso, parece ser-

vir a todos, a conservado-

res y reformadores, a diver-

sos tipos de historiadores e

historias particulares, en

general, a las ciencias so-

ciales. ¿Quién no acude, sea

cual fuese su postura, a la

consulta de los volúmenes

de la

Historia de la Repú-

blica

? Por ahí dice Pons

Muzzo que lo suyo “es

meritorio aporte”. Aquí co-

mienza el calvario. ¿Y los

ensayos? Ya estamos vien-

do que se le reduce a un

meritorio papel de erudito,

cuando en los ensayos por

polémicos, estaba el Basa-

dre historiador. Por lo de-

más, los consensos fuera de

la política, donde son indis-

pensables, sin los cuales la

vida pública solo sería una

forma de la guerra civil,

son siempre sospechosos.

No hay consenso posible ni

con Platon ni con Nietzsche,

no veo porque lo tendría

que haber con Basadre. Tan

extraña coincidencia en los

campos del pensar, escon-

de algo, o un malentendi-

do, o una pereza o un agra-

vio. Como pensador no

provocó fidelidades dog-

máticas, tampoco le acom-

paña el esplendor trágico

del suicidio como a Ar-

guedas, y si se compara la

bibliografía en torno a uno

y otro, el resultado es en su

desmedro.

El trato dado a Basadre,

a su propuesta, lo confieso,

me desvela. Así, para esta

nota, he releido gran parte

de lo escrito, desde Augus-

to Salazar Bondy a la men-

cionada de Alberto Flores

Galindo, y con la excepción

acaso de Lecaros, que lo ad-

mira, lo que he encontrado

es deferencia. Ahora bien

¿que es la deferencia? Es

amabilidad, es atención que

se tiene para con quien no

se compartan ideas aunque

se le reserve un lugar prefe-

rente. (Diccionario de

Maria Moliner) Tras esa

actitud hubo muchas cosas.

Por un lado, desde la izquier-

da o la revolución, la idea

tácita o explícita del histo-

riador como acarreador de

datos, los intérpretes son

otros, los ideólogos. Por

otro lado, desde el conser-

vadurismo, la idea de una

historiografia positiva, vale

decir, atenida a las fuentes,

la reconstrucción del pasa-

do, la objetividad, una con-

cepción formal y erudita

que se remonta al XVIII y

en gran parte, a los métodos

heurísticos de crítica docu-

mental desarrollados en el

siglo XIX.

Basadre desacomoda

ambas versiones, pues las

mezcla, las confunde. Es

por igual el erudito y el

hermeneútico. Su preocupa-

ción por cierto tipo de archi-

vos, de que es lo que le pa-

rece un dato histórico, ya es

una confesión de sus inten-

ciones: el estudio de las ins-

tituciones, el perfil de los

caudillos, el centralismo, la

oligarquia, o el estudio de

la mentalidad a través de

capítulos que consagró no

sólo a las derivas políticas,

a nuestras sucesivas frustra-

ciones sino al periodismo,

los refranes, las modas tea-

trales, la mujer, el arte de

Sabogal y las pampas y va-

lles del Perú. Por eso Porras,

en

Fuentes históricas pe-

ruanas,

lo califica doble-

mente, como obra de inves-

tigación y crítica. Lo uno y

lo otro. Pero esa es la opi-

nión de un hombre de su ge-

neración, con un destino

que tampoco escapó al cer-

co limeño de sospechas y

malentendidos. Un juicio

abierto y favorable que no

fue unanímemente compar-

tido, al contrario.

Fernando Lecaros dis-

tingue en su vida y obra tres

períodos. Creo que es una

periodificación atinada y a

ella me atengo (

El joven

Basadre

, 1983). La prime-

ra, de l903 a l931, es decir,

de la infancia tacneña y el

pasaje por San Marcos a los

primeros ensayos. Luego,

de l931, es decir, el viaje a

Europa, la estadía tan valio-

sa en Alemania y en Espa-

ña, todo lo cual acaba en

l958. ¿ Por que ese año ? Al

parecer, recibe entonces un

apoyo decisivo venido del

exterior y se dedica hasta la

muerte a culminar su obra,

tema que abordaré mas ade-

lante. Quisiera de inmedia-

to llamar la atención sobre

la extraordinaria paradoja

de los años sesenta, dado el

campo simbólico que ocu-

pan los historiadores en la

formación de nuestros cri-

terios individuales y colec-

tivos, en la percepción por

parte de los peruanos de su

país, el mundo, y de ellos

mismos. Pues bien, en los

sesenta muere Raúl Porras

y Basadre, el gran historia-

dor, practicamente se vuel-

ve un exiliado del interior,

alguien que no estaba ni en

el extranjero ni en cátedra

alguna, sino en su casa de

la avenida Orrantia, traba-

jando. ¿Por qué se aisló? No

quiero decir que dejara de

ser el hombre afable y ase-

quible que conocimos, de

Hugo Neira

“EL INTELECTUAL

SOCIALMENTE

LIBRE”

Jorge Basadre en vida fue apreciado como un personaje de

“incansable y silenciosa labor”. Conviene comenzar con esta cita

significativa, se trata de la idea maestra en el artículo que Alberto

Flores Galindo publica en

El Caballo Rojo

suplemento de

El Diario

de Marka

por los ochenta, reconociéndole, dicho sea de paso,

como “el historiador de la Républica”. ¿Qué podemos

añadir a veinte o más años después?

C

Jorge Basadre