LIBROS & ARTES
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todo señor, todo ho-
nor. Basta citar esa
obra ciclópea, que del ma-
gro tomo de 1939 engrosó
hasta pesar 17 volúmenes
en la 6ª edición de 1969.
Con pausas fructuosas al
asumir cargos públicos, sin
prisas inútiles y en benedic-
tino acopio y revisión
Basadre pulía y ampliaba
con nuevas áreas, pesquisas
y lecturas frescas y cavila-
ciones maduras su
magna
opus
, que devino un vasto
repertorio crítico sin para-
lelo en el país. Lado a lado
la versión primitiva y la fi-
nal salta a los ojos un ge-
nuino libro abierto,
work in
progress
, típica obra de lar-
ga paciencia de esas que,
por definición, jamás con-
cluyen. Fue docente en el
Guadalupe, en San Marcos,
en la Católica, en la Escue-
la Militar y, si su magiste-
rio no alcanzó los ribetes de
leyenda de su amigo Raúl
Porras, su legado póstumo
renace y se dilata en cada
nuevo lector. Por harto
tiempo más, aún sin adver-
tirlo, cualquier estudioso de
nuestra biografía nacional
seguirá siendo su discípulo.
EL CONVERSATORIO
DE 1919 Y LAHISTORIA
Como todo quehacer
humano la historiografía, el
modo de escribir historia,
tiene sus modas. Y sus ve-
leidades. La que sedujo a la
generación de 1919 (la de
Raúl Porras, Jorge Basadre,
Jorge G. Leguía, Luis A.
Sánchez, V.R. Haya de la
Torre, Manuel G. Abastos,
José F. Valega, Ricardo Ve-
gas García, Guillermo Luna
Cartland …¡vaya nom-
bres!) era fiel a su época.
Privilegiaba los sucesos po-
líticos y la guiaban un faro
positivista, un acentuado
tropismo documental a lo
Ranke, un escepticismo sa-
ludable a lo Renán y una
discreta heurística a lo
Seignobos. Pero surgía con
bríos un modelo ecléctico
que, sin repudiar la onda
biográfica en boga, rotura-
ba áreas inéditas: conjuntos,
pueblos, nacionalidades,
atisbos de análisis económi-
co y hasta geografías y pai-
sajes.
Disciplina bifronte, ubi-
caba en una sola matriz dos
magnitudes. En primer lu-
gar, el obligado estudio de
los altos personajes, en la
robusta y prolífica tradición
del
héroe
carlyleano que en-
tonces cobijó la fama de
biógrafos sugestivos y livia-
nos y por ello tan populares
como Lytton Strachey,
Dmitri Merejkovsky,André
Maurois, Stefan Zweig,
Emil Ludwig. Y, luego, el
examen de la acción colec-
tiva y de masas, oído el re-
clamo de corrientes socia-
listas que iban de la mano
con el ascenso de las clases
medias y populares -y tam-
bién por influjo de hechos
mundiales que pedían a gri-
tos entrar a la escena aca-
démica. ¿Era posible igno-
rar la caída estrepitosa de
la dinastía manchú, SunYat
Sen y el Kuomintang en
China, defunción del
porfiriato, agrarismo y re-
volución en México, liqui-
dación del zarismo, Ke-
rensky, Lenin y soviets en
Rusia, ocaso del imperio
austro-húngaro, abdicación
del
kaiser
Guillermo y re-
pública deWeimar, fin de la
guerra de 1914 y los 14 pun-
tos de Wilson, Nobel de
1919 y abanderado ingenuo
de la paz mundial?
Nuestros jóvenes opta-
ron por un modelo históri-
co con tinte sociológico pre-
ñado de cálida esperanza,
que fusionó amor al docu-
mento y garbo literario en un
discurso narrativo y ameno,
conato de síntesis vivaz a lo
Henri Berr, con tono
prospectivo y ánimo de ex-
ploración nacionalista cen-
trada en alguna figura solar,
exhumada del panteón de
los próceres canonizados.
Con olfato de hurón se hus-
meaba fuentes nuevas en
escondrijos antiguos, se po-
nía en valor papeles vírge-
nes, se hurgaba periódicos
y revistas olvidadas. Sin des-
cuidar el cultivo de la forma
galana en la redacción final,
se exaltaba con honesto
arrobo la pesquisa recóndi-
ta de archivo a la sombra
paradigmática y erudita del
gran bibliógrafo chileno José
ToribioMedina. ¡Si hasta se
mo-tejaban unos a otros,
con anatoliana ironía, de
“josé-toribios”!
A esas ráfagas del tur-
bión mundial se sumaban
vientos de fronda locales:
reforma universitaria, jorna-
da obrera de las 8 horas,
promesa (¡tan pronto falli-
da!) de la
Patria nueva
con
Leguía, ‘maestro de la ju-
ventud’, centenarios de
1921 y San Martín, 1924 y
Ayacucho. A estímulos ta-
les responden los primeros
frutos del
Conversatorio
:
ensayos de Abastos sobre
ideología de la independen-
cia, de Porras sobre Larriva
y Sánchez Carrión, de
Leguía sobre Rodríguez de
Mendoza y Vidaurre, de
Sánchez sobre poetas de la
colonia. Y los de Basadre,
el Benjamín de aquel cená-
culo.
LAS OBRAS DE
JUVENTUD
Su afición a la historia
toma cuerpo e imperio
cuando, ingresado a San
Marcos, se asocia a un gru-
po que inventa y comanda
Raúl Porras, seis años ma-
yor, para ordenar la caótica
sección de
Papeles
del le-
gendario y palmino salón
América
de la Biblioteca
Nacional. Su primer trabajo
es sobre Vivanco (1924). En
días de fiebre chauvi-nista
y del frustráneo plebiscito,
a medias con José Jiménez
Borja publica
El alma de
Tacna
(1926) y, en libro al
alimón con Luis.A. Sánchez,
Equivocaciones
, ensayos
de crítica literaria (1927).
Acusado de conspirar con-
tra el régimen de Leguía
pasa unos meses encerra-
do en la isla de San Loren-
zo. Llena las horas muertas
con intensas lecturas –como
una recién llegada traduc-
ción de Proust– y algún
ejercicio de gimnasia litera-
ria en creación conjunta con
Hildebrando Castro Pozo,
camarada de prisión.
Basadre ha dicho: “Inicia-
mos una novela fantástica
de ambiente peruano que,
por cierto, no avanzó mu-
cho”. Fue un cuento de cor-
te afrancesado y ambiente
cosmopolita, en la línea dul-
zona de Bourget, Dekobra,
Mirbeau y hasta de
JORGE BASADRE,
EL MAESTRO
Carlos Araníbar Z.
Si el tiempo, que humilla y corroe toda vanidad, es piedra de
toque de las creaciones del espíritu, el curso de los años remoza la
figura de Jorge Basadre Grohmann. Vivo en la memoria del Perú,
exorna su efigie un buen billete de curso legal y una Universidad
del Estado, calles y centros culturales y educativos llevan el nombre
de quien es, con su ubicua
Historia de la república
, el autor clásico
y más citado –y el más plagiado– de nuestra época independiente.
A
Tacna 1903, Lima 1980