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LIBROS & ARTES

Página 6

O, de modo concurrente, el

concepto sociológico de la

deserción de las elites, por

influencia de

la trahison des

clercs

de Julien Benda y del

Pareto premussoliniano. O,

bajo la impronta del ago-

nista Charles Péguy, el

crucial hallazgo de un hon-

do abismo entre el ‘país le-

gal’ y el ‘país profundo’. O,

cercano a Mariátegui, la

idea-fuerza en que tanto in-

sistió y que es un

leit motiv

del pensamiento de Basa-

dre: a la luz de la historia,

el Perú es un enorme pro-

blema que heredamos del

pasado, pero también una

bella promesa abierta al por-

venir.

TRAYECTORIA Y

PRODUCCIÓN

Queda ya formado un

estilo. Uno que alivia la ten-

sión narrativa con el reman-

so eventual y plácido de la

anécdota y el recurso a la

inflexión sociológica o éti-

ca, a veces en tono colo-

quíal que, por sistema, re-

huye o esconde esa plúm-

bea erudición que es la más

temprana y pecaminosa ten-

tación del historiador en

agraz. Formado su estilo, sí.

Los contenidos han de ma-

durar como la fruta en el

árbol, por el tesón germáni-

co de un joven talentoso

cuya avidez se abre a múl-

tiples inquietudes y corrien-

tes y coge en todas partes

algo para una vasta siembra.

En el camino a la plenitud

su actividad no se da repo-

so. Cátedras en SanMarcos,

dirección de la Biblioteca

de la Universidad,

stage

en

USA en 1931, viaje a Ale-

mania en 1932, indagacio-

nes en el Archivo de Indias

sevillano y en el Histórico

de Madrid en 1933-34 –que

llamó su época del “sueño

de opio erudito”–. Y en

1943 refunda la Biblioteca

Nacional herida de muerte

en el incendio ominoso,

crea la revista

Historia

, or-

ganiza una Escuela de bi-

bliotecarios, asume el des-

pacho de Educación bajo el

gobierno de Bustamante en

1945, conduce el departa-

mento de asuntos culturales

en la Unión Panamericana

(1948-50), edita la serie

Bi-

blioteca de la república.

Y

se suceden

Historia del de-

recho peruano

(1937),

Li-

teratura inca

(1938),

La

promesa de la vida perua-

na

(1943),

El conde de

Lemos y su tiempo

(1945),

Meditaciones sobre el des-

tino histórico del Perú

(1947),

Chile, Perú y Boli-

via independientes

(1948),

Notas sobre la experiencia

histórica peruana

(1952),

mientras se renueva y crece

la

Historia de la república

en ediciones que se agotan

muy pronto.

Por entonces, en una

suerte de rito consagratorio,

se le invita a participar en

un programa de la UNESCO

nacido bajo la alta inspira-

ción de Lucien Febvre, Carl

J. Burckhardt, Joseph Need-

ham, Paul Rivet, Julian

Huxley, Tata Husein, Jean

Piaget y otros. Se pide a es-

pecialistas de fama compo-

ner una

Historia de la hu-

manidad

en 6 volúmenes,

centrada en el desarrollo

cultural y científico mun-

dial. En el manojo de elegi-

dos están los británicos

Leonard Woolley y Jacque-

tta Hawkes, el norteameri-

cano Louis Gottschalk, el

francés René Grousset, el

hindú K. Zachariah y el pe-

ruano J. Basadre, a quien

toca el volumen sobre el si-

glo XIX, penúltimo de la

serie. En 1956, por obliga-

ciones del Ministerio de

Educación que asume, re-

nuncia al honroso encargo,

que se trasfiere al historia-

dor francés Charles Morazé.

Alejado de San Marcos

desde 1954, salvo su breve

recaída en 1956-58 en el

despacho ministerial de

Educación que acepta a des-

gano –“sin duda cometien-

do un error”, dirá después–,

rehuye todo cargo y función

pública y se aboca a inves-

tigar y producir. Sin las

obras que actualiza (vgr.

Perú: Problema y posibili-

dad

“con algunas conside-

raciones 47 años después”),

publica

Los fundamentos de

la historia del derecho

(1956),

Infancia en Tacna

(1959),

Materiales para

otra morada

(1960),

Histo-

ria de la Cámara de comer-

cio de Lima

(1963),

Ante el

problema de las elites

(1968),

Introducción a las

bases documentales para la

historia de la república del

Perú

(1971),

El azar en la

historia y sus límites

(1971),

La vida y la historia. Ensa-

yos sobre personas, lugares

y problemas

(1975).

LOS ÚLTIMOS

ESCRITOS

Como el vino de solera

que con el tiempo descubre

su mejor nobleza, sus escri-

tos últimos ganan densidad

y señorío. Hay páginas que

son mezcla armoniosa de

autobiografía o memorias y

ensayo literario, con buídas

imágenes que insertan la

fina trama del recuerdo en

la urdimbre inquieta de un

cuadro histórico que com-

prime, como en miniatura o

en epítome, su visión retros-

pectiva de una persona, una

ciudad, un país, una época.

Se agolpan y desfilan remi-

niscencias de su infancia

tacneña, su juventud y la

turbulencia reformista, las

prisas y fulgores de San

Marcos en el oncenio de

Leguía, sus tribulaciones

por la chilenización de las

provincias en cautiverio y

el plebiscito. También cuen-

ta de su viaje a Europa, tras-

mite su visión de la Alema-

nia de 1932 y del nazismo,

ya una

juggernauth

arrolla-

dora un año antes de que

Hitler empuñase el poder

total y arrastrase al planeta

al borde del abismo. Nostál-

gico, rememora su gozosa

inmersión en los archivos

españoles, su vuelta al Perú,

su retorno a San Marcos. Y

evoca la vieja y querida Bi-

blioteca Nacional que des-

truyó el fuego en 1943 y su

tarea de salvataje y resurrec-

ción.

En estas páginas mne-

mosíneas hay trozos que

respiran calidez y tre-

mulación que conmueve.

Nunca, como en ellos, su

prosa alcanzó registro tan

amplio y resonancias tan

íntimas. Como en una

proustiana y tierna recupe-

ración de lo perdido la me-

moria se interna en las bru-

mas del pasado. Y el recuer-

do, despejando sombras an-

tiguas, se vuelve tibio claror

y destello de penumbra ilu-

minada en bruñidas visiones

de gentes, lugares y tiempos

bañadas de insinuante y áti-

co lirismo, como si el análi-

sis se batiera en derrota ante

la síntesis, como si la inte-

ligencia del mediodía hicie-

ra las paces, al fin de la jor-

nada, con una poesía cre-

puscular y pungente. Dije

alguna vez que quien oyó

una clase de Porras no olvi-

da que la oyó. Y creo, asi-

mismo, que quien lee algu-

nas de estas páginas de

Basadre no las olvida más.

Mi alusión a Porras no es

casual. Claro que no. La

hago a sabiendas de que es-

cribo sobre Basadre, que

otro sería el sitio, etc. Pero

recordarlo es, también, re-

cordar a los mejores de su

generación. YPorras fue de

los mejores. Si algún lector

valiente me soportó hasta

aquí, absuélvame ahora si

evoco ambas figuras como

las guarda mi memoria.

Quiero contar dos cortos

viajes: uno con Porras a su

Pisco natal, otro con

Basadre a su Tacna natal.

RAÚL PORRAS VUELVE

A PISCO

En 1954 tuve la suerte

de acompañar a Porras en

una breve visita a Pisco, la

villa en que nació y a la que

no había vuelto. Era su se-

cretario entonces. Su ancia-

na madre, la bondadosa se-

ñora Juanita Barrenechea, le

anotó algunos nombres y

una que otra dirección im-

precisa. ¿Para qué? La in-

fancia de Porras fue limeña,

no había ataduras, pensé.

No más llegar, se dio a re-

correr calles como buscan-

do un sitio que aún aroma-

sen efluvios de medio siglo

atrás y visitamos viejas y

extrañas gentes de las que

Porras inquiría detalles ni-

mios. Creo que preguntar le

importaba tanto o más que

las respuestas borrosas y

distantes con que aquellos

perplejos vecinos premia-

ban una curiosidad ajena

que no entendían mucho.

Cierta dama, que recluía su

senilidad trémula en un ca-