LIBROS & ARTES
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O, de modo concurrente, el
concepto sociológico de la
deserción de las elites, por
influencia de
la trahison des
clercs
de Julien Benda y del
Pareto premussoliniano. O,
bajo la impronta del ago-
nista Charles Péguy, el
crucial hallazgo de un hon-
do abismo entre el ‘país le-
gal’ y el ‘país profundo’. O,
cercano a Mariátegui, la
idea-fuerza en que tanto in-
sistió y que es un
leit motiv
del pensamiento de Basa-
dre: a la luz de la historia,
el Perú es un enorme pro-
blema que heredamos del
pasado, pero también una
bella promesa abierta al por-
venir.
TRAYECTORIA Y
PRODUCCIÓN
Queda ya formado un
estilo. Uno que alivia la ten-
sión narrativa con el reman-
so eventual y plácido de la
anécdota y el recurso a la
inflexión sociológica o éti-
ca, a veces en tono colo-
quíal que, por sistema, re-
huye o esconde esa plúm-
bea erudición que es la más
temprana y pecaminosa ten-
tación del historiador en
agraz. Formado su estilo, sí.
Los contenidos han de ma-
durar como la fruta en el
árbol, por el tesón germáni-
co de un joven talentoso
cuya avidez se abre a múl-
tiples inquietudes y corrien-
tes y coge en todas partes
algo para una vasta siembra.
En el camino a la plenitud
su actividad no se da repo-
so. Cátedras en SanMarcos,
dirección de la Biblioteca
de la Universidad,
stage
en
USA en 1931, viaje a Ale-
mania en 1932, indagacio-
nes en el Archivo de Indias
sevillano y en el Histórico
de Madrid en 1933-34 –que
llamó su época del “sueño
de opio erudito”–. Y en
1943 refunda la Biblioteca
Nacional herida de muerte
en el incendio ominoso,
crea la revista
Historia
, or-
ganiza una Escuela de bi-
bliotecarios, asume el des-
pacho de Educación bajo el
gobierno de Bustamante en
1945, conduce el departa-
mento de asuntos culturales
en la Unión Panamericana
(1948-50), edita la serie
Bi-
blioteca de la república.
Y
se suceden
Historia del de-
recho peruano
(1937),
Li-
teratura inca
(1938),
La
promesa de la vida perua-
na
(1943),
El conde de
Lemos y su tiempo
(1945),
Meditaciones sobre el des-
tino histórico del Perú
(1947),
Chile, Perú y Boli-
via independientes
(1948),
Notas sobre la experiencia
histórica peruana
(1952),
mientras se renueva y crece
la
Historia de la república
en ediciones que se agotan
muy pronto.
Por entonces, en una
suerte de rito consagratorio,
se le invita a participar en
un programa de la UNESCO
nacido bajo la alta inspira-
ción de Lucien Febvre, Carl
J. Burckhardt, Joseph Need-
ham, Paul Rivet, Julian
Huxley, Tata Husein, Jean
Piaget y otros. Se pide a es-
pecialistas de fama compo-
ner una
Historia de la hu-
manidad
en 6 volúmenes,
centrada en el desarrollo
cultural y científico mun-
dial. En el manojo de elegi-
dos están los británicos
Leonard Woolley y Jacque-
tta Hawkes, el norteameri-
cano Louis Gottschalk, el
francés René Grousset, el
hindú K. Zachariah y el pe-
ruano J. Basadre, a quien
toca el volumen sobre el si-
glo XIX, penúltimo de la
serie. En 1956, por obliga-
ciones del Ministerio de
Educación que asume, re-
nuncia al honroso encargo,
que se trasfiere al historia-
dor francés Charles Morazé.
Alejado de San Marcos
desde 1954, salvo su breve
recaída en 1956-58 en el
despacho ministerial de
Educación que acepta a des-
gano –“sin duda cometien-
do un error”, dirá después–,
rehuye todo cargo y función
pública y se aboca a inves-
tigar y producir. Sin las
obras que actualiza (vgr.
Perú: Problema y posibili-
dad
“con algunas conside-
raciones 47 años después”),
publica
Los fundamentos de
la historia del derecho
(1956),
Infancia en Tacna
(1959),
Materiales para
otra morada
(1960),
Histo-
ria de la Cámara de comer-
cio de Lima
(1963),
Ante el
problema de las elites
(1968),
Introducción a las
bases documentales para la
historia de la república del
Perú
(1971),
El azar en la
historia y sus límites
(1971),
La vida y la historia. Ensa-
yos sobre personas, lugares
y problemas
(1975).
LOS ÚLTIMOS
ESCRITOS
Como el vino de solera
que con el tiempo descubre
su mejor nobleza, sus escri-
tos últimos ganan densidad
y señorío. Hay páginas que
son mezcla armoniosa de
autobiografía o memorias y
ensayo literario, con buídas
imágenes que insertan la
fina trama del recuerdo en
la urdimbre inquieta de un
cuadro histórico que com-
prime, como en miniatura o
en epítome, su visión retros-
pectiva de una persona, una
ciudad, un país, una época.
Se agolpan y desfilan remi-
niscencias de su infancia
tacneña, su juventud y la
turbulencia reformista, las
prisas y fulgores de San
Marcos en el oncenio de
Leguía, sus tribulaciones
por la chilenización de las
provincias en cautiverio y
el plebiscito. También cuen-
ta de su viaje a Europa, tras-
mite su visión de la Alema-
nia de 1932 y del nazismo,
ya una
juggernauth
arrolla-
dora un año antes de que
Hitler empuñase el poder
total y arrastrase al planeta
al borde del abismo. Nostál-
gico, rememora su gozosa
inmersión en los archivos
españoles, su vuelta al Perú,
su retorno a San Marcos. Y
evoca la vieja y querida Bi-
blioteca Nacional que des-
truyó el fuego en 1943 y su
tarea de salvataje y resurrec-
ción.
En estas páginas mne-
mosíneas hay trozos que
respiran calidez y tre-
mulación que conmueve.
Nunca, como en ellos, su
prosa alcanzó registro tan
amplio y resonancias tan
íntimas. Como en una
proustiana y tierna recupe-
ración de lo perdido la me-
moria se interna en las bru-
mas del pasado. Y el recuer-
do, despejando sombras an-
tiguas, se vuelve tibio claror
y destello de penumbra ilu-
minada en bruñidas visiones
de gentes, lugares y tiempos
bañadas de insinuante y áti-
co lirismo, como si el análi-
sis se batiera en derrota ante
la síntesis, como si la inte-
ligencia del mediodía hicie-
ra las paces, al fin de la jor-
nada, con una poesía cre-
puscular y pungente. Dije
alguna vez que quien oyó
una clase de Porras no olvi-
da que la oyó. Y creo, asi-
mismo, que quien lee algu-
nas de estas páginas de
Basadre no las olvida más.
Mi alusión a Porras no es
casual. Claro que no. La
hago a sabiendas de que es-
cribo sobre Basadre, que
otro sería el sitio, etc. Pero
recordarlo es, también, re-
cordar a los mejores de su
generación. YPorras fue de
los mejores. Si algún lector
valiente me soportó hasta
aquí, absuélvame ahora si
evoco ambas figuras como
las guarda mi memoria.
Quiero contar dos cortos
viajes: uno con Porras a su
Pisco natal, otro con
Basadre a su Tacna natal.
RAÚL PORRAS VUELVE
A PISCO
En 1954 tuve la suerte
de acompañar a Porras en
una breve visita a Pisco, la
villa en que nació y a la que
no había vuelto. Era su se-
cretario entonces. Su ancia-
na madre, la bondadosa se-
ñora Juanita Barrenechea, le
anotó algunos nombres y
una que otra dirección im-
precisa. ¿Para qué? La in-
fancia de Porras fue limeña,
no había ataduras, pensé.
No más llegar, se dio a re-
correr calles como buscan-
do un sitio que aún aroma-
sen efluvios de medio siglo
atrás y visitamos viejas y
extrañas gentes de las que
Porras inquiría detalles ni-
mios. Creo que preguntar le
importaba tanto o más que
las respuestas borrosas y
distantes con que aquellos
perplejos vecinos premia-
ban una curiosidad ajena
que no entendían mucho.
Cierta dama, que recluía su
senilidad trémula en un ca-