

LIBROS & ARTES
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diferencia de las obras
científicas que existen
casi siempre merced a la
colaboración entre muchos
investigadores, la obra de
arte en general, y la litera-
tura en particular, tienen la
marca, el sello de agua del
talento individual. Los des-
cubrimientos científicos
vienen casi siempre pre-
anunciados por logros ante-
riores y a veces se produ-
cen coincidentes avances en
lugares diferentes debido a
que la comunidad de estu-
diosos maneja similares in-
formaciones previas.
En el mundo del arte no
existe literalmente el pro-
greso y no hay una lógica
previsible en la aparición de
grandes obras. Pero todo
artista, escritor o músico o
escultor, tiene el deseo de
durar, salvo que haga una
bandera de lo efímero,
como ocurre con los textos
dadaístas o algunos de los
objetos dadá o surrealistas
que salieron de las manos de
Marcel Duchamp.
Las causas por las que
un escritor prevalece sobre
otros y va a engrosar el ca-
non literario de su posterio-
ridad son constantemente
estudiadas, pero, como es
obvio, los críticos no llegan
a ningún acuerdo. Sin duda
no basta ser virtuoso, ni te-
ner un aire de época, pues-
to que en cada circunstan-
cia histórica hay mucho más
que un puñado de escrito-
res que son muy diestros en
el manejo de la lengua, que
gustan a sus coetáneos y que
expresan de un modo muy
intenso el momento que les
tocó vivir. Coincidir con el
futuro es lo más difícil, de-
cir algo a los hombres de
otra época. Cinco escritores
de lengua alemana lo han
logrado de un modo muy in-
tenso, el checo Kafka, el
austriaco Trakl, el rumano
Celan, y los alemanes
Brecht y Benn. La caracte-
rística común que tienen es
haber expresado, de un
modo único, peculiar de sus
respectivos estilos, el horror
de las sociedades que cono-
cieron, que prefiguraba el
sostenido sufrimiento de la
humanidad de hoy día. Sus
textos acercan el dolor a la
sabiduría. ¿En quiénes
pensaba Kafka cuando dijo:
«existe abundancia de espe-
ranza, pero no para ninguno
de nosotros»? En una carta
a Milena escribió: «Nadie
canta con tanta pureza como
los que están en el más pro-
fundo infierno; su canto es
lo que creemos el canto de
los ángeles». Los lectores
contemporáneos, aquellos
que permanecen alejados de
la banalidad, saben con me-
ridiana claridad que la can-
ción de los que sufren no es
la única, pero sí es la más
grande y conmovedora. Si
discurrimos junto a Karl
Jaspers estaremos conven-
cidos de que lo más carac-
terístico del hombre es su
perfil y su entraña de ser trá-
gico. Un aura de sufrimien-
to exacerbado acompaña la
figura de Paul Celan, así
como una mala estrella se
posó sobre la frente de Fe-
derico García Lorca y en los
POETA
ACORRALADO
Marco Martos
A
Paul Celan
oscuros días de prisión de
Miguel Hernández.
Un pesimismo radical
rodea al hombre al comien-
zo del tercer milenio. Geor-
ge Steiner ha recordado*
que incluso los ironistas de
la ilustración como Voltaire
habían previsto con total
seguridad la abolición final
de la tortura en Europa; les
parecía que era inconcebi-
ble un retorno generalizado
de la censura, de la quema
de libros, de la persecución
de herejes o disidentes. Du-
rante el siglo XIX, el libe-
ralismo y el positivismo tu-
vieron la ingenua esperan-
za de que la extensión de la
escolaridad, los avances en
los conocimientos científi-
cos y tecnológicos y el au-
mento considerable de la
producción llevarían a una
mejora sostenida en la civi-
lidad, en la tolerancia políti-
ca, en las costumbres tanto
públicas como privadas.
Nada de eso ha ocurri-
do. Antes por el contrario,
el siglo XX ha visto cómo
la refinada capacidad inte-
lectual o la eminencia cien-
tífica se han puesto muchas
veces de lado de las exigen-
cias totalitarias. Conciertos,
exposiciones en importan-
tes museos, libros eruditos,
han florecido en las vecin-
dades de los campos de la
muerte. Lo mismo hay que
decir de una cada vez más
numerosa tecnocracia, indi-
ferente a las necesidades
reales de los hombres.
ESBOZO BIOGRÁFICO
El 20 de abril de 1970,
en París, desde el puente
Mirabeau, al que había can-
tado GuillaumeApollinaire,
Paul Celan se arrojó a las
primaverales aguas del río
Sena. El 7 de mayo, con su
habitual laconismo, escribió
C.M. Cioran: «Paul Celan
se ha tirado al Sena. El lu-
nes pasado encontraron su
cadáver. Este hombre en-
cantador e insoportable, fe-
roz y con accesos de dulzu-
ra, al que yo estimaba y re-
huía, por miedo a herirlo,
pues todo lo hería. Siempre
que me lo encontraba, me
ponía en guardia y me con-
trolaba, hasta el punto de
que al cabo de media hora
estaba extenuado». El 11 de
mayo, sus notas dicen:
«Noche atroz. He soñado
con la sabia resolución de
Celan. Celan fue hasta el fi-
nal, agotó sus posibilidades
de resistirse a la destruc-
ción. En cierto sentido, su
vida nada tiene de frag-
mentaria, ni de fracasada:
está plenamente realiza-
da.[…]». En otras líneas
del mismo día, escribe
Cioran: «Sólo se escribe
con pasión, con verdad,
cuando se está acorralado.
La mente trabaja bajo pre-
sión. En condiciones nor-
males, permanece impro-
ductiva, se aburre y se abu-
rre».** Celan fue, durante
toda su vida, el hombre de
las decisiones equivocadas.
Estuvo acorralado, pero
nunca hizo lo suficiente
como para huir de su desti-
no trágico.
Celan, cuando nació, se
llamaba Paul Antschel. Su
ciudad natal era Czerno-
witz, capital de la Bucovina,
una región pequeña situada
entre la rumana Transilva-
nia y la Besarabia rusa que
había estado incorporada al
imperio austro-húngaro
hasta 1918. Cuando nació el
poeta, la región pertenecía
a Rumania. El padre, Leo,
era un maestro de obras que
por la crisis de la construc-
ción tuvo que dedicarse a la
venta de leña. La madre,
Friederike Schrager, con
solo estudios primarios y
otros de comercio, era gran
El 20 de abril de 1970, en París, desde el puente Mirabeau,
al que había cantado Guillaume Apollinaire, Paul Celan se arrojó
a las primaverales aguas del río Sena. El 7 de mayo, con su
habitual laconismo, escribió C.M. Cioran: “Paul Celan se ha
tirado al Sena. El lunes pasado encontraron su cadáver. Este
hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura,
al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo,
pues todo lo hería.”
* George Steiner.
Gramáti-
cas de la creación.
Traducción de
Andoni Alonso y Carmen Galán
Rodríguez. Madrid. Ediciones
Siruela. 2001. 354 pp.
**
E.M. Cioran.
Cuadernos
1957-1972.
Traducción de Car-
los Manzano.
Barcelona. Tusquets
editores. 272 pp.