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LIBROS & ARTES

Página 18

diferencia de las obras

científicas que existen

casi siempre merced a la

colaboración entre muchos

investigadores, la obra de

arte en general, y la litera-

tura en particular, tienen la

marca, el sello de agua del

talento individual. Los des-

cubrimientos científicos

vienen casi siempre pre-

anunciados por logros ante-

riores y a veces se produ-

cen coincidentes avances en

lugares diferentes debido a

que la comunidad de estu-

diosos maneja similares in-

formaciones previas.

En el mundo del arte no

existe literalmente el pro-

greso y no hay una lógica

previsible en la aparición de

grandes obras. Pero todo

artista, escritor o músico o

escultor, tiene el deseo de

durar, salvo que haga una

bandera de lo efímero,

como ocurre con los textos

dadaístas o algunos de los

objetos dadá o surrealistas

que salieron de las manos de

Marcel Duchamp.

Las causas por las que

un escritor prevalece sobre

otros y va a engrosar el ca-

non literario de su posterio-

ridad son constantemente

estudiadas, pero, como es

obvio, los críticos no llegan

a ningún acuerdo. Sin duda

no basta ser virtuoso, ni te-

ner un aire de época, pues-

to que en cada circunstan-

cia histórica hay mucho más

que un puñado de escrito-

res que son muy diestros en

el manejo de la lengua, que

gustan a sus coetáneos y que

expresan de un modo muy

intenso el momento que les

tocó vivir. Coincidir con el

futuro es lo más difícil, de-

cir algo a los hombres de

otra época. Cinco escritores

de lengua alemana lo han

logrado de un modo muy in-

tenso, el checo Kafka, el

austriaco Trakl, el rumano

Celan, y los alemanes

Brecht y Benn. La caracte-

rística común que tienen es

haber expresado, de un

modo único, peculiar de sus

respectivos estilos, el horror

de las sociedades que cono-

cieron, que prefiguraba el

sostenido sufrimiento de la

humanidad de hoy día. Sus

textos acercan el dolor a la

sabiduría. ¿En quiénes

pensaba Kafka cuando dijo:

«existe abundancia de espe-

ranza, pero no para ninguno

de nosotros»? En una carta

a Milena escribió: «Nadie

canta con tanta pureza como

los que están en el más pro-

fundo infierno; su canto es

lo que creemos el canto de

los ángeles». Los lectores

contemporáneos, aquellos

que permanecen alejados de

la banalidad, saben con me-

ridiana claridad que la can-

ción de los que sufren no es

la única, pero sí es la más

grande y conmovedora. Si

discurrimos junto a Karl

Jaspers estaremos conven-

cidos de que lo más carac-

terístico del hombre es su

perfil y su entraña de ser trá-

gico. Un aura de sufrimien-

to exacerbado acompaña la

figura de Paul Celan, así

como una mala estrella se

posó sobre la frente de Fe-

derico García Lorca y en los

POETA

ACORRALADO

Marco Martos

A

Paul Celan

oscuros días de prisión de

Miguel Hernández.

Un pesimismo radical

rodea al hombre al comien-

zo del tercer milenio. Geor-

ge Steiner ha recordado*

que incluso los ironistas de

la ilustración como Voltaire

habían previsto con total

seguridad la abolición final

de la tortura en Europa; les

parecía que era inconcebi-

ble un retorno generalizado

de la censura, de la quema

de libros, de la persecución

de herejes o disidentes. Du-

rante el siglo XIX, el libe-

ralismo y el positivismo tu-

vieron la ingenua esperan-

za de que la extensión de la

escolaridad, los avances en

los conocimientos científi-

cos y tecnológicos y el au-

mento considerable de la

producción llevarían a una

mejora sostenida en la civi-

lidad, en la tolerancia políti-

ca, en las costumbres tanto

públicas como privadas.

Nada de eso ha ocurri-

do. Antes por el contrario,

el siglo XX ha visto cómo

la refinada capacidad inte-

lectual o la eminencia cien-

tífica se han puesto muchas

veces de lado de las exigen-

cias totalitarias. Conciertos,

exposiciones en importan-

tes museos, libros eruditos,

han florecido en las vecin-

dades de los campos de la

muerte. Lo mismo hay que

decir de una cada vez más

numerosa tecnocracia, indi-

ferente a las necesidades

reales de los hombres.

ESBOZO BIOGRÁFICO

El 20 de abril de 1970,

en París, desde el puente

Mirabeau, al que había can-

tado GuillaumeApollinaire,

Paul Celan se arrojó a las

primaverales aguas del río

Sena. El 7 de mayo, con su

habitual laconismo, escribió

C.M. Cioran: «Paul Celan

se ha tirado al Sena. El lu-

nes pasado encontraron su

cadáver. Este hombre en-

cantador e insoportable, fe-

roz y con accesos de dulzu-

ra, al que yo estimaba y re-

huía, por miedo a herirlo,

pues todo lo hería. Siempre

que me lo encontraba, me

ponía en guardia y me con-

trolaba, hasta el punto de

que al cabo de media hora

estaba extenuado». El 11 de

mayo, sus notas dicen:

«Noche atroz. He soñado

con la sabia resolución de

Celan. Celan fue hasta el fi-

nal, agotó sus posibilidades

de resistirse a la destruc-

ción. En cierto sentido, su

vida nada tiene de frag-

mentaria, ni de fracasada:

está plenamente realiza-

da.[…]». En otras líneas

del mismo día, escribe

Cioran: «Sólo se escribe

con pasión, con verdad,

cuando se está acorralado.

La mente trabaja bajo pre-

sión. En condiciones nor-

males, permanece impro-

ductiva, se aburre y se abu-

rre».** Celan fue, durante

toda su vida, el hombre de

las decisiones equivocadas.

Estuvo acorralado, pero

nunca hizo lo suficiente

como para huir de su desti-

no trágico.

Celan, cuando nació, se

llamaba Paul Antschel. Su

ciudad natal era Czerno-

witz, capital de la Bucovina,

una región pequeña situada

entre la rumana Transilva-

nia y la Besarabia rusa que

había estado incorporada al

imperio austro-húngaro

hasta 1918. Cuando nació el

poeta, la región pertenecía

a Rumania. El padre, Leo,

era un maestro de obras que

por la crisis de la construc-

ción tuvo que dedicarse a la

venta de leña. La madre,

Friederike Schrager, con

solo estudios primarios y

otros de comercio, era gran

El 20 de abril de 1970, en París, desde el puente Mirabeau,

al que había cantado Guillaume Apollinaire, Paul Celan se arrojó

a las primaverales aguas del río Sena. El 7 de mayo, con su

habitual laconismo, escribió C.M. Cioran: “Paul Celan se ha

tirado al Sena. El lunes pasado encontraron su cadáver. Este

hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura,

al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo,

pues todo lo hería.”

* George Steiner.

Gramáti-

cas de la creación.

Traducción de

Andoni Alonso y Carmen Galán

Rodríguez. Madrid. Ediciones

Siruela. 2001. 354 pp.

**

E.M. Cioran.

Cuadernos

1957-1972.

Traducción de Car-

los Manzano.

Barcelona. Tusquets

editores. 272 pp.