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LIBROS & ARTES

Página 19

Fuga de la muerte/ Paul Celan

Negra noche del alba la bebemos de tarde

la bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche

bebemos y bebemos

cavamos una fosa en los aires no se yace allí estrecho

Vive un hombre en la casa que juega con la serpiente que escribe

que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete

lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus

mastines

silba a sus judíos hace cavar una fosa en la tierra

nos ordena tocad a danzar

Negra noche del alba te bebemos de noche

te bebemos de mañana a mediodía te bebemos de tarde

bebemos y bebemos

Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe

que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete

Tu pelo de ceniza Sulamit cavamos una fosa en los aires no se yace allí estrecho

Grita hincad los unos más hondo en la tierra los otros cantad y tocad

agarra el hierro del cinto lo blande son sus ojos azules

hincad los unos más hondo las palas los otros seguid tocando a danzar

Negra noche del alba te bebemos de noche

te bebemos a mediodía de mañana te bebemos de tarde

bebemos y bebemos

vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete

tu pelo de ceniza Sulamit juega con las serpientes

Grita que suene más dulce la muerte la muerte es un Maestro Alemán

grita más oscuro el tañido de los violines así subiréis como humo en el aire

así tendréis una fosa en las nubes no se yace allí estrecho

Negra noche del alba te bebemos de noche

te bebemos al mediodía la muerte es un Maestro Alemán

te bebemos de tarde y mañana bebemos y bebemos

la muerte es un Maestro alemán su ojo es azul

él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú

vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete

azuza sus mastines a nosotros nos regala una fosa en el aire

juega con las serpientes y sueña la muerte es un Maestro Alemán

tu pelo de oro Margarete

tu pelo de ceniza Sulamit

(Traducción de José Luis Reina Palazón).

aficionada a la lectura y con-

tribuyó a que esta afición se

desarrollase en sus hijos.

La familia era judía alema-

na y no fue raro por eso que

el futuro poeta estudiase en

el kindergarten alemán, en

un colegio alemán, en una

escuela hebrea y, finalmen-

te, en un instituto estatal,

donde recibió clases de

rumano. La lengua mater-

na de Celan fue el alemán y

en ella se expresó

literariamente toda su vida.

Steiner, con cuya inteligen-

cia prodigiosa es muy difí-

cil disentir, después de elo-

giar la condición de políglo-

ta de Celan, puesto que tra-

ducía en seis o siete lenguas,

y de llamarlo el más inno-

vador y el más grande de

los poetas alemanes des-

pués de Hölderlin, sostiene

que vivió su propia atadura

a la lengua alemana como

algo casi insoportable. Dice

textualmente: «¿Pudo, de-

bió escribir en rumano, en

francés, o, lo que sería ideal,

en hebreo?» Argumenta

que el alemán era la lengua

de los sanguinarios que ex-

terminaron tanto a sus pa-

dres como a ese mundo pró-

digamente humano en el

que creció. ¿Era el alemán

una falsa lengua materna

para Celan? Todo indica

que no. Era la lengua de sus

preferencias literarias. La

que escogió para sus versos,

para su correspondencia,

para sus afectos. Emparen-

tado, por sus calidades lite-

rarias, con Hölderlin, como

quiere justamente Steiner, lo

está en una lengua común,

que es, sobre todo, la de

Goethe, la de Mann, la de

Brecht y no la de Hitler y sus

secuaces, diabólicamente

simple, con su propia sintaxis

y su propia semántica. La

mayor intensidad lírica de la

lengua alemana en el siglo

XX está ligada a la escritura

de Celan.

La vida trágica de Ce-

lan en Czernowitz ha sido

contada muchas veces. Bas-

te recordar que la ciudad

sufrió iniquidades bajo el

dominio de rusos y de ale-

manes. En un clima poco

propicio, Celan hizo de todo,

desde picapedrero, hasta

profesor. Sus padres, que

trabajaban en trabajos de

reparación de carreteras

murieron, como tantos

otros, asesinados, cuando

desfallecían en las labores.

Cuando finalizó la guerra,

Celan encontró trabajo en

Bucarest como traductor

del ruso. Entonces tradujo

Un héroe de nuestro tiem-

po

de Lermontov, excelen-

te relato que llamó podero-

samente su atención. En

esta época dedica todos sus

poemas a Ruth Lackner,

con quien tuvo lo que pue-

de llamarse una confusión

de sentimientos que acabó

definiéndose como una

hermandad. De Bucarest

pasó Celan a Viena y lue-

go Muhlau, para visitar la

tumba de Trakl, y, final-

mente París, donde estudió

literatura germánica.

Se casó en 1952 con

Gisele de Lestrange, con la

que tuvo dos hijos, Fran-

çois, que murió, y Eric, na-

cido en 1955. Desde enton-

ces, hasta 1970, trabaja en

la edición de sus libros y

recibe los más importantes

premios literarios alemanes

y el testimonio de admira-

ción de Heidegger.

Cuando Celan murió

Henri Michaux escribió:

«Paul Celan se encontró en

el camino de la vida con

grandes obstáculos, muy

grandes obstáculos, algunos

casi insuperables, y uno, el

último, insuperable de ver-

dad. Fue en aquel penoso

periodo donde tuvo lugar

nuestro encuentro, donde

nos conocimos…sin cono-

cernos. Hablamos mucho

con el fin de no tener que

hablar. En él, lo que era gra-

ve era demasiado grave. No

hubiera consentido que al-

guien se entrometiera. Para

detenerte, utilizaba con fre-

cuencia una sonrisa, una

sonrisa que había pasado

por mil naufragios. […] La

cura que la escritura le pro-

porcionaba no era suficente,

no ha sido suficiente. Sal-

tos en balde. Siempre en la

sala de los gritos, apretujado

en los instrumentos de tor-

tura. Cada vez, un cielo de

tinta. Cada día trae final-

mente su golpe.

Se nos ha ido. Claro que

no podía escoger. El fin no

*** Paul Celan.

Obras

completas.

Traducción de José

Luis Reina Palazón. Madrid. Edi-

torial Trotta. 2002. 526 pp.

será tan largo. A flor de

agua, el cadáver tranquilo.»

CELAN EN ESPAÑOL

La poesía de Paul Ce-

lan empezó a conocerse en

español en los años setenta,

con las traducciones de

Francisco Elvira-Hernández,

de Ángel Valente y de Jai-

me Siles y, en los años

ochenta, de Jesús Munárriz.

Casi al fin del segundo

milenio, en 1999, con ree-

diciones el 2000 y el 2002,

por primera vez se vierte al

español la obra completa de

Paul Celan, en ajustadas

versiones de José Luis Rei-

na Palazón, traductor tam-

bién de Rilke, Goethe y

Trakl. Por este trabajo Rei-

na Palazón mereció el Pre-

mio Nacional de Literatura

de España en el área traduc-

ción.*** Es cierto que no es

lo mismo paladear a un poe-

ta en su lengua original que

en versiones traducidas,

pero, por eso mismo, apre-

ciamos el esfuerzo del in-

termediario, que aparte de

filólogo, es también poeta.

Sabido es cómo lucha un

buen poeta con el lenguaje,

cómo llega a los bordes de

la significación y se precipi-

ta en lo desconocido. Un

poema de Celan, como otro

de Vallejo en «Trilce», no

dice lo que todos saben, no

usa el lenguaje de todos los

días para expresar fáciles

significados, remonta las

aguas del idioma para llegar

a los orígenes. En cierto sen-

tido nos lleva al futuro, pues

dice cosas nunca dichas,

pero también a la chispa que

llamamos creación y que es

el origen del mundo. Mallar-

mé, hablando de la Santa que

dondonea un instrumento

que es un ala, la llamó

tañedora de silencio. La poe-

sía de Celan viene del silen-

cio también, pero más toda-

vía, del pánico de la soledad

del universo, del sufrimien-

to radical del individuo arro-

jado entre las cosas, entre las

bestias que aparentemente

son sus semejantes. Nunca la

lenga alemana ha sonado tan

lúgubre y tan nítida como en

el poema “Todes-fuge”

(“Fuga de la muerte”)