

LIBROS & ARTES
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sas fueron las condi-
ciones en las que Fran-
cisco Lombardi, pero tam-
bién Armando Robles
Godoy, Alberto Durant, Fe-
derico García Hurtado, Au-
gusto Tamayo San Román,
Nora de Izcue, Felipe
Degregori, Danny Gavidia,
el Grupo Chaski, entre otros
cineastas del Perú, desarro-
llaron su trabajo.
LAS PRIMERAS IMÁGE-
NES: 1897-1918
Los peruanos conocie-
ron el cine el sábado 2 de
enero de 1897, cuando se
realizó la primera función
pública en la ciudad de
Lima, capital del Perú. El
aparato de imágenes móvi-
les usado en esa sesión fue
el Vitascopio de Edison. El
Cinematógrafo Lumiére lle-
gó pocos días después y su
presentación en sociedad se
produjo el 2 de febrero de
1897.
Los espectadores de
esos primeros aparatos fue-
ron los sobrevivientes de la
desastrosa Guerra del Pací-
fico, que había enfrentado
a Bolivia y Perú contra Chi-
le menos de veinte años an-
tes. La ocupación de Lima
por las tropas chilenas du-
rante el conflicto, la pérdi-
da de territorios y la ruina
económica que dejó la gue-
rra, ocasionaron la crisis
más grave sufrida por nues-
tro país desde que se eman-
cipó de España en 1821.
Nuestro país, derrotado,
desmoralizado y en banca-
rrota emprendió entonces su
reconstrucción. El cine lle-
gó durante el gobierno de
Nicolás de Piérola, líder ci-
vil, personaje legendario de
la historia peruana, uno de
los artífices de la «normali-
zación» de postguerra, en
tiempos de fin de siglo. Eran
los días de la llamada Re-
públicaAristocrática, socie-
dad basada en el carisma de
un hombre fuerte en el go-
bierno, en el crecimiento de
la actividad estatal, en el sa-
neamiento de las deudas
públicas, en el elogio ritual
del poder. Como en el
México de Porfirio Díaz o
en los gobiernos oligárqui-
cos hispoamericanos carac-
terísticos de este período.
Los peruanos conocie-
ron el cine en compañía de
don Nicolás de Piérola, in-
vitado de honor de las se-
siones que mostraron las os-
cilantes imágenes proyecta-
das por el Vitascopio y el
Cinematógrafo. En la vida
cotidiana, Lima miraba ha-
cia Europa, sobre todo ha-
cia París. No sorprendió por
eso la excepcional acogida
que se dio al Cinematógra-
fo, encarnación de la mo-
dernidad, novedad y pujan-
za de la tecnología prove-
niente de la Europa próspe-
ra y burguesa. Gracias a ese
aparato, los Campos Elíse-
os, el Arco del Triunfo y la
Torre Eiffel dejaban de ser
efigies congeladas en algún
grabado para convertirse en
paisajes poblados por gen-
tes impulsadas por una si-
lenciosa pero febril agita-
ción.
Algún anónimo opera-
dor registró hacia 1899 las
primeras vistas fílmicas del
Perú. El 23 de abril de
1899, el Teatro Politeama
de Lima presentó un apa-
rato denominado Estereo-
kinematógrafo. En esa se-
sión se proyectaron veinte
vistas móviles, entre las que
se encontraban tres deno-
minadas La Catedral de
Lima, Camino de La Oroya
y Chanchamayo. Esas fue-
ron las primeras imágenes
de la geografía peruana
proyectadas por un apara-
to cinematográfico.
Se inauguró así un pe-
ríodo de gran actividad en
el campo del registro docu-
mental. Los camarógrafos
recorrían las regiones natu-
rales del Perú (la costa que
limita con el Oceáno Pací-
fico, los Andes y la región
amazónica) con sus equipos
listos para registrar paisajes,
ceremonias, fiestas, ritos,
obras públicas, labores de
colonización o de evange-
lización y, por qué no,
exotismos siempre bien
apreciados por los públicos
de fuera. La producción de
películas argumentales, sin
embargo, se hizo esperar un
tiempo más. En efecto, la
primera película peruana de
ficción fue
Negocio al agua
,
estrenada el 14 de abril de
1913. La cinta, una come-
dia en 5 partes, fue produ-
cida por la Empresa del Ci-
nema Teatro, la principal
compañía exhibidora de en-
tonces, y filmada por su
operador Jorge Goitizolo en
diversos lugares del barrio
limeño de Barranco, enton-
ces balneario de la «alta so-
ciedad». El autor del argu-
mento fue Federico Blume
y Corbacho, un activo pe-
riodista y escritor satírico.
El 18 de junio de 1913 se
estrenó la segunda cinta
argumental,
Del manicomio
al matrimonio.
EL CINE DEL PODER:
1919-1930
La década de los veinte
fue de una intensa actividad
cinematográfica, sobre todo
en el terreno del documen-
tal de actualidades y frivo-
lidades.
Eran los días del gobier-
no autocrático (1919-1930)
deAugusto B. Leguía, líder
de la llamada Patria Nueva.
Durante ese régimen, el cine
cumplió los roles sucesivos
de reportero, testigo y crea-
dor de mitologías. Como es-
pectáculo estaba situado ya
en el centro de la atención
del público, luego de derro-
tar a todos sus contendores
(el teatro, la zarzuela, la
E
La del cine peruano es una historia intermitente, plagada de
episodios que parecieron anunciar el inicio de una producción
estable y continua, regular y dinámica, es decir, el establecimiento
de una industria que, al cabo, nunca existió. El desaliento y la
quiebra aparecieron una y otra vez en el horizonte cuando
nadie podía imaginar que el derrumbe estaba cercano.
UNA HISTORIA
INTERMITENTE
Nuestro cine
Ricardo Bedoya