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LIBROS & ARTES

Página 21

en tamaño natural.

Fotogra-

fía Nacional

afrontó, ade-

más, la producción de

los

barniztipos y de las fotogra-

fías de fantasía, estas últi-

mas hechas con accesorios

y decorados extravagantes.

Pero el trabajo verdadera-

mente más importante que

emprendió Castillo enton-

ces fue el del proceso de

acabado, que manejó con

singular maestría, al impri-

mir las copias al carbón.

Proceso tedioso y muy ex-

tenso que implica una serie

de manipulaciones destina-

das a sustituir las partículas

de plata por otras, más es-

tables, de carbón y que per-

mite concebir imágenes que

mantienen, a través del paso

del tiempo y en sutiles to-

nos magentas, su eterna ju-

ventud. En un desborde de

arrojo, y de su talento co-

mercial, Castillo proclamó

ser el único estudio enAmé-

rica especializado en esta,

aún hoy, maravillosa técni-

ca. Nunca contento con

esto, Castillo participó en

una serie de competencias

en las que acumuló los pre-

mios, entre ellos, de las

exposiciones de Lima, en

1877, París, en 1878, Bue-

nos Aires, en 1882, y nue-

vamente en Lima, en 1885,

publicitándolos en las guías

y directorios de nuestra ciu-

dad a partir del 75 hasta el

98. Ya sobre este último

tiempo, alguna información

vincula tímidamente el tra-

bajo de un R. o Raf. Casti-

llo, activo hacia 1899 en la

Baja California de México,

con el de Rafael Castillo de

aquí, lo que podría signifi-

car que el fotógrafo dejó el

Perú por entonces.

En esta biografía, noto-

riamente incompleta y que,

esperanzadamente, se

autoconsidera en construc-

ción, existen dos momentos,

para mí, particularmente

sensibles.

El primero se ubica en

julio de 1871 y se refiere a

un incidente entre Castillo

y un empleado peruano,

Teodoro Ramírez, quien

oficialmente era el impresor

de copias positivas aunque,

se cuenta, había aprendido

bien el manejo completo de

la fotografía en el estudio

del 243 de la calle

Espaderos. Quizás sería

acertado decir en este mo-

mento que Espaderos co-

rresponde a la Camaná ac-

tual, y el 243 quedaría más

o menos a media cuadra del

jirón Ica. Tal vez sea una

buena oportunidad también

para mencionar que como

una señal de la posible exis-

tencia del chisme como una

de las instituciones limeñas

dedicadas a la corrosión y

al desprestigio, el 15 de ju-

lio de 1871 El Comercio

publica la noticia que

Ramírez ha sido acusado

por Castillo de hacer nego-

cios personales utilizando el

nombre del estudio. Ade-

más, Castillo alerta que

Ramírez no es fotógrafo sino

un simple impresor, es de-

cir, un simple labora-torista.

Defendiéndose, se dice que

Ramírez negó la acusación

y más bien recomendó que

el acusador cesara de pre-

tender ser el dueño de un

estudio que no le pertene-

cía. Muestra visible y criti-

cable de esta pretensión,

argumentó Ramírez, es que

Castillo, a la vista y pacien-

cia de todos, ha rebautizado

al estudio de Espaderos

como

Fotografía Nacio-

nal

. Por este enfrentamien-

to, Ramírez abandonó la fir-

ma y se constituyó desde

entonces

como

un

autotitulado fotógrafo mó-

vil, o movile, según El Co-

mercio, ofreciendo, desde

entonces, ir a cualquier lu-

gar que se requiera para rea-

lizar el trabajo. Durante este

avatar advirtió a los propie-

tarios de tierras sobre las

amplias posibilidades de su

profesión, de sus bondades,

y de la utilidad práctica de

hacer un registro completo

de los trabajadores, peones

de la tierra que en esos tiem-

pos eran inmigrantes chi-

nos. Más tarde, Ramírez es-

tablecería su estudio en el

16 de la calle San Ildefonso,

en el Rímac, donde se dedi-

có a retratar personas sen-

cillas y menos pudientes,

mientras reflexionaba sobre

la posibilidad de generar, a

través de esta actividad y

durante un buen tiempo, su

propio sustento.

DOS HERMANOS

FRANCESES

La lectura de toda esta

información me llevó a te-

ner serias dudas sobre el tes-

timonio, definitivo e incues-

tionable, del jefe del depar-

tamento de conservación de

archivos fotográficos de la

Biblioteca Nacional sobre

los negativos de la caja de

cartón. A mis ojos, Rafael

Castillo demostraba, en

todo sentido, ser un formi-

dable fotógrafo que compe-

tía, utilizando todos los ins-

trumentos a su alcance, por

lograr la supremacía en el

espacio fotográfico limeño.

Estimando el contexto, ha-

bría que decir que Lima se-

guía contemplando enton-

ces con embeleso la sensua-

lidad de la cultura parisina.

Y aún considerando la inne-

gable, por ser evidente, ex-

celencia de su fotografía,

hay que tener en cuenta que

Rafael Castillo era de sabor

nacional y su encarnizada

competencia se dirimiría,

directamente y sin atajos,

contra dos puntiagudos,

cancheros y nunca despro-

vistos de experiencia

acriollada migrantes france-

ses, quienes, además, eran

también astutos, excelentes

relacionistas públicos, ven-

cedores en la batalla entre

los cinco grandes estudios

de la dorada época de la tar-

jeta de visita, afiatados

cómplices entre ellos, y,

para colmo, buenos herma-

nos que trabajaban en equi-

po. Aquiles Courret, con

maña y pericia, manejaba el

aspecto comercial del estu-

dio mientras que Eugenio

Courret era el espléndido y

sofisticado fotógrafo euro-

peo. Entonces, ¿cuándo ha-

bría realizado Castillo sus

retratos de personas senci-

llas en su estudio del

Rímac? Me refiero a esos

que encontramos en la caja

de cartón. Hasta ahora no he

descubierto un texto que

mencione que Castillo hu-

biera sido propietario de al-

gún estudio en el Rímac,

pero tampoco, sin una in-

vestigación rigurosa, se

puede descartar la posibili-

dad de que alguna vez lo

tuviera. Lo cierto es que la

estrecha posibilidad de que

las imágenes de la caja de

cartón en la Biblioteca Na-

cional pertenecieran en su

autoría a Teodoro Ramírez,

me parece fantástica desde

todo punto de vista. Tal vez

algún día el misterio queda-

rá resuelto, pero, mientras

tanto, pienso que el exhibir

esas fotografías junto a las

de Courret nos va a servir

de mucho a los peruanos.

EL PALACIO DE LA

EXPOSICIÓN

El segundo punto sen-

cible de la biografía de Ra-

fael Castillo ocurre en 1872.

En ese año ya existe el mue-

lle parcialmente recto, el

sistema de dársena y la

aduana del Callao, las mu-

rallas de Lima han desapa-

recido mientras que los ser-

vicios de agua potable y

desagüe han significado una

victoria de la salubridad

pública y una mejora en la

estética de la vida urbana.

Gobierna Balta, y leyendo

a Jorge Basadre nos entera-

mos que en la Lima de aquel

momento existe un gran en-

tusiasmo por la prosperidad

aparente y el espíritu de

imitación de los grandes

acontecimientos mundiales.

La energía de este espí-

ritu se encauza, entonces, en

el gran proyecto de la Ex-

posición Nacional, suceso

culminante de la vida

limeña de ese tiempo. El

gobierno dispuso que fuera

una exposición de produc-

tos naturales, agrícolas y

manufacturados, de plantas

y animales de todas clases,

junto con la cual se celebra-

ría un concurso público de

modelos de máquinas, plan-

tas y animales útiles extran-

jeros, entre otros temas. Una

ley del Congreso la autori-

zó en 1869 y los trabajos co-

menzaron en enero del si-

guiente año. En estos traba-

jos, Manuel Anastasio

Fuentes, llamado también el

Murciélago, tuvo una parti-

cipación muy importante.

El arquitecto italiano Anto-

nio Leonardi se encargó de

la sección técnica y las res-

ponsabilidades de supervi-

sión recayeron sobre una

comisión presidida por el

general Manuel Ignacio de

Vivanco.

El Palacio de la Expo-

sición fue construido en las

afueras, al sur de la ciudad,

cerca del edificio de la Pe-

nitenciaría, más allá de las

murallas que Meiggs derri-

bara. Un terreno baldío se

convirtió en un gran jardín

de 192,000 metros cuadra-

dos, en cuyo centro se edi-

ficó este Palacio. Tres puer-

tas monumentales se eri-