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LIBROS & ARTES

Página 22

Exposición, del cual forma-

ba parte Manuel Anastasio

Fuentes, el Murciélago.

Fuentes personificaba la

verdadera fuerza conducto-

ra de la Exposición, era un

conocido intelectual que

escribía para El Mercurio y

el fundador de la Sociedad

de Bellas Artes en Lima.

Dato ocurrente, Fuentes

obtuvo el premio mayor de

la Exposición, premio de

honor común para naciona-

les y extranjeros. Pedro

Ruiz Gallo solamente obtu-

vo el premio de honor para

los nacionales.

Tres años antes, Fuentes,

en calidad de jurado del con-

curso que incluía la fotogra-

fía en la misma categoría de

la pintura, del dibujo, de la

escultura, del grabado, la li-

tografía, la caligrafía, la ti-

pografía y la arquitectura ,

había otorgado la medalla de

oro a los Courret, correspon-

sales, en algún momento, de

la firma Nadar de París. En

reconocimiento por el pre-

mio, los hermanos franceses

distribuyeron una halagado-

ra caricatura, género celebra-

do y con gran demanda en

la época, de El Murciélago,

caracterizado con las alas de

este tipo de animal volador

y nocturno.

El argumento de Casti-

llo aducía que el comité

mencionado no tenía el de-

recho de otorgar exclusivi-

dades o monopolios, ya que

tal poder estaba reservado

solamente para el Ejecutivo,

es decir, el gobierno. Por lo

tanto, la decisión del comi-

té organizador de la Expo-

sición Nacional era una cla-

ra violación al artículo 23 de

la Constitución del Estado

peruano, el cual garantiza-

ba el derecho de los profe-

sionales para ejercer libre-

mente sus negociaciones a

menos que se hagan en de-

trimento de la seguridad, la

salud o la moral pública. A

pesar que Castillo obtuvo el

apoyo de la prensa limeña,

finalmente fue Eugenio

Courret quien documentó

exclusivamente ese tan im-

portante evento, al igual que

todas las más significativas

manifestaciones de la vida

social de la ciudad, por el

resto del siglo.

Por lo tanto, el origen de

la imagen del libro de Basa-

dre le debe pertenecer.

gieron a la entrada del jar-

dín, la principal frente a la

pared de la Penitenciaría y

las otras dos cerca del fe-

rrocarril a Chorrillos. A la

derecha de la entrada prin-

cipal había un teatro y a la

izquierda una sala de re-

frescos. Un poco más allá

estaba el conservatorio de

plantas de tierra cálida, con

una glorieta turca. También

podía hallarse una fuente

rodeada por largas piedras

formando un montículo en

cuya cima se erguía una fi-

gura colosal que evocaba a

Hércules y la hidra. Ciento

treinta metros había que

avanzar de la entrada al

vestíbulo del Palacio, hoy

el Museo de Arte. En el li-

bro de Basadre se encuen-

tra impreso un extraordina-

rio grabado del Palacio de

la Exposición visto desde

la Penitenciaría. Sin lugar

a dudas el grabado se ha

realizado, como era habi-

tual, a partir de una foto-

grafía que muestra panorá-

micamente la impresionan-

te magnitud de la obra ter-

minada. El crédito de la

imagen figura allí y está

asignado al libro de

Thomas Hutchinson

Two

years in Peru with explo-

tation of its antiquities

publicado en

Londres en

1873. La imagen tiene, ade-

más, un significado particu-

lar, como veremos después.

Al entrar a la Exposi-

ción, el visitante veía, en

una caja de vidrio, los obje-

tos llevados del Museo Na-

cional, momias de Cajatam-

bo y Ayacucho. De estas, el

almirante chileno Lynch es-

cogió las tres que regaló al

marino italiano Carlos de

Amézaga, comandante del

buque

Caracciolo

que las

califica como estupendas en

su libro de viajes. También

había sido llevada a este re-

cinto una piedra monolítica

de Chavín. Se exhibían,

además, telas exquisitas,

sombreros de plumas, arcos,

flechas, remos, hachas de

piedra y máscaras de terra-

cota. Entre las pinturas se

podía contemplar la de Luis

Montero sobre los funerales

de Atahualpa. Enrique

Jiménez expuso un mosai-

co con diferentes clases de

madera de Tumbes y Luis

Medina, artista oriundo de

Ayacucho, una serie de fi-

guras, algunas en piedra de

Huamanga, entre ellas un

aparato de agua bendita, una

representación del descen-

so de la cruz, el busto del

ministro Santa María, la

imagen, en tamaño natural,

de Venus durmiendo y, fi-

nalmente, una pareja de in-

dios. La fotografía, concur-

sante en el evento, fue se-

parada de las Artes y ubica-

da en una sección específi-

ca bajo el título de Artes

Liberales Aplicadas.

Otro de los atractivos

del Palacio era la pintura

alegórica del Perú con la

inscripción: “El Perú libre

y soberano amigo de todas

las naciones aunque inde-

pendiente de ellas”. El re-

loj de Pedro Ruiz, que tan-

to asombró a los visitantes,

se mostraba entre otras

maquinarias, como la

estam-padora del estudian-

te Jacinto Marticorena.

Chile y Ecuador exhibían

sus contribuciones tam-

bién. En los jardines se re-

unían aves diversas y tam-

bién unos cuantos cóndo-

res enjaulados. Los pabe-

llones más pequeños ofre-

cían distintos entreteni-

mientos.

La inauguración de la

Exposición se llevó a cabo

el primero de julio de 1872,

pocos días antes de que se

produjera la sublevación de

los Gutiérrez. El presidente

Balta no pudo asistir, qui-

zás por las preocupaciones

del momento político, por lo

que el ministro de gobierno

Manuel Santa María se en-

cargó del acto. La exposi-

ción permaneció abierta

hasta el 5 de octubre y se

convirtió en el lugar prefe-

rido de los paseos fuera de

la capital, ya que ofreció,

además, conciertos y otras

actividades sociales y cul-

turales. La obra costó

2’082,709 soles, sin contar

con los gastos de manteni-

miento.

EL MERCADO FOTO-

GRÁFICO LIMEÑO

Para Rafael Castillo,

comprensiblemente com-

prometido en hacer compe-

tir

Fotografía Nacional

contra los estudios Courret

por el dominio del mercado

fotográfico limeño, este

evento le significa un con-

tratiempo contundente. A

los Courret se les va a en-

tregar, el primero de octu-

bre, no solamente el primer

premio de fotografía y la

medalla de oro por sus re-

tratos en estilo Rembrandt,

sino que ya se les había

otorgado los derechos ex-

clusivos para fotografiar y

vender las imágenes del

nuevo parque, inclusive du-

rante su construcción. Para

los limeños, la Exposición

Nacional era motivo de un

gran orgullo cívico, por esta

razón Castillo reclamó en

dos cartas dirigidas al go-

bierno de Balta contra el

comité organizador de la