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Abandonando el convoy la estacion de Vitor
(l)
vuela
á
describir inmensos semicírculos en las al–
turas de Huasamayo. Inútil es decir que estas al–
turas no tienen ·semejanza alguna con las risuue–
ñas lomas de Cahuintala que, como
y
a hemos di–
cho, es la parte mas pintoresca de todo el viaje. El
buitre perspicaz y el zorro vagabundo son los {mi–
cos habitantes de este sitio árido: el espinoso
cac–
tits,
clavado verticalmente en lob eE;rros, anuncia,
sin embargo, un principio de Yegetacion que gra–
dualmeute va. extendiéndose hasta las pampas de
U chumayo, cubiertas de grama,
y
se percibe mas
lejos la florida campiña de Arequipa. Entre esos
cerros) hay algunos que nos llamaron sumamente
la atencion- los que se conocen con el nombre de
Corralones,
á
seis ú ocho millas de Vitor.
Ignoramos completamente porque se ha dado el
nombre de Corralones
á
aquel sitio: acaso porque
hubo allí hasta hace poco tiempo un tambo ó pas–
eana con corrales para ·guardar las cabalgaduras
· de los viajeros. En las enormes piedras que .se en–
cuentran mas arriba del camino, próximas
á
der–
rumbarse i:.wbre el pobre transeunte, que en vano
espolea y obliga al caballo
á
apresurar el paso por
entre esos vericuetos, hay multitud de jeroglífi-
(1) El lugar donde está situada la estacion se conoce
tam~
bicu
con
el
nombre de
Jv.lon·illos
1
denominado
así
pOl'
los
mucho~
morros que hay en ese
mar de arena.
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