- lú -
nwuelo
de
moru1iuad.
Los grandes
crímonetl
.Y
útro–
c1<lades observados en vados paises de Europa, en
las épocas de sus graneles revoluciones, eran practi–
cados generalmente por persona::; que quizá no ha–
hian comido carne en su vida.
El moralista., que prohibe,
en
ciertas épocas
de1
año, comer una onza de carne, );- permite una libra
de frijoles, no procede con conocimiento de causa.
La fisiología
y
la higiene, ayudadas de la química,
han resuelto
ya
estos problemas.
1
«Los frutos, las
a
raíces, las partes suculentas de los vegetales, pa–
«
recen ser, dice Cuvier, ]a alimentacion natural
« del hombre. Sus rnanos le dan facilidad para re–
« cojerla: sus mandíbulas cortas
y
cornparativamen–
»
te débiles: sus dientes caninos que son cortos
y
no
»
sobresalen ele los otros en longitnd:
sus
molares,
>>
todo esto
se
presta nial
á
comer yerva
y
desgarrar
»
la carne, ámenos
que,
estos alin1entos no hayan
>>
sufrido ]a preparacion culinaria)). Si
ú
estas con–
sideraciones del célebre Cu vier, se agregáran las sa–
cadas de la forrna
y
dirn.ensiones del canal intestl-
11al, no dejarían la menor duda de que, el hombre,
que es cosmopolita, tenia que ser omnívoro,
y
que
un régimen variado
y
mixto es el que mejor convie–
ne al mantenimiento de su salud
y
desarrollo de
sus fuerzas.
Así como los vegetales vi\-en
de
agua
y
carbon,
los animales
necesit.an. agua, carbon
y
azoe. Todos
los alimentos de que usa el hombre, bien sean sa–
cados del reino vegetal 6 anima1, para
(fllO
sean ver–
daderamente reparadores, deben contener estas
sustancias; n1as, como en una sola clase de alimen–
to no se encnentran en las proporc10nes requeridas,
es preciso arreglar el régimen
de
manera, que la
cantidad de alimento vegetal, animal
ó
mixto, las
contenga en las cantidades convenientes. Ya no es.
pues, permitido discutir sobre las ventajas de un
ré–
gimen. escl
usi.vovegetal
ó
ammal,
sino
sobre las
cantidades de sustancias alirnenticias· de todo géne–
ro, <J.1lerc11nidas proporc io11c11 las d ós i::-: jn
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del
ele-