ORESTES
DI
'
,
LULLO
Calor para
el
fr~o
invernal, refectorio
de la conservaci6n biol6igica, el fog6n ha
nutrido al gaucho, que, sin bartulos, se
paseaba libre- por las llanuras inmensas
y desoladas, al soldado de las· guerrillas
fratricidas, al
indi~
de los malones, al ha–
chadior de los bosques. al arriero hosco y
taciturno. Ha nutrido la leyenda y el al–
ma de los: niiios.
En ese fog6n- espiritu de una raza
ya ida que se form6
al
viento, al so1', a las
lluvias del vagabundaje n6made-se tosta-·
ron las carnes ahitas de jugos, sahuman–
dose 1os aires de grasa derretida.
En
el
se hihc6 el asadoi:-, ·cien mil veces re·1ami–
do de llan1as y deseos, el asador criollo
de las gestas y de los parias, y todavia
cobij6, en el res.coldo de sus cenizas ca–
lientes, la tortilla blanca o la dulce carne
del pichi o de la iguana.
En la tragica vida del campo, el fogon
fue guia nocturna, lugar de fabulas y fan–
tasias. I-Iumaniz6 a los hombres
des.en–contrados por el destino, y endulz6, con
la vanidad del recueirdo hazaiioso, el do–
lor de toda una historia crispada y tur–
bulenta.
Fue
lo simple y necesario de la vida.
Mas de tanto vivir, la vida .del gaucho
,
se remanso en gozos perezosos.
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