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ra buque era avistado, o que la fantasía del Ca¡pitán

le hacía concebir algún peligro; desde que lo anuncia–

ba, todos se hacían furiosos contra nosotros; las centi–

nelas nos mostraban a cada momento la bayoneta con

que estaban prontos a traspa·sarnos; este era su lengua–

je; se nos presentaban placenterns al vernos sufrir las

impresiones del agua, el calor y el frío en cuerpos casi

desnudos, sedientos y hambrientos .siempre, y alguna

vez que quise aliviar mi sufrimiento, me costó bien caro.

Un compañero me permitió tomar unas galletas que

tenía a alguna distancia de mí, haciéndome el encargo

de apresurarme antes que los verdugos viniesen; nos

hallábamos pronto para ser conducidos a la corriente,

y sobreponiéndome a mi debilidad, e impedimentos con

que me embarazaban las cadenas, conseguí echar en

mi garro algunas. Entretanto el centinela había prepa–

rado las escotillas de suerte que a mi vuelta y a,\ tomar

mi asiento, caí hasta el fondo del buque y sobre las

amarras, que me ·rompieron dos costillas; mis dolores,

mis cadenas, y mi debilidad me pusieron en la agonía;

con todos los actos que había presenciado y sufrido n::i

podía aguardar alivio sino de mis compañeros, y és–

tos se hallaban muy impedidos para satisfacer la com–

pasión dolorosa que mis ayes debían producirles; uno,

sin embargo, de la comitiva, fué sensible a mi situación,

para darme la mano y levantarme, el resto se rió mu–

cho del lazo en que había caído; mis prisiones conti–

nuaron las mismas, ni el cirujano ni el comandante die–

ron señal de quererme socorrer; toda mi medicina fué

un emplasto de alquitrán, que conseguí del calafatero;

lo demás lo hizo la naturaleza; y.o sané, pero no fué

ciertamente muy bien, pues hasta ahora soy muy sen–

sible en aquella parte, y sufro dolores por muy peque–

ños motivos.

Antes de concluir mi tránsito del Janeiro a Cádiz no

quiero omitir una drcunstancia que deja ver todo el es–

píritu de tiranía de los que nos éE?ndui(i:.ían; son bien