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cerca de sí un leguito mejicano que se h·allaba en aquel
lugar, diciéndome que el ser americano yo le había ins–
pirado el mayor interés para salvarme la vida de los
golpes de asesinos que allí había.
Después de 4
ó
5 días que pasé lleno de amenazas
e inquietudes, me embarcaron a la isla de León, donde,
al royo del sol, con una hambre y sed inaguantable,
pasé una calle muy larga para ir a salir a un río;
ci:Hí
me vuelven a embarcar y después de muchísimas vuel–
tas salimos a Santi Petri. ¿Cuánta sería mi inquietud
al no ver el término de estos viajes en que ja.ffiás de–
jaban de tratarme con inhumanidad y haciéndome todo
el mal posible? Creía que así como a mi hermano le
variaron los tormentos, le sacaron la lengua, le des–
cuartizaron vivo, etc., para mí tenían alguna invención
más bárbara, o un capricho más cruel.
De Santi Petri fuí conducido a Ceuta sobre la sal que
llevaba de carga el buque; llegué después de cuatro
días de navegación, el día 1
Q
de junio de 1788 (u). Las
noticias anticipadas de mi remisión reunieron toda la
gente para conocerme; yo pasé confundido con muchos
asesinos y ladrones que vinieron en la misma embar–
cación que yo, mas los rasgos de mi fisonomía eran muy
distintos de los demás europeos y todos fijaban los ojos
particularmente sobre mí, unos para mirarme como un
objeto de curiosidad, otros para señalar en mi semblan–
te los signos infalibles de una alma originalmente per–
versa, otros para negarme las consideraciones d&bidas
a
todo hombre, reviviendo la especie de no serlo yo
por ser americano y privarme así de la compasión de
algunos. Todos me miraban como criminal porque me
veían castiga do. Si todos suponían a su rey enviado de
(u) Completas son Ja exa ctitud 'Y descripción de este itine–
rario. Hace seis años, con devoción patriótica, con diligencia de
h is tori ador, hemos seguido este mi smo
itinerar
io, de Cádiz a
C euta, que recorriera el infeliz juan Bautista Túp.ac Amaru.
(F.A.L.)