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y que sería difuso referirlas, como no puedo omitir el
hacerlo con las que por su repetición diaria hicieron so–
bre mí una impresión muy durable. Tal es la tortura
en que se ponía la moderación de cada uno al tener
que atestiguar, o sufrir la presencia de nuestros com–
pañeros en todas nuestras diarias secreciones; la contrac–
ción de las tercianas cuyos accesos están acompañados
de continuos sacudimientos, me es todavía memorable
porque los sufrí con las cadenas, y en las privacio–
nes de nuestra situación, excitando sólo la risa
de
nues–
tras guardias; muchos de mis compañeros murieron cer–
ca de nosotros y entre ellos mi tío Don Bartolomé Túpac
Amaru de edad de
125
años, y todos contrajimos este
mal por ningún ejercicio, por los inmundos alimentos,
por el mal aire que respirábamos, y más que 1odo, por
las impresiones peores de que éramos afectados todos
los momentos.
Cinco meses estuvimos en los calabozos de Lima.
A
nuestra salida al muelle del Callao se renovó la escena
de la plaza del Cuzco; las diferentes circunstancias les
suministraron a nuestros tiranos nuevos medios de apli–
car sobre nosotros la profesión de atormentarnos; yendo
con grillos, Ia transposición al bote era impracticable
por nosotros mismos, y lo exigían a bayonetazos; un
joven espectado!' que se movió de nuestro embarazo me
extendió su mano y por su socorro pude preservarme
de la repercusión de las bayonetas que llovían sobre mí.
Mi familia y yo fuimos puestos en la fragata Perua–
na
(o); mis demás compañeros en el navío
San Pe–
dro
(p). El capitán comandante de la
Peruana
Don Jo–
sé Córdoba, era de un carácter singularmente feroz; te–
nía todas las preocupaciones de su nación (era espa-
(o) El nombre del bar·co que .condujo a España a Juan Bau- .
tista Túpa'c Amaru
y
familiares tenía por nombre ''El Perua- _
no"
y
no ''Peruana" como indica el autor.
(F.A.L.)
(p)
El
nombre completo de esta embarcadón era "San
Pe· .
dro Alcántara". (F.A.L.)