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jamás podré explicar, no fuí envuelto en esta carnice–

ría, aun cuando la animosidad, con una mano sacríle–

ga, puso el fuego a mi casa

y

sembró de sal sus es–

combros: el cura de Pomacachi fué el ejecutor de esta

obra

y

así le imprimió un carácter religioso como e1

padre Valverde, con la biblia en la mano, santificó el

primer asalto a la vida del último Inca

y

la numerosa

matanza de indios que acompañó aquella escena (m).

En estas prisiones, donde por sistema debían ser in–

mundas, obscuras,

y

los presos tratados con hambre, des–

nudez e incomunicación, permanecimos siete meses. La

soledad

y

dureza con que era tratado me atormentaba

particularmente porque era acompañada de los recuer–

dos de la ferocidad española; acababa de ver la vo–

racidad con que habían muerto a toda mi familia; se

me presentaban los horrores cometidos por esta misma

hermanos no concebidos en legítimo matrimonio, el tratamiento

de "primos". Esta costumbre persiste todavía en algunos pue–

blos de la Sierra, preferentemente, para los hijos adulterinos.

(F.A.L.)

(m) Aquí Juan Túpac Amaru es parco al narrar la muerte

de Diego Cristóbal Túpac Amaru, quien se puso al frente de

la Revolución al desaparecer su medio hermano, el Gran C2.u–

dillo José Gabriel Túpac Amaru. Se le encarceló -burlando el

tratado de paz, que con él concertaron las autoridades espa–

ñolas un año antes- cuando todos los pueblos, gracias a su

intervención, a su prestigio

y

a sus órdenes, estaban complet>a–

mente padficados. Una traidón más...

¿Y des1pués?... el

mentiroso proceso, el sumario que ordena la pena de muerte.

Y he aquí un trozo de la feroz sentencia, dictada el

19

de Ju–

lio de 1783.

"Sea (Diego Cristóbal Tupac Amaru) sacado de la cárcel don–

de se halla preso, arrastrado a la cola de una bestia de albar–

da, llevando soga de esp·arto al pescuezo, atados pies

y

ma–

nos; siendo conducido en esta forma, por las calles públicas

acostumbradas, al lugar del suplicio, en el que, junto a la hor–

ca, estará dispuesta una hoguera con sus grandes tenazas, para

que, allí, a vista del público sea atenazado,

y

después colgado

por el pesicuezo,

y

ahorcado hasta que muera naturalmente, sin

aue de allí

le quite perso

na alguna, bajo la misma pena; sien–

do después

descuartiw

.do su cuerpo, llevada la .cabeza al pue-