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lo que hizo para salvar el ejército i no comprometer en la

suerte de éste, amenazado de una segura derrota, los intereses

de Chile11. Cree que los plenipotenciarios chilenos, es decir, él

i el jeneral Blanco estaban autorizados por el artículo

5.

0

de

sus instrucciones, para hacer tratados, separándose de estas

mismas instrucciones; que

11

no hai razon ni pretesto plausible

para ver la paz de Paucarpata como una terminacion desgra–

ciada de la contienda; sino que, por el contrario, es i debe mi- .

rarse por todo el mundo, como el monumento mas solemne de

las glorias de Chile11 ... Aun en el supuesto de que Chile hu–

biera tenido ofensas que vengar de Santa Cruz, debi6 consi–

derar corno reparacion suficiente de sus agravios el haber embar–

gado una parte de la marina peruana por medio del

Aqu-iles

en

el Callao, el haber declarado la guerra al Protector i enviado

un ejército invasor que destruy6 las fortificaciones de Arica i

ocup6 en seguida uno de los mas importantes departamentos

del Perú, i el h <l berle promovido a la Confederacion la guerra

de Buenos Aires i tratado de promoverle la del Ecuador.

11

Creo (dice Irizarri en otro pasaje del folleto) que he proba–

do que éste era el mejor tratado que podia hacerse aun en el

caso en que nuestras armas hubiesen sido las mas poderosas11 ...

Pinta al ejército de Chile en la situacion mas desesperante: di–

minuto i con gran número de enfermos, reducido a la inaccion

por falta de bagajes, mal vestido i peor abrigado, escaso de

víveres hasta padecer hambre, hostilizado por los naturales del

pais, por los mismos de quienes se le habia hecho entender que

serian sus aliados, obligado; en fin, a pedir alafia al enemigo.

Dice, sin embargo:

11

Nuestra llegada a las costas del Perú

i

nues–

tra marcha hácia Arequipa, no podian todavía contradecir las

esperanzas que teníamos de hacer una campaña brillante; ántes

bien, todo contribuía a alimentar estas esperanzas. Los pueblos

en que entramos nos recibieron mejor que lo que podíamos

esperar; pero la buena acojida que nos hicieron estos pueblos,

no debi6 servirnos de una prueba del entusiasmo jeneral en

nuestro favor , porque no era prudente considerar a las cor–

tas poblaciones de la costa como el bar6metro de la opinion

de todo el pais ... Arequipa era la primera ciudad del Perú

ocupada por el ejército de Chile, que podia darnos idea de las